Cuando todavía están frescas las imágenes de las atroces acciones militares israelíes sobre la población palestina en Gaza, nos llega desde la Palestina ocupada noticias poco alentadoras. Al bloqueo israelí y a la complicidad de la OLP debemos sumar ahora la construcción, por parte de Egipto, de un muro subterráneo que pretende cortar el paso […]
Cuando todavía están frescas las imágenes de las atroces acciones militares israelíes sobre la población palestina en Gaza, nos llega desde la Palestina ocupada noticias poco alentadoras. Al bloqueo israelí y a la complicidad de la OLP debemos sumar ahora la construcción, por parte de Egipto, de un muro subterráneo que pretende cortar el paso de suministros indispensables para la supervivencia de los habitantes de la Franja de Gaza.
Cuando la democracia no importa
Los ataques israelíes de enero de 2009, que dejaron centenares de muertos palestinos, procuraron legitimarse sobre la falsa argumentación de que los mismos no tenían como objetivo a la población civil sino al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas). La agresión del Estado sionista había sido preparada con meses de anticipación y, como se supo más tarde, los planes de la operación fueron comunicados con antelación a las autoridades egipcias. Lejos de intentar detener a los israelíes o advertir a los palestinos sobre el peligro que se avecinaba, Egipto decidió reforzar el control militar de su frontera con Gaza para impedir la circulación de bienes y personas, lo que hubiera podido significar una complicación para los proyectos militares israelíes. Gaza se convirtió, entonces, en un inmenso campo de exterminio gracias a la colaboración del gobierno de Hosni Mubarak.
La comunidad internacional prestó poca atención a las características de los actores involucrados, allanando así el camino para legitimar las acciones israelíes. Tan declamativamente preocupados por «exportar» la democracia a cuanto rincón estratégico del mundo lo haga necesario, Estados Unidos y Europa decidieron ignorar que Hamas se había convertido, desde 2006, en el más claro representante del pueblo palestino, ganando democráticamente las elecciones parlamentarias e imponiéndose a Al Fatah, que terminará desconociendo al Primer Ministro Ismail Haniya (propuesto por Hamas) y todo su gabinete. Como ya había demostrado el caso argelino en 1991, con el triunfo del Frente Islámico de Salvación, la democracia podía ser peligrosa para los intereses euro-norteamericanos y por lo tanto dejaba de ser recomendable el respeto a la voluntad popular. Se decidió, entonces, reconocer al debilitado Mahmoud Abbas, líder de Al Fatah, como único representante de la Autoridad Nacional Palestina, a pesar de las elecciones y de la enorme cantidad de denuncias por corrupción que pesaban sobre su gobierno. Se explica así la inmovilidad cobarde de la OLP en Cisjordania, encabezada por Al Fatah, frente a los sangrientos ataques israelíes sobre Gaza.
Egipto, por su parte, es otro claro exponente del doble discurso euro-norteamericano en la región. Gobernado desde 1981 por Hosni Mubarak, esta apenas encubierta dictadura ha demostrado con hechos concretos que su acción política no está precisamente en sintonía con la causa árabe. Así, por ejemplo, en 1978 se convirtió en el primer país árabe en negociar por separado con Israel (rompiendo lo acordado por la Liga Árabe); en 1991 formó parte de la coalición encabezada por Estados Unidos que atacó e invadió Irak; en 2003 se supo que ayudó a esta última potencia a secuestrar y torturar en su territorio a los «sospechosos de terrorismo»; además de ser el país de la región que más ayuda económica norteamericana recibe después de Israel.
Con respecto a Israel, la supuesta «única democracia de Oriente Medio» (como les gusta repetir a los propagandistas sionistas), nos limitaremos a decir, como ya lo hiciera el académico marxista Fred Halliday, que se trata de una «etnocracia» donde sólo un conjunto poblacional, determinado por las relaciones de poder, posee los derechos ciudadanos; es decir el estado sionista es tan «democrático» como la Sudáfrica del apartheid. Teniendo esto en cuenta, no sorprende que el Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu considere la construcción de un muro en la frontera con Egipto como una «medida inevitable y estratégica», orientada a impedir que la migración ilegal de africanos altere la composición racial y religiosa del estado sionista.
Los muros que ignoramos
En 2009 se cumplió el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín y el recuerdo de este acontecimiento, así como los actos conmemorativos realizados, fue ampliamente trabajado desde las cadenas internacionales de noticias. Sin embargo otros tantos muros al servicio de la exclusión y el exterminio siguen siendo ignorados.
A lo largo de la frontera con México, Estados Unidos ha levantado un sistema que combina muros y alambradas para evitar, sostienen, la entrada de inmigrantes ilegales al país. Marruecos ha fragmentado el espacio saharaui con una serie de murallas con el fin de mejorar el desempeño de sus radares y así poder eliminar con facilidad a la resistencia del Frente Polisario. Israel continúa ampliando y reforzando sus enormes muros en toda Cisjordania a pesar de la poco difundida condena de la Corte Penal Internacional de La Haya. Egipto, con sus clérigos adictos al régimen legitimando «religiosamente» la opresión1, se suma ahora a esta deshonrosa lista, construyendo a lo largo de diez kilómetros de su frontera con Gaza un muro de acero subterráneo de hasta treinta metros de profundidad.
Ante el silencio y la complicidad de la comunidad internacional frente a estos monumentos del odio, sólo nos queda la denuncia como herramienta frente a la indolencia y el olvido.
[1] Ver ttp://noticias.terra.com/articulos/act2132298/universidad_de_al_azhar_apoya_muro_en_frontera_con_gaza » target=»_blank»>http://noticias.terra.com/articulos/act2132298/universidad_de_al_azhar_apoya_muro_en_frontera_con_gaza
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