Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
La semana pasada se cumplieron para los palestinos mil días desde que empezó el «asedio» a la Franja de Gaza. El continuo embargo económico, con los efectos sociales y económicos que conlleva para el más de un millón y medio de habitantes de Gaza, forma parte de una historia deprimente. Igual de deprimente es hasta qué punto gran parte de la comunidad internacional acepta como normal esta situación y hasta qué punto se ha vuelto aceptable.
En varios aspectos el «día mil» es engañoso ya que Gaza ha estado soportando durante mucho tiempo restricciones económicas. La ocupación militar israelí tras 1967 (o, para el caso, la administración egipcia después de ella) nunca fue especialmente amiga del desarrollo económico. Con el establecimiento de la Autoridad Palestina (AP) en 1994 había esperanzas de lograrlo en un futuro. Sin embargo, en vez de ello algunos incidentes de terrorismo llevaron al brusco descenso de los gazatíes a los que se permitía trabajar en Israel desde decenas de miles a principio de la década de 1990 a prácticamente cero hoy. A continuación vinieron las cada vez mayores limitaciones a las importaciones y exportaciones de Gaza, que se intensificaron con la irrupción de la segunda Intifada a finales de 2000. Con la victoria de Hamás en las elecciones al Consejo Legislativo Palestino de enero de 2006 así como con la captura del soldado del ejército israelí Gilad Shalit en junio de ese año, las restricciones se endurecieron aún más en un intento de derrocar al movimiento islamista. Cuando Hamás tomó el control directo de Gaza en junio de 2007 el gobierno israelí calificó oficialmente a este territorio de «entidad enemiga».
Actualmente nunca está completamente claro qué está o no está permitido entrar en Gaza y puede cambiar de un mes a otro. Recientemente se ha permitido la entrada de palos de escoba y manzanilla; se han prohibido los juguetes, música, libros y el champú con acondicionador [1]; y se necesitó la intervención directa de la Secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton para la importación de pasta [2]. Se han bloqueado casi todos los materiales que se necesitan para la reconstrucción tras la operación Plomo Fundido del año pasado, aunque finalmente se han autorizado algunas importaciones de cristal tras meses de intensas negociaciones. A consecuencia de ello, dentro de Gaza hoy existen pocas empresas productivas. Sólo recientemente Israel ha empezado a autorizar exportaciones limitadas [3] de flores cortadas y fresas, por ejemplo, tras meses de bloqueo. El número de trabajadores en los sectores de la industria y la construcción ha caído de más de 53.000 en 2007 a menos de 3.000 actualmente. Según el informe más reciente del Banco Mundial y PalTrade [4], están cerrados el 70% de los establecimientos industriales, el 20% opera al 10% de su capacidad y sólo el 10% trabaja al 20-50% de su capacidad. Incluso contemplando la por lo demás hermosa vista de una puesta de sol en Gaza como he hecho recientemente, uno se acuerda de las restricciones que hay en el lugar al escuchar las entrecortadas ráfagas de disparos de la marina israelí que advierten a los pescadores gazatíes que mantengan sus barcos en tierra.
En ausencia de comercio y de una base para la empresa productiva, la supervivencia económica de Gaza depende de otros cuatro apoyos. El primero son los salarios pagados por la Autoridad Palestina, cuya base está en Ramala, a los funcionarios gazatíes a los cuales, en la mayoría de los casos se les paga para no trabajar (es decir, para Hamas). La AP también paga algunos servicios esenciales y el carburante para la central eléctrica de Gaza.
En segundo lugar están los fondos que Hamás es capaz de conseguir de sus donantes externos (Irán y simpatizantes del Golfo), que a continuación entran de contrabando en Gaza para financiar sus actividades políticas y administrativas. Según el presupuesto anunciado por el gobierno de Hamás en enero [5] (que puede o no reflejar su actual nivel de ingresos y gastos), todo excepto 60 millones de dólares de los 540 millones de dólares de los gastos que se han planificado se financiará con esta ayuda «extranjera».
En tercer lugar, está el programa de empleo, servicios y alimentos dirigido por la UNRWA [Agencia de las Naciones Unidas de Ayuda a los Refugiados Palestinos]. Estos no son, como recientemente y un tanto extrañamente sugirió Martin Kramer [6] «subsidios en favor de los nacimientos» que en cierto modo incrementan artificialmente el índice de nacimientos palestinos, sino una ayuda muy real a la supervivencia de los gazatíes que de otro modo se enfrentarían a una desnutrición muy grave a consecuencia del embargo. La UNRWA también ha desempeñado un papel fundamental en la reconstrucción, aunque ha tenido que utilizar ladrillos de adobe para construir las viviendas [7] al no poder conseguir el permiso israelí para importar materiales de construcción adecuados para las 4.036 viviendas destruidas o dañadas durante la Operación Plomo Fundido.
Por último, está el comercio a través de los túneles. Por supuesto, los túneles de contrabando desde Rafah a Egipto no son algo que contribuya al crecimiento económico de Gaza. Sin embargo, son un medio de contacto esencial de Gaza con el mundo exterior.
Cuando estuve en Gaza en enero tuve la oportunidad tanto de hablar con las personas que operan en los túneles como de ver los propios túneles. Uno no puede sino quedarse sorprendido por lo ubicuo que se ha vuelto el comercio a través de los túneles. La mayoría de lo que se puede comprar en Gaza parece haber llegado a través de un túnel: zapatos, ropa, tabletas de chocolate, utensilios, electrodomésticos. Hasta prometidos, ganado, automóviles y un león han entrado en Gaza de esta manera (al parecer, el drogado pero no enjaulado león se despertó a mitad de camino. Tras cavilar sobre cómo volver a atraparlo, los contrabandistas construyeron dos mitades de una improvisada jaula, que fueron entonces bajadas al túnel desde ambos extremos en Gaza y Egipto y reunidas muy despacio).
Hay cientos de túneles activos que van desde dos cientos metros hasta un kilómetro o más de largo bajo la frontera. Un contrabandista que solía trabajar en los días de la ocupación israelí cuando en una sola entrega de armamentos podía ganar 5.000 dólares, se lamentaba del hecho de que en estos días había tantos túneles que apenas ganaba 50 dólares por entrega. Además, algunos artículos en realidad ahora son más baratos que cuando se importan de Israel ya que el coste más bajo de los artículos se debe a que Egipto compensa el coste de introducirlos de contrabando. Cuando la AP paga los sueldos y los gazatíes van de compras, para algunas de las personas que trabajan en los túneles es más rentable conducir un taxi.
A pesar de la manera melodramática en que los medios informan a veces sobre los túneles, el contrabando comercial está lejos de ser algo hermético. De hecho, en el lado gazatí de la frontera en realidad no hay contrabando sino más o menos un negocio abierto parcialmente regulado por las autoridades locales. Muchos de los túneles de Gaza son perfectamente visibles desde los puestos fronterizos egipcios, tapados bajo lonas o cobertizos y rodeados de montones de arena. Las conexiones eléctricas son cortesía del ayuntamiento de Rafah al que los contrabandistas pagan una cuota. Las tiendas de los alrededores venden compresores, materiales de construcción y otras herramientas para el comercio.
Bajo tierra hay tal multitud de personas que a veces chocan unas con otras y acaban en peleas. Por otra parte, aparentemente la proliferación de túneles cercanos ha hecho más fáciles los rescates subterráneos [8], en una zona en la que el terreno arenoso es propenso a los derrumbamientos. Muchas de las personas que trabajan en los túneles son adolescentes y las condiciones de trabajo están lejos de ser seguras. Recientemente el grupo israelí en defensa de los derechos humanos B’Tselem [9] distribuyó cámaras de vídeo [10] a los jóvenes de Gaza para que grabaran sus vidas y uno de los vídeos más interesantes trataba de la vida trabajando en los túneles [11].
La intensa competencia ha generado otras complicaciones. Se sabe que algunos contrabandistas han informado de entregas a otros contrabandistas (como drogas o alcohol) o que han echado sustancias tóxicas en los túneles de los rivales. Los operadores de los túneles que supuestamente tienen inclinación política hacia Fatah son especialmente vulnerables al acoso y a las malas pasadas.
Una cuestión interesante es hasta qué punto los túneles han reestructurado la economía política local. Algunas personas argumentan que cambiando el poder económico hacia la zona fronteriza han creado una nueva clase de ricos contrabandistas y comerciantes. Otras personas, sin embargo, argumentan que tienen menos efectos sustanciales. Con un coste de medio de 100.000 dólares para excavar un túnel, quienes operan en los túneles necesitan al típico inversor exterior procedente de las mismas familias de comerciantes que durante mucho tiempo han detentado el poder económico en Gaza. Los mismos comerciantes también pueden controlar amplios canales de distribución y de suministros. En la relación con el inversor generalmente se guardan las distancias y se suele hacer por medio de los móviles y de transferencias de modo que inversor y operador no se encuentran directamente. Esto da pie a gran cantidad de posibilidades de fraude [12] que salieron a la luz el verano pasado: gazatíes con modestos medios habían invertido en túneles que resultaron no existir. Decenas y posiblemente cientos de millones de dólares se robaron de esta manera y algunas personas sugieren que importantes miembros de Hamás podrían estar implicados de algún modo. El gobierno de Hamás tramitó compensaciones parciales para las víctimas.
Es difícil conseguir una lectura correcta de todas las posibles intersecciones entre la economía de los túneles y Hamás. Aunque la extorsión directa por parte de elementos locales de Hamás parece ser muy rara, se ha vuelto un buen negocio invitar a un cuadro de Hamás a la operación como socio silencioso, lo que proporciona una cierta protección política. A veces Hamás pide a los operadores comerciales de los túneles que transporten mercancías especiales, no armas o cuadros, sino generalmente cemento o materiales de construcción. Es más, se me informó de que las armas son un artículo que la mayoría de los operadores no se atreve a importar en estos días: Hamás ha tratado de imponer un monopolio sobre ellas y considera que cualquier contrabando de armas posiblemente beneficia a sus enemigos de Fatah. Hamás opera en sus propios túneles para ello, por los que trae armas, municiones, personal y dinero. Estos túneles son más profundos y largos, están mucho mejor cubiertos y mejor construidos y equipados.
La proliferación de túneles también ha tenido sus efectos en el lado egipcio. Los contrabandistas suelen sobornar a los funcionarios, soldados y policía egipcios para que miren hacia otro lado. Los egipcios alquilan sus casas y naves a los contrabandistas. De hecho, ha habido un pequeño boom económico en el lado egipcio al lado de la frontera ya que se llevan productos para satisfacer la demanda de Gaza.
Durante un tiempo Egipto toleró parte de esto y persiguió los túneles sólo a medias, al calcular que aliviaban algo de las necesidades humanitarias y por ello reducían la presión política sobre Egipto para que abriera sus propias fronteras. El Cairo es muy reacio a abrir sus fronteras a las mercancías ya que teme que de hacerlo Israel cerraría permanentemente todos sus pasos fronterizos hacia Gaza, lo que haría recaer todo el problema sobre hombros egipcios (tampoco están equivocados a este respecto: durante la desconexión de Gaza en 2005 algunos altos cargos israelíes fueron bastante abiertos conmigo respecto a que esto fuera una opción política).
Desde al Operación Plomo Fundido la situación ha cambiado en medio del creciente antagonismo entre Hamás y El Cairo. Egipto considera que las actividades de Hamás son una amenaza no sólo por la potencial confrontación militar entre Israel y Hamás o por las relaciones de éste con los Hermanos Musulmanes de Egipto, sino también por las implicaciones domésticas de seguridad que tienen las redes de contrabando de armas, dinero y militantes que se extienden a través del territorio egipcio. Algunos diplomáticos egipcios afirman que algunas de las armas ya han acabado en manos de militantes locales.
A consecuencia de ello Egipto ha emprendido la construcción de un muro de acero subterráneo que bloquea los túneles. Aunque existen diferentes informaciones sobre ello, parece que se trata no sólo de poner obstáculos situados profundamente bajo la superficie, sino también de la posibilidad de inundar estas zonas. Según los operadores de los túneles, esto es lo más preocupante: mientras que los obstáculos físicos son fáciles de sortear, la tierra húmeda puede resultar mortal bajo tierra. Irónicamente, los túneles más profundos y mejor construidos de Hamás pueden resultar mucho menos afectados que los túneles comerciales. Además, no está claro si esta política egipcia es verdaderamente sostenible desde el punto de vista político. Sería devastador para Gaza acabar completamente con el comercio a través de los túneles y tanto muchos palestinos como egipcios culparían al gobierno de Mubarak de haber empeorado descarnadamente la ya terrible situación de Gaza.
¿Cuáles son las consecuencias políticas de todo esto sobre Hamás, al fin y al cabo la razón de las restricciones impuestas desde 2006 y del actual asedio? No parece que le haya hecho mucho daño. El movimiento parece controlar completamente Gaza, no existe ningún desafío local serio a su gobierno y a pesar de la necesidades económicas prosigue la gobernanza local. El asedio permite a Hamás culpar a Israel de las tribulaciones de Gaza y ocultar sus propias responsabilidades.
De hecho, en cierto modo el mayor daño político de esta política ha sido colateral. Muchos palestinos culpan a la AP de no haber logrado acabar con el asedio. Consideran a Egipto su cómplice. Por último, en todo el mundo árabe y musulmán existe una importante ira por el aparente apoyo de Washington al continuo daño que se inflige a la economía y a la sociedad de Gaza.
Y sin embargo, a pesar de todo, el asedio continua, quizá por otros mil días.
[1]http://www.haaretz.com/
[2]http://www.haaretz.com/
[3]http://www.ochaopt.org/
[4]http://siteresources.
[5]http://abcnews.go.com/
[6]http://www.youtube.com/
[7]http://www.irinnews.org/
[8]http://www.tehrantimes.com/
[9]http://www.btselem.org/
[10]http://www.nytimes.com/
[11]http://www.ynetnews.com/
[12]http://www.guardian.co.uk/
Fuente: http://mideast.foreignpolicy.