Nació en Argentina y su familia emigró al Estado de Israel cuando tenía 12 años. Siempre ligado a movimientos de izquierdas, este intelectual se radicalizó al entrar en el Ejército. Se negó a ir a los territorios ocupados ni a estar en la reserva. Envió una carta al ministro en la que expuso sus motivos. […]
Nació en Argentina y su familia emigró al Estado de Israel cuando tenía 12 años. Siempre ligado a movimientos de izquierdas, este intelectual se radicalizó al entrar en el Ejército. Se negó a ir a los territorios ocupados ni a estar en la reserva. Envió una carta al ministro en la que expuso sus motivos. Ahora lidera el AIC, una plataforma de denuncia de los abusos cometidos por el Estado sionista.
Desde la pequeña oficina del AIC, en Jerusalén, cerca de la ciudad vieja, Sergio Yahni vigila al Estado sionista. Judío de origen argentino, su conocimiento de los modos de pensar de los israelíes y de sus intereses le han convertido en una de las figuras más destacadas dentro de la lucha antisionista. «Hay que conocer al enemigo para derrotarlo», manifestó en su charla del jueves en Iruñea, invitado por la Plataforma contra las Guerras.
Desde el AIC se realiza un seguimiento estrecho de las políticas israelíes. ¿Dónde han puesto el foco ahora, en qué está trabajando el Gobierno de Benjamin Netanyahu?
Actualmente, lo que más nos preocupa es la política de ataque a la sociedad civil, contra los palestinos del 48, los que quedaron dentro de las fronteras del Estado de Israel, y contra las organizaciones progresistas internas. Hay un aumento nítido de la represión sobre los palestinos del 48. Los servicios secretos, el Shin Bet los considera un peligro real e inmediato para el Estado sionista.
¿Y cómo se traduce este incremento de la represión, en qué se manifiesta?
Una primera traducción consiste en toda una serie de arrestos contra dirigentes de la sociedad civil. El más significativo de todos es el de Amir Mahoul, el líder de la coordinadora de las organizaciones palestinas. Fue arrestado hace dos semanas. Los doce primeros días ha estado incomunicado y durante toda una semana estuvo prohibido publicar en cualquier medio que lo habían detenido. Es más, sus abogados pidieron ver el expediente médico y los servicios secretos se lo negaron. Ahora, esos abogados han denunciado que tienen sospechas muy fundadas de que ha sido torturado.
¿El Shin Bet puede hacer eso? ¿Es legal en Israel no conceder esa información médica?
Los servicios secretos pueden hacer lo que quieran. Ningún juez tiene el coraje de pararse ante la Policía secreta cuando el Shin Bet dice: «Esto es un problema de seguridad nacional».
El Estado español permite jueces que buscan fama, jueces estrella. ¿No hay allí jueces que se hayan enfrentado mínimamente a esto?
Actualmente, no, aunque sí destacó Aaron Barak. Este juez pertenecía a la Corte Superior de Justicia y promovió una interpretación más democrática de la legislación israelí. Y tenía peso, ya que Israel carece de Constitución. Barak prohibió la tortura en 1999. Hasta entonces, torturar era legal. Hace dos años que se retiró, y desde entonces vivimos un ataque sistemático contra la legislación progresista promovida por este juez.
Entiendo que Israel había avanzado algo, para ahora retroceder de nuevo.
Todo lo anterior hay que matizarlo. Cuando hablo de progresismo, lo hago en el contexto del Estado de Israel, en el contexto de la supremacía judía. Ahora todos estos pequeños avances están siendo atacados. En primer lugar, la comunidad política, las fuerzas más a la derecha, trata de echarlos abajo. Pero este ataque a la jurisprudencia dejada por Barak también se lleva a cabo de forma interna. El propio sistema judicial que no tiene el coraje de plantarse y defender los derechos del ciudadano israelí, está acabando con lo que hizo Barak.
¿Qué entiende por «supremacía judía»?
El Estado de Israel es uno de los pocos estados que quedan en este momento que se define como estado étnico. Quedan algunas ex repúblicas soviéticas que toman el nombre de la etnia mayoritaria e Israel, que se define como estado judío. Cualquier tipo de amenaza a ese carácter judío supone una amenaza para la seguridad del Estado. El propio Estado existe para mantener esa supremacía política en el espacio, en su territorio. Lo dijo Yuval Diskin, el jefe de los servicios de seguridad: «En caso de que los ciudadanos palestinos del Estado de Israel intenten cambiar el carácter judío del Estado de forma democrática, les veremos como enemigos». ¿Y qué significa esto? Que entre un Estado judío y un Estado democrático, el Estado judío es un valor superior. En consecuencia, el Shin Bet considera como enemigo a cualquiera que trate de cambiar ese carácter judío.
Pero… ¿es equitativo? ¿El Estado se comporta igual con un palestino ciudadano de Israel que con un israelí judío?
Un Estado étnico nunca puede ser un Estado democrático, porque en un Estado étnico no puede haber igualdad de derechos ante la ley, tanto derechos formales como informales. Yo, como judío, tengo ciertos derechos democráticos que un palestino no tiene. Esto se transforma luego en privilegios, ya que esos derechos no se le reconocen a un palestino. Por ejemplo, la inviolabilidad del cuerpo, que es la base contra la tortura, sólo existe para mí como judío.
Es decir, a usted no le podría haber pasado lo mismo que a Amir Mahoul.
Exacto. Hubo un caso muy gráfico. En 1972, surgió un intento guerrillero judeoárabe, el Frente Rojo. Era un grupo pequeño, muy secundario, y fue desarticulado. Uno de los judíos detenidos, Ravni Livni, se negó a hablar en el interrogatorio. Pero en lugar de torturarle a él, los agentes del Shin Bet, trajeron a uno de sus compañeros de guerrilla, un palestino, y le torturaron delante de Livni hasta que habló. ¡Y ambos eran ciudadanos del Estado de Israel! Es claro que la intorturabilidad es un privilegio exclusivo del judío.
¿Qué ha cambiado ahora para los palestinos del 48?
Este sistema completamente impune tiene un interés político claro de llegar a un choque con los palestinos del 48. El sionismo clásico quería estabilizar del Gobierno, coartar ciertos derechos de los palestinos del 48 para forzar un consenso. Si bien los palestinos no estarían contentos con ese pacto, al menos, lo aceptarían. Aceptarían su marginalidad. Este nuevo Gobierno, por muchas razones, no sólo ideológicas, sobre todo el Shas e Israel Beitenu de Liebermann, buscan el choque con los palestinos.
¿Qué les reportaría ese choque con los palestinos del 48? ¿De qué le sirve a Israel?
El problema es demográfico. Los intentos para judeizar la Galilea del Neguev han fracasado. La supremacía judía no sólo implica que deba haber una mayoría judía en el Estado, sino que en todas las regiones, los judíos deben ser mayoría. En la Galilea central, sin la costa, el 80% de la población es palestina. Por ello, generan presiones para revertir la situación y que los palestinos elijan marcharse. No creo que vaya a haber una deportación estilo Yugoslavia, pero estas presiones sirven para que cualquier intelectual, cualquier élite palestina decida irse. Y ya está pasando con intelectuales jóvenes. Les interesa azuzar la guerra, motivar a la población judía para que se instale allá y pelee por una Galilea judía.
¿De qué tipo de presiones estamos hablando?
De planes urbanísticos, por ejemplo. Hay proyectado un tren que unirá Karmiel, una de las mayores ciudades judías del interior, con la costa donde también hay mayoría judía. Había dos posibilidades, que el tren tuviera dos paradas o que fuera deteniéndose en el resto de poblaciones palestinas. Obviamente, al final sólo parará en las dos localidades judías. No es como en Euskal Herria, no es de alta velocidad, allá es un tren pesado que cumplirá dos funciones: dejar a los judíos de Karmiel más cerca de los centros industriales y expropiar tierras de los palestinos por el camino.
¿Y qué dice la izquierda israelí ante estos abusos? ¿Puede frenarlos?
¿Pero qué izquierda israelí? Seamos claros, no existe. La izquierda sionista dejó de existir el 1 de octubre del año 2000. El responsable de ello fue Ehud Barak, el líder laborista. Se acabó cuando Barak fue a las negociaciones de Camp David con el único objetivo de demostrar que los palestinos no querían la paz. Pero la Segunda Intifada supuso el desmoronamiento total de la izquierda sionista: ideológico y parlamentario. Plataformas de masa, como Peace Now, que tenía la capacidad de movilizar a cientos de miles de personas, se convirtieron en pequeñas ONG. Comenzaron a surgir grupos disidentes de intelectuales o activistas, pero nunca se transformaron en un movimiento de masas. En los momentos más duros han logrado movilizar a 2.000 personas. Existen algunas plataformas feministas, parte del movimiento objetor… pero se pueden contar con los dedos de la mano. Son gente muy, muy comprometida, pero no se puede hablar de izquierda en Israel, porque no tiene espacio social.
¿Existen posibilidades de que la izquierda se recupere?
En los últimos meses, en las manifestaciones del barrio de Jerusalén Sheikh Jarrah, hemos visto cómo la izquierda sionista trata de recuperarse, pero el intento ha fallado. El pasado fin de semana, todos los grupos de izquierda sionista -un grupo de seudointelectuales, parte del laborismo y parte del Meretz- convocaron una gran manifestación. ¡Y se los comieron los anarquistas! Los anarquistas habían convocado una manifestación el mismo día. Como la izquierda sionista no consiguió atraer gente, abandonaron su protesta y se sumaron a la convocatoria anarquista. Eso signfica que hoy el anarquismo es más fuerte que todo el sionismo de izquierdas.
¿Qué iniciativas está llevando el Gobierno actualmente?
Hay dos leyes en el Parlamento que son especialmente peligrosas: una es que las organizaciones de derechos humanos ya no podrán ser organizaciones sin fines de lucro y deberán de registrarse como partidos políticos.
¿Qué ganan con eso?
Muy sencillo, si la organización se registra como partido político, no puede recibir subvenciones del extranjero.
¿Y la segunda?
Todas las organizaciones que ofrezcan información que sirva para juzgar a políticos o militares en el extranjero pueden ser ilegalizadas. Incluidas aquellas que hayan dado información para la comisión Goldstone. Es decir, todo aquel que ofrezca información sobre crímenes de guerra cometidos por Israel, deberá ser ilegalizado.
¿Existe fecha para la aplicación de esas dos nuevas leyes? ¿Quién las promueve?
Detrás de esto se encuetra Avigdor Libermann. Aquél que dice sentirse identificado con Zapatero, el que quiere hacer allá lo mismo que Zapatero ha hecho con la izquierda abertzale.
Lo publicamos, era el último día antes de las elecciones.
Lo recuerdo. Lo leí. Todo esto forma parte de la Ley de Lealtad, que no consiguió pasar el trámite parlamentario. Ahora la intentan sacar adelante a pedacitos. Por ahora, no ha pasado ninguno. Hay gente que es consciente de que da mala imagen al país. También se había promovido que los oficiales del Ejército dieran charlas motivatorias en los colegios secundarios.
Eso también recuerda a algo que va a ocurrir por aquí.
Allá se revolvió un profesor. ¡Ni siquera era antisionista! Simplemente reivindicaba su espacio. Él era el profesor, él enseñaba. Se montó una gran campaña contra él en la prensa, para que dimitiera, pero sirvió de freno.