Traducido para Rebelión por Loles Oliván
Doy Weisglass, abogado israelí que fuera jefe de la oficina del ex primer ministro israelí Ariel Sharon, admite que el deterioro de las relaciones entre Israel y el mundo le está haciendo perder el sueño.
Weisglass, a quien se consideraba un canal fundamental de comunicación entre el gobierno israelí y las comunidades judías de todo el mundo durante el mandato de Sharon, ha declarado que un cambio en las relaciones entre Israel y los judíos de todo el mundo supondría una transformación fundamental en la posición internacional de Israel.
En Israel, algunos opinan que esto es el resultado de los cambios producidos en el estilo de vida de los judíos de todo el mundo en comparación con los que viven en Israel. Otros señalan las acciones de la élite política gobernante en Israel, que parece estar dispuesta a sacrificar las relaciones de Israel con las comunidades judías de todo el mundo para obtener estrechas ganancias políticas internas.
Un hecho relevante que ha ampliado la brecha entre Israel y los judíos del mundo, especialmente en Estados Unidos y Canadá, ha sido la aprobación por parte del Knesset de la ley sobre la definición de «Quién es judío», que regula la conversión al judaísmo. Los judíos estadounidenses, que representan la mayor comunidad judía fuera de Israel, han condenado enérgicamente la legislación y algunas destacadas figuras judías estadounidenses han amenazado con abandonar su apoyo a Israel y la protección de sus intereses.
La legislación ha dado lugar a una virulenta reacción porque otorga al Gran Rabinato, la autoridad religiosa oficial de Israel, el derecho exclusivo de decidir sobre los requisitos para que cualquier persona se convierta al judaísmo. Los judíos estadounidenses son sensibles a este problema porque el Gran Rabinato está influenciado por una doctrina judía extremista conocida como Haredi, que abraza la línea más dura de las interpretaciones para determinar «quién es judío». Asimismo, es muy exclusiva al elegir quién puede convertirse al judaísmo, y no reconoce a quien se haya convertido con rabinos reformistas o conservadores (que constituyen la mayoría en Estados Unidos y Canadá). En consecuencia, el Gran Rabinato expulsaría prácticamente a todos los judíos estadounidenses de su religión.
Mientras que el judaísmo Haredi únicamente reconoce como judíos a los nacidos de madre judía, los resultados de un estudio reciente llevado a cabo en Estados Unidos revelan que el 50% de los judíos estadounidenses se casan con gentiles [no judíos], lo que significa que a aquéllos no se les reconoce como judíos según las doctrinas radicales. Muchos dirigentes de la comunidad judía estadounidense consideran que la legislación les asesta una puñalada en la espalda a pesar de que juegan un papel fundamental en la protección de los intereses estratégicos de Israel. Les indigna que la legislación se haya tramitado únicamente para apaciguar a los partidos de línea dura Haredi que participan en el gobierno de coalición de Tel Aviv. La mayoría de los seguidores de dichos partidos se niegan a servir en el ejército y viven aislados de la sociedad israelí.
Paralelamente, hay muchos indicadores de que Israel ya no es atractivo para los judíos del mundo. Según cifras de la Oficina Central de Estadística de Israel, la inmigración judía a Israel ha disminuido notablemente a 18.129 inmigrantes cada año -el nivel más bajo desde 1988. Aunque Estados Unidos alberga el mayor número de judíos del mundo, la cifra media de inmigrantes judíos estadounidenses a Israel es de 2.600 por año, mientras que la de los judíos procedentes de Estados de la antigua Unión Soviética se ha reducido a 6.600. Estos últimos se utilizaron como fuente principal para la creación de una nueva presencia demográfica judía en Palestina ocupada.
El problema se agrava por los indicios de que el status de Israel entre los judíos de todo el mundo, especialmente en Estados Unidos, ha disminuido. Según una encuesta realizada por la oficina del primer ministro israelí, al 50% de los jóvenes estadounidenses judíos no les importa que Israel deje de existir, mientras que sólo un 20% de los judíos de los Estados de la antigua Unión Soviética siguen practicando ritos judíos. Todos estos factores han forzado que la Agencia Judía, responsable de la reubicación de judíos de todo el mundo en Israel, revise sus prioridades en una decisión sin precedentes. En la reunión de la junta directiva de la agencia que tuvo lugar recientemente en la capital de Ucrania, Kiev, se decidió relegar la prioridad número uno de enviar judíos a Israel a un segundo lugar, para mejorar las relaciones entre los judíos de todo el mundo e Israel.
Otro indicador evidente sobre los intrincados vínculos entre los judíos e Israel es la conferencia que se celebró en abril en Moscú, patrocinada por centenares de jóvenes judíos rusos que emigraron a Israel a finales de la década de los 80 y que han regresado a Rusia una vez que las condiciones económicas y la seguridad han mejorado.
Una de las conclusiones más destacadas en la conferencia es que los judíos de todo el mundo podrían vivir sin Israel, especialmente después de las decepciones personales que han experimentado durante su estancia en ese Estado.
Irónicamente, una serie de figuras públicas israelíes asistieron a la conferencia a pesar de que conocían el contenido de su agenda. Entre ellos la ex miembro del Knesset, Dalia Rabin, hija del ex primer ministro israelí Yitzhak Rabin, y Yael Dayan, hija del ex ministro de Defensa israelí, Moshe Dayan.
Uno de los cambios que preocupa a quienes toman las decisiones en Israel es la inclinación liberal de la juventud judía estadounidense, que disminuye el apoyo judío a Israel. El académico judío Guy Bechor, profesor de la Universidad de Harvard, afirma que la mayoría de los jóvenes estadounidenses judíos son liberales que rechazan la agresión israelí contra los palestinos en principio. Incluso se manifiestan contra ella dentro de Estados Unidos. En un artículo en la página web en lengua hebrea Gplanet, Bechor declara que la guerra contra Gaza a finales de 2008 y los crímenes cometidos contra los civiles palestinos ha sido un punto de inflexión para la mayoría de los jóvenes estadounidenses judíos. Afirma que la mayoría de ese grupo «se avergüenza al mencionar a Israel y prefiere no hablar de ello».
En un artículo publicado recientemente en The Nation, dos investigadores judíos, Adam Horowitz y Philip Weiss, sostenían que ese cambio de actitud hacia la causa palestina entre los jóvenes estadounidenses judíos, especialmente en aquellos que son estudiantes universitarios, se ha acentuado desde la guerra en Gaza. «Cualquier estudiante de cualquier campus universitario de Estados Unidos que no se identifique como simpatizante de los palestinos está marcado (como racista)», lo que ha llevado a que los estudiantes judíos «se despojen ansiosamente de la vergüenza que Israel ha atraído sobre ellos en tanto que judíos».
Uno de los elementos que fortalecieron la exigencia de una «patria» por parte del movimiento sionista fue que tal «nación» sería un refugio seguro para los judíos después de haber sido perseguidos en Europa, especialmente a manos de los nazis y por el aumento de antisemitismo. La actual caída del número de inmigrantes que van a Israel y el aumento del número de personas que abandonan ese país implica, entre otras cosas, que ese principio ya no es real.
Abraham Tirosh, ex secretario del gobierno israelí, ha explicado este cambio diciendo que a los ojos de la mayoría de los judíos de todo el mundo, Israel se ha convertido en «un Estado en peligro de extinción, su existencia ambigua, y es más aterrador para los judíos que el antisemitismo en sus propios países». Tirosh transmitió lo que se escucha con frecuencia entre algunos líderes judíos de Estados Unidos: Israel necesita a los judíos de la Diáspora más que a los de Israel.
Weisglass está de acuerdo en que la estatura de Israel está disminuyendo a los ojos de los judíos estadounidenses, especialmente entre los jóvenes que ya no ven Israel como un lugar de residencia, ni como un epicentro espiritual e ideológico, ni siquiera como un destino turístico.
Israel ya no es un refugio seguro ni siquiera para un gran número de judíos que han nacido y crecido allí. Según cifras oficiales israelíes, 750.000 israelíes han abandonado Israel para ir a vivir a Estados Unidos, a Canadá y a Europa. Lo que resulta más indicativo de la vida insegura que existe allí es la celeridad que ponen los ciudadanos israelíes en adquirir pasaportes extranjeros para utilizar en momentos de necesidad. Ascienden a tantos que el presidente del Knesset, Rubi Rivlin, ha escrito un punzante artículo sobre el fenómeno, sobre sus peligros y sobre sus «trágicas» implicaciones para Israel.
Los peligros de una clara desconexión entre Israel y los judíos de todo el mundo son muchos y graves, lo más importantes de los cuales son los resultados demográficos de un rechazo de los judíos a inmigrar a Israel. El proyecto sionista se basó en dos principios esenciales: el control de la tierra palestina y la reubicación de inmigrantes judíos. Cuando caen las cifras de la inmigración, la capacidad de controlar la tierra se vuelve más débil, pero ello supone también que Israel se volverá más dependiente de los grupos judíos no productivos tales como los seguidores [de la doctrina] Haredi, que abrazan dos principios fundamentales: la procreación y la renuncia al comercio mientras viven de subvenciones estatales pulidas por la presión que ejercen sus partidos integrantes en el gobierno de coalición. Entretanto, la mayoría de ellos no sirve en el ejército.
El enojo de los judíos estadounidenses por [la legislación] «Quién es judío», así como los cambios en las actitudes de la juventud judía, implican un peligro estratégico porque deterioran el apoyo y el respaldo ilimitado de las organizaciones judías estadounidenses, que todos en Israel están de acuerdo, representan uno de los pilares de la existencia de Israel, por la capacidad de dichos grupos de influir en la política exterior de Washington, especialmente en Oriente Próximo. Estos acontecimientos se están desarrollando en un momento crítico para Israel, cuya estatura entre las naciones del mundo ha menguado tras su guerra contra Gaza en 2008 y en la estela de la masacre de la Flotilla de la Libertad.