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Asalto al cielo

Fuentes: Kaosenlared

Luego de predicciones de pastores, obispos, babalaos, analistas, politólogos, disidentes, periodistas y hasta agoreros, todavía no tengo clara la respuesta al futuro de Cuba. De algo sí estoy convencido, y cuando se asiente el polvo de periódicos, emisoras, boletines y tertulias, pasen Congresos importantes, debates nocturnos y encuentros civilizados de extranjeros, quedará en manos del […]

Luego de predicciones de pastores, obispos, babalaos, analistas, politólogos, disidentes, periodistas y hasta agoreros, todavía no tengo clara la respuesta al futuro de Cuba. De algo sí estoy convencido, y cuando se asiente el polvo de periódicos, emisoras, boletines y tertulias, pasen Congresos importantes, debates nocturnos y encuentros civilizados de extranjeros, quedará en manos del pueblo cubano sufrir el porvenir. 

Es hora de que La Nación se abra a todos, como decía José Martí, y sea «con todos y para el bien de todos», tanto el sudor y el trabajo, como el disfrute de las cosechas, en una mesa abierta, donde todos los cubanos podamos discrepar y discernir las mejores formas de educar a nuestros hijos y vivir nuestras vidas, al servir los platos hará falta un tanto de vergüenza para sazonar el ajiaco y mucha virtud para no aguar el ron.

No conozco a los futuros dirigentes de Cuba, pero sé que viven en los cuatro rincones de nuestro archipiélago verde y hoy visten el uniforme de obrero, de soldado, de estudiante, de profesional, de madres y hermanas, son, en fin, cubanos plenos y ellos deben de convocar a todos y cada uno de nosotros, los emigrados, desperdigados con nuestras penas a cuestas por los cuatro puntos cardinales, desalambrar los muros y abrir las ventanas al mundo, sin miedo, sin pudor, con las iras domadas.

Es hora de unión y del trabajo común, dejando a la justicia ocuparse de mercenarios y criminales, pues la corriente de la voluntad social de renovación se ocupará de ratas y desechos, ellos mismos irán, conducidos por las verdades, perdiendo sus tribunas de papel y caerán uno a uno en el olvido, allá, en los oxidados museos de inútil parafernalia para el olvido, donde apestarán sus penas hasta el infinito.

Señores, señoras, ministros y jefes, jefecillos y porteros, gente de sociedad y de pueblo, obreros y soldados, médicos y campesinos, solamente nosotros nos salvaremos de nosotros mismos: es ahora, o nunca.

Fuente original: http://www.kaosenlared.net/noticia/asalto-al-cielo