Mientras la salvaje agresión a los manifestantes contrarios al régimen de Mubarak en El Cairo y otras ciudades egipcias se recrudece, ahora con el uso de armas de fuego, es necesario llamar la atención sobre dos noticias falsas que circulan sobre la situación en Egipto. Sobre la primera, la verdad se abre paso poco a […]
Mientras la salvaje agresión a los manifestantes contrarios al régimen de Mubarak en El Cairo y otras ciudades egipcias se recrudece, ahora con el uso de armas de fuego, es necesario llamar la atención sobre dos noticias falsas que circulan sobre la situación en Egipto. Sobre la primera, la verdad se abre paso poco a poco en los medios de comunicación «occidentales», pero no está de más insistir. Sobre la segunda, la triste verdad se abre paso entre el pueblo egipcio, pero no tanto en la prensa extranjera.
1. El enfrentamiento civil.
No se está produciendo un enfrentamiento civil dentro de la sociedad egipcia, sino una agresión organizada por parte del régimen a un sector abrumadoramente mayoritario de la sociedad. Las agresiones han sido organizadas por el régimen de Mubarak, movilizando para ello a todo el aparato de la policía secreta, y a dirigentes del partido gobernante que han movilizado para ello a miles de matones (baltagiyya), gran parte de ellos reclutados entre los 17.000 presos comunes liberados de las cárceles egipcias. Éste es un procedimiento que los egipcios conocen muy bien, y se ha utilizado profusamente, por ejemplo, en todos los procesos electorales. Más allá de los documentos de identidad de oficiales de la policía reducidos por los manifestantes, que estos muestran a las cámaras de Al-Yazira, este extremo ha sido confirmado por Mustafa al-Fiqi, conocido hombre de negocios y miembro del Buró Político del gobernante Partido Nacional Democrático. Al-Fiqi ha declarado a Al-Yazira que le consta con toda certidumbre que algunos grandes hombres de negocios miembros del partido han reclutado a miles de personas para que acudan a agredir a los manifestantes, y que no descarta que el ministro del Interior tenga conocimiento de todo ello. Al-Fiqi no ha dado nombres. Amín Iskandar, presidente del partido Karama, no reconocido legalmente, sí los dio (Al-Yazira, 03-02-2011): Ibrahim Kamel, miembro también del Buró Político, magnate del sector inmobiliario y amigo de Gamal Mubarak (quien anunció las manifestaciones de apoyo a Mubarak antes de que se produjeran); Muhammad Murshidi, diputado del mismo partido; Safwat al-Sharif, ministro de Información durante dos décadas y Secretario General del Partido (el segundo hombre tras Mubarak en él); Zakariyya Azmi, consejero de Mubarak también durante décadas. Sus fuentes: «gente de buena fe en general», y los agresores reducidos y detenidos por los manifestantes.
Curiosamente, al-Fiqi afirma que Mubarak no está implicado en la iniciativa de la agresión. No hay duda de que al-Fiqi tiene acceso al entorno presidencial, pero eso es lo que le hace sospechoso. El presidente del Gobierno, Ahmad Shafiq, en una conferencia de prensa posterior al comienzo de estas líneas, ha declarado que no saben si los agresores -según él sólo una parte de los partidarios de Mubarak- podrían responder a una actividad organizada o no, que podían ser mercenarios o no, que todo se investigaría, pero las fuerzas que él y Mubarak todavía dirigen, entre ellas el ejército, no han hecho nada para impedir la agresión.
Muchos de los últimos movimientos del régimen apuntan a la búsqueda de cabezas de turco. Al-Yazira informa esta tarde de que el Fiscal General del Estado, el mismo de antes de la intifada, ha ordenado que se impida viajar fuera de Egipto a varios miembros del partido gobernante, al ministro del Interior cesado hace unos días, Habib al-Adli, y a «varios ministros».
Lo que sí ha hecho el gobierno es obligar a Vodafone, según esta empresa ha comunicado a al-Yazira, a emitir mensajes de apoyo a Mubarak. De nuevo según la cadena, se transmitieron «directrices de seguridad» pidiendo a los periodistas extranjeros que se marcharan de los hoteles cercanos a la plaza de Tahrir… ahora fuentes del mismo medio afirman que los «matones» irrumpen en los hoteles cercanos a la plaza de Tahrir.
2. La neutralidad del ejército.
El ejército no sólo no ha defendido a los manifestantes, sino que no está siendo neutral. Si bien no cabe descartar que la situación pueda cambiar -y a veces han aparecido noticias e imágenes dispersas en este sentido-, el ejército no ha protegido al pueblo, como prometió. El ejército egipcio cuenta con cerca de 500.000 hombres, además de armamento moderno de todo tipo. Podría perfectamente haber defendido a los manifestantes de Tahrir si sus mandos se lo hubieran propuesto. Es más, como señalaban algunos manifestantes en Al-Yazira, en los días precedentes a la agresión quienes accedían a la plaza de Tahrir lo hacían tras someterse a un severo cacheo individual. Sin embargo, cuando aquella comenzó los agresores del régimen accedieron a la plaza armados sin mayores problemas, en particular por donde se encuentra el Museo Egipcio, donde se encuentra el «cuartel general» de la fuerza del ejército en esa plaza. Y es precisamente ese punto de acceso el único que los manifestantes adversos al régimen no han conseguido asegurar y fortificar en ningún momento a lo largo del día de hoy.
La confianza del pueblo egipcio es por un lado una confianza histórica, fundamentada en su papel en la instauración de la república (y la expulsión del rey extranjero), y la consecución de la independencia y la soberanía efectiva de Egipto entre 1952 y 1956. También en otras actitudes posteriores como la negativa a reprimir «la revuelta del pan» de 1977 si Sadat no retiraba las medidas económicas que la habían provocado. Pero el prestigio histórico del ejército, acompañado por el hecho de que éste irrumpiera en las calles de las grandes ciudades, al mismo tiempo que desaparecía la policía, afirmando que no agredería al pueblo y lo protegería, ha hecho olvidar a muchos manifestantes que los altos mandos y oficiales del ejército forman parte del régimen y han desarrollado su carrera en él viviendo en unas condiciones de privilegio que no han conocido otros funcionarios de similar rango del Estado, y mucho menos la población en general. No sólo han disfrutado de ventajas residenciales, educativas y sanitarias, sino de muchas otras derivadas del hecho de que el ejército posee un sector industrial que no se dedica sólo a la fabricación de armas, sino a todo tipo de productos. Egipto ha sido durante las pasadas décadas fabricante y exportador de armamento, y desde hace más de 30 años recibe puntualmente una ayuda militar de Estados Unidos (1.300 millones de dólares) que es la segunda en volumen del mundo después de la que recibe Israel, y una de sus principales fuentes de ingresos rentistas.
Esta ayuda, como el conjunto del complejo militar industrial, se ha invertido, además de en alimentar el complejo militar industrial estadounidense, en mantener el aparato represivo y el confort de los oficiales de las fuerzas armadas. Por eso desde el comienzo de las protestas han merecido especial atención las especulaciones en medios gubernamentales estadounidenses con la posibilidad de que Estados Unidos retirara su ayuda militar a Egipto, sin que aquéllos llegarán a confirmar ni amenazar con esa posibilidad. No hay que olvidar que el miércoles 26, mientras se desarrollaba el segundo día de protestas, el Jefe del Estado Mayor Sami Anán llegó a Washington, a la cabeza de una delegación de altos mandos, para mantener conversaciones «concertadas previamente». El día 28 la cadena Al-Yazira informaba, citando fuentes de los servicios secretos israelíes, de que el ministro de Defensa, Mohammad Hossein al-Tantawi, había llegado también a Washington.
Si el ejército egipcio no defiende a su pueblo ya, hoy, en las próximas horas, de manera determinante -como han solicitado públicamente los magistrados egipcios-, más les valdrá a los egipcios no concederle ningún papel político en el caso de que se llegue a cualquier tipo de negociación acerca de la salida de esta situación. Como nos señala desde El Cairo el investigador egipcio Hossam Tamam, estudioso en particular de los Hermanos Musulmanes, esta realidad, en forma de decepción, comienza a imponerse en las mentes y los corazones de los egipcios.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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