Si en la época de vacas gordas, la burbuja inmobiliaria convive con altas tasas de paro, precariedad y economía sumergida, y cuando estalla la crisis estos ratios se disparan, ¿Cómo poner punto final a este círculo vicioso? Según Héctor illueca, Inspector de Trabajo en el País Valenciano y miembro de Socialismo XXI «la crisis se […]
Si en la época de vacas gordas, la burbuja inmobiliaria convive con altas tasas de paro, precariedad y economía sumergida, y cuando estalla la crisis estos ratios se disparan, ¿Cómo poner punto final a este círculo vicioso? Según Héctor illueca, Inspector de Trabajo en el País Valenciano y miembro de Socialismo XXI «la crisis se acabará cuando la gente salga a la calle y diga basta». El grito de «Indignaos» y el Movimiento del 15-M invitan al optimismo y son un claro síntoma de que algo se mueve en el tejido social.
Las elecciones del 22 de mayo se han celebrado ya pero la crisis global continúa….
La crisis no ha hecho sino empezar, pero sólo acabará cuando la gente diga basta y salga a la calle como ha ocurrido el 15-M. Los ciudadanos somos los únicos capaces de parar esta locura. Después de las elecciones, lo mejor es abrocharse el cinturón porque se avecina una ola de recortes en toda regla, con tijeras, hacha e incluso diría que motosierra. El último ejemplo es la reforma que se prepara de la negociación colectiva, que nos conduce a la generalización del salario mínimo interprofesional.
La pregunta recurrente, ¿Qué hacer en esta coyuntura?
Diría que lo primero es asumir que las clases populares estamos en guerra contra una oligarquía que conserva su hegemonía con el apoyo del poder político, unas veces el PP y otras el PSOE. Además, hay que acercarse a la gente y superar la mentalidad de propietarios que nos han inoculado, es decir, recuperar la dignidad de considerarse trabajador. Pero hay una tercera idea que me parece esencial. Es necesario atreverse a romper con el modelo económico y hablar de socialismo. Se trata de una idea, más bien un fantasma, que espanta a las clases dominantes, empezando por el jefe del estado. Las alternativas están claras, el problema es tener fuerza para implementarlas.
Se habla de reestructuraciones de la deuda, quitas, posibles salidas del euro, en un contexto de ajustes tremendos. ¿Qué futuro prevés para la Unión Europea?
En mi opinión, una cosa es clara. La crisis económica tendrá una salida política, en ningún caso técnica, y se basará en la correlación de fuerzas existente. En Europa vivimos una situación insostenible que nos conduce a la ruptura económica. Me explico. Los países del sur, entre ellos España, no van a poder pagar la deuda y la única salida será la devaluación de la moneda como medida de emergencia. Como es obvio, ello implica la ruptura de la moneda única. Pero es la única alternativa para estimular las exportaciones y dar trabajo a la gente si no quieren que les estalle la olla a presión.
¿Cuál es la génesis en el estado español de la debacle económica y social?
Hay que partir del modelo productivo consolidado en las dos últimas décadas, que pivotaba sobre la construcción y en menor medida el turismo (también vinculado a la construcción). A partir del ladrillo se impulsó un proceso de crecimiento económico interrumpido hace dos años con el estallido de la crisis. Detrás de este paradigma, fomentado por el poder político, asomaba el rostro de la banca y las grandes constructoras, grandes beneficiarios del modelo. Una gran marea urbanizadora aderezada con múltiples casos de corrupción salpicó la geografía española, singularmente la costa.
Este modelo basado en el monocultivo del ladrillo, ¿Qué características sociolaborales generó?
En primer lugar, la desigualdad. La época de la «burbuja inmobiliaria» y del crecimiento, desde la década de los 90 hasta hoy, generó grandes desequilibrios. Los beneficios económicos se los apropió la oligarquía inmobiliaria y financiera, que en buena parte procedía del franquismo, al tiempo que se producía una regresión en la redistribución de la renta y una disminución de los salarios. Un dato. Entre 1992 y 2005 el peso de los salarios en la renta nacional pasa del 72% al 61%, mientras que los beneficios empresariales, entre 1999 y 2005, crecieron un 73% en el estado español por un 36% en la UE. Pero éste no es el único problema.
¿En qué sentido? ¿De qué otro modo se vio perjudicada la clase trabajadora durante la expansión económica?
Las tasas de paro, precariedad y pobreza se mantuvieron en límites inadmisibles. En la época de la «burbuja inmobiliaria» el paro no bajó del 10% ni la precariedad del 30%. Esto se explica fácilmente por la primacía del sector de la construcción, basado en las contrataciones y subcontrataciones en cadena, y la estacionalidad del turismo. Contra toda lógica económica, en la época de prosperidad también creció la economía sumergida, que nunca estuvo por debajo del 20% del PIB. Los informes anuales de Cáritas señalan además tasas de pobreza sostenidas en torno al 20%. En resumen, en la época de prosperidad la mayoría de la población (60%) se situaba fuera del Estatuto de los Trabajadores.
Por tu profesión, te enfrentas diariamente con la economía sumergida y la explotación laboral….
En efecto. Por eso opino que las medidas que pretende adoptar el Gobierno para aflorar la economía sumergida no van a servir para nada. De hecho, al empresario canalla le sale a cuenta mantener al trabajador en situación irregular habida cuenta de los salarios miserables que se están pagando. Un ejemplo. En las zonas de huerta del País Valenciano están pagándose en algunos casos jornales de 2 euros la hora. Y otra cifra contundente. Según los datos del Ministerio de Trabajo, más de 1,5 millones de personas han pasado a la economía sumergida desde el inicio de la crisis, en octubre de 2008.
La pregunta resulta obvia. ¿Cómo es que duró tanto tiempo -dos décadas- el modelo, más aún cuando la tendencia que apuntas debería conducir, teóricamente, a una regresión de la demanda?
El modelo se prolonga básicamente por la generalización del consumo a crédito y, por tanto, el endeudamiento de las familias. Pisos, coches, vacaciones, ocio, turismo, consumo en los centros comerciales, la demanda de bienes y servicios se fundamenta en el crédito. En otras palabras, se le inyecta deuda a los salarios. Todo esto es muy evidente. La cuestión es por qué la gente ha tardado tanto en salir a la calle y acampar en las plazas de las ciudades.
¿Cuál es tu hipótesis?
A medida que la clase trabajadora accedía al crédito se consideraba a sí misma y pensaba con mentalidad de propietario. Pero esta autopercepción es rotundamente falsa. El propietario de un piso sujeto a hipoteca es el banco. El neoliberalismo ha provocado -y esta es la clave de la nueva mentalidad- lo que en la década de los 60 Pasolini llamó «mutación antropológica», es decir, si somos ricos y vivimos en una especie de paraíso, aunque sea artificial, ¿Para qué nos hacen falta los sindicatos y ha de organizarse la izquierda? Y lo más importante, a medida que los trabajadores nos endeudábamos dejábamos en manos de las empresarios una herramienta muy poderosa de disciplina social. La gente tiene miedo porque tiene deudas.
Y, mientras, la economía española continúa en una profunda crisis
Con la llegada de la recesión, en octubre de 2008, se produce una brusca contracción del crédito y se viene abajo toda la pirámide especulativa que estaba en la raíz del modelo. La banca se halla en situación de insolvencia o, por decirlo más claro, en quiebra. ¿Por qué? Promotores y constructores deben medio billón de euros a la banca española, que son incobrables, y que a su vez las entidades financieras españolas deben a bancos extranjeros, sobre todo alemanes y franceses. Y esta situación, ya de por sí muy delicada, se agrava por los altísimos niveles de endeudamiento familiar.
¿Qué hace en esta coyuntura el Gobierno Español?
Primero se endeuda con el fin de amortiguar los efectos de la crisis. Para ello se implementan medidas como el Plan E, las ayudas al sector del automóvil, las ayudas de 420 euros y se pone a disposición de la banca el dinero necesario para que sanee sus balances. Pero hay un momento en que el estado no puede endeudarse más, cuando los llamados «mercados» desconfían de su solvencia. Se limita de este modo la capacidad de endeudamiento del estado español. Es el punto en el que estamos ahora. Un buen resumen de la coyuntura es un titular del periódico Expansión que reza «Los mercados quieren sangre». Los mercados son, por supuesto, el poder financiero y la banca. Hubiera sido más fácil titular «Los ricos quieren sangre».
Por último, ¿Puede afirmarse que el Gobierno de Zapatero ha actuado al dictado de la banca?
Por supuesto. El ejecutivo de Zapatero se ha arrodillado ante la banca y los poderosos, que necesitan al estado para superar la crisis. En paralelo, se ha implementado un ajuste salarial sin precedentes en la historia de España, que afecta al salario directo y al indirecto (servicios públicos) pero también al salario diferido, que se ha visto menguado por el pensionazo. Pero me gustaría detenerme en este punto. Cuando se vincula la esperanza de vida con la edad de jubilación se miente descaradamente. La esperanza de vida es una media. Lo que ha aumentado algo es la longevidad. Pero entonces habría que distinguir entre un trabajador con un salario modesto y una persona de ingresos elevados. El primero vive 10 años menos. Hablar de esto no interesa.
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