Las actuales revoluciones árabes deben provenir de sus propios ambientes orgánicos con el fin de producir sus propias nuevas formaciones sociales, incluyendo las nuevas estructuras, instituciones, organismos y conjuntos de creencias, valores, normas, discursos y sistemas de significados, como una condición sine qua non para una autodeterminación árabe, soberanía, independencia y desarrollo sostenible. Es la […]
Las actuales revoluciones árabes deben provenir de sus propios ambientes orgánicos con el fin de producir sus propias nuevas formaciones sociales, incluyendo las nuevas estructuras, instituciones, organismos y conjuntos de creencias, valores, normas, discursos y sistemas de significados, como una condición sine qua non para una autodeterminación árabe, soberanía, independencia y desarrollo sostenible. Es la única manera de detener la hemorragia de los excedentes económicos, el pillaje y el saqueo externo, la penetración e infiltración, las fuerzas sociales destructivas y la insidiosa dependencia que evite la «tercera hegemonía».
Por «Tercera Hegemonía» (TH) nos referimos a la hegemonía del centro imperialista de la revolución árabe actual y el papel de las fuerzas contrarrevolucionarias en el fortalecimiento de esa hegemonía (1). La TH es diferente a la tradicional dominación central, centrada en la fuerza, es una táctica nueva que reduce al mínimo la invasión militar/dominación y utiliza todas las fuerzas locales, las clases, los intelectuales, las elites dirigentes – que son penetradas por las potencias occidentales imperialistas – para hacer frente a los levantamientos populares y revoluciones, es decir, para ocupar Libia por los libios como agentes de este centro imperialista. Revolución no es ni una protesta ni una reforma, sino que es un proceso continuo de negación radical y fundamental de la situación actual. Es un proceso que debe apuntar al derribo y desarraigo de la actual injusticia, de la explotación, de la corrupción y de todo un conjunto de instituciones, organismos, símbolos, semántica, patrones de conducta, creencias y sistemas de valores, discursos, terminologías y significados.
Se trata de un proceso revolucionario espacial que debe transcurrir a través de todos los sitios de la sociedad: los lugares de producción y de circulación, los sitios de los consumos individuales y colectivos, el sitio de la subjetividad-riqueza de la sociedad civil, en los sitios de distribución y redistribución de ingresos, y el poder. Se trata de una lucha social amarga y larga incrustada en una feroz lucha de clases con el objetivo de un cambio social radical hacia la emancipación espacial de las personas, es decir la emancipación social, política, económica, cultural, moral, simbólica, semántica, ideológica y físico/geográfica. La revolución es un proceso cíclico de deslegitimación, la legitimación y re-legitimación y de ahí el término de la revolución permanente.
Para asegurar su éxito, las revoluciones árabes están obligadas a desvincularse de las estructuras, instituciones y organismos de legados coloniales y neo-coloniales y salir de la lógica subyacente de la expansión capitalista, sobre todo de la lógica subyacente de la actual ronda de ampliación de capital que lleva consigo la ofensiva neoliberal de EEUU. De lo contrario, estas «revoluciones» continuarán operando dentro de los parámetros de los viciosos ciclos actuales depredadores, caníbales neoliberales.
Las actuales tendencias revolucionarias en la Patria Árabe llegaron de sorpresa a las clases dominantes, refuerzan su control sobre las sociedades a través principalmente de dos mecanismos:
Vaciado y vaciamiento de la conciencia de clase (Tajweef al-Waa’i) de las clases populares a través de una eliminación total de toda forma de oposición, especialmente los partidos políticos
Vaciado y agotamiento de la conciencia de clase que permitirá a la burguesía compradora gobernante, y el capital imperialista, especialmente las corporaciones multinacionales robar y confiscar la riqueza del pueblo (al-Tajrif thrawa) a través de la corrupción y la explotación. Incluso en este caso, el régimen sionista asquenazí (RSA) tiene su cuota, es decir, comercio indirecto con muchos regímenes árabes, por un lado y el comercio directo con Jordania y Egipto (la Franja de Gaza y los acuerdos Qiz.
Aunque todavía se dude en llamar [a las revueltas] revolución, la contrarrevolución ya está trabajando. De hecho, la contrarrevolución ha estado trabajando durante mucho tiempo, desde la época de la colonización y la neocolonización en varias formas: el subdesarrollo, la desindustrialización, la fragmentación, la dependencia, la cultura, el consumismo, la represión política y la opresión, así como el control socio-económico. La penetración externa es un fenómeno antiguo que sirve a los intereses de las naciones, la dominación y la hegemonía. Su objetivo es el sometimiento de otras naciones, Estados y pueblos a los excedentes económicos adecuados para el bien de la acumulación de capital y la concentración del poder.
En este conflicto, debido a la Tajrif, la dependencia, la penetración externa a través de la apertura de mercados, etc., todos estos factores son evidencias de la alianza de clase de los gobernantes locales y extranjeros contra la clase propietaria. En consecuencia, es obvio que la clase es el factor crucial a pesar de que en la mayoría de los conflictos, dentro y entre las naciones, el elemento nacional está ahí y se ve como si fuera la única razón.
Este artículo tiene como objetivo analizar la relación entre los colonizados y los colonizadores en el contexto del actual levantamiento popular árabe para demostrar que el colonizado todavía opera dentro de los límites de los colonizadores, las estructuras, instituciones, organismos y el discurso cultural. Hay una confluencia entre los jóvenes de clase media, desempleados, trabajadores que están luchando a través de huelgas, los partidos políticos, las luchas sociales y políticas durante décadas, y un enfrentamiento con la élite intelectual y los políticos liberales, cooptados por el poder, que gritan por la democracia en la plaza Tahrir de El Cairo sin necesidad de transformar su protesta para impugnar la estructura social y económica del régimen, su estrecha relación con el imperialismo y su sometimiento al RAS.
Para comprender las revoluciones árabes actuales, es esencial no caer en la trampa de percibir a todos como pueblo revolucionario. Mientras que millones de masas enojadas han tomado las calles, (el caso de Egipto), esto no significa que están políticamente motivados. Son manifestantes, pero no necesariamente revolucionarios de una manera consciente. Por eso, podrían ser fácilmente manipulados y la revolución podría desviarse de su camino real. Esta debilidad de las masas permite la de desorientación y la reorientación por parte de técnicos formados en Occidente, expertos en la Tecnología de la Información entrenados en centros de EE.UU., de la nueva contrarrevolución establecidos en Serbia, Ucrania, Bulgaria, Georgia, etc. (2) En marcado contraste con este grupo se encuentra la gran mayoría que se compone de jóvenes patriotas nacionalistas, bien educados y los desempleados, pero carecen del discurso normativo, la visión estratégica y los planes de lo que se debe hacer y dónde ir.
Lamentablemente, lo que rara vez se menciona es el tiempo que lleva la feroz lucha política de los partidos políticos, las clases trabajadoras y los sindicatos desde hace varios años cuando las masas salieron a las calles e inundaron Miadin El Tahreer (las Plazas de la Liberación árabes). Hasta ahora, los medios de comunicación capitalistas, neoliberales y rentistas, incluyendo muchos cortesanos y lacayos intelectuales, se han centrado en las «redes sociales» de internet. ¿Ha sido por ignorancia o porque los «revolucionarios» no tienen por objeto tocar el tabú del capital y su canibalismo innato inherente a su lógica expansionista? Si este es el caso, entonces quiere decir que las revoluciones árabes están infiltradas, desde dentro y fuera, por las fuerzas contrarrevolucionarias árabes y no árabes. El débil papel de los partidos políticos y la tardía llegada de los sindicatos al inicio de la revolución dio lugar a un error desastroso, no por el momento actual, sino para el futuro.
Muchos liberales y marxistas renegados elogiaron la ausencia de partidos políticos, sindicatos y la lucha de clases. Argumentaron que las revoluciones nunca tuvieron un liderazgo y en consecuencia no hay necesidad de los partidos políticos y de una vanguardia. En su opinión, la democracia y el pluralismo son suficientes para hacer el trabajo. Ellos siguen afirmando que el análisis marxista y la ideología son viejos y se debe desarrollar en su lugar un nuevo lenguaje. La historia está siempre abierta para las nuevas fuerzas sociales. Vale la pena subrayar aquí que los marxistas también creen que su teoría está abierta a cualquier novedad progresiva, radical.
Aquí tenemos dos temas importantes a tratar:
En primer lugar: los partidos políticos son los mecanismos de lucha social, el poder y el cambio. En consecuencia, es ahistórico reclamar que los partidos políticos no son necesarios para el desafío de la actual ofensiva del neoliberalismo. Pocos meses después de las revoluciones, se hizo evidente que la ausencia de partidos políticos es la debilidad más peligrosa de las revoluciones árabes. Los partidos políticos e ideológicos son factores indispensables para el éxito de las revoluciones árabes, al menos hasta que desarrollen sus filosofías de desarrollo, visiones estratégicas, planes, programas y orientación. En segundo lugar: la lógica de la historia hace hincapié en que los nuevos revolucionarios deben producir sus propias fuerzas sociales es decir, las estructuras, instituciones, organismos, programas, objetivos, estrategias, ideas/ideologías, el lenguaje y la terminología, un conjunto de símbolos, así como el discurso.
Por desgracia, los cortesanos y lacayos intelectuales, los marxistas renegados, las corrientes islámicas salafistas, wahabíes y hermandades musulmanes, liberales, derechistas, reaccionarios y conservadores, los depredadores capitalistas, etc., están intentando detener, socavar, deformar y reorientar las revoluciones con discursos como «elecciones libres y justas», sin ninguna relación con la genuina democracia política, económica, social. Las elecciones, que en su mayoría no son ni libres ni justas, son consideradas como un fin en sí mismo, el Estado de las elites ricas, «libertad» del mercado, y la nueva religión del consumo de masas.
Desde sus inicios, la democracia actual del pueblo árabe surgió de abajo hacia arriba, de las clases medias populares y no impuesta por grupos elitistas de arriba hacia abajo. Desde su comienzo en diciembre de 2010, las revoluciones árabes han ido progresando poco a poco y lentamente, y este proceso significa que hay dos escenarios: o continuará desarrollándose lenta pero profundamente, o las fuerzas contrarrevolucionarias continuarán minándolas desde el interior y el exterior.
La sociedad civil en el oeste es una sociedad civil movilizada que actúa sobre todo en nombre de las clases dominantes y las elites de poder y su hegemonía interna y externa. No puede llamarse sociedad civil, incluidas las clases trabajadoras, si se apoya a las élites gobernantes para para lanzar agresiones y guerras contra otras naciones y llevar a cabo masacres y matanzas reiteradas contra personas desarmadas; eso no puede, ni debe, ser llamado sociedad «civil» ni gente civilizada. Una sociedad que somete a otras a la lógica de la expansión capitalista y de las personas sujetas a la hegemonía de su clase gobernante para controlar su riqueza no es ni será una sociedad liberal.
No hay pluralismo real en los países occidentales liberales. La evolución histórica muestra que el pluralismo en el oeste sigue siendo parte integrante de las diferentes facciones de las clases dominantes burguesas, incluyendo los partidos comunistas que adoptan el enfoque parlamentario burgués y elitista de la lucha y el cambio.
Todas las formas de energía se han mantenido y mantienen dentro de los círculos capitalistas es decir, la riqueza, el ejército, la cultura, el conocimiento, los medios de comunicación, el discurso, la política … Aquellos que alcanzan el poder son los que tienen y no los que no tienen, los que tienen los recursos y medios para gastar, es decir, para sobornar y pagar más. Se ignoran las demandas e intereses de la inmensa mayoría de la gente y eso no puede y no se debe llamar democracia. Este género de las democracias ha llevado y seguirá llevando a la destrucción de países como Irak, Afganistán, Serbia, Libia y otros países en la lista de las clases dominantes del oeste. Esta destrucción, conocida por los intelectuales orgánicos burgueses como «destrucción creativa» es permitida, apoyada y legitimada por una constante manipulación [de los pueblos occidentales].
Las manifestaciones contra la guerra y la globalización (3) En la víspera de la agresión occidental contra Irak se dio a estos regímenes el mandato de lanzar la guerra a través de la manipulación de los medios de comunicación de tal manera que se mantuvo haciendo hincapié en el «derecho» de las personas a protestar, como parte de las democracias liberales occidentales, mientras que la clase dominante mantenía su «derecho» a las masacres y haciendo caso omiso, por lo tanto, de las voces contra la guerra.
Dos factores explican la continuidad de esta situación: La continuidad del pillaje y el saqueo de la riqueza de las naciones pobres ha sido un factor crucial para mantener la hegemonía de las clases dirigentes occidentales y mantener la paz social [en sus países] y resolver las contradicciones inherentes al conflicto de clases. La riqueza de las naciones pobres y dependientes se ha utilizado como el opio que ha tenido anestesiados los pueblos de los países centrales del sistema capitalista. Este es un aspecto de las prácticas racistas y oportunistas de las sociedades occidentales que, consciente o inconscientemente, sin embargo, se benefician de las agresiones de sus imperios, guerras, dominaciones, el pillaje y saqueo. Los fabianos bajo el imperio británico son un ejemplo de ello.
El problema central de las revoluciones árabes actuales se basa en el papel de las fuerzas sociales que luchan por evitar que se socave, desvíe y deforme la revolución democrática popular. Los contrarrevolucionarios están luchando con todos los medios a su alcance para evitar que el pueblo árabe alcance su soberanía, independencia real y el desarrollo sostenido. En otras palabras, están luchando ferozmente para socavar cualquier ápice de esperanza por la unidad árabe.
Un peligro que amenaza a las revoluciones árabes está representado por liberales, intelectuales cortesanos y lacayos, la dirección del ejército y los generales, los wahabíes, salafistas y las organizaciones no gubernamentales. Estas son las fuerzas sociales de la penetración que hemos mencionado anteriormente. Todas estas fuerzas están muy alerta y activas por la contrarrevolución.
La gente contrarrevolucionaria está bien entrenada, bien financiada, muy organizada, bien remunerada y con plena conciencia de su papel en el bloqueo de la carretera del desarrollo, las nuevas revoluciones árabes. Estas fuerzas aún recuerdan los largos años que los llevó a debilitar, aislar y poner fin a la revolución nacionalista árabe, especialmente el de Nasser en Egipto. La revolución panarabista era una amenaza directa a los intereses estratégicos de las clases dominantes del oeste. El Panarabismo fue una lucha por la liberación del colonialismo árabe para alcanzar la unidad árabe. A pesar de que la revolución de Nasser no fue lo suficientemente radical contra el capitalismo y los valores culturales occidentales, la modernización occidental, y a pesar de su moderación, la contrarrevolución insistió en su liquidación. Este hecho histórico arroja luz sobre la pregunta de por qué el Occidente en el momento actual, especialmente los EE.UU., se esfuerza por controlar las revoluciones actuales, con el fin de mantenerlas dentro de los parámetros de la democracia procedimental, formal y bajo las garras del neoliberalismo depredador.
En otras palabras, las fuerzas contrarrevolucionarias se asustan de las perspectivas de que las revoluciones árabes se desarrollen y evolucionen en una revolución permanente y pasen a la segunda revolución, es decir, la revolución nacional que re-nacionalice de las industrias y los bancos, entregue las tierras a los campesinos y restaure el sector público [al tiempo que] reinicie la lucha por la unidad árabe y la liberación de los territorios árabes ocupados. Por otra parte, han manifestado su preocupación de que la segunda revolución tenga una orientación socialista y revolucionaria. Una verdadera democracia en la patria árabe está en contra de los intereses actuales y estratégicos de los países capitalistas centrales, así como contra sus democracias procesales, elitistas y falsas.
Términos como «sociedad civil», «Derechos Humanos», «Promoción de la Democracia», etc., se han invocado desde el surgimiento del neoliberalismo en la década de 1970 y principios de 1980 y se han aplicado en todo el mundo, incluyendo la Patria Árabe para desmantelar la tríada íntima entre las ideas revolucionarias , los intelectuales orgánicos y las masas prevaleciente en la época de los movimientos de liberación nacional durante el 1950-1970. El objetivo final de la imposición y aplicación de estos conceptos ha sido el de suavizar el trabajo de la expansión del neoliberalismo y la acumulación de capital y el ejercicio de la hegemonía occidental en todo el mundo y la eliminación de cualquier tipo de resistencia desde abajo.
Los términos «sociedad civil» y «hegemonía» han sido apropiados y utilizados lejos de su contenido revolucionario, como cuando los desarrolló Gramsci. Entender esto es vital para las organizaciones políticas. El objetivo principal para la clase dominante es mantener la «paz social» y para ello debe mantener la hegemonía social, política y económica.
Esta es la «tercera hegemonía» y en ella se incluyen las clases locales, las élites y las personas cuya función es impedir que la revolución actual rebase las fronteras de la democracia procedimental, político-formal y neoliberal y mantener el mismo régimen aún después de haber sido derrocados sus líderes. Así se permitirá llamar a las fuerzas de la OTAN para apoyar a supuestos revolucionarios, utilizar todos los medios para deponer al régimen sirio no porque sea represivo, sino porque está en contra del RAS y porque es el único régimen secular y resistente que está en contra de todos los planes imperialistas del «Nuevo Oriente Próximo» y el «caos creativo y/o destrucción». Esto es lo que vemos cuando la OTAN apoya a las monarquías del Golfo y sus jeques tras la ocupación del pequeño reino de Bahrein para suprimir la revuelta popular democrática.
El papel del campo imperialista consiste en infiltrar y penetrar las revoluciones árabes a través de una gran cantidad de gente cooptada, los intelectuales occidentales, los aparatos de seguridad y las fuerzas de los regímenes actuales, la tecnología digital y los conocimientos técnicos, los medios de comunicación. El campo imperialista liderado por los EE.UU. está reordenando sus filas en varios niveles: a)apoyando a las Hermandades musulmanas en Egipto, Túnez, Libia y Siria; b) usando a las monarquías del Golfo para presionar a los regímenes de Egipto y Túnez para evitar medidas radicales con la amenaza, especialmente Egipto, de deportar a la gran cantidad de mano de obra egipcia y de ralentizar los préstamos [económicos] (4). Todavía no hay confirmación de que estos préstamos serán pagados.
El resultado final de esta alianza entre las dos partes es la imposición de la TH en la región que no es la dominación directa del imperialismo. Para ilustrar, la OTAN no envia tropas a Libia, pero dejó a los libios a matarse unos a otros y preparar su propio país para el nuevo neo-colonialismo, sin la ocupación militar como lo que pasó en Irak, sino a través de la destrucción de la infraestructura de Libia y barrios civiles (5) de la misma forma que se lleva a cabo en Yemen, pero en una táctica semi secreta. Se mantiene la dependencia de los regímenes actuales, una falsa democracia y el neoliberalismo que acepta al FMI, el BM, los mercados abiertos y hace las paces con el RAS. Las constantes visitas de EEUU, Francia, Gran Bretaña a Egipto, Túnez, Libia y Yemen tienen como objetivo el mostrar a los pueblos de la región que todo sigue en manos de Occidente como parte de la guerra psicológica para mostrar a los árabes que no hay alternativa a la dominación occidental y su tercera hegemonía. (6)
Notas:
(1) El régimen sionista es parte de la Tercera Hegemonía, pero más en el lado de la agresión armada directa, debido a su mera existencia y papel.
(2) En los últimos meses confirman que el este de Europa se convirtió en un mercado abierto, con mano de obra calificada migrando a la UE, un gran centro de exportación de esclavas sexuales y un centro de entrenamiento para terroristas estadounidenses en todo el mundo.
(3) Las protestas contra la guerra y la globalización animaron a muchos intelectuales liberales e izquierdistas occidentales y tercermundistas, a los líderes de las organizaciones no gubernamentales para acuñar un nuevo lema manipulación: la Sociedad Civil Global. Parece que esta consigna ha sido deliberadamente diseñada para reemplazar el internacionalismo.
(4) Pero, de hecho, estos regímenes no están en necesidad urgente de necesitar al FMI, el Banco Mundial, EE.UU. y el dinero del Golfo; basta sólo con poner en manos del pueblo la ingente riqueza robada por sus compinches, como Mubarak.
(5) Es importante hacer referencia aquí al hecho de que los aviones de combate que establecen la democracia en Libia no sólo son de las tradicionales grandes potencias occidentales, sino de Noruega, la incubadora de los infames Acuerdos de Oslo, y de Qatar .
(6) EEUU y Francia ordenados, el 8 de julio, a sus embajadores en Damasco visitar la ciudad siria de Hama en apoyo a los grupos de la contrarrevolución en una intervención directa que podría entenderse como que no les importa con esta agresión que quede claro su apoyo a la oposición y a su alianza con occidente. Este paso imperialista podría estar orientado a pretender que la «revolución» en Siria está a punto de tener éxito.
Traducido del árabe por Cristina Portales