En los tiempos que corren, poco sorprende la aplicación de la excepciónalidad como norma. Con todo, incluso Walter Benjamin cuando nos recordaba que «la tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el «estado de excepción» en el que vivimos» podría haberse sorprendido de los escenarios que la ‘II Flotilla de la Libertad, […]
En los tiempos que corren, poco sorprende la aplicación de la excepciónalidad como norma. Con todo, incluso Walter Benjamin cuando nos recordaba que «la tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el «estado de excepción» en el que vivimos» podría haberse sorprendido de los escenarios que la ‘II Flotilla de la Libertad, Restiamo Umani’ (en homenaje a Vittorio Arrigoni) ha tenido que afrontar en estas últimas semanas.
Recordamos el punto de anclaje. Una iniciativa, acción directa no violenta, de sociedad civil -global- a sociedad civil -palestina-. Con una carga en clave de solidaridad humanitaria (material sanitario, educativo y de reconstrucción civil) y un gesto, un símbolo de evidente dosis política: romper el bloqueo ilegal que Israel impone militar y unilateralmente sobre la Franja de Gaza.
El resultado final es preciso medirlo con delicadeza. Decía Rosa Luxemburgo «quien no se mueve, no siente las cadenas». Y la Flotilla de la Libertad tiene que reconocer que ha sentido las cadenas, no tanto las propias, sino las de una UE que se muestra subyugada al destino de la política exterior israelí.
En línea de principio es claro que la imposibilidad de partir de puerto supone un revés de importancia para la Coalición Internacional de la II Flotilla. A pesar de esto, parece que no debemos acumular grandes dosis de pesimismo o sensación de fracaso. La fundamental capacidad de ruptura del bloqueo simbólico y mediático que han tenido la acción colectiva de la Flotilla marítima y la Flotilla aérea, la resume meridianamente el propio diario israelí Haaretz: «Los informes de los obstáculos burocráticos y técnicos han dado a los organizadores de la flotilla la oportunidad de estar en el foco mediático, con el resultado de una conciencia creciente sobre la política de Israel contra la Franja de Gaza«.
Es importante señalar, además, que la Flotilla no se recoge en un punto determinado del calendario. Se extiende más bien como un medio táctico, una articulación de movimientos y personas de todo el planeta que se mantiene en el tiempo y que no pretende cesar por impedimentos ajenos. Esta es una particular travesía nómada hacia Itaca, una utopía colectiva que vemos realizable con un objetivo claro y que solo pretende cesar cuando este se consiga, cuando caiga el bloqueo. Deben saberlo: navegaremos por mar, tierra y aire, porque al viento nunca se le puede detener.
Pero, ¿que ha pasado entretanto en la costura entre oriente y occidente de la que pretendíamos zarpar? ¿que elementos han impedido nuestra salida? y sobre todo ¿cual es la lectura que podemos hacer de ellos como ruptura de las normas del juego internacional, bien sino como auténticos cambio de paradigma?
En realidad, podríamos decir que hemos vivido semanas de democracia en suspenso. Elementos como la militarización de facto del mediterráneo oriental, la externalización del bloqueo y su traslado a las costas de Grecia, la declaración de estado de emergencia en el aeropuerto Ben Gurion y consecuentemente en diversos aeropuertos de Europa, han trasladado la lógica punitiva de Israel a modo de tecnologías de control preventivas y aplicación sistemática de medidas de excepción contra activistas pro derechos humanos, al centro de la Unión Europea.
Parece que en la Europa que viene, el monopolio de la fuerza ya no reside solo en las manos de cada estado, sino que es compartido con un visitante al que se le permite operar con total impunidad, Israel. Para nuestra sorpresa, pareciera que según el ordenamiento internacional, la novedosa legitimidad territorial del estado sionista le permitiera actuar en territorio europeo con absoluta tranquilidad. Ejercer seguimientos, aplicar enormes dosis de presión sobre el poder político de estados -teóricamente- soberanos, diseñar estrategias juridico-administrativas de aplicación en paises ajenos, bloquear a centenares de activistas internacionales en aeropuertos de salida, o tratar de normativizar, por la vía de los hechos, nuevas formas de piratería legalizada.
Finalmente, y por si quedaba alguna duda sobre lo lejos que está Israel de ser una democracia como forma de constitución o como técnica de gobierno, los sabotajes sufridos por los barcos de la Flotilla arrojan al plano de lo real el nulo respeto de Israel por la soberanía ajena, cuando no la complicidad alarmante de las agencias estatales occidentales.
Pero el precio político y de legitimidad se está disparando para el estado hebreo. Lejos de su deseo, la imagen que proyecta Israel sobre si mismo es cada vez más elocuente y desnuda ante la sociedad mundial. Una imagen de estado injusto y enfurecido, de agujero negro colonial donde cualquier herramienta vale para imponerse sobre el diferente, bien sea este la población árabe en general, la palestina en particular, o aquellas capas de ciudadanía global que se atreven a cuestionar un régimen de limpieza étnica y apartheid. Ante sus maniobras desesperadas, el estado de Israel no puede ya ocultar más en la esfera de la opinión pública mundial la ilegalidad absoluta, la nula legitimidad y la inmoralidad de un bloqueo inhumano y criminal.
Así las cosas, y teniendo en el horizonte la estrategía política del movimiento solidario con palestina para los próximos tiempos, es preciso reflexionar y elaborar una lectura ponderada del escenario geopolítico en la región y de los cambios que se están desencadenando. Como en la palabra de Lope de Vega -‘ya mira el árabe Fenix, los los árboles del Orontes, para hacer su nueva patria, sobre encendidos carbones’- los movimientos que comenzaron en el arco de países del norte africano, la llamada ‘Primavera árabe’ y que han continuado propagándose por Europa, ponen encima de la mesa la crisis de representatividad de nuestros gobiernos, así como el deseo irrenunciable de las sociedades civiles de tomar en nuestras manos el propio destino.
Los grandes poderes imperiales, EEUU y Europa, ven menguar su influencia a la vez que parecen incapaces de conducir su situación económica disparando resortes de inestabilidad económica y militar en Israel. En lo que afecta a la región, además, diversos estudios ponen de manifiesto que la posición de Estados Unidos en el mundo árabe se está deteriorando a pasos agigantados [‘Actitudes Árabes’ http://aai.3cdn.net/
En este marco de cambio de hegemonías, de estallidos populares y nuevos -aunque titubeantes- procesos constituyentes, el activismo de base, tiene que pensar las mejores fórmulas para presionar activamente a los gobiernos implicados, cuando no para desarrollar directamente los trabajos que los organismos estatales o internacionales no saben, o no quieren hacer.
El movimiento zapatista nos enseñó hace tiempo que uno es tan grande como el enemigo que escoge para luchar. «Elige un enemigo grande y eso te obligará a crecer para enfrentarlo». Estamos creciendo. Hay quien se conforma esperando a que salga el sol, pero el apartheid israeli no debería estar tranquilo, nosotros y nosotras, somos de los que empujaremos al sol hasta que salga.
Israel agota su tiempo para repensarse. De nada valen ya las argucias demagógicas y las acusaciones de antisemitismo ante una inicitiva culturalmente hibrida. Las nuestras son estrategias anfibias en las que decenas de judios (con ciudadanía israeli o no) se suman a activistas de todo el globo para decir basta ya al apartheid, para decir basta ya a una ocupación. Lo que Israel trata de declinar como la salida coral de un pueblo, es en realidad la huida hacia de un ejercito que se ha dotado de un estado y de una ideología enloquecida, el sionismo que se tambalea sobre un orden mundial aún vigoroso, pero en claro retroceso. Como en palabras del gran poeta palestino, Mahmud Darwish, ‘este sitio durará hasta que el sitiador sienta, como el sitiado, que hartarse es una cualidad del ser humano’.
Antón Gómez-Reino, tone. Activista gallego en Rumbo a Gaza.
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