La farsa del respaldo de EEUU a la «democracia» árabe sería una comedia que nos haría reír de buena gana, de no ser por su costo humano pavoroso. Que la potencia mundial que durante años ha colaborado con los regímenes más abyectos del mundo (Túnez, Egipto, Arabia Saudita, Yemen, los Emiratos, etc. etc. etc.) ahora […]
La farsa del respaldo de EEUU a la «democracia» árabe sería una comedia que nos haría reír de buena gana, de no ser por su costo humano pavoroso. Que la potencia mundial que durante años ha colaborado con los regímenes más abyectos del mundo (Túnez, Egipto, Arabia Saudita, Yemen, los Emiratos, etc. etc. etc.) ahora pose de amigo de la democracia es un insulto a la inteligencia de cualquier persona medianamente informada. Más aún cuando ese respaldo no es cosa del pasado reciente: actualmente siguen respaldando férreamente a regímenes tan brutales como Arabia Saudita, sin olvidar Israel. En este esfuerzo, Obama y su pandilla de dictadorzuelos globales han tenido que recurrir a contorsiones extraordinarias, que reflejan una política plagada de contradicciones, pero consistente en un solo punto: mantener su hegemonía global en beneficio de sus intereses corporativos. Y eso es todo lo que les importa, a fin de cuentas. Ni la democracia, ni los derechos humanos. Business are business my friend.
I. Baréin
Una prueba de ese respaldo irrestricto a regímenes medievales que tienen un absoluto desprecio por la vida de quienes tienen el infortunio de ser sus súbditos, es la manera en que EEUU respalda a pie junto la odiosa monarquía de Baréin. Un regímen que masacró sin compasión a los ciudadanos que protestaban por el término de la monarquía y por democracia, arrancando heridos de los hospitales para que las fuerzas de seguridad los lincharan y remataran, mientras se amenazaba, torturaba y desaparecía a los doctores que atendían manifestantes heridos[1]. Al verse sobrepasado por las masas, esta monarquía no vaciló en solicitar la invasión militar de sus socios obscurantistas de Arabia Saudita y los Emiratos en Marzo. Así se puso, momentáneamente, fin a la rebelión popular, manu militari; el saldo de la invasión fue de 35 muertos y 1.400 presos políticos, una cifra altísima si se considera que la isla de Baréin apenas tiene menos de 1 millón de bareiníes.
Desde entonces, el movimiento ha vuelto a su cauce y nuevamente han comenzado a surgir protestas de manera esporádica, las cuales están ganando fuerza y creciendo por todo el territorio de ese pequeño reino insular, particularmente después de las fraudulentas elecciones del 24 de Septiembre, que buscaron dar una fachada democrática a la monarquía. Estas elecciones fueron boicoteadas por la oposición, y en ella participó tan sólo el 17% de la población[2]. A medida que estas protestas han ido ganando fuerza y el pueblo dice que no hay nada que negociar con un régimen con sangre en sus manos, la represión ha vuelto a levantar cabeza, esta vez con las condenas de penas de hasta 15 años por el delito de… ¡atender a manifestantes heridos! Al mismo tiempo, el régimen impuso la pena de muerte a algunos manifestantes y cadena perpetua a otros[3].
¿Se ha puesto EEUU de lado del pueblo de Baréin, víctima de obvios abusos? Por supuesto que no. Su respaldo ha sido irrestricto al régimen que le garantiza su mayor base militar en la región, mirando hacia Irán a través del Golfo Pérsico y que alberga la Quinta Flota.
Es más, pese a ciertas declaraciones típicamente ambiguas en las cuales «lamentan» pero no «condenan», los EEUU han demostrado su respaldo de la autocracia al sellar un acuerdo de venta de armas a la monarquía de Baréin por U$53.000.000[4].
Ante las protestas que se levantaron cuando este acuerdo fue conocido hace un par de días, para salvar la cara, Obama ha debido poner freno momentáneo al acuerdo, diciendo que esperará el resultado de una investigación sobre «supuestos» abusos cometidos por el régimen antes de dar luz verde al acuerdo. ¿Quién realiza esta investigación? Ni más ni menos que una comisión nominada por «Su Majestad» el Rey Hamad bin Isa Al Khalifa, monarca de Baréin.[5] Uno no sabe si reír o llorar ante semejante absurdo. Podemos estar convencidos entonces que Baréin obtendrá sus ansiados blindados Humvee, de factura estadounidense, con los cuales seguir reventando los cráneos de quienes osen alzar la voz muy duro -con la venia del Tío Sam, claro.
II. Libia
Otro capítulo no menor es la cruzada «democratizadora» en Libia. Ya hemos mencionado en ocasiones anteriores, que Gaddafi fue, hasta hace poco, un buen amigo de los EEUU -que se ganó los elogios de George W. Bush y Condolezza Rice[6]. Gaddafi, recordemos, colaboró generosamente en la «Guerra contra el Terrorismo» prestando sus mazmorras y servicios de inteligencia para torturar, por encargo de la CIA, a prisioneros sospechosos de «terrorismo» camino a Guantánamo. Libia fue una pieza más de ese archipiélago internacional del horror, al servicio de los EEUU, con centros de tortura y cárceles ilegales.
Es evidente que la intervención en Libia tuvo por objetivo estabilizar el precio del petróleo que se había vuelto demasiado volátil con la crisis, e intentar recomponer la hegemonía fracturada de los EEUU en medio de la revuelta árabe mediante la imposición de un nuevo régimen libio, que parecería salido de la lucha democrática, pero sería tanto o más sumiso que el anterior a los dictados imperiales. Con la Primavera Árabe se desencadenaron dos fuerzas coincidentes: por una parte, una genuina revuelta popular contra la dictadura de Gaddafi, la cual tuvo su epicentro en la parte oriental de ese país, en Benghazi –estas fuerzas eran importantes, pero claramente no hegemónicas en un país con profundas divisiones regionales y tribales, en donde Gaddafi parecía contar con el respaldo de un importante sector de la población hasta el final (es esto, no la superioridad militar de Gaddafi, lo que explica en última instancia la incapacidad de los «rebeldes» de tumbar por sí solos al dictador -convirtiéndose la OTAN en el factor que decidió para qué lado se quebraba el «equilibrio estratégico»). Por otra parte, resulta claro que hubo un intento de Golpe de Estado por parte de sectores del régimen que rápidamente se pasaron al bando «rebelde», usurpando las demandas del movimiento popular para su golpe de palacio (que no era, por cierto, el primer intento de golpe en Libia). La intervención de la OTAN lo que hizo fue reforzar estos sectores golpistas contra las fuerzas populares en rebelión, acabando con la experiencia de los comités populares y reforzando una autoridad, el Consejo Nacional de Transición (CNT), una fuerza compuesta por oportunistas de última hora, ex-miembros del régimen gaddafista y liberales pro-occidentales, autoridad a la cual nadie reconocía y que aún permanece aislada, débil y dividida[7].
Pero hegemonía y precio del petróleo no son argumentos aceptables para que la opinión pública justifique una aventura militar imperialista. La excusa con la cual intervinieron fue la de proteger a los civiles de ese país.
La farsa no podía ser de peor gusto. Al poco andar, los objetivos de la resolución de la ONU autorizando la aventura militar de la OTAN (encabezada por EEUU, Inglaterra y Francia) fueron acomodándose a los intereses reales de sus promotores: de protección de civiles pasamos a apoyo militar a combatientes «rebeldes»; después, pasamos a promoción de la «democracia» (en el estrecho sentido que ellos la entienden); de promoción de la «democracia» pasamos a cambio de régimen y finalmente, terminamos con rastrear y asesinar a Gaddafi a cualquier costo -lo cual se logró el día 20 de Octubre con el atroz linchamiento filmado del dictador, el cual fue festejado con una morbosidad propia de necrófilos por Obama, Clinton, Cameron y Sarkozy. Un detalle curioso que su fin haya sido mediante linchamiento público, al más puro estilo de Atlanta: otra de las «contribuciones» de la «cultura» yanqui al mundo (junto con la bomba atómica y la industria pornográfica).
Sobre la protección de civiles, digamos que la acción de la OTAN fue de apoyo militar a una fuerza militar irregular opuesta a Gaddafi, y que para ese fin bombardearon indiscriminadamente Trípoli y las principales ciudades libias en control del régimen gaddafista. Las imágenes dramáticas del sitio de Sirte son bastante reveladoras. Tanques «rebeldes» y aviones de la OTAN bombardearon por casi dos meses Sirte y Ben Walid, destruyendo casas, hospitales, escuelas, estaciones de telecomunicaciones, asesinando a miles de civiles. Mientras tanto, éstas y otras ciudades fueron sometidas a un sitio de carácter medieval, privándoseles de agua, medicamentos, alimentos, hambreando a la población, asesinándola lentamente. Quienes trataban de huir, eran frecuentemente bombardeados por los «rebeldes», quienes además, se entregaron a toda clase de excesos, abusos, ajustes de cuentas y ejecuciones extrajudiciales. Un caso brutal (entre muchos) fue el del asesinato de una familia completa (incluidos dos bebés de tan sólo 3 semanas y 20 meses) solamente por llevar el apellido Gaddafi[8]. Súmese a esto los cientos, sino miles, de civiles tratando de escapar en balsas que fueron asesinados por omisión o acción de los barcos de la OTAN, que incluso hundieron algunos y el cuento de la «protección de civiles» no puede sino ser un chiste de pésimo gusto.
Sobre la promoción de la democracia, basta con observar quiénes eran los promotores de esta agresión: la OTAN, amigos de todas las dictaduras norafricanas y mediorientales, y ex amigotes de Gaddafi. Valga la pena aclarar que la agresión imperialista a Libia también contó con el pleno respaldo de esos supuestos «paladines democráticos» de Arabia Saudita y los Emiratos -si, exactamente los mismos que dan pena de muerte por decapitación a quienes protesten en sus países contra sus respectivos regímenes, que dieron refugio al dictador tunecino Ben Ali, y que invadieron Baréin para aplastar al movimiento por la democracia. Que hoy esté a cargo del país el CNT, un gobierno por nadie elegido, conformado fundamentalmente por sectores disidentes del antiguo régimen con respaldo extranjero, apoyado en bandas armadas indisciplinadas que se arrogan el derecho a ser juez y verdugo, gobierno el cual ha iniciado su mandato con ejecuciones extrajudiciales, mentiras y linchamientos, no augura un futuro muy esplendoroso para Libia[9].
De momento, aparte de reorganizar los contratos petroleros favoreciendo descaradamente a sus patronos de la OTAN, lo único que el CNT ha hecho es imponer la ley islámica (sharia) como fuente de la jurisprudencia en todo el país. Es decir, un retroceso de aproximadamente 1.300 años en materia legal y de aproximadamente un siglo en cuanto a derechos de las mujeres[10].
Mientras tanto, ya las autoridades norteamericanas están alertando sobre el «peligro» de los elementos «extremistas» aliados a Al Qaeda -quienes hasta ahora fueron buenos amigos y «freedom fighters» (combatientes de la libertad)- que están siendo parte del gobierno, con lo cual ya están agitando la otra guerra que se avecina, la guerra contra el «terrorismo islámico»… ¿se repetirá tal vez el libreto del Talibán? Las ciudades han sido reducidas a escombros y carecen de servicios básicos. Sumado a las rencillas tribales, políticas y religiosas, exacerbadas por siete meses de guerra, alimentadas por una avalancha de armamento que está en manos de innumerables bandas armadas, tenemos el caldo de cultivo perfecto para que la sociedad libia se siga desangrando por un buen tiempo. Bienvenido pueblo libio a la democracia que los EEUU y la «comunidad internacional» han diseñado para ustedes.
III. Yemen
En Yemen, desde el comienzo mismo de la Primavera Árabe, se vienen presentando movilizaciones de masas que han puesto en marcha a millones de personas, con una persistencia y tenacidad admirables de cara a la brutal represión que ha dejado muertas a más de dos mil personas desde fines de Enero. Francotiradores les disparan indiscriminadamente, morteros y granadas son arrojados a las masas reunidas contra el dictador Saleh en la capital, grupos de matones son arrojados contra manifestaciones pacíficas y con todo, el pueblo yemení no se deja intimidar. El pueblo no se ha dotado de organizaciones populares de base fuertes que pudieran servir como un doble poder como ha sucedido en otros países árabes (ie., comités populares), sino que la organización de las movilizaciones pasa por elementos caudillistas del ejército que han abandonado a Saleh, redes tribales, que tienen un peso enorme en Yemen[11], las cuales se han declarado en rebelión, y por redes juveniles que están en el corazón mismo de las protestas en las principales ciudades yemeníes, particularmente, en la capital Sana’a, agrupadas en torno a la «Coalición Civil Jóvenes de la Revolución». La oposición legal ha tenido un rol extraordinariamente ambiguo, a veces del lado de los manifestantes, a veces del lado del régimen.
La situación en Yemen es compleja: el país se encontraba ya envuelto en una guerra civil, con importantes insurgencias en el norte y sur del país. En el norte, una insurgencia chiíta conocida como el movimiento Houthis (en honor a su fundador), venía luchando contra el régimen de Saleh desde el 2004, acusándolo de corrupto y discriminador; en el 2009 la campaña de Saleh contra los chiítas en el norte se vuelve en una auténtica carnicería en la cual cuenta con apoyo activo de los EEUU y Arabia Saudita, quienes colaboraron con bombardeos contra los rebeldes. El apoyo norteamericano tuvo por excusa el cuco de Al Qaeda -acusación absurda, ya que Al Qaeda (dominada por wahhabis, salafistas, qutbiyyas y otros elementos sunitas ultra-conservadores) es militante en contra de la «blasfemia» chíita. Por otra parte, el Sur, desde la unifiación con Yemen del Norte en 1990, ha sido un hervidero de descontento con el régimen. Desde 1994 ha habido movimientos que buscan nuevamente la independencia de Yemen del Sur y la re-creación de la República Democrática Popular de Yemen. En un comienzo, estos movimientos fueron exclusivamente de izquierda, inspirados en el nacionalismo árabe y el marxismo. Desde el 2009, estas fuerzas que componen el Movimiento por la Liberación de Yemen del Sur, se han unido con sectores islamistas y han lanzado una nueva ofensiva por su independencia, la cual viene ganando fuerza de antes de la rebelión de comienzos de este año. Pero mientras en Libia los islamistas son «amigos» de los EEUU (al menos por ahora), claramente no lo son en Yemen. Por ello, también en el Sur han apoyado a Saleh en su guerra contrainsurgente, también agitando el cuco de Al Qaeda, con bombardeos tan indiscriminados como los que en Diciembre del 2009 masacraron a 14 mjeres y 21 niños[12]. La presencia de Al Qaeda, tanto en el sur como en el norte, ha sido exagerada para justificar la intervención militar en apoyo de Saleh, aliado estratégico de los EEUU -a lo sumo, contarían con unos 300 militantes, sin ningún vínculo ni con las guerrillas en el norte ni en el sur del país[13].
EEUU no está dispuesto a permitir que un proyecto que siquiera huela a «socialismo» o «nacionalismo árabe» tome forma a las puertas del mayor productor de petróleo, Arabia Saudita, ni que se establezca un régimen demasiado independiente en una zona tan estratégica de la península arábica, la cual, entre otras cosas, mira hacia Somalía. Por ello Saleh, o un régimen equivalente, debe ser mantenido a toda costa para garantizar sus intereses geoestratégicos. Y es por ello que Saleh se echa al bolsillo, anualmente, U$300 millones en ayuda militar estadounidense[14].
En este contexto de insurgencias en ambos extremos del país, y de crecientes intervención de EEUU mediante ataques y bombardeos, es que estalla la rebelión en Enero del 2011. La masacre del 18 de Marzo, en que 45 personas son asesinadas por el ejército en la capital, a sangre fría[15], producen la deserción de algunos oficiales del ejército, a cuya cabeza se encuentra el general Ali Mohsen al-Ahmar[16], quien ha puesto soldados rebeldes y tanques de la Primera División de Blindados a defender a los manifestantes. Durante meses Saleh se negó a dejar el poder, diciendo que lo abandonaría en el 2013, lo cual fue rechazado categóricamente por la oposición. El Consejo de Cooperación del Golfo elaboró un plan transición a la «democracia»… ¡planificado por monarquías absolutas!!! Aún cuando esta transición garantizaba que lo esencial del régimen de Saleh quedaría en pie y que el dictador gozaría de impunidad, la terca respuesta del régimen hizo que el plan fracasara. La represión siguió endureciéndose, hasta que la red tribal Hashid se alzó contra el régimen a fines de Mayo. A la orden de arresto de Sadiq al-Ahmar, líder de la tribu, se desató la guerra civil, a la cual fue arrastrado el general Mohsen cuyos blindados fueron atacados por las tropas de Saleh. Durante un ataque a comienzos de Junio, Saleh fue herido y debió abandonar el país, con destino a Arabia Saudita, quedando el país en manos del vicepresidente y de sus familiares.
Al alero de esas protestas y con el escalamiento a la guerra civil, tanto la insurgencia en el norte como en el sur, han ganado terreno, controlando amplios territorios y dando fuertes golpes al ejército. Es importante destacar, como ya hemos dicho, que la supuesta presencia de Al Qaeda en estas regiones es una fabricación de la propaganda de los EEUU para justificar su apoyo sostenido a Saleh y su guerra sucia, que no tiene ningún sustento en la realidad -más que algunas declaraciones alucinatorias llamando a la creación de un emirato islámico en una provincia del sur, lo cual no llegó a nada[17], y algunas escaramuzas en Zinjibar. Las fuerzas insurgentes son de una naturaleza muy diferente a Al Qaeda y en el Sur, por ejemplo, suspendieron la demanda independentista para sumarse a la demanda de todo el país contra Saleh[18].
Sin embargo, pese a que muchos pensaron que con la partida de Saleh la revolución había triunfado (incluso llegando a decretarse un consejo de transición), quienes quedaron a cargo endurecieron la mano dura y se apoyaron en una campaña de bombardeos de la CIA con aviones no tripulados Predator contra los supuestos elementos de Al Qaeda en Yemen. Aunque han atacado un par de elementos del islamismo político de cierto perfil[19], la mayoría de las víctimas de estos bombardeos terminarán siendo sencillamente los mismos civiles cuya supuesta defensa sirvió de excusa para bombardear Libia. Esta agresión no puede sino ser vista como un movimiento para debilitar a los elementos contrarios a Saleh antes de su partida para así garantizar una «transición en orden» a la «democracia», una democracia marcada por el gatopardismo, en la cual se conserve todo lo esencial del antiguo régimen, sobretodo su modelo económico, donde el pueblo se mantenga a una saludable distancia de la toma de decisiones y donde la sumisión al imperialismo sea la constante.
A mediados de Septiembre, poco antes del regreso de Saleh a Yemen el 23 de Septiembre, más de un centenar de personas fueron asesinadas en ataques tan brutales como cobardes de las fuerzas represivas contra los manifestantes. Eso apenas si ocasionó alguna expresión de preocupación de la administración de Washington, siempre tan vitriólica ante los sucesos en Siria, donde inmediatmente pidieron sanciones y cambio de régimen, mientras que han visto correr la sangre en Yemen por meses, apenas lamentando las víctimas, llamando al diálogo y a la «contención entre las partes».
Hasta que, por fin, el 21 de Octubre hubo una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU pidiendo que Saleh adopte inmediatamente el ya mencionado programa de transición del Consejo de Cooperación del Golfo y renuncie para abrir paso a un proceso de «democratización» ordenado desde Washington[20]. La reacción de Saleh es impredecible. Si se niega, probablemente seguirá corriendo más sangre hasta el desenlace violento de la crisis. Si lo adopta, el imperialismo moverá rápidamente todas sus fichas para garantizar que los cambios sean solamente cosméticos. Como sea el caso, los yemeníes harían bien en desconfiar de las intenciones de Washington y de Arabia Saudita (que permiten el incremento de la represión y bombardean posiciones rebeldes para minar las fuerzas de oposición antes de la «transición»), y tomar el curso de su destino en sus propias manos en lugar de cederlo a una nueva forma de despotismo patrocinado por la «comunidad internacional».
Queda claro que desde la perspectiva de los EEUU (o de sus aliados menores, Francia e Inglaterra), toda su retórica democratizante o de respeto a los derechos humanos, no es sino el canal mediante el cual reforzar o reacomodar sus propios intereses corporativos -recordemos, que a fin de cuentas, estas rebeliones no fueron solamente rebeliones contra dictaduras, sino además rebeliones contra el neoliberalismo en las cuales se han articulado una serie de demandas de orden económico. Cuando los pueblos árabes piden democracia, no se refieren a la democracia liberal occidental, esa baratija que venden los mercachifles de la Casa Blanca, sino que hablan de participación real pueblo y de un nuevo modelo económico incluyente. Es por ello que el carácter anti-imperialista de las rebeliones árabes no es solamente un componente más de las múltiples demandas de estos pueblo por tanto tiempo subyugados por regímenes autocráticos y sometidos a las formas más salvajes de explotación capitalista. En un anti-imperialismo conciente y consecuente reside la posibilidad misma de que las movilizaciones logren cambiar la vida de estos pueblos, reside la posibilidad misma de la supervivencia de las tendencias revolucionarias inherentes a esta rebelión de masas, reside la posibilidad misma de que la libertad sea realidad y no un sueño lejano. Vendrán los amigos «realistas» a decirnos que es necesario que la comunidad internacional se involucre, que los ciudadanos de a pie no pueden tumbar a un tirano por sí solos y que deberían buscar santos patronos en el norte, o que los árabes son fanáticos incapaces de controlar sus propios asuntos y que necesitan de una tutela internacional para «ayudarlos» a transitar el incierto camino hacia la «democracia» (como si esa fuera la intención del imperialismo, que teme como nada a la democracia). Nosotros no creemos en estas afirmaciones que hieden no solamente a paternalismo y racismo, sino que también huelen a la hostilidad natural que los poderosos sienten hacia la chusma. Los libertarios, por el contrario, confiamos en las capacidades del propio pueblo de crear, desde abajo, un mundo nuevo. Lo mismo en Yemen, como en la Puerta del Sol, o en las calles de Wall Street. NOTAS
[1] http://www.independent.co.uk/
[2] The Economist, 1 de Octubre, 2011, p.39.
[3] http://www.guardian.co.uk/
[4] http://english.aljazeera.net/
[5] http://english.aljazeera.net/
[6] http://www.anarkismo.net/
[8] http://uk.news.yahoo.com/
[9] http://www.anarkismo.net/
[10] http://www.dailymail.co.uk/
[11] Situación que es diferente a la de Egipto y Túnez. Esta similitud con Libia hace que la rebelión adopte formas de guerra civil abierta.
[12] http://www.counterpunch.org/
[13] http://abna.ir/data.asp?lang=
[14] The Economist, 5-11 de Marzo, 2011, p.45
[15] http://www.bbc.co.uk/news/
[16] http://www.bbc.co.uk/news/
[17] http://www.eurasiareview.com/
[18] http://english.aljazeera.net/
[19] http://www.foxnews.com/
[20] http://www.lanacion.cl/
[21] http://english.aljazeera.net/
[22] http://es-us.noticias.yahoo.
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