A menudo, los rasgos de una sórdida dictadura se muestran en la horrorosa combinación de la tortura generalizada, las masacres, los bombardeos de barrios populares, las más extravagantes y falsas declaraciones, su riqueza y corrupción, así como los instrumentos de coerción de los que se ha dotado. El clan Bachar el-Assad acaba de ilustrar, una […]
A menudo, los rasgos de una sórdida dictadura se muestran en la horrorosa combinación de la tortura generalizada, las masacres, los bombardeos de barrios populares, las más extravagantes y falsas declaraciones, su riqueza y corrupción, así como los instrumentos de coerción de los que se ha dotado. El clan Bachar el-Assad acaba de ilustrar, una vez más, ese «modelo».
Formas de dictadura
Tras haber bombardeado durante casi un mes el barrio de Bab Amr, en Homs, la televisión estatal (por tanto «privatizada» por la camarilla dictatorial) afirma que ¡»Las bandas terroristas han secuestrado ciudadanos en Homs, les han asesinado y filmado para suscitar reacciones internacionales contra Siria»! Una afirmación que se sitúa en la misma línea de los métodos del ministro nazi de «Educación popular y Propaganda» del III Reich, Joseph Goebbels. Por desgracia, esas alegaciones están avaladas por ciertos «antiimperialistas». Tienen la misma textura que las que avalaban las «demostraciones» del régimen estalinista de la URSS, en los años 1930 o 1950, que afirmaban la inexistencia de «campos de concentración» sin embargo documentados por la «prensa imperialista».
En cuanto a las manías y caprichos dictatoriales del clan Assad, el diario británico The Guardian acaba de publicar, el 15 de marzo de 2012, correos reveladores de la vida cotidiana de un dictador que, además de masacres, organiza referéndums (en febrero de 2012 sobre una Constitución que introduciría el «pluralismo político») y elecciones legislativas para el 7 de mayo de 2012.
El diario británico resume así una parte del contenido de los correos: «Esta correspondencia entre «Sam» (Bachar) y «AK» (su mujer Asma) pinta el retrato de una pareja presidencial desconectada de la crisis y que continúa llevando un lujoso tren de vida». La «desconexión» no es más que parcial. Algunos mensajes, que parecen provenir de Khaled al-Ahmed, uno de los consejeros de Bachar el -Assad para las «operaciones» contra las ciudades rebeldes de Homs y de Idlib, incitan al presidente a «reforzar su política de seguridad para restaurar el control y la autoridad del estado» y a «tomar el control de las plazas todos los días de 15h a 19h, para evitar las concentraciones de la oposición».
Algunos pondrán en duda la «veracidad» de los correos. Les será difícil poner en duda que barrios enteros de Homs y de Idlib están destruidos, que los matones (los «shabiha») del régimen, tras haber condenado al exilio a miles de habitantes, roban sus casas (ver la BBC del 15 de marzo de 2012). Igualmente, las concentraciones -muy bien controladas y filmadas desde un buen ángulo por la televisión estatal- de algunas plazas en las ciudades son presentadas como la expresión del «apoyo masivo» a Bachar el-Assad.
Hay derecho a preguntarse ¿por qué esas «demostraciones» son necesarias, cuando se trataría simplemente de combatir -cierto que desde hace más de un año y con un despliegue militar colosal- contra «algunas bandas terroristas, manipuladas por fuerzas extranjeras»?
Se encuentra aquí uno de los métodos de opresión propios de los regímenes dictatoriales: saben que con las «bayonetas es posible hacer muchas cosas, salvo sentarse encima». De ahí la necesidad de alinear -de pie, en una plaza, con banderas y retratos del tirano- tres tipos de apoyos del régimen.
Primero, los muy dependientes del régimen y que temen perderlo todo: su estatuto y privilegios; segundo, los que están instrumentalizados, desde hace mucho, por el clan Assad y expresan temores y animosidades confesionales cuya ceguera es característica en la historia de estos conflictos construidos por camarillas aferradas al poder y, tercero, quienes están asustados por las bayonetas de las milicias paramilitares del Baas y se sienten obligados a «obedecer» las órdenes de acudir a la concentración.
Estas «multitudes» son presentadas por algunos medios como el «anclaje social real» del régimen. Estas fórmulas huelen aún al «respeto» que la Francia de Sarkozy manifestaba invitando a Bachar el-Assad al desfile militar del 14 de julio de 2008 en los Campos Elíseos; o la más discreta recepción, en diciembre de 2010, de Asma y Bachar el-Assad, que se fueron de compras por los mismos Campos Elíseos.
Guerra contra los civiles y provocación del éxodo
Las personas que defienden los derechos democráticos y sociales no pueden sino apoyar la lucha antidictatorial del pueblo sirio insurrecto. Sin embargo, demasiado a menudo, se expresan una simple indignación contra la represión y la demanda de que cesen las masacres. Ciertamente esto es necesario y urgente. Pero en más de una formulación repetida por los grandes medios o en fuerzas llamadas de «izquierdas» se hace referencia a la «escalada de la violencia». Una expresión que iguala el terror dictatorial y la resistencia de una amplia mayoría de la población, cuya valentía y compromiso son la única explicación de un levantamiento tan largo. Otros ponen en guardia contra los «riesgos de una guerra civil», cuando desde hace 12 meses se desarrolla una guerra contra los civiles. El sentido de esos enunciados se encuentra como trasfondo de los diversos planes discutidos en El Cairo, el 10 de marzo de 2012, por la Liga árabe (que reúne a numerosos poderes reaccionarios), en presencia de Rusia (Lavrov).
Durante ese tiempo, los funerales son ametrallados por tiradores de élite (snipers). Se apresa a los heridos en los hospitales, se les ata a la cama y se les tortura. Un símbolo de la ferocidad y del fanatismo de una dictadura. El 14 de marzo de 2012, Amnistía Internacional, en su informe titulado «Los supervivientes de la tortura hablan», subraya: «Los testimonios que hemos recogido nos han dado una visión hiriente de un sistema de detención y de interrogatorio que, un año después del comienzo de las manifestaciones, parece tener como objetivo degradar, humillar y aterrorizar a sus víctimas a fin de obligarles al silencio». Tras la toma del barrio de Bab Amr, las masacres de civiles son sistemáticas así como el robo de sus bienes. No deben volver.
Efectivamente, una política de limpieza de la población está puesta en pie desde hace algunas semanas. Está en marcha en Homs, en Idlib, en Dera y en otras partes. Tiene por objetivo las «comunidades» que primero han salido a la calle y luego han resistido a milicias que se comportan como ocupantes sin piedad. El objetivo de este terror de estado: suscitar el éxodo. El tríptico dictatorial puede resumirse así: los sirios deberían o bien someterse, o bien correr el riesgo de la tortura y la muerte, o bien «elegir» el éxodo. Una cierta partición del país está, de hecho, en marcha. Sin embargo, este peligro era denunciado por quienes se negaban, con ese pretexto, a sostener la insurrección popular, pacífica.
Para hacerlo, el clan Assad exacerba enfrentamientos «comunitarios», «confesionales» y los instrumentaliza de forma preventiva para «limpiar» barrios y ciudades que ocupan el territorio junto al Mediterráneo: de Idlib a Homs y más al sur. La ONU ha contado ya un mínimo de 200.000 personas desplazadas y más de 30.000 personas obligadas al éxodo hacia Turquía, Líbano, Jordania. Un éxodo por caminos sembrados de minas antipersonas.
Sin embargo, a pesar del terror generalizado, la resistencia popular persiste en un contexto de crisis económica que desagrega al régimen y de una derrota política que no puede ser colmada solo por la fuerza militar.
Un apoyo incondicional
El objetivo que se ha fijado el pueblo sirio insurrecto es «¡Abajo la dictadura!» El apoyo a esta reivindicación debe ser incondicional para quienes tienen en su corazón la defensa de los derechos democráticos y la justicia social. Corresponde al pueblo sirio -y a los organismos de los que se ha dotado sobre el terreno: los comités locales de coordinación-, y a él solo, definir los medios de su resistencia y de su combate. La autodefensa armada es una componente de la necesidad de intentar defender a los civiles. Las deserciones en el ejército no podrán sino reforzarla.
La dislocación del poder de Assad es la precondición a toda conquista -difícil- de derechos democráticos, de un pluralismo político efectivo, de los derechos indefectibles de organización en el plano social, de manifestación y de libre palabra. La caída de la dictadura se convierte en un seguro frente a quienes querrían, mañana, en nombre de algún tipo de comunitarismo, imponer sus diktats.
En nombre de los peligros de una «guerra civil» -que está fomentada por el régimen desde hace meses-, algunas fuerzas llamadas de izquierda en Europa demandan un «diálogo leal y constructivo». No puede darse con ese poder mafioso cuyo verdadero rostro no deja ya ninguna duda. En el momento mismo en que el emisario de la ONU, Kofi Annan, hablaba con Bachar el-Assad, la ciudad de Idlib (noroeste) era bombardeada. Una farsa onusiana más.
Esto basta para demostrar que el objetivo más «concreto» de los «actores» regionales e internacionales es el de la puesta en pie de una «transición» que asegure la continuidad de los pilares estatales del estado sirio. El objetivo: una «estabilidad» regional de la que, en diversos grados, podrían aprovecharse aún más las clases dominantes de los países y potencias que se activan en la región.
La política del clan Assad ha «destruido» el país y estrangulado a la mayoría de su población. La revuelta popular ha puesto patas arriba no solo al clan Assad, sino también los denominados «equilibrios» regionales. Por tanto las injerencias extranjeras no pueden más que aumentar. Arabia Saudita y Qatar juegan sus cartas confesionales y económicas. El oscuro poder iraní está aliado al clan Assad. Cada uno de ellos tiene relaciones en Irak o Líbano.
Frente a una situación así, el Consejo Nacional Sirio (CNS) corre el riesgo de ser arrastrado a maniobras geopolíticas de las que será un juguete, tanto más cuanto que está muy dividido. A partir de ahora, las diversas opciones presentadas por las Coordinadoras de los Comités Locales deben ser apoyadas: una autodefensa mejor organizada que apoye las acciones de desobediencia civil cuyas formas deben renovarse dada la ofensiva represiva; la clara expresión de rechazo de toda «venganza confesional» en la pos-dictadura.
Para que esos objetivos puedan ser alcanzados -pues el combate será largo- la solidaridad más amplia es no solo necesaria, sino que es la única que puede reducir el espacio político que intentan ocupar fuerzas económicas y militares interesadas primero en sus intereses y no en la liberación del pueblo de Siria. ¿No oprimen ellas a su propia población en Arabia saudita, en Irán o en Bahrein?
* Declaración difundida por los militantes del MPS en la manifestación de solidaridad con el pueblo sirio, el 17 de marzo de 2012 en Ginebra.
Movimiento Por el Socialismo (MPS – Suiza) La Breche/A l´Encontre http://alencontre.org/
Traducción de Faustino Eguberri http://www.vientosur.info/