Los eventos que tuvieron lugar el último fin de semana en Bahréin en torno a la celebración del Gran Premio de Fórmula 1 han sido evaluados por las múltiples partes involucradas y la conclusión parece clara: aquellos que tenían intereses económicos en el evento han aplaudido su celebración, mientras que aquellos que analizaron la situación […]
Los eventos que tuvieron lugar el último fin de semana en Bahréin en torno a la celebración del Gran Premio de Fórmula 1 han sido evaluados por las múltiples partes involucradas y la conclusión parece clara: aquellos que tenían intereses económicos en el evento han aplaudido su celebración, mientras que aquellos que analizaron la situación desde el punto de vista humanitario se han opuesto a ella.
La situación política en la isla era conocida tanto por las autoridades del país, como por los organizadores del evento, que, sin embargo, decidieron obviar las manifestaciones y la protesta del activista Abdulhadi al Jawaja, en condición crítica a causa de la huelga de hambre que mantenía (en ese momento) desde hacía 73 días en protesta contra su detención y condena a cadena perpetua por sus actividades pro democráticas.
Igualmente, era conocida por Naciones Unidas y ONGs de gran importancia como Amnistía Internacional, Human Rights Watch, el Centro de Derechos Humanos del Golfo (GCHR) o el propio Centro de Derechos Humanos de Bahréin (BCHR), organización de la que Al Jawaja fue presidente. En este sentido, las organizaciones defensoras de los derechos humanos acusaron al Gobierno de Bahréin de usar el evento como propaganda para vender una imagen de normalidad y estabilidad.
La llegada de los equipos automovilísticos al país se vio seguida por una serie de manifestaciones multitudinarias, siendo la más concurrida la del 20 de abril, en la que, como es habitual, estallaron los enfrentamientos entre algunos sectores de los presentes y las fuerzas de seguridad. Los choques se iniciaron al separarse una parte de los manifestantes del grupo para intentar acceder a la plaza de la Perla, cerrada por las autoridades tras las protestas de 2011.
Durante la protesta falleció una persona, cuyo cadáver fue encontrado al día siguiente, a causa del disparo de perdigones por parte de las fuerzas de seguridad. Esta muerte se produjo apenas dos días después de que la ONG Bahrain Watch denunciara una «dramática escalada» del uso de este tipo de munición.
«Al menos 23 personas resultaron heridas por perdigones en la noche del 18 de abril. No hay registros médicos, ya que los heridos por perdigones son tratados en viviendas privadas, ya que presentarse en un hospital con estas heridas podría llevar a su arresto», dijo la organización, según recogió el 18 de abril el diario británico ‘The Guardian’.
Volviendo a las reacciones y conclusiones, el asesor de la Policía de Bahréin, el británico John Yates –ex subcomisario de Scotland Yard que presentó su dimisión tras verse salpicado por el escándalo de las escuchas del tabloide de Rupert Murdoch ‘News of the World’– se mostró sorprendido por «la animosidad y la bilis» mostrada contra Manama, así como por «la parcialidad de los medios de comunicación». Yates se encuentra en el país para asesorar al Gobierno en la implementación de las reformas propuestas por la Comisión Independiente de Investigación de Bahréin (BICI).
Desde la llegada de Yates al país los informes no han mejorado en cuanto a sus perspectivas o su valoración del excesivo uso de la violencia por parte de las autoridades, pero, sin embargo, él se ha caracterizado por declaraciones de defensa cerrada a la actuación policial, llegando incluso a afirmar que «si existiera esa violencia habría vídeos en YouTube». No hace falta recordar que los hay a decenas, como se puede ver en estos dos, subidos a YouTube esta misma semana: Video 1; Video 2.
En respuesta a los comentarios vertidos por Yates en el diario ‘The Telegraph’, el partido opositor Wefaq ha dicho que «nadie puede creerse que haya empezado la ‘reforma de la Policía ‘ tras ver la brutalidad de las fuerzas (de seguridad) contra el mártir Salah Abbas Habib (el hombre que falleció en la manifestación del 20 de abril)».
En este sentido, criticó la «cultura de la impunidad» derivada del hecho de que no se haya castigado a ninguno de los responsables de la muerte de civiles durante las manifestaciones, hecho que también han denunciado AI y HRW.
Sin embargo, el Ejecutivo de Bahréin pasó a la ofensiva y criticó a HRW al asegurar que el informe publicado por la organización «contradice su profesionalidad». «Es desafortunado que la organización publicara este comunicado lleno de acusaciones contra el reino cuando su delegación estaba de camino a Bahréin», apuntó, según el diario bahreiní ‘Gulf Daily News’.
«Se esperaba que HRW actuara con neutralidad a la hora de informar sobre la situación de los Derechos Humanos. En cualquier caso, la organización no se ciñó a esta norma. El comunicado estaba preconcebido y es premeditado y deliberado. Tiene como finalidad mostrar que la situación en Bahréin es contraria a la realidad», apuntó.
El otro punto de vista, el de los organizadores de la carrera, quedó claro con la toma de la decisión de seguir adelante con el Gran Premio, pero el cómputo final llegó de la mano del presidente de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), el francés Jean Todt, quien dijo que la decisión de no cancelar el evento fue la «correcta».
«No estoy seguro de que todo lo que se ha publicado corresponde a la realidad de lo que está sucediendo en este país. Yo respeto a los medios de comunicación, respeto lo que escriben, pero no es lo que he visto y lo que me dijo un montón de gente a la que he estado hablando», apostilló.
Todt pasó por alto en sus declaraciones que varios opositores lanzaron cócteles molotov contra el circuito, impactando uno de ellos en un vehículo, y que las fuerzas de seguridad cerraron las inmediaciones a cal y canto para evitar protestas contra la carrera. Probablemente, el Bahréin que encontró no es el real, como pasa en cualquier país cuando celebra un evento de estas características (los lavados de imagen son evidentes), aunque también parece haber cierto interés en que ese sea el discurso único una vez finalizada la carrera.
Parece evidente que la FIA consigue una serie de beneficios al mantener el espectáculo funcionando: anunciantes, televisiones, venta de entradas, etc., algo que una población a favor de los cambios democráticos en el país no le aporta. La situación es clara y la decisión a tomar también. Son negocios, parece ser el argumento.
Los actores internacionales han seguido el guión que estaba predeterminado: conseguir celebrar la carrera, abandonar el país con las ganancias generadas y, a cambio, apoyar firmemente a la monarquía y a las instituciones. No es la primera vez ni el primer lugar en que ocurre ni, por desgracia, será la última.
Fuente original: http://www.aish.es/index.php/component/content/article/194-clavesbarehin/2881-bahrein-29042012-el-gran-premio-de-f1-y-el-posicionamiento-institucional