Nada nuevo, en el sentido positivo de la novedad, en el discurso de Bashar Al-Asad ante el Parlamento. Era una obligación no faltar a la cotidianidad de abrir el curso legislativo con un discurso presidencial, y faltar a una cita habitual abriría muchas dudas y sembraría temores entre los simpatizantes. Al-Asad no brilla por su […]
Al-Asad, en el discurso de ayer, ha querido dar una imagen de firmeza fuerza, y desafío, y eso le ha llevado a llegar con la mezcla cínica de negacionismo brutal y la descalificación a límites muy perjudiciales para los defensores de su «moderación». Ha dado un discurso del gusto del ala más dura de sus partidarios, insultando ya no solo a los opositores sino también a los que denominó «grises». Es decir, que no le vale solo que la gente no sea «traidora al servicio de la conspiración» sino que ha de ejercer un papel activo en la defensa del orden, no solo observar en silencio.
Sobre la situación política, dijo que hay que diferenciar entre el proceso político y el «terrorismo». El proceso político es el que él lideró con el referéndum constitucional y las elecciones legislativas, y todo lo demás es terrorismo, conspiración, y, en un pequeño grado, «inconsciencia» de algunos que se dejan llevar por eslóganes de Libertad y Democracia. Ha descargado las responsabilidad de todo lo ocurrido en 15 meses sobre «Países extranjeros y sus agentes traidores dentro y fuera del país», y para justificar la sangre que derramó su ejército ha dicho que es «como un cirujano que para operar tiene que mancharse las manos de sangre». Ha defendido a su ejército como una «institución que lucha en una batalla a la que fue obligada a ir» y ha negado cualquier responsabilidad institucional de los atropellos cometidos por sus agentes diciendo que son «actos individuales, cuya responsabilidad recae sobre el individuo, no sobre las instituciones».
Sus ofertas de «diálogo», como ha hecho hasta ahora, se limitan a los cauces institucionales de un sistema hecho a su medida, y por supuesto, el fracaso del Plan Annan es culpa de los «conspiradores», y no se molestó en explicar por qué no ha cumplido ni tan siquiera con las condiciones más elementales del plan.
Por supuesto, dijo que respeta a quien tenga observaciones sobre la actuación del régimen, pero estas observaciones no han de «formar parte de la maquinaria de la conspiración contra Siria», y que los verdaderos patriotas, aunque no les guste el régimen, tendrían que salir en las manifestaciones de apoyo al régimen aunque no les guste este régimen, ya que el régimen ahora está luchando en una batalla contra el enemigo «universal» y hay que estar en una sola fila ante el enemigo.
Un detalle llamativo de su discurso fue cuando, haciendo un repaso de la «conspiración» contra Siria, dijo que las actividad armada de la oposición comenzó tras el mes de Ramadán del año pasado, es decir, tras el primer asalto de su ejército a la ciudad de Hama. Esto es una contradicción enorme en el discurso del régimen y de sus «amigos», que sostenían que la actividad «terrorista» comenzó desde el primer día y que la revolución nunca intentó ser pacífica. Esta declaración abre el lugar a una pregunta lógica: ¿Qué hacía el ejército en las calles entonces antes del Ramdán? Claro que esta pregunta va dirigida, por desgracia, a un lado muy poco lógico.
De todos los sinsentidos que Al-Asad soltó, el más insultante fue cuando acusó a los manifestantes en su contra de salir a manifestarse a cambio de dinero, y en un ejercicio de cinismo universal (casi tan universal como el Mantra de la «conspiración») ha dicho que hay «parados que matan por 2000 liras (Menos de 40 Dólares). No hay por dónde coger este delirio de odio, ya sea por la asociación entre persona parada (y algo tendrá que ver el gobierno con que esté en el paro) y delincuencia, o la mentira de que haya quien arriesgue su vida por un precio tan bajo, y más en el volumen que él dice existir. Pero digamos que le damos la razón en lo que dice; que 30 años de gobierno absolutista de su padre, más otros 12 años suyos, han dado lugar a la decadencia moral y miseria económica como para que haya gente que mate por tan poco dinero. ¿No es este ya motivo suficiente para una revolución?