Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Sami Ramadani es profesor titular de sociología en la Universidad Metropolitana de Londres y ha sido un participante activo en la campaña contra el régimen de Saddam y en luchas anti-imperialistas durante muchos años. En una profunda entrevista con Samuel Grove habló sobre la dinámica del conflicto en Siria, argumentando que la resistencia democrática al régimen brutal de Assad ha sido eclipsada por las fuerzas reaccionarias, respaldada por Occidente y los países del Golfo, con consecuencias potencialmente trascendentales para el Medio Oriente.
-El levantamiento en Siria es un tema sumamente difícil de entender y manejar para los extranjeros occidentales. Una de las razones de ello son los diferentes intereses compitiendo por posición y poder, tanto dentro como fuera del país. Empecemos con el régimen mismo. ¿Puede darnos una breve historia de dónde vino la familia Al-Assad y el rumbo que ha dado al país desde que llegó al poder en 1970?
-A raíz de los magníficos levantamientos de los pueblos de Túnez y Egipto, que derribaron a dos dictadores arraigados, se desarrolló una tendencia a no examinar de cerca la naturaleza de las distintas fuerzas que compiten por el poder político, tanto dentro de los movimientos de oposición como en los regímenes árabes. Los sucesos de Libia y la intervención de la OTAN en ese país alertaron a la mayoría de la gente sobre los peligros del secuestro de la lucha de los pueblos por su liberación por las fuerzas reaccionarias. Una breve mirada a la naturaleza del régimen sirio y su rol cambiante en la región es crucial para tratar de entender el conflicto actual y el éxito de las fuerzas reaccionarias en el secuestro de la lucha del pueblo por un cambio radical.
Siria ha estado dirigida por un régimen despiadado y corrupto. Los activistas sirios de izquierda han sido víctimas de una severa represión desde el golpe de Hafiz Assad en 1970. Después de ese golpe de Estado, Henry Kissinger, describió Siria como «un factor de estabilidad», a pesar del respaldo militar soviético que tenía el régimen. El régimen de Hafez Assad, financiado por los dictadores medievales sauditas, jugó un papel destacado en la década de 1970 y principios de los 80 en el debilitamiento de la resistencia palestina. Durante la guerra civil del Líbano de los años 1975-76, las tropas sirias estuvieron del lado de la Falange pro israelí y de otras fuerzas de extrema derecha. El régimen, a cambio de promesas de EE.UU. respecto a las Alturas del Golán sirias ocupadas por Israel y los petrodólares saudíes, también respaldó en 1991 la guerra encabezada por Estados Unidos en Kuwait.
La presencia de las fuerzas sirias en el Líbano tenía el pleno apoyo de los gobernantes de Estados Unidos y Arabia Saudita, así como el apoyo tácito de Israel. Fue sólo después del gradual cambio en la política exterior de Siria y un cambio en la nominación de sus enemigos que pasaron a ser aliados de los movimientos de resistencia palestinos y libaneses, cuando los gobernantes de Estados Unidos y Arabia Saudita cambiaron su postura. Llevaron a cabo una agresiva campaña para forzar una retirada de Siria (1985) del Líbano, en particular después de la ocupación de Irak en 2003. Las fuerzas estadounidenses incluso mataron a soldados sirios en las fronteras entre Irak y Siria.
En relación con la cobertura de los medios de comunicación hoy en día, es importante tener en cuenta que, antes del viraje de Siria, los medios de comunicación guardaron silencio acerca de la naturaleza represiva del régimen. Esto es similar a su silencio sobre la represión de los diferentes y despiadados aliados dictatoriales. Hoy en día los medios de comunicación hablan de los gobernantes saudíes suníes que se oponen a alauíes y chiíes en Siria, pero en aquel entonces, esos medios no se molestaron en poner de relieve el hecho de que los gobernantes suníes wahabíes saudíes financiaron el régimen sirio ni tampoco que impulsaron su veneno sectario. Una cobertura sectaria similar se desarrolló con respecto a las relaciones entre Irán y Arabia Saudí después de la revolución iraní de 1979 y el derrocamiento del Shah, uno de los aliados favoritos de EE.UU.
La oposición al régimen sirio no se limitó a la izquierda, sino que incluía la Hermandad Musulmana, que lideró una revuelta popular en 1982, en su bastión de Hama. El régimen aplastó el levantamiento mediante el bombardeo de la ciudad y matando a miles de personas. Sin embargo, el nacionalismo árabe ha sido durante un siglo o más la principal corriente ideológica de Siria, desarrollado en la lucha contra el gobierno otomano y, más profundamente, contra el dominio colonial francés. Siria obtuvo su independencia de Francia en 1946.
Actualmente, la Hermandad está respaldada por los dictadores de Qatar y Arabia, pero los medios de comunicación rara vez mencionan la ironía de estos dictadores defensores de la democracia en Siria, mientras que aplastan cualquier oposición a su gobierno y envían sus tropas para ayudar a aplastar el levantamiento popular en Bahrein.
En 1967, Siria fue invadida y una parte estratégica de su territorio, las Alturas del Golán, ocupada por Israel. Desde entonces, los sucesivos regímenes legitimaron su gobierno, en parte alegando que trabajaban, o hacían que pareciera activamente, para liberar esa porción de Siria de la ocupación. Las promesas de EE.UU. de recompensar a Siria obligando a Israel a retirarse de los territorios ocupados nunca se hicieron realidad pese a las políticas complacientes de Siria.
Paralelamente al fracaso de los EE.UU. para cumplir sus promesas, una serie de factores cambiaron el rol de Siria. Entre ellos, el surgimiento de Irán como un formidable eje de poder contra los EE.UU., los levantamientos palestinos, el imparable ascenso de la resistencia libanesa, liderada por Hezbolá, que condujo a la liberación del sur del Líbano de la ocupación y la derrota de Israel, a pesar del respaldo de las fuerzas de Arabia Saudita y los EE.UU., la llegada de fuerzas hostiles de EE.UU. para apostarse a lo largo de las fronteras de Siria con Irak, y el aumento de la resistencia iraquí y la derrota allí mismo de las fuerzas de EE.UU.
Las fuerzas armadas sirias y los aparatos de seguridad, con sus múltiples capas piramidales de informadores, son la columna vertebral del control del régimen sobre la sociedad siria. Mucho se ha hablado de la naturaleza sectaria del régimen sirio y su dependencia de las comunidades alauitas. Creo que esto es muy exagerado y hace caso omiso de los más amplios círculos de apoyo que el régimen ha adquirido, tanto si este apoyo está activo, es pasivo o de qué tipo de apoyo se trata.
La poderosa clase mercantil de Siria, en su mayoría sunita, particularmente en Damasco y Alepo, tiene estrechos vínculos con el régimen. En efecto, las sanciones económicas lideradas por Estados Unidos se dirigen parcialmente a esta clase comerciante para obligarla a cambiar su postura. Parte de las clases media y media superior también, tácitamente, apoyan al régimen. Las minorías religiosas de Siria, incluidos los cristianos, que forman el 10% de la población, tienen miedo de la agenda social y cultural de la Hermandad Musulmana en Siria. También prefieren el régimen secular a un Estado dominado por una Hermandad Musulmana Catarí o de Arabia Saudita. Es importante destacar que la minoría kurda también está temerosa de la influencia de Turquía en la Hermandad Musulmana y el hecho de que el Ejército de Liberación sirio esté estacionado en Turquía, país que tiene el historial terrible de matar a más de 20.000 kurdos en su territorio. Millones de mujeres también temen el programa social de la Hermandad.
En el contexto del conflicto actual, los pobres, los desempleados y los estudiantes que fueron los que apoyaron en sus inicios el movimiento de protesta espontánea, son ahora mucho más reticentes, en parte debido a la represión del régimen, pero sobre todo debido a su oposición a la injerencia de la OTAN, de Qatar y de Arabia Saudita, y a la militarización de los sectores de la oposición, en particular el Consejo Nacional de Siria (SNC) y el Ejército sirio libre que están dominados por la Hermandad.
-Usted describe el movimiento de protesta recientemente como «en gran medida espontáneo». Esto, obviamente, no significa que las quejas se fueron acumulando durante un largo período de tiempo, sin embargo; además sugiere una falta de organizaciones sólidas de resistencia a largo del tiempo como fue el caso en países como Egipto y Túnez, por ejemplo .
-Las oposiciones de izquierda y progresista al régimen sirio han estado ocurriendo por décadas, particularmente después del golpe de Hafiz Assad, en 1970, que derrocó a la facción de ‘izquierda’ dirigida por Salah Jedid. Esa facción apoyó a los movimientos de resistencia palestinos con base en Jordania contra el ataque militar lanzado por las fuerzas armadas del rey Hussein en septiembre de 1970. Hafiz Assad, que fue ministro de Defensa antes del golpe, se apresuró a apaciguar a los gobernantes de Estados Unidos y Arabia al aliarse con el rey Hussein y comenzó a tomar duras medidas sobre las fuerzas izquierdistas del país.
La izquierda en Siria fue durante gran parte del siglo XX mayormente organizada por el Partido Comunista sirio. Fundado en 1924, el partido fue sometido a diversos grados de represión estatal. Desde la década de 1970 las facciones más militantes dentro del partido y de otras organizaciones de izquierda han sufrido encarcelamiento, tortura y exilio. Sin embargo, el liderazgo de la dirección del partido se mostró dócil frente a las formas más militantes de la lucha dentro de Siria, Palestina y Líbano, y el apoyo servil a las políticas de la Unión Soviética con respecto al Medio oriente, poco a poco lo convirtieron en un partido de sectores de la intelectualidad en lugar de un verdadero partido de la clase obrera. Tal vez este último habría hecho un llamamiento a la sociedad en general con un programa socialista, que también reflejara el estado neocolonial sirio y pasar a ser parte de una lucha más amplia en la zona contra el imperialismo y el sionismo. Tal como sucedió, el vacío político fue llenado por los movimientos islámicos y nacionalistas, incluido el partido Baath, que abogan por los sirios, los palestinos y las más amplias causas nacionalistas árabes. Un proceso similar ocurrió en Argelia, donde los marxistas defendían la línea del Partido Comunista francés que declara que Argelia sería libre, ¡una vez que Francia fuera socialista!
En el contexto del actual conflicto, todas las fuerzas de izquierda en Siria apoyaron las marchas iniciales de protesta que siguieron a los levantamientos en Túnez y Egipto. Las marchas, que comenzaron en Deraa en la frontera con Jordania, también fueron apoyadas por la Hermandad Musulmana. Las demandas de las marchas de protesta se centraban en cuestiones relativas a la corrupción, el desempleo y los derechos democráticos. A pesar de las marchas a gran escala que se llevaron a cabo en muchas ciudades es significativo que pocas marchas de este tipo tuvieron lugar en las dos más grandes de Siria, Damasco y Alepo, donde vive más de la mitad de la población siria.
También fue notable que cuanta mayor intervención de la OTAN y la militarización de los movimientos de protesta en Libia, las manifestaciones más pequeñas fueran las de Siria. Los manifestantes oscilaban entre cientos y decenas de miles, a veces miles y a veces menos. Obviamente, la brutalidad del régimen era un factor, pero no creo que el miedo jugara el papel más importante. Creo que la razón principal es que la mayor parte de la oposición democrática en Siria también es incondicionalmente antiimperialista y, naturalmente, temerosa de los planes de la OTAN e Israel para Siria. Los sucesos de Libia, y sobre todo los baños de sangre y destrucción en la vecina Irak por las fuerzas lideradas por Estados Unidos y las bandas terroristas, desempeñaron el papel principal en el posicionamiento de la mayor parte de la oposición democrática laica de Siria, temerosa de las consecuencias de la escalada del conflicto. No podían dejar de notar que mientras Irak se incendiaba, la propia Siria se convirtió en el hogar de un millón de refugiados iraquíes.
Por otro lado, el liderazgo de la Hermandad Musulmana y los de la oposición con sede en Estambul, París y Londres utilizaron con eficacia la publicidad de la que disfrutaban en todos los países árabes que controlan los medios de comunicación, en particular el de Qatar, dueño de Al-Jazeera. Los acontecimientos han demostrado también que se utilizaron años de planificación en la financiación y armamento de sectores de la oposición siria.
Después de haber perdido la sucesión de Ben Alí y de Mubarak, la atención de los EE.UU., Arabia Saudita, Qatar y Turquía se puso sobre Siria. El levantamiento masivo en Bahrein, sede de la quinta flota de los EE.UU., también agudizó su sentido del peligro y el temor por los levantamientos de la gente. Los emiratos del Golfo, de Arabia Saudita y otros enviaron sus fuerzas para ayudar al rey Hamad a aplastar el levantamiento, que aún está activo.
Turquía, Líbano, Jordania y algunas áreas en Irak se convirtieron en los centros de la contrarrevolución en Siria. Se introdujeron armas de contrabando en Siria y la milicia iraquí, que crearon los Estados Unidos, al-Sahwa, apoyó a los rebeldes armados y también se introdujeron de contrabando combatientes libios en las zonas de batalla. Terroristas que operaban en Irak también se unieron a la «yihad» contra el régimen sirio.
Por otro lado, años de la represión menguaron la oposición siria democrática y la tornaron demasiado débil para dirigir la lucha en el país. Como fuerzas organizadas, no son rival para los vastos recursos de la contrarrevolución. Su única esperanza era mantener las protestas en paz y en sustentabilidad. Al igual que en Libia, la contrarrevolución tenía otros planes.
La izquierda tiene que reconocer aquí también que el régimen tiene el apoyo de la mayoría de las clases medias acomodadas, en particular en Damasco y Alepo. Las numerosas minorías étnicas y religiosas y amplios sectores de la población femenina también temen a la naturaleza socialmente reaccionaria de la Hermandad Musulmana y el tipo de régimen que se podría imponer a Siria. Ayman al-Zawahir, líder de Al-Qaida llamó a una «yihad» armada para derrocar el régimen de Assad. Este llamado también asustó aún más a la población por la posibilidad de un conflicto sectario.
-Esto nos pone en una situación difícil. Como activistas de izquierda apoyamos los derechos de las personas a la libertad, la igualdad y la autodeterminación. Como activistas con sede en los centros imperiales nos oponemos a las acciones de nuestros gobiernos porque niegan a las personas estos derechos. Así pues, nuestro apoyo a la libertad y a la igualdad y nuestra oposición al imperialismo tienden a ir de la mano. Sin embargo, la imagen de Siria que usted nos describe nos demuestra que no podemos hacer ambas. ¿Es posible apoyar la lucha democrática de Siria y oponerse a la intervención extranjera? ¿O es un lujo que no podemos permitirnos?
-Usted plantea una pregunta muy importante. Quiero dejar bien claro: es de vital importancia para la izquierda oponerse siempre al imperialismo y a los regímenes que reprimen a las masas. Se trata de una cuestión de principio que nunca debe abandonarse. Los movimientos que abandonaron uno u otro de estos objetivos inseparables han cometido errores graves y a veces fatales.
El Partido Comunista Iraquí (PCI) es un buen ejemplo en este marco. En tres décadas pasó de ser un partido formidable de la clase obrera, que gozaba del apoyo de la inmensa mayoría del pueblo iraquí en los años 1958-59, a ser un grupo patético que probablemente haya recibido fondos de Arabia Saudí en 1991 a cambio de ponerse a favor de la guerra del Golfo liderada por Estados Unidos en 1991 la guerra, y el precio de la protección del PDK de Barzani desde 1978-79 en adelante. En la práctica, traicionó capítulos valientes de lucha contra el imperialismo y la reacción interna a cambio de la vergüenza de servir a la autoridad de ocupación encabezada por Estados Unidos en 2003. Abandonó la lucha por el socialismo democrático en 1959 en nombre de la oposición al imperialismo y abandonó la lucha contra el imperialismo a partir de 1990 en nombre de la lucha por la democracia.
Cuando uno de los dos objetivos se convierte en el principal foco de la lucha, siempre están fluyendo los dos. Sin embargo dentro del contexto de una época acelerada de agresión y guerras imperialistas, dejar al descubierto el imperialismo y la explotación de los pueblos del mundo, está siempre en el corazón de la actuación de la izquierda. El imperialismo es una manifestación del monopolio capitalista que explota a las masas en el país y en el extranjero. La izquierda de los «centros imperiales» tiene el deber internacionalista añadido de sostener con firmeza la defensa de esta tarea: estar siempre del lado de la lucha de los pueblos oprimidos contra el imperialismo y por la autodeterminación. Sin embargo, estar del lado de las masas oprimidas también significa respaldarlas cuando se levantan contra los opresores internos. Estos levantamientos y la lucha por la democracia forman parte de la lucha contra el imperialismo.
Para mí, la complejidad del problema se resuelve en la determinación de si la lucha del pueblo por los derechos civiles y la emancipación social está claramente dirigida tanto contra la reacción interna, la represión y el imperialismo. En Irak y Libia ayer, en Siria hoy, el imperialismo ha tenido éxito en la explotación de la lucha por la democracia y eclipsando a las fuerzas de la oposición progresista. La izquierda tiene que enfrentarse a los hechos y no barrer los hechos incómodos debajo de la alfombra. Siria tiene hoy los grupos armados respaldados por la OTAN, encabezados y financiados por los reaccionarios Arabia Saudita y Qatar. Siria es un objetivo importante para el imperialismo de los Estados Unidos para instalar un régimen clientelista o, en caso de no poder cumplir ese objetivo, sumir al país en un baño de sangre sectario. El deber de la izquierda en Gran Bretaña es de defender con firmeza y enarbolar las banderas bien altas: «Manos fuera de Siria», «No a una Siria como Irak», «No a un Irán como Irak», «El pueblo sirio determinará su futuro»…
-Al-Jazeera es una cadena de noticias que ha desarrollado una reputación en la izquierda por la cobertura en el Medio Oriente (algunos dirían que por todas las noticias en general), con más sofisticación y seriedad que otros medios de comunicación en este país. Y sin embargo, usted dice que en relación con Siria y Libia, su papel ha sido muy insidioso. ¿Puede explicarnos por qué? ¿Puede usted agregar su impresión de la cobertura de los medios de comunicación británicos sobre Siria?
-Con muy pocas y notables excepciones, realmente no se necesita mucho para ofrecer una cobertura más seria y confiable del Medio Oriente que la que han ofrecido aquí los principales medios de comunicación. Con notables excepciones, los medios de comunicación se hacen eco aquí de la línea adoptada por el Ministerio de Relaciones Exteriores para cualquier evento o país en particular. Un complejo conjunto de factores ideológicos, políticos, sociales, económicos y comerciales está en juego en la forma en que los medios de comunicación informan sobre el Oriente Medio y los asuntos del mundo en general. Los «intereses nacionales británicos» son percibidos por los propietarios de medios y editores que se expresan por el Ministerio de Relaciones Exteriores, el cual aparece como el depositario neutral y una regla de cálculo de los «intereses nacionales». No se hace distinción entre los intereses genuinos de los británicos y los de los fabricantes de armas y las compañías petroleras.
La cobertura de las políticas israelíes, los derechos del pueblo palestino, el Irán de Mussadaq (1953), el Egipto de Nasser (1952-1970), el Irak de Qassem (1958-1963), las sanciones políticas asesinas sobre Irak, la guerra de Irak, los bombardeos de la OTAN sobre Libia y la actual intervención encubierta de la OTAN en Siria son ejemplos de cómo los medios de comunicación transmiten la línea defendida por el gobierno de turno. Del mismo modo, la naturaleza cruel y represiva en lo social del régimen saudita se pasa por alto, porque los gobernantes medievales saudíes se ven como importantes aliados.
Como suele suceder, ¡Al-Jazeera tiene su propio vínculo histórico con los medios de comunicación aquí! El organismo de radiodifusión por satélite se lanzó en 1996 tras el colapso repentino de la estación de la BBC en árabe, que era una empresa conjunta con una de las principales del príncipe saudí. El colapso seguido por la insistencia de Arabia en el monitoreo de todo el material de difusión, obligó a la BBC a retirarse. Los gobernantes de Qatar aprovecharon el momento y pusieron en marcha Al-Jazeera, con la calificación del personal del servicio árabe de la BBC a bordo, y con la familia gobernante de Qatar como propietaria y custodia política.
La mano muerta de la variedad de dictaduras en el mundo árabe hizo que todas las cadenas de televisión árabes se perciban, en diversos grados, como proveedoras de las mentiras del Estado, de las verdades a medias y, en el mejor de los casos, de controlar la seguridad de la información. La llegada de las estaciones vía satélite y de Internet, abrió las puertas para que Al-Jazeera se proyectara como el antídoto a la censura estatal.
Los gobernantes de Qatar, más cosmopolitas y menos vulnerables, que estaban en desacuerdo con los gobernantes saudíes, vieron en Al-Jazeera, un vehículo para la difusión de su influencia política. Se dio a Al-Jazeera carta blanca para informar sobre el mundo árabe y musulmán, mientras que se mantiene un estricto control sobre la cadena de televisión estatal qatarí. Pero, por supuesto, no puede informar negativamente sobre los dictadores de Qatar, así como tampoco investigar que el actual gobernante de Qatar derrocó a su padre con la bendición de EE.UU. Qatar se convirtió en la sede de las operaciones militares estadounidenses en todo el Medio Oriente, incluyendo Irak y Afganistán.
Uno de los aspectos de Al-Jazeera que no atrae mucho es su tendencia a informar negativamente sobre la familia real saudí y los diversos intereses financieros e inmobiliarios de los príncipes sauditas, que están obstaculizando las inversiones de Qatar y su influencia en el Medio Oriente. La fricción entre las familias reales qatarí y saudí se hizo mucho más intensa después de que los gobernantes de Qatar comenzaron a mostrar interés en la ampliación de su influencia en el Medio Oriente. Ocasionalmente, sin embargo, intrépidos reporteros de Al Jazeera sobre el terreno alteran a los planificadores militares estadounidenses en Afganistán e Irak.
En respuesta a Al-Jazeera, los gobernantes saudíes financian al-Arabiya y otras estaciones satelitales.
Los levantamientos en el mundo árabe, especialmente en el vecino Bahrein, sin embargo, amenazaron a todas las familias gobernantes de la región del Golfo. Esto llevó a los gobernantes de Qatar y Arabia Saudita a hacer causa común en la represión de los levantamientos en Bahrein y Yemen, mientras que respaldan a la OTAN para intervenir en Libia y financian a los sectores de la oposición siria, actuando para militarizar el conflicto en ese país. Ellos son conscientes de que la militarización del conflicto no sólo facilitará la intervención posiblemente abierta de la OTAN, sino que también frustrará los esfuerzos de las fuerzas progresistas antiimperialistas para liderar la lucha del pueblo por la democracia, el cambio radical social y económico.
Al-Jazeera en inglés se dirige a un público diferente, pero aún tiene que competir con otras estaciones, particularmente estaciones de satélite de Irán y Rusia. Pero tanto Al-Jazeera en árabe e Inglés, junto con casi todos los canales de televisión árabes, atacar a Irán con un aluvión de informes negativos, con un trasfondo racista y sectario contra los «persas» y «la influencia chií» en la región. Este aspecto de la presentación de informes de Al-Jazeera se está volviendo cada vez más importante en el contexto de posibles ataques de Israel o los EE.UU. a Irán.
Permítame citar aquí un artículo que escribí el año pasado en el que me he referido al papel de Al-Jazeera en los levantamientos árabes:
«Aunque Al-Jazeera se ha convertido en la herramienta política más influyente de la contrarrevolución en el mundo árabe, su papel en Libia y el impacto de la naturaleza sectaria de la cobertura del levantamiento de Bahrein hubiera sido mucho menos letal si no hubiera sido por el prestigio y la autoridad masiva que había ganado cuando los levantamientos de Túnez y Egipto. […] Esto le [ha dado] una posición única para influir en los acontecimientos y las percepciones, en particular en relación con Libia, Bahrein, Siria, Yemen e Irak […] Aunque Al-Jazeera ha tenido siempre un matiz sectario a nivel editorial, un marcado cambio en la dirección se produjo cuando la familia gobernante de Qatar […] inhumó sus conflictos de larga data con la familia reinante de Arabia Saudita a raíz de la ola revolucionaria que alcanzó a Bahrein […] El silencio del canal hacia la represión violenta de los manifestantes en Bahrein, sede de la quinta flota de los EE.UU., fue respaldada por entrevistas en vivo con el jeque Qaradhawi, un clérigo egipcio muy influyente y un invitado de la familia gobernante de Qatar».
Haciendo un daño grave a las fuerzas democráticas en Siria, Al-Jazeera ha estado pregonando las llamadas de los gobernantes de Qatar y Arabia Saudita para la militarización del conflicto. Se ha dado voz gratuitamente a las fuerzas de intervención a favor de la OTAN en el Consejo Nacional de Siria y al ejército sirio de liberación, que no representan a la mayoría del pueblo sirio y están dominados por la Hermandad Musulmana. Tal vez más dañina es la forma en que se suprimen las voces antiintervencionistas y democráticas de la oposición en Siria.
-¿Cómo ve el fin de este conflicto? ¿Ve una victoria de las fuerzas reaccionarias en tanto que nos acercamos a una guerra con Irán? ¿Existe todavía un gran potencial de cambio revolucionario en Siria?
-Sí, creo que la victoria de las clases dirigentes de Arabia Saudita y Qatar, apoyadas por los EE.UU., será un gran revés para el pueblo de Siria, Palestina, Líbano, Irak y toda la región. Sumirá Siria y a toda la región en un baño de sangre sectario, y fortalecerá los planes para atacar Irán.
En un movimiento alarmante que apunta a futuros desarrollos, se llevarán a cabo en Jordania importantes ejercicios militares dirigidos por los Estados Unidos. 12.000 efectivos de fuerzas multinacionales de 20 países miembros de la OTAN y los estados árabes están participando en la Operación León Ansioso 2012, la primera de su tipo en la región. Fuentes militares estadounidenses no ocultan el hecho de que la simulación de los desembarcos anfibios y otras maniobras de guerra están destinadas a ser «una advertencia » para Siria e Irán.
Siria es de vital importancia no sólo debido a su papel histórico y su ubicación estratégica, sino también porque es el único aliado de Irán en la región. Instalando un régimen en Damasco aliado a los EE.UU., o lesionando a Siria por medio de sanciones severas, ataques terroristas y una guerra civil sectaria, se ejercerá una mayor presión sobre Irán: o cede a las demandas de Estados Unidos o será atacado.
Creo que el programa de energía nuclear de Irán no es la principal preocupación de los EE.UU., especialmente teniendo en cuenta que la propia CIA ha admitido que no había pruebas de que Irán estaba trabajando en la producción de armas nucleares. Irán es una potencia regional formidable y uno de los mayores productores de petróleo del mundo, que pasa a ser implacable frente a las políticas estadounidenses e israelíes. Sus políticas son contrarias a los planes de Estados Unidos y han creado problemas para los EE.UU. en Afganistán e Irak y las políticas israelíes en Palestina y el Líbano.
A raíz de los levantamientos, los gobernantes de Arabia Saudita y Qatar están siendo alentados por Washington para fortalecer su influencia en el Medio Oriente mediante la restauración de su influencia perdida en Siria y el Líbano. En este último caso, derrotando a Hezbolá (y sus aliados cristianos y de izquierda y los nacionalistas) es el principal objetivo. Están tratando de arrastrar a Hezbolá hacia otra guerra civil libanesa. Al-Jazeera y los medios de comunicación de los estados árabes han estado llevando a cabo una campaña racista y sectaria prolongada e intensa contra Irán, describiéndolo como el principal enemigo y acusando a Siria y a Hezbolá de ser títeres de Irán.
Esto no es para argumentar que la embestida contrarrevolucionaria será un éxito. El pueblo de Siria se opone de manera abrumadora al cambio político y social en su país, que es financiado y apoyado por las dictaduras de Riad y Doha. Las mujeres, la mayoría de las cuales disfrutan de amplios derechos sociales en comparación con las mujeres sauditas, las minorías étnicas y religiosas y la izquierda democrática en Siria son una fuerza formidable en contra de las financiadas por Arabia Saudita y Qatar, y se oponen a las solicitudes de intervención de la OTAN. La militarización del conflicto y el recurso a los ataques terroristas son signos de fracaso de las fuerzas reaccionarias para ganar apoyo popular para su línea de pensamiento. Sin embargo, la lucha de las fuerzas democráticas antiimperialistas de izquierda y de otro tipo en Siria, como en Irak, sigue siendo difícil y muy compleja, debido a la brutalidad y la corrupción del acosado régimen por un lado, y la intervención de la OTAN y los gobernantes de Qatar y Arabia Saudita por el otro.
Años de represión de las dictaduras, respaldadas por tantas décadas por las potencias coloniales e imperialistas, han debilitado orgánicamente las fuerzas democráticas de izquierda y de otra índole. Es obvio que con el respaldo de Qatar y de Arabia Saudita, los dirigentes de las fuerzas de la Hermandad y los salafistas son, en el corto plazo, quienes cosecharán los frutos de los levantamientos. Estas fuerzas siempre han jugado un doble papel entre los sectores más pobres de la población, dando voz a sus demandas mientras que actúa como una tapadera sobre las demandas más políticas y socialmente radicales de las personas. En los momentos críticos, como en Egipto, Irak y Siria hoy, han desempeñado un papel contrarrevolucionario y fueron captadas por las potencias imperialistas.
Sin embargo, los levantamientos en la región han desatado grandes energías populares que son un buen augurio para el futuro.
En el corto plazo soy bastante pesimista sobre la transformación radical de la democracia en Siria. Creo que ya no es posible, en la fase actual de la lucha, debido a la debilidad de las organizaciones de izquierda y el apoyo de las fuerzas reaccionarias del país. Pero a más largo plazo, los levantamientos en todo el mundo árabe están poniendo nuevas bases para la izquierda para organizarse y prepararse para las prolongadas batallas por venir. Las masas han mostrado su poderío de una forma sin precedentes. Creo que sus triunfos y los reveses son grandes escuelas para las nuevas generaciones que deberán desarrollar medios y organizaciones más eficaces para llevar adelante la lucha.
Samuel Grove es investigador y periodista independiente.
Fuente: http://www.newleftproject.org/index.php/site/article_comments/between_imperialism_and_repression