El historiador Fernando Sigler visita a diario la finca del Marrufo. Es término de Jerez, pero está cerca de Ubrique, su pueblo, donde los arqueólogos ya están trabajando para localizar y exhumar cadáveres de personas fusiladas por las tropas franquistas en 1936. No es algo nuevo para él. Colaborador de los movimientos por la recuperación […]
El historiador Fernando Sigler visita a diario la finca del Marrufo. Es término de Jerez, pero está cerca de Ubrique, su pueblo, donde los arqueólogos ya están trabajando para localizar y exhumar cadáveres de personas fusiladas por las tropas franquistas en 1936. No es algo nuevo para él. Colaborador de los movimientos por la recuperación de la memoria histórica, ha participado en investigaciones previas a las exhumaciones de fosas comunes de represaliados en varios pueblos de la sierra gaditana.
Miembro de la Asociación Papeles para la Historia, también ha escrito biografías de personajes singulares de aquella época, como la que lleva por título Cautivo de la Gestapo. Legado y tragedia del dirigente republicano y masón gaditano Manuel Muñoz Martínez. Especialista en la historia social y agraria de la provincia de Cádiz, Sígler ha investigado y escrito mucho sobre la segunda República, la guerra civil y la represión franquista. Ahora está acabando la redacción del libro que sobre los sucesos de La Sauceda y el Marrufo va a editar el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar.
-El libro está ya muy adelantado. ¿Quiénes han colaborado en él, qué queda para terminarlo, cuándo se hará su presentación pública?
El libro tendrá tres apartados fundamentales: un estudio histórico, los resultados de las excavaciones arqueológicas y el proceso de reivindicación de las víctimas desde el punto de vista de los familiares y de las asociaciones memorialistas. Yo coordino el primer apartado, el arqueólogo Jesús Román Román el segundo y Andrés Rebolledo Barreno, presidente de la Asociación de Familiares de Represaliados de la Sauceda y el Marrufo y del Foro por la Memora del Campo de Gibraltar, el tercero. En verdad, se trata de un libro colectivo, en el que van a aparecer también contribuciones de otros historiadores e investigadores: José Manuel Algarbani, Luis García Bravo, Manuel Ramírez, José Ignacio Gómez Palomeque, Juan Pino y Carlos Perales. La presentación pública se ha pensado, en principio, para final de año, una vez que contemos con los resultados de las actuaciones arqueológicas de inhumación de los fusilados, que empezaron el 2 de julio.
– Tienes una importante experiencia en la investigación de asuntos relacionados con la segunda República, la guerra civil, la represión y el franquismo en la provincia de Cádiz. ¿Qué diferencias significativas hay entre esta investigación sobre La Sauceda y el Marrufo y las que has desarrollado anteriormente en otros pueblos gaditanos?
La principal diferencia consiste en la procedencia de los represaliados del Marrufo, pues gran parte de las víctimas no era originaria de esta zona. Muchos de quienes terminaron siendo fusilados venían de los pueblos del entorno huyendo del avance de las tropas sublevadas, y encontraron aquí un refugio temporal. Esta circunstancia complica la investigación y hace más difícil el rastreo de las víctimas en las fuentes archivísticas y requiere un mayor esfuerzo en la búsqueda de testimonios personales. Los estudios que abordé con anterioridad sobre la represión se circunscribían a municipios concretos (Ubrique, Espera, Olvera y Benaocaz, de los que se han publicado los tres primeros), donde las fuentes están más acotadas.
-¿Qué fuentes has utilizado y cuáles han sido las más provechosas?
La investigación de las fosas comunes del Marrufo ha exigido recurrir a tres fuentes principales: las de archivos, los testimonios orales de descendientes de las víctimas y los trabajos arqueológicos. Las tres están resultando igualmente provechosas. Las archivísticas nos han permitido indagar sobre los antecedentes históricos y la importancia social y económica de este valle en general, la evolución de la propiedad del cortijo del Marrufo en particular, la estructura de la resistencia republicana en esta zona tras el golpe de Estado, con sus distintos comités. También han facilitado la reconstrucción de las operaciones militares que culminaron con la toma de esta zona por los sublevados, han aportado datos parciales de fusilados e informan de la persecución judicial a la que fueron sometidos muchos de quienes permanecieron en este territorio en los meses en que estuvo bajo control republicano y consiguieron huir antes de la ocupación definitiva por los golpistas. La relación de archivos consultados es muy extensa. Destacan los archivos municipales y registros civiles de todo este entorno (Jerez, Jimena, Cortes, Algar, Ubrique, Alcalá de los Gazules), los archivos militares (Sevilla, Málaga, Madrid, Ávila), el archivo diocesano y el Histórico Provincial de Cádiz, entre otros. Los testimonios orales, por su parte, son también fundamentales en esta investigación, pues permiten conocer datos de los que no quedan rastros en los archivos y además otorgan al estudio una dimensión verdaderamente humana, con su dosis de pasión y desolación. Por último, las actuaciones arqueológicas están sacando a la luz los cuerpos tantos años sepultados.
– ¿Quedan todavía muchos supervivientes de lo sucedido? ¿Algún testimonio personal particularmente significativo que puedas destacar?
Quedan supervivientes que entonces eran niños. Sus testimonios son valiosísimos. Uno significativo refiere que el jefe del destacamento de la Guardia Civil del Marrufo, el teniente Robles, obligó durante un tiempo a la banda de música de Ubrique a tocar en el cortijo para evitar que se oyeran los gritos de desesperación de las mujeres torturadas.
-¿Has encontrado en este caso mucha gente con miedo a hablar todavía? ¿Más que en otros pueblos de la sierra, o igual?
En general, ése es un problema común en las investigaciones sobre la represión, no sólo en este caso, sino en todos los que hemos abordado. El complejo de culpa que la dictadura logró inocular en el sentimiento de muchos familiares de las víctimas, unido al miedo real existente por la ausencia de libertad de expresión, además de lo doloroso que supone rememorar circunstancias tan dramáticas, todo ello ha hecho que se pierdan testimonios que tal vez habrían sido fundamentales para culminar estos estudios. En cambio, hay otras muchas personas para las que la necesidad de recuperar la dignidad de sus progenitores y demás ancestros ha sido más poderosa que el miedo.
-Cuatro columnas de tropas franquistas, desde cuatro puntos diferentes, atacaron La Sauceda. ¿Realmente había allí tantas milicias republicanas como para semejante despliegue?
Las fuentes sublevadas hablaban en los días previos a la ocupación de esta zona de que había un millar de milicianos armados. Los golpistas necesitaban acabar con el último refugio republicano de la provincia de Cádiz. En su lógica de «tierra quemada» no podían permitir una bolsa de resistencia que impedía dejar expedito el avance hacia Málaga y el camino de Ronda a Gibraltar.
-¿Era quizás la situación estratégica de La Sauceda, entre Cádiz y Málaga, y bajo el pico del Aljibe, que domina desde el Norte de África hasta Cádiz y Jerez, lo que preocupaba a los militares franquistas?
Efectivamente, la situación estratégica de esta zona obligó a los sublevados a coordinar sus fuerzas con columnas procedentes prácticamente de los cuatro puntos cardinales para asegurar su ocupación.
-Toda la población de La Sauceda fue detenida y recluida en el cortijo del Marrufo. ¿Fue aquello un verdadero campo de concentración? ¿Cómo eran los métodos y cual era la rutina de detenciones y fusilamientos?
El diseminado de La Sauceda quedó totalmente despoblado tras la ocupación, y el cortijo del Marrufo pasará a la historia como un tétrico lugar de detención, tortura y fusilamientos masivos. En la ermita existente aún hoy en el cortijo eran recluidas las mujeres y niños, mientras que los hombres eran encerrad os en los pabellones anejos. Se daba una alta concentración de población privada de libertad en un especio reducido. Las mujeres eran torturadas para que dieran datos sobre sus allegados que habían huido. Muchos testimonios orales inciden en la gran cantidad de mujeres que fueron fusiladas. La dinámica de los fusilamientos obedecía a lo que disponía el jefe del destacamento sublevado, el teniente Robles. Muchos testimonios orales expresan que éste decidía no menos de cinco fusilamientos diarios. Estos asesinatos comenzaron inmediatamente tras la ocupación, a comienzos de noviembre de 1936 y se prolongaron hasta febrero de 1937. Los fusilados eran enterrados en fosas comunes que las víctimas habían sido obligadas a cavar previamente. Las actuaciones arqueológicas están revelando las zonas en que las mismas se llevaron a cabo. Fue tal el número de fusilamientos ejecutados sin formación de causa que el propio propietario del cortijo, Manuel Guerrero, llegó a solicitar a comienzos de 1937 al teniente Robles que cesaran tales actuaciones. A partir de entonces se sucedieron los fusilamientos en las zonas próximas del exterior de la finca.
– Se dice que allí fueron fusiladas entre 300 y 600 personas. ¿Podemos precisar un poco más la cifra, o hay que esperar los resultados de las excavaciones y exhumaciones?
Estas cifras provisionales proceden de la combinación de diversas fuentes. Los testimonios personales que hablan de no menos de cinco asesinatos diarios durante cuatro meses elevarían la cifra a seiscientas personas. La documentación oficial de los sublevados revela cincuenta asesinatos en La Sauceda y otros veinte en las cercanías del Marrufo solamente en los primeros momentos de la ocupación. El cuaderno de feligreses de la ermita del Mimbral desaparecidos en aquellas fechas, elaborado por el propio presbítero, relaciona 54 fallecidos, la mayoría en el Marrufo y el resto en los alrededores. Otros datos parciales los proporcionan los registros civiles y las modificaciones de los padrones de habitantes de la zona. Las actuaciones arqueológicas recién iniciadas podrán concretar mejor aún las cifras.
-He oído que también se fusiló gente en La Sauceda. ¿Puede haber allí también fosas comunes por descubrir?
Probablemente, pero las actuaciones arqueológicas que hemos emprendido de momento se limitan al cortijo del Marrufo.
– ¿Qué significó el episodio de la Sauceda en el contexto de la guerra en Andalucía y el Marrufo en el de la política del terror y aniquilamiento del adversario puesto en marcha por el ejército franquista?
El mando militar sublevado tenía especial interés en dejar expedita la comunicación entre Ronda y Algeciras, por una parte, y, por otra, salvar uno de los obstáculos que dificultaban su avance hacia Málaga por este territorio. Así lo revelan las propias fuentes castrenses golpistas. Además, la Sauceda tenía el significado simbólico de haberse convertido en el último refugio de los republicanos huidos de distintos puntos de las provincias de Cádiz y Málaga. El cortijo del Marrufo, en particular, también está lleno de significados históricos de carácter simbólico. No es baladí destacar que éste fue uno de los latifundios señalados en un principio para que se aplicase en él uno de los programas emblemáticos del régimen republicano, el de la reforma agraria, pese a que finalmente no llegara a culminar aquí esta iniciativa. En el período subsiguiente al golpe de Estado se convirtió en un lugar en el que las entidades del Frente Popular organizaron la vida cotidiana con sus distintos comités, lo que en sí mismo constituyó un ejemplo de resistencia en defensa del régimen legítimo. Lamentablemente, pasará a la historia por el horror del que fue escenario, como campo de detención, tortura y asesinatos masivos. Se trataba de una política de terror institucionalizada desde los mandos del ejército franquista.
-Algunos supervivientes hablan de un tal teniente Robles como persona que estaba al mando del Marrufo. ¿Se conoce con exactitud quienes eran los responsables militares y políticos de lo que en el Marrufo sucedía? ¿Quiénes eran?
José Robles Ales era desde el 1 de septiembre de 1936 jefe de línea de la Guardia Civil de Ubrique, y desde este puesto encabezó una de las cuatro columnas rebeldes que actuaron en la ocupación de la Sauceda y el Marrufo. Previamente, Robles, que entonces era alférez y luego fue ascendido a teniente, había ocupado Algatocín, la barriada de la Estación y Benarrabá, y había colaborado en la toma de Casares, donde según expresaba la propia documentación militar sublevada, hubo «gran cantidad de muertos». Consta que desde el 27 de octubre de 1936 protagonizó operaciones militares encaminadas a la ocupación de la Sauceda y el Marrufo, que culminó entre los días 30 de octubre y 2 de noviembre, con la acción combinada con las columnas del marqués de Arizón, procedente de Jerez -con la unidad del Requeté del Tercio de Nuestra Señora de la Merced, al mando del duque de Abrantes-; la del capitán Antonio Fernández Salas, procedente de Alcalá de los Gazules; y la del comandante Fermín Hidalgo, procedente de Jimena. La autoridad militar encargó a Robles hacerse cargo del destacamento establecido en el Marrufo con la misión expresa de «limpia de enemigos», como se decía textualmente en los documentos de los propios golpistas, y esta tarea la hizo extensiva a las zonas de la Alcaría, Regitán, la Jarda y Mojón de la Víbora. Tuvo su residencia oficial en Ubrique hasta el 10 de abril de 1937, y seguidamente marchó concentrado al frente de Córdoba, en Bélmez. Robles fue el organizador de la masacre cometida en el Marrufo, con la colaboración de los falangistas y con las directrices marcadas desde el mando militar el ejército del Sur, cuya cabeza era Queipo de Llano.
– ¿Qué esperas de las exhumaciones? ¿Crees que pueden aportar información valiosa que haga replantearse lo que hasta ahora se sabe sobre lo allí ocurrido?
Las actuaciones arqueológicas iniciadas el 2 de julio y que coordina Jesús Román Román están ya sacando a la luz los primeros cuerpos de las víctimas de este terror. La información que están proporcionando estas tareas son fundamentales para la investigación, no sólo por los restos humanos que se están hallando sino también por las evidencias materiales asociadas, entre ellas la gran proporción de restos balísticos. Aún es pronto para saber si los resultados de esta fase de exhumación, que se ha de complementar con la labor de un antropólogo físico que comenzará pronto a estudiar los esqueletos, permitirán replantear lo sabido o intuido hasta ahora; lo importante es que, por lo que se está desvelando en estos primeros días, estos trabajos permitirán constatar, como ya adelantaron las dos catas efectuadas con anterioridad, la existencia de fosas comunes en el Marrufo.
– El Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar prevé colocar un monumento de recuerdo junto a las tapias del antiguo cementerio de La Sauceda. ¿Eres partidario de hacer otro homenaje en lo que hoy es zona recreativa, un lugar que hoy visitan miles de personas al año, pero muchas de las cuales no saben ni se imaginan lo que en ese valle sucedió?
Considero interesante que en La Sauceda quede un recuerdo material del papel histórico que desempeñó este lugar en el contexto de la defensa del régimen legal frente al golpe de Estado y de la tragedia que se cernió sobre sus habitantes y refugiados. No creo que sea incompatible el recuerdo histórico con el disfrute de un entorno natural privilegiado; al contrario, creo que será una forma de enriquecer este territorio y de propiciar que los visitantes lo sientan con mayor respeto aún.
Noticia relacionada: Los crímenes de La Sauceda y El Marrufo llegan al juzgado, 76 años después
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.