Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Más de 24 años después del evento, y para evitar una batalla con ese periódico ante los tribunales, los censores militares israelíes aprobaron la publicación en Yediot Ahronot de una verdad, que unos comandos israelíes fueron el 16 de abril de 1988 a Túnez con el fin de asesinar a Abu Jihad, cofundador con Arafat de Fatah que en el momento de su asesinato era el número dos de Arafat y su más probable sucesor en caso de su muerte.
La breve historia, como la cuenta Yediot Ahronot, confirma el largo y detallado relato tal como aparece en la edición de 1994 de mi libro Arafat (que fue una versión actualizada de la primera edición en 1984 con el título Arafat – Terrorist or Peacemaker?)
En este artículo me propongo mostrar el contexto de la decisión israelí de eliminar a Abu Jihad y no hay mejor manera de hacerlo que ofrecer a mis lectores de Internet, aquí y ahora, el texto de un capítulo muy breve del tercer volumen de la edición estadounidense de mi libro Zionism: The Real Enemy of the Jews [Sionismo, el verdadero enemigo de los judíos]. Ese Capítulo 14 se titula «El sionismo como sargento reclutador para el fundamentalismo islámico violento (al estilo palestino)».
El texto es el siguiente:
Diciembre de 1987 vivió el comienzo de la primera Intifada o levantamiento palestino en Cisjordania y Gaza ocupados. A medida que cobraba intensidad captó y mantuvo la atención de los medios occidentales, demostrando una vez más que solo cuando los palestinos recurrían a la violencia, en ese caso el lanzamiento de piedras, se escuchaba su clamor por un poco de justicia.
Como parte de su esfuerzo global de propaganda para que el mundo creyera que Arafat en el lejano Túnez era irrelevante, el sionismo afirmó que el levantamiento en los Territorios Ocupados no tenía nada que ver con Arafat y su OLP, y que solo se aprovechaba del exitoso movimiento popular para dar a su organización «desacreditada» la apariencia de vida después de la muerte. (¡Dos años antes los jets israelíes habían volado hasta Túnez para destruir la sede de Arafat y hacerlo estallar en pedazos! Parece que casualmente Arafat no se encontraba en su despacho cuando cayeron las bombas. Los israelíes estaban desesperados por matarlo porque el nuevo secretario de Estado del presidente Reagan, George Shultz, había estado tratando, al estilo de Vance, de involucrar a la OLP en el proceso de paz; y la primera ministra de Gran Bretaña, Margaret Thatcher, estaba a punto de hacer historia al invitar a dos altos ejecutivos de la OLP a Londres para conversaciones oficiales. Para sus propios propósitos propagandísticos, Israel y otros fanáticos sionistas proclamaron que Arafat era irrelevante, pero sus acciones demostraron que sabían que no lo era).
La explosión de cólera palestina que se convirtió en el primer levantamiento contra la ocupación fue espontánea, pero Arafat y sus colegas de la dirigencia la habían previsto e hicieron planes para apoyarla.
Incluso mientras viajaba de Beirut a Túnez en agosto de 1982, Arafat ya pensaba la manera de jugar la «carta interna de los Territorios Ocupados», para impedir que eliminaran a la OLP de la ecuación de la paz en Medio Oriente.
Al año siguiente ordenó un «Ejercicio General» en Nablús y sus alrededores. «Ejercicio General» era el código para un enfrentamiento entre partidarios de la OLP y el ejército ocupante israelí. Era la manera de Arafat de comprobar los sentimientos y el pensamiento de los palestinos en todos los Territorios Ocupados. La reacción fue exactamente la que Arafat y Abu Jihad habían predicho. El enfrentamiento en Nablus tuvo lugar, pero no hubo apoyo a la idea de que debía sostenerse y ampliarse. Un levantamiento popular todavía era un sueño.
Arafat, Abu Jihad y Hani Hassan (el principal consejero y solucionador de problemas de Arafat) realizaron entonces una investigación detallada del motivo por el cual el «Ejercicio General» ni siquiera había logrado inspirar una manifestación simbólica de apoyo generalizado a la OLP. «Llegamos a una conclusión muy dramática», me dijo Hani. «Descubrimos que la mayoría silenciosa de nuestro pueblo en los Territorios Ocupados había entregado sus corazones si no sus mentes a los fundamentalistas islámicos».
¿Qué explicaba ese enorme giro de la opinión popular, un cambio de parecer que sugería, entre otras cosas, que la moderada OLP de Arafat corría peligro de convertirse en irrelevante en los Territorios Ocupados?
La breve respuesta era: la desesperación.
Estaba, ante todo y obviamente, la desesperación nacida de 20 años de ocupación y de represión, frecuentemente brutal, de los israelíes. Pero después de la invasión de Israel del Líbano y su sitio de Beirut había, como dijo Hani Hassan, «dos nuevos factores de desesperación».
El primero fue la caída en la cuenta de que la estrategia de Arafat de política y compromiso con Israel no llevaba a los palestinos a ninguna parte.
El segundo, una lección amarga para una nueva generación de palestinos, era que se encontraban solos cuando la situación se ponía crítica. La prueba fue que los regímenes árabes se quedaron sentados mirando durante semanas mientras Sharon trataba de liquidar a la OLP en Beirut.
Ante ese trasfondo era inevitable que cada vez más palestinos en los Territorios Ocupados comenzaran a ver el fundamentalismo islámico como la única fuerza capaz de cambiar el statu quo. Pero lo que sorprendió y conmocionó a Arafat y a sus colegas de la dirigencia fue la cantidad de palestinos que se habían movido o se estaban moviendo en dirección a los fundamentalistas. Hani dijo: «Descubrimos que por lo menos un 60% de nuestros jóvenes de los Territorios Ocupados pensaban que el fundamentalismo islámico tenía más que ofrecer que la OLP».
El fundamentalismo islámico violento (al estilo palestino) que Arafat y sus colegas de la dirigencia veían llegar como fruto inevitable de la continua ocupación israelí y la nueva ola de resistencia palestina se institucionalizó en 1988, cuando Hamás fue fundado en Gaza por el jeque Ahmed Yassin, un profesor religioso tetrapléjico. En árabe Hamás significa fervor. También es un acrónimo del Movimiento de Resistencia Islámica.
Para Arafat las consecuencias de que los fundamentalistas ocuparan un papel importante en los Territorios Ocupados eran aterradoras. (Como deberían haberlo sido para los israelíes racionales). Primero existía el peligro obvio de que la OLP se convirtiera en irrelevante para una mayoría de palestinos. Pero ese no era el peor de los casos. Si había un levantamiento popular, y si los fundamentalistas islámicos podían reivindicar la mayor parte del crédito, Arafat -incluso si la OLP podía retener cierta credibilidad- podría no ser capaz de cumplir el compromiso del que había tratado de convencer a su pueblo durante seis años.
¿Entonces qué podían hacer a principios de 1984 Arafat y sus colegas de la dirigencia?
Sabían que no podían forzar la marcha en los Territorios Ocupados y que un levantamiento popular tendría que ser espontáneo, generado desde el interior; pero se dedicaron a planificar e instalar las redes y mecanismos de apoyo que podrían sustentar la explosión de desesperación -impedir que los militares y otros servicios de seguridad israelíes la reprimieran rápidamente- cuando tuviera lugar.
Poco después de que comenzara el 9 de diciembre de 1987, de la administración diaria, dirección y coordinación de la primera Intifada se encargó, como establa previsto, Abu Jihad, entonces lugarteniente de Arafat, su más probable sucesor, y comandante de las fuerzas militares, dispersas y carentes de misión, de la OLP.
Pero el apoyo personal de Arafat al levantamiento fue significativo. Tenía lo que me describió como su «arma secreta». De una compañía británica (Racal-Tacticom en Reading) había adquirido un equipamiento de última tecnología, un transmisor y numerosos mini-receptores, que le permitían conectarse con el satélite árabe de comunicación (AbSat) y hablar directamente con los manifestantes palestinos en las esquinas cuando se enfrentaban al ejército israelí.
Hani Hassan habló con mucha excitación del impacto de la presencia espiritual de Arafat en las primeras líneas en los Territorios Ocupados. «No lo puede imaginar», me dijo. «Los enfrentamientos eran muy duros. Incluso cuando no resultaban muertos o gravemente heridos (por lanzar piedras a los poderosos guerreros de Israel) nuestra gente sufría mucho. Naturalmente, por lo tanto, hubo momentos en los que su moral era muy baja. Y entonces Arafat les dio ánimo. Alguien conseguía un receptor y lo conectaba con los manifestantes. El que hablaba directamente con él se llenaba de emoción y entusiasmo. Decía orgullosamente a los otros: ‘Acabo de hablar con Abu Amar. Dice que debemos continuar'».
Fue, sin embargo, la vigilante dirección y control de Abu Jihad, desde el dormitorio de su modesta villa encalada en Sidi Bou Said, un suburbio al noreste de Túnez, lo que impidió que los israelíes sofocaran la primera Intifada con la rapidez que esperaban lograr mediante castigos colectivos, arrestos, torturas y asesinatos. Fue el motivo por el cual, el 16 de abril de 1988, las Fuerzas Especiales israelíes fueron hasta Túnez a asesinar a Abu Jihad en su dormitorio.
Aunque estaba cercada por un muro de 2,5 metros de altura, la villa ocupaba un sitio en una esquina expuesta en un cruce de calles en lo que mucha gente del lugar describía como «Zona Prohibida» por su estatus de seguridad. El palacio del presidente tunecino y la residencia del embajador de EE.UU. estaban casi a un tiro de piedra de la villa de Abu Jihad. Cuando buscaba una casa para su familia los funcionarios tunecinos le dirigieron a esa zona. Le dijeron que no había ningún otro sitio donde pudieran garantizar su seguridad. Cuando los israelíes desembarcaron iban vestidos como los miembros de las fuerzas de seguridad tunecinas. Sabían que sería un asesinato fácil porque los agentes israelíes habían cumplido una tarea exhaustiva de reconocimiento. Habían descubierto que Abu Jihad se negó a rodearse de guardaespaldas a fin de vivir una vida tan normal como fuera posible con su amor de la infancia y sus hijos.
Desde el punto de vista de Israel, el asesinato de Abu Jihad tuvo el efecto deseado. Arafat fue el hombre que inspiró la lucha palestina, pero Abu Jihad fue el que hizo que tuviera lugar. Arafat fue el hombre más respetado por la mayoría de los palestinos como símbolo de un nacionalismo palestino regenerado, pero Abu Jihad fue el hombre más admirado por los combatientes y sus familias (los que resistieron a la ocupación israelí). A un nivel emocional así como organizativo, su asesinato fue un inmenso revés para el movimiento de resistencia en los Territorios Ocupados.
Cuando comenzó la primera Intifada, los israelíes tenían dos opciones. Una era continuar viviendo por la espada. La otra era plantearse: «No vamos a encontrarnos en una situación de pesadilla creada por nosotros mismos, más vale que negociemos para abandonar la ocupación». Había israelíes racionales que decían cosas semejantes. Pero el sionismo fanático prevaleció. Era congénitamente incapaz de responder al grito palestino por un mínimo de justicia con otra cosa que un puño de hierro. Había que fortalecer y consolidar, no desmantelar, el Gran Israel, aunque fuera al precio de que no hubiera paz, nunca.
Fue el momento en el cual algunos de los que habían hecho más por convertir en realidad el sueño demencial del sionismo hicieron lo más estúpido. Con la esperanza de debilitar el apoyo a la OLP de Arafat en los Territorios Ocupados alentaron el crecimiento de Hamás. La medida en que Israel contribuyó al desarrollo del fundamentalismo islámico (al estilo palestino) sigue siendo un secreto bien guardado.
En retrospectiva se puede decir que si Israel hubiera estado dispuesto a aceptar a la OLP de Arafat como socio en las negociaciones a mediados o finales de los años ochenta Hamás en particular, y el fundamentalismo islámico en general, no habrían emergido como una amenaza intratable en el contexto de la lucha Palestina. En ese contexto el verdadero sargento reclutador del fundamentalismo islámico (al estilo palestino) para la resistencia fue la arrogancia del poder y la intolerable soberbia del sionismo.
Alan Hart ha sido corresponsal extranjero de ITN y de Panorama de la BBC. Ha cubierto guerras y conflictos por todas partes del mundo y se especializó en Medio Oriente. Autor de: Zionism: The Real Enemy of the Jews: The False Messiah. Tiene su blog en www.alanhart.net
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