Con el mayor respeto, convencido de sus buenas intenciones, permítame, en aras a la justicia y a la equidad, mostrar mi discrepancia con sus planteamientos a la hora de repartir responsabilidades sobre el empeoramiento de la situación de Gaza. Como usted sabe, la población de Gaza, técnica y realmente, está sometida a una atroz ocupación […]
Con el mayor respeto, convencido de sus buenas intenciones, permítame, en aras a la justicia y a la equidad, mostrar mi discrepancia con sus planteamientos a la hora de repartir responsabilidades sobre el empeoramiento de la situación de Gaza. Como usted sabe, la población de Gaza, técnica y realmente, está sometida a una atroz ocupación y a un asedio total que dura ya más de cuatro años. Durante estos años, los palestinos de Gaza han tenido que ingeniar métodos para poder sobrevivir excavando túneles a mucha profundidad bajo tierra, destruidos de manera continua por los incesantes bombardeos israelíes. Estos túneles se han excavado no como trincheras defensivas o para objetivos militares, sólo tienen una intención: garantizar los suministros básicos para más de un millón y medio de seres humanos que viven en la mayor prisión a cielo abierto de la tierra. Mientras tanto, la población israelí, que vive a escasos metros, disfruta de una renta per cápita superior a la de muchos países europeos desarrollados, y recibe además anualmente más de 3.000 millones de dólares como ayuda a fondo perdido de los EEUU. Israel posee uno de los ejércitos mejor armados del mundo, dispone incluso de más de 200 ojivas nucleares, capaces de destruir todas las capitales del mundo árabe y musulmán. Sin necesidad de profundizar en las comparaciones entre los palestinos de Gaza e Israel, me parece cuanto menos injusto, por no decir tendencioso, poner al mismo nivel de responsabilidad a Hamas, movimiento político, considerado por occidente una organización terrorista, y al Estado terrorista de Israel. Pedirles a ambos contención es como exigir a un niño recién nacido que está siendo golpeado por un peso pesado que modere sus golpes ante el aluvión de derechazos que está recibiendo. Este planteamiento, aunque se disfrace de buenas intenciones, es difamatorio y repugna a la razón objetiva.
A todos los medios de comunicación que intentan intoxicar la opinión pública sobre la masacre que está cometiendo Israel contra la población civil y que ha provocado la muerte de más de 100 personas, el 50% de los cuales son niños, mujeres y ancianos, les digo que el mundo ha cambiado y que ya no tienen el monopolio de informar. Que echen un vistazo a las redes sociales para ver que sus versiones son absolutamente inverosímiles. Ya pueden seguir manipulando la información al servicio del poder económico y mediático mundial. Las vidas humanas son iguales, sean palestinas o israelíes, por no decir que los sionistas están cometiendo un genocidio contra los palestinos ante el mundo entero, y que la población israelí, en su gran mayoría, lo aplaude y consiente. Esto lo demuestra el hecho de que cada vez que hay elecciones generales en Israel, se producen carreras y maratones para ver quién mata más palestinos para ganarse el voto de ese pueblo cómplice, en su mayoría, del asesinato masivo de palestinos. Deben saber que ellos también serán víctimas de estos asesinatos por elegir al más criminal. Ya han pasado a la historia aquellas imágenes que daban la vuelta al mundo. Civiles israelíes disfrutando de las playas de Tel Aviv mientras su ejército masacra a los árabes y palestinos.
Estamos ante una nueva ecuación, y por ello estoy seguro de que los israelíes, al final, se convencerán que son mortales y que su ejército, el más poderoso de la región, es incapaz de garantizarles vivir en una burbuja: Cuando llegue este momento, seguro que habrá una verdadera paz, justa y equilibrada. En este sentido, Estados Unidos y la Unión Europea tienen la responsabilidad de hacerles ver que no pueden mantener esta situación indefinidamente. A los palestinos se les ha puesto entre la espada y la pared: si quieren vivir, tienen que someterse a los dictados de Israel, en un proceso ficticio de paz, que ha resultado ser una trampa mortal para ellos.
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