Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Con el apoyo a la ofensiva de Israel en Gaza, los líderes occidentales han dado carta blanca a los israelíes para que hagan lo que mejor saben hacer: revolcarse en su victimismo e ignorar el sufrimiento palestino.
Una de las tremendas victorias de la propaganda de Israel es que le han aceptado como víctima de los palestinos, tanto a la vista de la opinión pública israelí como a la de los líderes occidentales que se apresuran a hablar del derecho de Israel a defenderse. La propaganda es tan eficaz que sólo los cohetes palestinos en el sur de Israel, y ahora en Tel Aviv, se cuentan en la ronda de las hostilidades. Los cohetes, o los daños a lo más sagrado -un jeep militar- se ven siempre como punto de partida, y junto a la aterradora sirena, como sacada de una película de la Segunda Guerra Mundial, construyen la meta-narrativa de la víctima que tiene el derecho a defenderse.
Todos los días, de hecho en cada momento, esta meta-narrativa permite a Israel añadir otro eslabón a la cadena de despojo de una nación tan antigua como el Estado mismo, mientras que al mismo tiempo se oculta el hecho de que un hilo conductor se extiende desde 1948 cuando negaron a los refugiados palestinos el regreso a sus hogares, la expulsión de los beduinos del desierto de Negev a principios de 1950, la expulsión actual de los beduinos del valle del Jordán, haciendas para los judíos en el Negev, la discriminación en los presupuestos de Israel y los disparos contra los pescadores de Gaza para evitar que se ganen la vida de manera respetable. Millones de estos hilos continuos pueden ligarse desde 1948 hasta el presente. Este es el tejido de la vida de la nación palestina, tan aislados como están en la soledad de sus diversos confinamientos. Así es el tejido de la vida de los ciudadanos palestinos de Israel y de los que viven en sus tierras de exilio.
Pero estos hilos no son toda la trama de la vida. La resistencia a los hilos que nosotros, los israelíes, hacemos girar indefinidamente, también es parte de la trama de la vida de los palestinos. El significado de la palabra resistencia se ha degradado para darle el sentido de una competencia muy masculina en la cual los misiles harán blanco en zonas muy alejadas (una competencia entre las organizaciones palestinas, y entre ellos mismos y el ejército israelí regular). Esto no invalida el hecho de que, en esencia, la resistencia a la injusticia inherente a la dominación israelí es una parte inseparable de la vida cotidiana de los palestinos.
Los ministerios de Exterior y Desarrollo en Occidente y en los Estados Unidos colaboran con alevosía en la representación mendaz de Israel como víctima, ya sea porque cada semana se reciben informes de sus representantes en la Ribera Occidental y la Franja de Gaza sobre un eslabón más que se ha sumado en la cadena de desposesión y opresión que Israel impone, o porque sus propios contribuyentes «ponen dinero para algunos de los desastres humanitarios, grandes y pequeños, infligidos por Israel».
El 8 de noviembre, dos días antes del ataque al más santo de los santos -los soldados de un ejército en jeep- esos contribuyentes podrían haber leído que los soldados israelíes mataron a Ahmad Abu Daqqa, de 13 años, que estaba jugando al fútbol con sus amigos en el pueblo de Abassan, al este de Khan Yunis. Los soldados estaban a 1,5 kilómetros de los niños, dentro de la zona de la Franja de Gaza, ocupados en «exponer» (palabra para blanquear otra, destruir) las tierras agrícolas. Así que, ¿por qué no comenzar a contar la escalada de agresión con la muerte del niño? El 10 de noviembre, después del ataque del jeep, el ejército israelí mató a otros cuatro civiles de 16 a 19 años.
Revolcarse en la ignorancia
Los líderes de Occidente podían saber que antes del ejercicio del ejército de Israel la semana pasada, a decenas de familias beduinas del valle del Jordán les obligaron a evacuar sus hogares. ¡Qué curioso que los entrenamientos del ejército israelí siempre tengan que hacerse en los lugares donde viven los beduinos y no donde están los colonos israelíes, y que eso constituya una razón para expulsarlos! Otra razón. Otra expulsión. Los líderes de Occidente también podrían haber sabido, basándose en el artículo a todo color en papel cromo donde se reportan las finanzas de sus países, que desde principios de 2012, Israel ha destruido 569 edificios y estructuras palestinas, incluidos pozos de agua y 178 viviendas. En total, 1.014 personas se vieron afectadas por las demoliciones.
No oímos a las masas de Tel Aviv ni a los residentes de las zonas del sur advertir a los administradores del Estado sobre las implicancias de esta destrucción sobre la población civil. Los israelíes se revuelcan alegremente en su ignorancia. Esta información y la de otros hechos similares están disponibles y accesibles a cualquiera que esté realmente interesado. Pero los israelíes optan por no saber. Esta ignorancia voluntaria es una piedra angular de la construcción del sentido de victimización de Israel. Pero la ignorancia es ignorancia: El hecho de que los israelíes no quieran saber lo que están haciendo, como potencia ocupante, no niega sus actos ni la resistencia palestina.
En 1993, los palestinos dieron a Israel un regalo, una dorada oportunidad para cortar la trama de los hilos que atan 1948 hasta el presente, de abandonar las características del país de despojo colonial, y juntos planear un futuro diferente para los dos pueblos en la región. La generación palestina que aceptó los Acuerdos de Oslo (llenos de trampas colocadas por abogados israelíes inteligentes) es la generación que conoció una multifacética, hasta normal, sociedad israelí que permitió la ocupación de 1967 (con el fin de conseguir mano de obra barata) con una libertad de movimientos casi completa. Los palestinos llegaron a un acuerdo sobre la base de sus demandas mínimas. Uno de los pilares de estas exigencias mínimas definía la Franja de Gaza y Cisjordania como una entidad territorial única.
Pero una vez que la aplicación de Oslo comenzó, sistemáticamente Israel hizo todo lo posible para que la Franja de Gaza se convirtiera en una entidad independiente, desconectada, en el marco de la insistencia de Israel en mantener y ampliar la trama de 1948. Desde el surgimiento de Hamás, ha hecho todo lo posible para respaldar la impronta que Hamás prefiere: que la Franja de Gaza es una entidad política separada donde no hay ocupación. Si esto es así, por qué no ver las cosas de la siguiente manera: Como entidad política independiente, cualquier incursión en el territorio de Gaza es una violación de su soberanía e Israel hace esto todo el tiempo. ¿Acaso el gobierno del estado de Gaza no tiene derecho a responder, contrarrestar, o al menos el derecho masculino -un gemelo del derecho masculino del ejército israelí- a asustar a los israelíes como hacen ellos con los palestinos?
Pero Gaza no es un Estado. Gaza está bajo ocupación israelí, a pesar de todas las acrobacias verbales tanto de Hamás como de Israel. Los palestinos que viven allí son parte de un pueblo cuyo ADN contiene la resistencia a la opresión.
En Cisjordania, los activistas palestinos tratan de desarrollar un tipo de resistencia distinta de la resistencia armada masculina. Pero el ejército israelí destruye toda resistencia popular con celo y determinación. No hemos oído hablar de los residentes de Tel Aviv y de las zonas del sur quejarse de la simetría de disuasión que el ejército israelí está construyendo contra la población civil palestina.
Y así otra vez Israel ofrece más razones a más jóvenes palestinos, para quienes Israel es una sociedad anormal de ejércitos y de colonos, para concluir que la única resistencia racional es la sangre derramada y el contraterrorismo. Y así todos los eslabones de la opresión israelí y toda la ignorancia de la existencia de la opresión israelí nos arrastra cuesta abajo en la ladera de la competencia masculina.
Fuente original: http://www.haaretz.com/news/features/israel-s-right-to-self-defense-a-tremendous-propaganda-victory.premium-1.478913