La crisis política en Egipto ha entrado en un eterno día de la marmota. Manifestación, amago y descalificaciones. También unas votaciones que, como dice la campaña de Libertad y Justicia, rama política de los Hermanos Musulmanes, servirán para que «la rueda siga girando». Los dos principales bloques, el islamista y una oposición que se define […]
La crisis política en Egipto ha entrado en un eterno día de la marmota. Manifestación, amago y descalificaciones. También unas votaciones que, como dice la campaña de Libertad y Justicia, rama política de los Hermanos Musulmanes, servirán para que «la rueda siga girando». Los dos principales bloques, el islamista y una oposición que se define básicamente por su rechazo a la cofradía, permanecen inamovibles, acuartelados en unos argumentos con los que juegan con maestría a confundir entre lo público y lo que se dice en voz baja. Obviamente, no es lo mismo el mensaje oficial que las confesiones cuando se está en confianza. Mientras que, de cara a la galería, todos se presentan como campeones de la democracia y la unidad (como dice un colega, ¿quién no está de parte del bien, la luz y la verdad y en contra del mal, la oscuridad y la mentira?), los reproches coloquiales evidencian que en Egipto hay al menos dos grandes concepciones de Estado y sus respectivas comunidades. Que las desconfianzas mutuas dibujan perfiles caricaturizados. Y que una pírrica victoria en las urnas tampoco las reconciliará.
Los Hermanos Musulmanes dicen:
– En público: que ellos son quienes defienden la democracia, que el proceso está siendo secuestrado por los «foulul» o antiguos partidarios de Mubarak y que es una minoría la que quiere desestabilizar el país, separándolos de los «egipcios que legítimamente se manifiestan». Como razón de peso para avalar la Constitución apelan a la «estabilidad que permitirá traer inversiones», dejando claras sus adhesiones neoliberales. Obviamente, defienden el Islam como un paraguas en el que todas las confesiones tienen su espacio… bajo las leyes que dictan las mezquitas.
– En privado (o en árabe): sacan a Allah a pasear con el objetivo de tumbar a sus oponentes. Curiosamente, acusan a los acampados en Tahrir de «beber y tomar drogas». También de estar a sueldo de agentes extranjeros. A mi me da que eso ya lo escuché antes. En efecto. Fue a Zine el Abidine Ben Ali, a Hosni Mubarak e incluso a Muamar Gadafi. Todos ellos trataron de descalificar a quienes se les sublevaron haciendo menciones sobre su aparente bajeza moral. Esgrimen el odio sectario, afirmando que son los cristianos quienes están detrás de las protestas. Frente a los discursos de Estado que lanzan sus líderes, reducen sus consignas a un «Egipto es islámico».
La oposición dice:
– En público: Que defienden el pluaralismo frente a un intento acaparador de los Hermanos Musulmanes. Que no se unen a los miembros del antiguo régimen sino que esto es un intento de la Hermandad para deslegitimarles. Que aceptarán una victoria de la cofradía religiosa si se produce «de forma limpia». Cuestionan también las conscecuencias sociales de una Constitución que, en la práctica, ha olvidado el lema de «pan, libertad y justicia social» que desencadenó las protestas.
– En privado: Que los Hermanos Musulmanes se aprovechan de los pobres, de quienes desconfían ya que los ven como gente manipulable por la religión. Que los seguidores de Morsi son personas de baja capacitación intelectual que se limitan a seguir órdenes, con descalificaciones marcadamente clasistas en algunos momentos. Que el hecho de que antiguos seguidores de Mubarak sean ahora sus aliados no les desacredita, sino que constituye un éxito. Mientras que los movimientos sociales sí que tienen un programa para hacer frente a las injusticias, no queda claro cuál sería la línea que adoptará el Frente Nacional de Salvación, un movimiento heterogéneo cuyo verdadero nexo de unión es el rechazo a la cofradía. «Todavía estamos debatiendo nuestro posicionamiento social», reconocen algunos de sus miembros.
Entonces, ¿qué ocurrirá en el futuro?
La fractura social no cicatrizará en las urnas. No hace falta más que escuchar cómo muchos opositores te miran sorprendidos cuando les cuentas que vienes de la manifestación de los Hermanos Musulmanes y que no solamente no has sido agredido, sino que te han agasajado con todas las atenciones posibles. Actualmente en buena parte de Egipto existe un abismo entre dos mundos que no hablan el mismo idioma a pesar de expresarse ambos en árabe. El jueves, en Alejandría, pude comprobarlo fumando una shisha junto a un grupo de amigos. Uno, salafista. Otro, de los Hermanos Musulmanes. El tercero, seguidor de Al Baradei. Y el dueño de la cafetería, cristiano. Tras una agotadora charla en arabenglish llegamos a dos conclusiones:
– Lo que se debate es el encaje de una amplia minoría que no acepta el programa de una exigua mayoría.
– Teniendo en cuenta que los principios de ambos sectores son irreconciliables, resulta difícil llegar a un consenso de mínimos.
Ante este panorama, todo apunta a que, ocurra lo que ocurra en el referéndum (si tuviese que apostar, diría que ganará el «si» por el peso de las áreas rurales) el día de la marmota egipcia seguirá girando. Quienes más cómodos se encontrarán en este escenario serán, probablemente, los militares, que podrán seguir entre las sombras mientras la gente agota sus energías y olvida que ellos siguen acumulando poder. El deterioro de las condiciones de vida, que puede agravarse con el crédito pendiente del FMI y sus consiguientes hachazos, puede ser una oportunidad para que la izquierda revolucionaria reubique sus posiciones, marginadas ante esta polarización que capitaliza el debate público.
PD: Olvidaba que ambos grupos se acusan mutuamente de colaborar con EEUU. Probablemente todos tengan algo de razón y únicamente se salven los jóvenes revolucionarios.
Fuente original: http://www.naiz.info/eu/blogs/cocodrilosebro/posts/egipto-entra-en-su-dia-de-la-marmota