El proceso regional de movilizaciones populares contra los regímenes pro-occidentales, denominado por el periodismo internacional como «Primavera Árabe», desató en diversos países de la región el despertar de los oprimidos islámicos -mayoría poblacional en esas naciones-. En algunos casos permitieron procesos atravesados por la movilización popular, que más allá de los intentos del imperio por […]
El proceso regional de movilizaciones populares contra los regímenes pro-occidentales, denominado por el periodismo internacional como «Primavera Árabe», desató en diversos países de la región el despertar de los oprimidos islámicos -mayoría poblacional en esas naciones-. En algunos casos permitieron procesos atravesados por la movilización popular, que más allá de los intentos del imperio por condicionarlos a su favor, son experiencias de ejercicio de poder en manos del pueblo que penetran las viejas estructuras del Estado para consolidar algunas políticas de reivindicación históricas. Son los casos de Egipto y Túnez, que se diferencian de Libia y Siria porque en estos países intervinieron e intervienen grandes destacamentos de mercenarios financiados por las potencias occidentales y las monarquías del Golfo Pérsico.
El despertar islámico motoriza la lucha en Bahréin
En este despertar islámico iniciado hace dos años, hay que ubicar a la revolución popular de Bahréin, que se manifiesta contra una monarquía represora y absolutista, alineada a los intereses del imperio. Poco se escribe en la prensa internacional de las extraordinarias movilizaciones del pueblo en este pequeño país isleño, que cuenta con una población de 1.323.535 habitantes -según el último censo de 2011- que en su mayoría son musulmanes chiitas, y que su ubicación geográfica en Golfo Pérsico al borde de las costas de Arabia Saudita y Qatar, y frente a la República Islámica de Irán, lo convierten en un territorio estratégico a dominar. Así lo entendió Estados Unidos al ubicar su base para la V Flota Naval.
Desde el 14 febrero de 2011, los bahreiníes empezaron un levantamiento contra la monarquía de Al-Jalifa. En ese avatar del pueblo, el régimen monárquico de Bahréin orquestó una propaganda de prensa en la que intentaba mostrar que las multitudinarias protestas callejeras eran protagonizadas solamente por los chiitas, históricamente sojuzgados y empobrecidos. La táctica impulsada por los monarcas tenían como cometido aislar sus luchas planteando su carácter sectario. Pero lo cierto es que desde los primeros días de ocurridos los levantamientos, todo el pueblo bahreiní salió a la calle, sin distinción entre chiíes y suníes, haciendo hincapié en su unidad e integración desbaratando las alegaciones falsas del gobierno de Al Jalifa.
Este proceso revolucionario lleva más de 2 años y las evaluaciones muestran grandes cambios que materializarán los derechos del pueblo bahreiní.
La revolución callejera continúa
El monarca imperial de Al Jalifa insistentemente trata de crear diferencias en el pueblo para debilitar el proceso de unidad popular y deslegitimar los levantamientos en su contra. Las herramientas que utiliza no son para nada novedosas en una monarquía. En los últimos dos años llevó adelante matanzas indiscriminadas en las protestas callejeras, detenciones, procesamientos e incluso deportaciones de los revolucionarios.
Un gesto fundamental para valorar la situación bahreiní sobre su importancia estratégica para el imperio, fue la intervención militar de Arabia Saudita para reprimir las revueltas antimonárquicas. La presencia militar saudí sumado a los destacamentos de tropas norteamericanas son un baluarte para frenar el proceso revolucionario, sumado a la campaña de censuras a la prensa, que no permite que se transmita la verdadera naturaleza de los acontecimientos dejando al desnudo la cara asesina del régimen de los Al Jalifa.
A pesar de todas estas acciones represivas y mediáticas, la presencia masiva del pueblo en el segundo aniversario del levantamiento en Bahréin mostró que el pueblo sigue firme y en unidad en su lucha por derribar a la tiranía.
La apertura de diálogos, un logro político con olor a triunfo
Las revueltas del pueblo bahreiní permitieron que se empiecen a forzar cambios en el país, provocando que el régimen de Al Jalifa se siente a dialogar con los distintos representantes de las organizaciones políticas populares.
Más allá de la utilización de la apertura del diálogo por parte del régimen monárquico para reducir la presión de las organizaciones de Derechos Humanos, desnuda la inestabilidad del régimen bahreiní contra la resistencia popular revolucionaria. Es decir que este diálogo forzado por los revolucionarios significa simbólicamente una derrota de Al Jalifa ante el pueblo movilizado. Principalmente si se considera que los logros del pueblo bahreiní están desquebrajando de a poco la estructura tiránica, al punto que varios países occidentales están proponiendo una línea de diálogo más contundente para emprender reformas tales que puedan frenar una revolución que luego no puedan manejar. Por lo tanto, estos elementos aquí volcados nos permiten sospechar que de persistir la lucha popular callejera en unidad contra el régimen de los Al Jalifa, éste pueda caer rendido y derrotado por el pueblo que durante décadas oprimió.
Triunfos internacionales
Está nueva situación política de Bahréin abrió la atención del concierto mundial a las demandas de los revolucionarios, lo que significa el quiebre de la cortina mediática contra este proceso popular y un punto importante en las evoluciones políticas de Bahréin.
Hasta hace poco tiempo las drásticas censuras de los medios de prensa sostenidas por el apoyo absoluto de las potencias occidentales a la monarquía de los Al Jalifa, impedían la repercusión internacional de las demandas justas reclamadas por los bahreiníes.
En este último mes, luego de cumplirse el segundo aniversario del comienzo del proceso revolucionario, se puede vislumbrar la recepción en el concierto mundial de las exigencias de cambio que impulsan desde la calle los bahreiníes. Este contexto es el que permitió que en diferentes partes del mundo se realizaran actos a favor del pueblo bahreiní, sumado a las constantes advertencias emanadas de las entidades de derechos humanos acerca de las situaciones represivas por parte de las fuerzas de seguridad monárquicas y de torturas a los presos políticos de Al Jalifa, provocando la reapertura en el Consejo de Derechos Humanos de ONU por violaciones a ellos en Bahréin.
Otro punto importante a destacar, es la reunión que consagraron los representantes del pueblo bahreiní con las autoridades del gobierno de la Federación de Rusia. Ali Salman y otros representantes se reunieron con las autoridades del Kremlin en Moscú, capital de Rusia. En esa ocasión las autoridades rusas manifestaron el apoyo incondicional a las demandas del pueblo de Bahréin e instaron al gobierno de Al Jalifa a seguir sosteniendo los diálogos nacionales para una pronta solución política al conflicto.
Los que pierden con los cambios en Bahréin
El análisis sobre el proceso revolucionario que vive Bahréin nos permite revelar los distintos actores que están perdiendo terreno con la fuerza creciente de las revueltas populares.
Como no podía ser de otro modo, el primero en la lista es la propia monarquía de los Al Jalifa, que fue menguando el apoyo externo que recibía y tuvo que hacer concesiones a los insurgentes en un gesto de debilidad política. El Consejo de la Cooperación del golfo Pérsico, liderado Arabia Saudita, que apenas iniciadas las revueltas tomó la decisión de invadir con las Fuerzas del Escudo de la Península para reprimir al pueblo y garantizar el orden monárquico, dicha medida tuvo un amplio rechazo popular y fue uno de los ejes motores de la unidad del pueblo para enfrentar la agresión.
También, en esta lista de perdedores hay que ubicar a las potencias occidentales, fundamentalmente Estados Unidos, que a pesar de tratarse de un régimen dictatorial, sacaron a relucir su doble moral y apoyaron al rey Hamad bin Isa Al Jalifa, pero en la actualidad con las cada vez más multitudinarias protestas y violaciones a los derechos humanos denunciados por distintas organizaciones, como por ejemplo Médicos por los Derechos Humanos, tuvieron que considerar como única solución, el diálogo entre Al Jalifa y las organizaciones revolucionarias para acceder gradualmente a sus demandas para evitar el colapso del régimen pro-imperialista de Bahréin.
Por su parte, se podría considerar que la ONU y su Comité de Derechos Humanos, a partir de su hipocresía y del silencio durante los dos años de represiones, torturas y muertes, sistematizadas como terrorismo de Estado por Al Jalifa. En la actualidad dichos organismos comenzaron a pronunciarse contra el salvaje monarca, presionados por la dinámica de las circunstancias, ya que el propio pueblo de Bahréin logró romper el silencio, aunque todavía las monarquías del Golfo Pérsico y de Estados Unidos no condenaron al rey Al Jalifa por la represión.
Las crecientes manifestaciones contra un régimen monárquico que se desmorona a partir de la unidad de los que luchan y el despertar islámico de los sectores oprimidos, encuentran en la insurrección popular la posibilidad de concretar sus anheladas demandas y objetivos. La monarquía, en cambio, está hundida en su propia naturaleza dictatorial, donde la única respuesta que encuentra es la represión al pueblo que ya no le teme. Esas dos realidades, la del pueblo con su lucha inclaudicable y la del monarca con su salvajismo inoperante, son certezas de un cambio revolucionario en Bahréin.
Fuente original: http://www.noticiaspia.com.ar/segundo-aniversario-de-la-revolucion-de-bahrein-un-problema-para-el-imperio/