El alcance cuantitativo de las manifestaciones contra el presidente Mursi en El Cairo y otras ciudades de Egipto, pero en El Cairo en particular, ha sorprendido a muchos -quien esto escribe incluido- tanto como sorprendieron a todos aquellos que en pocos días se alzaron en enero de 2011 contra el régimen de Hosni Mubarak. No […]
El alcance cuantitativo de las manifestaciones contra el presidente Mursi en El Cairo y otras ciudades de Egipto, pero en El Cairo en particular, ha sorprendido a muchos -quien esto escribe incluido- tanto como sorprendieron a todos aquellos que en pocos días se alzaron en enero de 2011 contra el régimen de Hosni Mubarak. No obstante, las similitudes con aquella situación acaban aquí, a pesar de que pasan tangencialmente por la no menos sorprendente unidad de casi todos quienes no están abiertamente a favor de Mursi, que es precisamente el punto que quiero comenzar señalando.
Por decirlo rápido y brevemente, el actual levantamiento ha sido fruto de una calculada preparación, en la que se han invertido muchos medios. Las coloridas e iluminadas manifestaciones de Tahrir, con fuegos artificiales incluidos, son el corolario de una campaña de demonización de Mursi y de los Hermanos Musulmanes que sin duda ha confluido con el hartazgo y la desaprobación de muchos millones de egipcios a los que no tenemos por qué considerar manipulados, sino conscientes de sus propias razones para manifestarse, pero sobre los que, precisamente por este respecto hacia su movilización y su conciencia, podemos preguntarnos en qué medida son así mismo conscientes de cuáles son sus compañeros de viaje actuales y venideros.
En un reciente artículo publicado en el muy recomendable sitio de Internet Jadaliyya (http://www.jadaliyya.com/pages/index/12466/unpacking-anti-muslim-brotherhood-discourse), el profesor de periodismo de la Universidad Americana de El Cairo Mohamad AlMasry ha señalado que en once años estudiando temas similares jamás ha visto algo similar a la campaña mediática anti-Mursi y anti-Hermanos Musulmanes desatada desde la llegada al poder del primero, y en particular en los últimos meses, y caracterizada por la falta de objetividad y profesionalidad. Aunque esta afirmación pueda parecer hiperbólica viniendo de un egipcio especialista en el tema y que conoce su país de antes y después de Mubarak, ello no quita para que aceptemos en este sentido el grueso de su análisis, que parte de que la mayor parte de las televisiones y medios de prensa privados en Egipto están en manos de importantes hombres de negocios que estaban bien situados en el régimen de Mubarak, independientemente de que se mostraran abiertamente partidarios de él, o de que formaran parte de la leal oposición del régimen (como Sayyed Al-Badawi, presidente del partido Wafd) o de que entraran explícitamente en política tras la caída del anterior presidente (como Naguib Sawiris, presidente del partido de los Egipcios Libres).
Dichos medios de comunicación privados se han dedicado durante meses a emitir constantemente programas de información y opinión caracaterizados por su agresividad, la desinformación, la falta de objetividad y la ausencia del punto de vista de los islamistas respecto a todo tipo de temas. Mursi ha sido acusado de no ser el presidente de todos los egipcios, y gobernar únicamente para los islamistas, de favorecer la «hermanización» (en alusión a los Hermanos Musulmanes) del aparato del Estado, de estar constituyendo milicias armadas de su organización, e incluso de ser una organización extranjera que está favoreciendo la ocupación de Egipto.
Las primeras de estas imputaciones pueden parecer inocentes, y sobre todo sujetas a una discusión en la que se podrían presentar argumentos de peso a su favor. Hay, por otro lado, otras más graves que pueden así mismo defenderse. Sin embargo, dejando a un lado que comenzaron inmediatamente después de que Mursi accediera a la presidencia, sin tiempo para que hubiera cometido la mayor parte de las fechorías a las que hacen referencia, lo que importa ahora señalar es la legitimación de la violencia que el tono del discurso mediático anti-Mursi y anti-Hermanos Musulmanes ha favorecido. En los últimos meses, simpatizantes, autobuses y sedes de los Hermanos Musulmanes han sido atacados de manera violenta y premeditada en numerosas ocasiones, y hay que decir que los islamistas (no sólo los Hermanos Musulmanes) han mostrado mucha mayor contención que sus adversarios, a pesar de que en las últimas semanas, y de nuevo anteayer, 1 de julio, tras el incendio de varias de sus sedes, han declarado que tendrían que organizar su autodefensa si las fuerzas de seguridad no les protegían, como parece que han sido incapaces o no han deseado hacer.
La despreocupación de las fuerzas de seguridad por la protección de los Hermanos Musulmanes, combinada con la determinación violenta de pequeños sectores de los manifestantes, sobre los cuales es inevitable preguntarse acerca de la instigación de las propias fuerzas de seguridad, es un indicio más de la existencia de una auténtica conspiración contra la permanencia de los Hermanos Musulmanes en el poder, independientemente de la honestidad y la autonomía con la que millones de egipcios puedan haber salido a las calles. Paradójicamente, la renuencia a transformar radicalmente las fuerzas de seguridad por parte del presidente Mursi, por razones estratégicas o de convicción, ha sido uno de los más fundados motivos para que muchos de esos manifestantes honestos se alzaran contra él.
Para concluir con nuestra argumentación en este apartado, he de mencionar el programa de análisis que vi en la televisión pública egipcia anteayer, 1 de julio, en torno a las 12 de la noche, mientras los seguidores y opositores de Mursi llenaban las calles de Egipto. En él participaban tres intervinientes, además de la conductora del programa. Cuando comencé a verlo, la presentadora afirmaba que en ese momento llegaban noticias de que había 33 millones de egipcios en las calles manifestándose contra Mursi: ¡33 millones!, que precisión. A continuación continuaba el diálogo, en el que los participantes daban por hecho que se había producido ya, de facto, un cambio de régimen. Un representante del movimiento Tamarrud, argüía que a qué venía seguir manteniendo discusiones sobre la legalidad y la legitimidad, que el pueblo había hablado -refiriéndose tan sólo, obviamente, a los opositores a Mursi. Otro -cuyo nombre ignoro-, al que le dejaban llevar la voz cantante, enumeraba las felonías cometidas por «los hermanos en el poder», e insistió varias veces en que cesaran los ataques y las discusiones sobre al-fulul (los remanentes del antiguo régimen). Pero lo que más me sorprendió es que este último se felicitara de las noticias que le habían llegado hace poco de que el lugar (los estudios de la televisión estatal) había pasado a estar en manos seguras (se refería, tal vez a unidades del ejército), con lo que la televisión estatal dejaría de estar en manos del despótico gobierno de Mursi y sus periodistas podrían recuperar la libertad de expresión. Con unos reflejos profesionales, la presentadora le interrumpió para decirle que, a pesar de cualquier circunstancia, los periodistas de la casa habían hecho su trabajo con profesionalidad e independencia, consciente tal vez de la incoherencia de lo que el invitado decía y lo que realmente estaba sucediendo en el plató.
Como colofón diré que un poco después cambié de canal, y vi en directo en Al-Yazira (o Al-Jazeera) la lectura del comunicado que la Coalición para la Defensa de la Legitimidad, formada por once organizaciones, en su mayoría partidos islamistas, había redactado en apoyo a Mursi. Un rato después de concluir, volví a la televisión egipcia en el momento en que difundía el himno nacional acompañada de las imágenes edulcoradas al uso sobre la realidad social egipcia. De repente, cuando iba a cambiar de canal de nuevo, aparecieron en la pantalla, sin ninguna introducción previa, tan sólo las imágenes de la lectura de la última parte del comunicado que había visto media hora antes.
Este texto será seguido por otro bajo el título «Jugando con fuego en Egipto: 2. Los motivos de la oposición a Mursi desde la derecha a la izquierda».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.