Aunque la investigación demostrara que, como asegura el Gobierno Provisional de Egipto, los muertos del sábado lo fueron a resultas del enfrentamiento entre partidarios y opositores de Mohamed Mursi y no por disparos de la Policía, la nueva matanza de El Cairo -en torno a un centenar de muertos- cierra las puertas a una hipotética […]
Aunque la investigación demostrara que, como asegura el Gobierno Provisional de Egipto, los muertos del sábado lo fueron a resultas del enfrentamiento entre partidarios y opositores de Mohamed Mursi y no por disparos de la Policía, la nueva matanza de El Cairo -en torno a un centenar de muertos- cierra las puertas a una hipotética reconciliación entre las dos partes en que ha quedado dividido el país.
Según asegura Mohamed Ibrahim, el ministro del Interior, cuando los seguidores de los Hermanos Musulmanes se disponían a cortar la carretera que lleva al aeropuerto cerca del puente 6 de Octubre, se encontraron con la oposición de los habitantes de Mansheyet Naser, dando a entender que los disparos fueron realizados desde casas y por personas de este barrio obrero; los agentes, según aseguró, solamente utilizaron gases lacrimógenos para evitar que la carretera al aeropuerto quedara cerrada.
Para los Hermanos Musulmanes la realidad es bien distinta. Los 120 fallecidos que han contabilizado entre sus filas fueron tiroteados en la madrugada del sábado por la policía, calculando en varios cientos los heridos durante los choques registrados durante toda la noche del viernes al sábado. Otros cálculos elevan la cifra de muertos a unos 200, número que de acuerdo con los registros oficiales se rebajaría hasta los 80.
Los incidentes ocurrieron al finalizar el viernes la gran concentración en apoyo al depuesto presidente Mursi en la plaza de Rabaa Al Aldawiya, a su vez contestada por otra gigantesca manifestación contra Mursi y para apoyar al Ejército en la emblemática plaza de Tahrir.
Además, este sábado se cumplía el ultimátum dado por los militares a los Hermanos Musulmanes para que finalizaran su movimiento de protesta por todo el país contra el golpe de Estado y se unieran al proceso de reconciliación nacional iniciado tras la destitución de Mursi el pasado 3 de julio.
Arropado y reforzado por concentraciones populares, los mandos del Ejército y la Policía coordinaban ya el operativo para poner fin a los campamentos levantados tanto en Aldawiya como junto a la Universidad de El Cairo. Según varias agencias internacionales de prensa, el desalojo de estas concentraciones se realizaría «con el mínimo del pérdidas (humanas) posible», lo que, indudablemente, indicaba la firmeza del Ejército para acabar con las protestas de quienes reclaman la reposición de Mursi en la Presidencia.
Escenas similares a las de El Cairo se registraron el viernes en la populosa metrópoli mediterránea de Alejandría, donde también hubo una decena de muertos en choques entre los dos bandos, y en otras importantes ciudades del país, mientras que en la península del Sinaí se reproducían los ataques de comandos armados contras instalaciones y puestos policiales.
A nadie se le escapa que la extrema polarización de los egipcios entre partidarios y oponentes a Mursi puede degenerar en una guerra civil y que si esto no ha ocurrido ya se debe a que, hasta ahora, el Ejército mantiene una fuerte cohesión interna.
Precisamente debido a la delicada situación en que se encuentra Egipto tras la nueva masacre, Estados Unidos y los gobiernos europeos -en especial el Reino Unido, Alemania y Francia- han exigido detener la peligrosa escalada de violencia, realizando Catherine Aston una declaración oficial en el mismo sentido en representación de la Unión Europea.
De la misma forma, importantes personalidades egipcias han realizado llamamientos para evitar que se extienda el baño de sangre, destacando entre ellas el imam de la mezquita-universidad de Al Azar, Ahmed al Tayeb, principal autoridad teológica en el mundo suní. A la condena por lo ocurrido este sábado se ha unido el vicepresidente Al Baradei, quien personifica precisamente el movimiento de oposición a Mursi, y los islamistas radicales de Yamaa al Islamiya, uno de los principales partidos aliados de los Hermanos Musulmanes. Para Yamaa al Islamiya, todas las partes tienen que realizar un esfuerzo para que la escalada de violencia quede fuera de control.
El creciente protagonismo de los militares, representados por el general Al Sisi, en detrimento de la parte civil del Gobierno Provisional, y las cada vez más duras medidas contra los seguidores de Mursi ha llevado a otros importantes protagonistas de la escena política a desmarcarse del Ejército. Entre ellos está el Movimiento juvenil 6 de Abril, uno de los impulsores de la revolución del 25 de enero; también el principal partido salafista, Al Nur, antiguo aliado de los Hermanos Musulmanes que después apoyó su destitución, y el igualmente ex líder de la Hermandad Abdel Abufutuh, líder del partido Egipto Fuerte. Todos ellos no solamente han condenado la escalada represiva sino que rechazan un proceso de reconciliación que no incluya a los Hermanos Musulmanes.
Encastillada la Hermandad en su plaza de Rabaa Al Aldawiya hasta que Mursi no sea repuesto en la Presidencia y decidido el Ejército a reconducir la crisis sin la participación de la primera fuerza política gracias al apoyo popular de la plaza Tahrir, no parece que haya mucho espacio para quienes ya reclaman «la tercera plaza», concentrándose en la Plaza de la Esfinge, en el distrito de Giza, protestando tanto contra el asalto al poder de los islamistas como contra la ascendente intervención del Ejército en los asuntos políticos, reproduciendo así unas formas de Gobierno más propias del derribado régimen de Mubarak.
Fuente original: http://www.cuartopoder.es/terramedia/la-nueva-masacre-de-el-cairo-cierra-las-puertas-a-la-reconciliacion-nacional-egipcia/5261