El roble es el árbol que suele simbolizar a Euskal Herria, al igual que el ombú lo hace con Argentina. «El roble y el ombú» es el título de un bonito zortziko ya centenario, cantado a ambos lados del océano, en el que se canta a la libertad y se relatan las nostalgias de la […]
El roble es el árbol que suele simbolizar a Euskal Herria, al igual que el ombú lo hace con Argentina. «El roble y el ombú» es el título de un bonito zortziko ya centenario, cantado a ambos lados del océano, en el que se canta a la libertad y se relatan las nostalgias de la emigración vasca en aquellas tierras.
Viene esto a cuento del reciente viaje a Argentina realizado por una delegación de la Coordinadora estatal de Apoyo a la Querella Argentina contra los crímenes del franquismo (CeAQUA) a la que acompañé durante nueve días. Veintiocho personas de todo el Estado, entre ellas catorce nuevos querellantes, acudimos allí para prestar nuevos testimonios, impulsar el proceso judicial y recabar apoyos sociales e institucionales. Vaya por delante que la calidad humana y dignidad de las personas que la han formado ha sido uno de los mejores regalos de los que he disfrutado en los últimos años.
El abanico de prácticas genocidas representado por quienes formaban la delegación iba bastante más allá del primer zarpazo criminal fascista de 1936. Así, junto a los asesinatos masivos y los aún más de cien mil desaparecidos estaban los testimonios referidos al más de medio millón de personas exiliadas, el robo de bebés y el trato carcelario de los preventorios infantiles, los cientos de miles de esclavos obligados a hacer trabajos forzosos; la represión del clero disidente, las decenas de miles torturados y encarcelados, los juicios sumarísimos militares con sus fusilamientos y ajusticiamiento mediante garrote vil, el ametrallamiento indiscriminado de concentraciones obreras,..
El apoyo que la querella argentina ha logrado en todo el Estado español es cada vez más importante. Por su parte, en Euskal Herria, la Plataforma Vasca contra los crímenes del franquismo, integrada por un gran número de grupos memorialistas, sociales, sindicales y políticos, ha conseguido el apoyo para la querella de decenas de instituciones locales e, incluso, del propio Parlamento de Gasteiz. Una delegación de este último, junto a los alcaldes de Otxandio y Urduña, viajó también a Buenos Aires a apoyar la querella abierta.
Lo anterior no es de extrañar. El franquismo, sobre todo el de sus últimas décadas, está aún muy vivo en la memoria de nuestro pueblo. De las cincuenta mil personas juzgadas por el Tribunal de Orden Público -predecesor de la actual Audiencia Nacional-, algo más de un veinticinco por ciento fueron vascas; los estados de excepción aplicados a Euskal Herria (supresión de los poquísimos derechos ciudadanos existentes bajo el franquismo) se sucedieron uno detrás de otro; los cuartelillos y comisarías fueron fuente diaria de detenciones arbitrarias, malos tratos y torturas de todo tipo.
Pero es que, además, hablar de franquismo en Euskal Herria es hablar de una represión que comenzó hace setenta y siete años y todavía sigue dando fuertes coletazos, porque franquismo sigue siendo la práctica de torturas denunciada por los cuarenta jóvenes que están siendo juzgados estos días en la Audiencia Nacional; el mantenimiento contra viento y marea, hasta el último momento, de la doctrina Parot: la reciente ilegalización de Herrira y detención de sus miembros; el cierre de Ateak Ireki; la política de aislamiento, dispersión y ensañamiento seguida con los presos y presas vascas; la persecución de la ikurriña y la criminalización de la enseñanza en euskara en Nafarroa… No, el franquismo no ha desaparecido de nuestro pueblo y éste lo sabe.
La razón de mi presencia en la delegación estatal era doble. Por un lado, como miembro del grupo «Sanfermines 78: gogoan!», asociado a la Plataforma vasca, quería aportar a la lista la masacre realizada en los sanfermines de 1978: asesinatos de Germán Rodríguez y Joseba Barandiarán, una docena de heridos de bala, cientos de personas agredidas brutalmente, una ciudad arrasada,… Para nuestra asociación, el franquismo no había acabado con las primeras elecciones «democráticas» de 1977. Uno de los imputados en la querella argentina por crímenes contra la humanidad, Rodolfo Martín Villa, responsable político de la masacre del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz (cinco obreros asesinados por la policía), era ministro del Interior dos años después, en 1978, cuando se produjo la brutal agresión padecida en nuestros sanfermines de la que nadie resultó procesado. El franquismo seguía vivo.
Por otro lado, en cuanto diputado de Amaiur, quería también señalar cómo la Ley de Amnistía de 1977, auténtica ley de punto final que blindó los crímenes del franquismo ante cualquier exigencia de responsabilidad a sus actores, fue acompañada de una tramposa Transición que bloqueó también las exigencias de libertad y justicia reclamada hasta entonces por toda la oposición democrática y de izquierdas. La Constitución enterró así la reivindicación de la República imponiendo en la Jefatura del Estado a aquel que juró lealtad y fidelidad a Franco y su régimen; sepultó los reclamos de soberanía y autodeterminación imponiendo la vieja y rancia España «indivisible e indisoluble» de siempre y, finalmente, mantuvo en los más altos espacios de poder económico y financiero a quienes habían sido los soportes de aquel franquismo que esquilmó y explotó hasta lo indecible a las clases populares.
Es por ello que la querella abierta en Argentina contra los crímenes del franquismo es hoy en día una vía abierta, no solo para impulsar las exigencias de verdad, justicia y reparación negadas por el Gobierno del PP y otros anteriores, sino también el resto de reivindicaciones democráticas y sociales que entonces quedaron enterradas en aquella viciada Transición. Hoy más que nunca, rechazamos paces como la de 1939, de vencedores y vencidos, que hablen tan solo de los «caídos por Dios y por España» y se asienten en la venganza, la exclusión y el olvido impuesto, y nuevas Transiciones tramposas para las legítimas exigencias de libertad y justicia de nuestros pueblos.
Termino expresando mi más sincero reconocimiento al trabajo solidario, social e institucional, que tantos argentinos y argentinas están realizando hoy para abrir una puerta a la exigencia de responsabilidades para el franquismo y sus causantes. Que el roble y el ombú que unían los recuerdos y anhelos de aquellos inmigrantes vascos en la Argentina sean también símbolo de esta lucha de todos en favor de los derechos humanos, la libertad y la justicia.
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