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Entrevista a Nicolás González Varela sobre Martin Heidegger y el nazismo (I)

«Heidegger le había confesado a Karl Löwith que su compromiso político con el nacionalsocialismo se encontraba en su concepto de Historicidad»

Fuentes: Rebelión

  Profesor, filósofo, trabajador incansable, activista, autor de un libro imprescindible –Nietzsche contra la democracia (Montesinos, Barcelona)- y un gran número de artículos imprescindibles, Nicolás González Varela es el editor -traductor, anotador y presentador- del Cuaderno Spinoza de Marx (El Viejo Topo, Barcelona, 2012) y del texto del joven Marx Sobre el suicidio (El Viejo […]

 

Profesor, filósofo, trabajador incansable, activista, autor de un libro imprescindible –Nietzsche contra la democracia (Montesinos, Barcelona)- y un gran número de artículos imprescindibles, Nicolás González Varela es el editor -traductor, anotador y presentador- del Cuaderno Spinoza de Marx (El Viejo Topo, Barcelona, 2012) y del texto del joven Marx Sobre el suicidio (El Viejo Topo, Barcelona, 2013), y uno de los marxistas de mayor erudición y proyección internacional. Su último trabajo ha sido la edición crítica de Fernando Pessoa. Política y profecía. Escritos políticos 1910-1935 (Montesinos, Barcelona, 2013)

 

 

 

SLA: Tomo pie en tu reciente artículo -excelente, magnífico en mi opinión- «Racismo y Filosofía: Sobre los Schwarze Hefte de Heidegger» [1]. Te pregunto sobre él. ¿Qué son esos «Schwarze Hefte»?

NGV: Gracias Salvador por tus palabras. Efectivamente los SH, literalmente «Cuadernos Negros» por su tipo de encuadernación, consisten en 33 cuadernos, que comienzan a inicios de los 1930’s y finalizan poco antes de su muerte en 1975, cuyos contenidos la editorial define en tono márketing-filosófico de la siguiente manera: «habría escrito en ellos ideas y experiencias importantes de los esfuerzos de su pensamiento a lo largo de más de cuatro décadas»; de estos 33 originales faltan dos: Überlegungen I (von 1931/32) y Anmerkungen I (von 1945/46), que se han extraviado. Heidegger dejó la expresa orden de que se publicaran al final de sus llamadas «obras completas», sus polémicas Gesamtausgabe. Lo que es más preocupante todavía: según su albacea testamentario, su hijo Hermann, planificó «coronar» sus obras con estos textos antisemitas y plenos de una Weltanschauung nacionalsocialista. Se trata de un Nachlass inesperado, inédito y que exhibe sin pudor al Heidegger secreto, esotérico… Todavía sabemos poco de ellos, salvo lo que ha circulado en Francia gracias al editor Peter Trawny que alarmado hizo circular fotocopias de los manuscritos entre sus colegas, y fueron leídas en la radio, en el programa «France-Culture». La editorial anuncia la aparición de dos volúmenes, alrededor de 1.200 páginas, en marzo de 2014.

Abres tu escrito describiendo una fotografía que s e tomó en un acto central en el Alberthalle de Leipzig. La ocasión, señalas, era un rally de intelectuales y científicos nacionalsocialistas por Alemania, «bautizado como «Manifestación de la Ciencia Alemana», con el fin de apoyar la decisión del Führer de abandonar la Sociedad de las Naciones». ¿Qué era, qué es eso de la Ciencia Alemana? ¿Heidegger era partidario de ella?

La foto tiene su propia historia interna. La política de rearme planeada por Hitler debía evitar un ataque preventivo de sus vecinos más belicosos, Francia y Polonia, y esta idea conformó la conducta de la representación de Alemania en la conferencia de desarme de Ginebra, que estaba en pleno proceso cuando Hitler fue nombrado canciller en enero de 1933. Hitler detestaba la participación alemana en ese foro tanto como la pertenencia de este país a la Sociedad de las Naciones, las Naciones Unidas de la época, establecida después de la Gran Guerra para mantener la paz mundial. Al no tener armas por el Tratado de Versailles o bien se permitía que el Reich se rearmase hasta un grado adecuado de autodefensa, o bien Francia y Gran Bretaña reducían su potencia militar hasta el nivel de Alemania. Al negarse Inglaterra (para apoyar la intransigencia de Francia) Hitler tuvo la excusa perfecta que necesitaba. Era el momento oportuno para dejar la Liga en unas condiciones en las que parecía que la parte «agraviada» era la Alemania desarmada. La ventaja propagandística, especialmente en el interior del país acentuada por el clima de terror político y control unipartidista, la famosa Gleichhaltung (Nivelación), era una oportunidad plebiscitaria demasiado buena para desaprovecharla. En octubre de 1933 ordenó a su delegación abandonar la conferencia y al mismo tiempo, anunció la retirada de Alemania de la Sociedad de las Naciones.

Japón ya la había abandonado…

Exacto. El Japón militarista y racista ya la había abandonado a principio del mismo año. La URSS de Stalin también. Inmediatamente disolvió el Reichstag, prohibió los partidos políticos y anunció la celebración en noviembre de un referéndum nacional ex post facto para que el pueblo alemán manifestara su adhesión a las medidas de octubre, en palabras del propio Hitler «pido al Pueblo alemán que se identifique con la política de paz del gobierno del IIIº Reich a través de un plebiscito. Con estas medidas privamos al mundo de la posibilidad de acusar a Alemania de una política agresiva. Este procedimiento proporciona también la posibilidad de atraer la atención del mundo de una forma completamente nueva.» El 12 de noviembre de 1933, un día después de la fecha de rendición del Ejército Alemán en 1918 y jornada de luto para la memoria de todos los alemanes, Hitler convocó a un plebiscito por su política exterior y, al mismo tiempo elecciones para las bancas en el Reichstag con lista única del NSDAP, que logró el 92,1% de los votos (661 bancas). La retirada de la Liga de las Naciones obtuvo un 95,1% de los votos. El índice de rechazo (voto negativo y abstención) fue en algunos casos notables (en ciudades «rojas» como Hamburgo o Berlín) pero en general fue un triunfo por aclamación plebiscitaria y el nacimiento de Hitler como caudillo natural, gran e infalible Führer. La tendenciosa pregunta en la papeleta, con estilo pomposo, era la siguiente: «¿Apruebas tú, alemán, y tú, alemana, esta política de tu gobierno del Reich y estás dispuesto a declarar que es la expresión de tu propia opinión y de tu voluntad y le prestas solemnemente tu apoyo leal?» La mala fe del régimen no era tan sofisticada y profesional como lo sería en los plebiscitos de 1936 y 1938 pero no estaba ausente. La manipulación y el engaño fueron generalizados.

El secreto del voto no estaba garantizado, además, según tú mismo has comentado.

No, no lo estaba. Después de estas pseudoelecciones se inauguró una nueva cámara legislativa monopartidista, integrada exclusivamente por miembros del NSDAP, con la única misión de aprobar unánimemente resoluciones y decretos del Führer. Este acto de apoyo al SS-Staat (en realidad Heidegger participó en tres) consistía en el soporte de los «científicos alemanes más destacados», no se aceptaban «no-arios» ni «gente de color» (sic), a la política interna y externa de Hitler. Estos discursos fueron pronunciados por Heidegger en días sucesivos dentro del apoyo militante al pseudoplebiscito de Hitler. El primero dirigido a los estudiantes, el segundo apelando al pueblo alemán y el último al cuerpo de docentes y profesores. El Gauobmann (gobernador en la jerga nazi) de Sajonia, el SA Göpfert, de quién partió la iniciativa, apoyó además la publicación de un ostentoso libro con la totalidad de los discursos pronunciados en Leipzig. La obra tendría una introducción, un Vorrede titulado «Llamamiento a todos los hombres cultos del Mundo», manifiesto colectivo aprobado en el mitin, destinado a todos los gobiernos e instituciones educativas extranjeras y hombres de ciencia eminentes. Se había pensado en una edición de lujo in octavo, que debía ser pagada con fondos del partido nazi y contribuciones de cada universidad. El Rektor Heidegger, sin pérdida de tiempo, envío una carta personal el 13 de diciembre de 1933 a los restantes decanos pidiéndoles el urgente apoyo económico: «Debe ser conservado en la memoria [el libro] como un hito en la historia de la ciencia alemana y su significación debe ponerse al servicio de la política exterior de Hitler». Heidegger, al parecer informado hasta en los detalles íntimos del proyecto, informa a los decanos que el proyecto editorial contempla la publicación además de en alemán en otras lenguas: inglés, francés, italiano y español, y agrega que debe testimoniar la voluntad monolítica de toda la ciencia del Reich. Pide además que el manifiesto introductorio sea firmado por la mayor cantidad posible de académicos y científicos: «Para evitar que en el extranjero se piense que las firmas han sido falsificadas, cada volumen deberá llevar el facsímil de las firmas originales». Para cubrir los gastos de papel, impresión y distribución (unos diez mil reichsmarks de la época) Heidegger sugiere contribuciones individuales de los profesores y que cada universidad contribuya proporcionalmente según su prestigio. La carta de Heidegger concluye con la siguiente frase ignominiosa: «Resulta, por cierto, superfluo recomendar que en la página destinada a las firmas no figure ningún no-ario («Nichtarier»). La publicación se llevó a cabo y más de mil docentes e investigadores académicos alemanes puramente arios participaron de la suscripción propuesta por Heidegger. El discurso de ocasión de Heidegger, titulado «¡Docentes Alemanes y Camaradas! Declaración de apoyo a Adolf Hitler y al Estado Nacional Socialista», del 11 de noviembre de 1933 lo he traducido al español, puede leerse on-line en Rebelión. Como curiosidad, en los textos Heidegger, obsesivo en lo lexicográfico y semántico, siempre coloca destacada en itálica, la cópula del verbo «ser» cuando se refiere al Führer Adolf Hitler…

¡Qué cosas que cuentas! Doy la referencia del discurso [2]. El filósofo más influyente del siglo XX en Occidente, o uno de los más influyentes cuanto menos, era un nazi típico se ha señalado en repetidas ocasiones. Conjeturo tus respuesta pero te pregunto sobre ello: ¿lo era en tu opinión?

Heidegger fue catalogado como «Nazi typique«, tal la conclusión lógica y objetiva a la que llegaron las fuerzas de ocupación francesas en Freiburg cuando «desnazificaron» la universidad después de 1945. Durante la Épuration , que estuvo a punto de confiscarle su casa (considerada como un edificio del NSDAP) y su amada biblioteca, Heidegger bajo juramento declaró que negaba «la base espiritual y metafísica del Biologismo de la doctrina del partido» porque «lo social y nacional no estaban vinculados esencialmente con la Concepción del Mundo biológica y racial», aunque había apoyado a Hitler «porque era la única y suprema posibilidad de evitar el avance del Comunismo». La filosofía de Heidegger por supuesto no se reduce ad Hitlerium, es un pensador demasiado complejo, creativo y sofisticado como para mecánicamente asimilarlo sin más a la ideología NS, pero sí tiene puntos de contactos vitales y afinidades electivas con el Mainstream ideológico völkische, popular-racial de la nueva derecha alemana. Heidegger no tiene una marginalen Stellen con el Totalitarismo nazi sino una relación nuclear y necesaria. La relación de Heidegger con el partido nazi está bien testimoniada y era notoria a mediados de los años 1920’s. A modo de ejemplo: el poeta residente en Badenweiler, René Schikele, anota en su diario personal el 2 de agosto de 1932: «…en los círculos universitarios de Freiburg se cuenta que Heidegger ya sólo se relaciona con los nacionalsocialistas…»; el mismo Jaspers anota en notas póstumas semejantes rumores. El gran filósofo Edmund Husserl, maestro y padrino en su carrerismo académico, señalaba las tendencias políticas evidentes de Heidegger hacia el nacionalsocialismo, en fechas tan tempranas como 1929, así como de su antisemitismo furioso. En el famoso debate con el neokantiano judío Cassirer en Davos en 1929, Toni, la esposa del filósofo, recuerda en sus memorias quedar sorprendida por el rampante radicalismo de derecha y el antisemitismo de Heidegger. Los contactos de Heidegger con el NSDAP se ligaban a su relación con la «NsDStB», la Nationalsozialistischer Deutscher StudentenBund, asociación de estudiantes nazis, encuadradas en las SA, y su estrecha amistad con su líder regional, Gerhard Kruger, por lo menos desde 1931. Heidegger también confesó haber leído Mein Kampf de Hitler… Sabemos de su correspondencia con su esposa (Elfride fue un cuadro político nacionalsocialista) que leía diariamente el órgano de prensa del NSDAP, el Völkischer Beobachter, dirigido por Alfred Rosenberg, cuyo motto era «Kampfblatt der nationalsozialistischen Bewegung Großdeutschlands» (Diario de combate del Movimiento Nacionalsocialista de la Gran Alemania) o que ya en 1932 votó las listas nacionalsocialistas. No es casualidad la referencia misteriosa de Heidegger a las características de semidiós olímpico del Führer. En estos textos (sus discursos públicos), y contra la hermenéutica de la inocencia que practican los heideggerianos, Heidegger utiliza toda la analítica existencial de su obra magna, Ser y Tiempo (1927), en especial la desarrollada a partir del capítulo V, «Temporalidad e Historicidad» y en particular el parágrafo 74, «La constitución fundamental de la historicidad» y el parágrafo 77 sobre el problema de la Historicidad. No es ningún hallazgo…

¿No lo es? ¿Por qué?

Heidegger mismo le había confesado a su ex alumno y ayudante, el filósofo Karl Löwith, que su compromiso político con el Nacionalsocialismo se encontraba «en su concepto de Historicidad». La cuestión es triple: por un lado Heidegger ya tenía una filosofía política in nuce, orientada hacia los grandes ejes ideológicos de la nueva derecha alemana y europea (Conservadores-revolucionarios; Nacionalsocialistas, movimiento Völkisch); por el otro, en su obra Sein und Zeit se encuentra, en potencia, in pectore, las premisas de su compromiso político abierto y militante de 1933; en tercer lugar, Heidegger de alguna manera introduce su filosofía práctica en la gran corriente ideológica del Nacionalsocialismo, le hace «coincidir» en una nueva síntesis que intentará competir con otros filósofos oficiales del IIIº Reich, mucho más mediocres como Hayse (por cierto un epígono de sus ideas), Krieck o Baeumler. Esto es bien visible en el «uso» de palabras-hongo de la ideología nazi, como «Decisión», «Racial-Popular», «Comunidad Racial-Popular» o «Principio del Caudillo». Heidegger creía fanáticamente en una reconstrucción, según el modelo griego, de la Volksgemeinschaft, la antigua vida comunitaria germánica, reconstituida sobre la base de una religión «Sangre y Tierra» estética. El uso no inocente de términos como Blut, Boden, Volksgemeinschaft, Weltjudentum, Führer, Gefolgschaft, fulgurando desde faros filosóficos, es suficiente constancia no sólo de su adhesión leal y militante, sino de una aceptación al sustrato racista-biológico del NSDAP. Por supuesto: esto último era negado a rajatabla por Heidegger y por supuesto por el Heideggériannisme. Y entonces aparecen los «Schwartzen Hefte»…

Los Cuadernos Negros… Citas en tu escrito un paso muy transitado, lo explicado por Jaspers en sus Memorias: «En mayo de 1933… le dije: ¿Cómo puede gobernar a Alemania un hombre inculto como Hitler? ‘La educación es algo totalmente indiferente’-, me respondió Heidegger: ‘¡Vea usted sus maravillosas manos!'». ¿Tuvo Herr Heidegger un mal momento? ¿Le quiso tomar el pelo a un Jaspers entregado? ¿Se las daba de profundo y original? ¿Estaba de atar y no soltar rápidamente?

No se trataba de una ironía. En absoluto. Es una proposición insólita, bizarra pero filosófica. Ya en su libro sobre Kant (1954) Heidegger le confiere a la intuición un papel fundamental, juzgándola como el origen de todo conocimiento. La dualidad intuición-concepto, debida a la finitud del «Dasein» y a su necesidad de recurrir a los conceptos para conocer, sería secundaria y provendría de una identidad originaria en la proyección de un mundo: «En la medida en que la intuición sea la que dirija todo conocimiento, se obtiene una de las partes necesarias para la solución del problema general de la filosofía trascendental u ontología…». También tiene que ver con la propia filosofía de Heidegger y su idea de la «phrónesis» de Aristóteles. «Phrónesis», el concepto fundamental de la filosofía práctica de Aristóteles, significa el actuar racional que tiene que ver con algo que escapa al «estar-dado-de-antemano» de los fines técnicos y a los medios para su realización, y que sólo tiene eficacia en un ámbito inaccesible al mero saber de la «bios theorikós». Aristóteles tiene como premisa al hombre libre, que posee en acto la intelección práctica, el «phrónimos». Su pathos anti-Ilustrado y anti-Modernista lo venía desarrollando a través de los 1920’s, y Heidegger dirá que yo puedo ver al ser del hombre siendo («Seiendes») en bruto auténticamente sólo y de manera exclusiva cuando yo «veo» en su historia («Geschichte»). En tanto y en cuanto ubicada en el contexto de la Historia, sin embargo, la «phrónesis» es fundamentalmente transfigurada, decidiendo, no por la luz de la razón, sino por la «iluminación» del mismo tiempo. De este modo la «Lichtung», el despejamiento, reemplaza al «nous» como otro modo de fabricación de virtudes dianéticas. La decisión por la razón práctica del hombre se convierte en decisión por algún tipo de aproximación a una inspiración en el momento histórico, el kairós, de origen místico-mesiánico. Un semidios como Hitler no puede ser juzgado cartesianamente, con predicados normales, con modos y atributos racionalistas, con proposiciones derivadas de las ciencias físico-matemáticas, sino a través de la intuición, el Augenblick de la visión «phronética» es el que nos provee de la respuesta a la cuestión de lo que uno puede y debe hacer, de la decisión. Heidegger dirá que desde su punto de vista, el momento o instante («Augenblick») no es otra cosa que la mirada o contemplación, el Blick de la resolución, en la cual una situación plena de acciones abiertas en sí mismas son poseídas, en ese mismo estado de apertura. Este es el verdadero instante «phronético» que, en una estado de apertura fundamental, posibilita la opción de una auténtica existencia del «Dasein». En el instante, en el «Augenblick» de la visión que permite la «phrónesis», es a través de la cual puede ser posible la transformación radical y epocal del «Dasein». Y esta relación con el mundo y su entorno es de característica única y extraordinaria. Cada decisión, cada «Entscheidung» se encuentra colocada en un contexto particular y siempre está determinada, no tanto por una serie de antecedentes causales suficientes, por una cadena de causa y efecto, sino por una evaluación que el futuro guarda en su seno, de las posibilidades que están siendo abiertas en el «Augenblick» de la visión «phronética». En lo que respecta a esta conformación del «Augenblick», el carácter cuasi-místico del momento «phronético», se asemeja mucho más a una experiencia de conversión religiosa, a una suerte de «insight» trascendental que a un juicio deliberativo en el sentido de como lo entendía Aristóteles. El racionalismo de la Modernidad impide «ver» el Ser a través de las manos del Führer. Por eso la estupefacción (incomprensión) de Jaspers…

¿Por qué se ha tratado de negar, dificultar o minimizar todo lo posible e imposible los rastros de su compromiso político con el nacionalsocialismo? Michael Dummett, por ejemplo, descubrió el pangermanismo ultraconservador de Frege (que le hirió hasta el fondo de su alma) y no lo ocultó, en absoluto, y Dummett, lo recuerdo innecesariamente, fue autor del más grande estudio realizado hasta el momento sobre la obra del gran lógico y filósofo alemán.

Quizá sería parecido el proceso de la hermenéutica de la inocencia en sus discípulos si Frege fuera el fundamento de toda una corriente ideológica como el Posmodernismo, fundamental en los procesos de legitimación y en la reproducción ampliada del capitalismo tardío. O si Frege, en lugar de dedicarse a la lógica matemática y simbólica, parcialmente neutra e inmune a la contaminación «espiritual» (por su propio vacío de contenido, por sus tautologías), hubiera practicado filosofía sin más. Si no me equivoco Frege fue no solo un pangermanista, sino militarista, antisemita, protofascista (en su diario escribió su admiración por el reaccionario general Ludendorff y por un entonces joven Hitler)… creo que algunos dedujeron una alteración psíquica grave, paranoia…

No, no te equivocas en lo señalado sobre Frege. Haces referencia al libro de Farías y hablas de sus desméritos. «Que tiene muchos» afirmas. Nos ilustras sobre esto último.

El «Fall-Heidegger» tuvo varias estaciones polémicas a partir de 1945. Lo que yo considero la cuarta ola de la controversia que se inician con las sucesivas y decisivas pesquisas debidas al historiador local friburgués Hugo Ott en 1983 (por cierto su libro está en español)

En Alianza si no recuerdo mal. Fue editado a principios de los noventa.

Sí, creo que sí. Y está también el conocido libro de Victor Farías de 1987 que señalas. Farías no podría existir sin Ott (y sin Schneeberger). Aunque hay que reconocer que fue gracias a la ruptura del libro de Farías, que incorporó e hizo masivas las revelaciones terminantes de Ott. Hasta ese momento solo habían aparecido publicadas en revistas institucionales y boletines locales de Freiburg, y por lo tanto inaccesibles para el lector profano; sería por medio de su trabajo archivista incansable que, por primera vez desde 1945, en el «Fall-Heidegger», la cantidad de hechos, datos e informaciones se trastocarían en calidad. Este hecho dio como resultado que el carácter de la dedicación y el compromiso político total de Heidegger con el NSDAP primero, y con el NS-Staat después, se transformará en un hecho incontrastable, indiscutible y premisa de cualquier debate serio sobre el caso. La incompleta fuente de datos sobre el período 1930-1945 en la vida de Heidegger, muchas veces planificada, había permitido, antes del «corte epistemológico» de Ott, tanto a la hagiografía heideggeriana como al mismo Heidegger, salvar decorosamente la ropa sucia de su reputación profesional y clausurar todo intento de interconectar su filosofía con la política nacionalsocialista ¡durante casi 30 años! La defensa del Meister sólo repetía, con variaciones personales, las muletillas, las deformaciones y las pequeñas omisiones del canon establecido por Heidegger ya en su descargo al comité antinazi en 1945, repetido en el famoso «interview» póstumo de 1976 en la revista Der Spiegel. Se podría decir, sin exagerar, que es a partir de Ott (y una serie de valiosos historiadores locales), y gracias su divulgación masiva vía Farías, que en el debate sobre el compromiso y la profundidad de la relación entre Heidegger y el NSDAP, se ha abierto paso la más importante cuestión filosófica: de cómo y de cuánto está implicada la Ontología heideggeriana en la decisión política resuelta por el Nacionalsocialismo. El problema de Farías, en esto me hace recordar al caso de Lukács con Nietzsche, es que es muy extrínseco a la filosofía de Heidegger, su Kritik no toca la médula ideológica, no demuestra el nexo necesario y la razón suficiente entre la analítica heideggeriana y la corriente de las SA en el NSDAP.

Esa sería tu crítica principal…

Farías no devela la relación esencial, tanto en el fundamento como en lo fundado, entre la Weltanschauung SA (básicamente un cuerpo paramilitar compuesto de parados y proletarios), diríamos su «StrasserismusIdeologie», y la filosofía práctica heideggeriana. Desde Hegel y Marx el trabajo de la Kritik materialista debe recorrer necesariamente el camino de lo criticado, entenderlo como verdadero, no colocarse como un mero «opuesto». Si lo hacemos, nos colocamos desde un punto de vista unilateral; la refutación no debe proceder desde fuera del sistema a abordar, no debe partir de suposiciones, incluso aunque sean brillantes, que se hallan fuera de aquel y a las que no le corresponde, porque entonces el «defecto» será solamente el defecto para quien parte de las necesidades y exigencias que se fundan sobre aquellas suposiciones. El valor de la refutación extrínseca se funda entonces en mantener por su cuenta, rígidas y firmes, las formas supuestas de las suposiciones del crítico. La verdadera refutación materialista tiene que penetrar en la fuerza del adversario y colocarse en el ámbito de su vigor. Por eso Heidegger no es «refutado», no es asumido y superado, por eso subsiste en su esencialidad en el corazón posmoderno. Para Farías, desde la primera página, Heidegger sería, sin más, un SA, un camisa parda simple y llano, un pequeño burgués de provincia radicalizado, seguidor de Röhm, del «ala izquierda» del Nazismo, que a partir de 1934, luego de la purga en la «Noche de los Cuchillos Largos», perdió su lugar dentro del movimiento. Pero al finalizar su crítica no queda clara la necesidad entre el fundamento de la filosofía de Heidegger y el condicionamiento de la ideología de las SA. Por cierto, Farías termina sosteniendo la tesis de los «amigos» de Heidegger que declararon a su favor en 1945 y afirmaban la misma opinión.

A ver, a ver, te pregunto sobre esto último más tarde. Lo que cuentas es apasionante. Continuamos con ello. ¿Te parece?

Me parece.

 

Notas.

[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=178683

[2] http://fliegecojonera.blogspot.com.es/2008_10_01_archive.html

Salvador López Arnal es nieto del cenetista asesinado en mayo de 1939 -delito: «rebelión militar»-: José Arnal Cerezuela.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes