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Josep Ferrer Llop y las razones independentistas de la izquierda

Fuentes: Rebelión

Para Mercedes Iglesias Serrano, Paco Téllez, Enrique Ruiz-Capillas, Xavi Pujols, Marta Puyuelo, Àngel Plà, Jordi Torrent, Àngel Duarte, Joan Tafalla, Joaquín Miras, Nando Zamorano, Martín Rodrigo, Alejandro Andreassi, Miquel Riera, Gerard Falcó, Diosdado Toledano, Víctor Ríos, Francisco Gallardo, Víctor Carceler, Óscar Torrente, Francesc Xavier Pardo… activistas de izquierda y no independentistas.   Ingeniero industrial, catedrático […]


Para Mercedes Iglesias Serrano, Paco Téllez, Enrique Ruiz-Capillas, Xavi Pujols, Marta Puyuelo, Àngel Plà, Jordi Torrent, Àngel Duarte, Joan Tafalla, Joaquín Miras, Nando Zamorano, Martín Rodrigo, Alejandro Andreassi, Miquel Riera, Gerard Falcó, Diosdado Toledano, Víctor Ríos, Francisco Gallardo, Víctor Carceler, Óscar Torrente, Francesc Xavier Pardo… activistas de izquierda y no independentistas.

 

Ingeniero industrial, catedrático de matemática aplicada, ex rector de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), militante o ex militante de EUiA, Josep Ferrer Llop ha publicado en Sin permiso un artículo en el que expone las razones por las que, en su opinión, la izquierda catalana (acaso también la ibérica en general) debería apoyar la independencia de Cataluña. Unas observaciones sobre su contenido.

«La izquierda transformadora puede perder la oportunidad de protagonizar un momento histórico de cambio de régimen. En la elección entre el conservadurismo unionista y la doble ruptura, no debería tener muchas dudas». Así apunta la entradilla del texto. Ignoro si está escrita por el autor o por los editores. ¿Protagonizar la izquierda transformadora un momento histórico, un cambio de Régimen? ¿Estamos en ese punto y en esa situación? Tal vez, no hay que negarcasi nada, pero no es fácil verlo así de entrada. ¿Qué cambio en todo caso? La segunda disyuntiva no parece de recibo: ni en el lenguaje («conservadurismo unionista», expresión nacionalista nada afable y un pelín inaceptable) ni tampoco el arco de la elección: ¿o conmigo o contra mí? ¿Es eso? ¿No hay más compases en este concierto?

El texto está dividido en cuatro apartados. El primero lleva por título casi una declaración de principios: «La izquierda debe estar siempre junto al dominado.» ¿Junto al dominado? ¿Al lado de los vecinos de Gamonal, de los trabajadores de la limpieza de Madrid, de los obreros de Coca Cola, de los trabajadores sanitarios de la ciudad resistente, de los jornaleros andaluces, de los trabajadores en huelga indefinida de Panrico, de los usuarios de los transportes públicos de Barcelona, de los currantes de TV3? ¿Al lado de estas gentes? ¿Es eso? No, no es eso.

 Para afrontar el problema sin subterfugios, señala JFL, «la izquierda debe empezar asumiendo que estamos ante un conflicto entre naciones: entre la nación catalana y la nación castellano/española». ¿Y eso qué debe ser? ¿Un conflicto entre la nación catalana y la castellano-española, un conflicto entre naciones como India contra Inglaterra o Cuba contra Estados Unidos? ¿Y entre los ciudadanos de esas naciones?

La plurinacionalidad del actual estado español, señala el ex rector, una plurinacional que es imposible que tenga ningún estado, sí acaso España, Bélgica, Suiza o Canadá, tiene raíces históricas. Mil años atrás. ¿Desde hace un milenio? ¿Desde cuándo exactamente? ¿Cataluna y otras zonas del resto de España eran ya naciones en 1015? ¿Y en qué sentido eran naciones? ¿Tal como ahora, tal como somos? ¿Un mismo concepto para abarcar realidades tan diversas?

Lo que más cuenta en todo caso, en opinión de JFL, es que «a pesar de los muchos avatares, el pueblo catalán sigue sintiéndose una nación diferenciada y así lo ha expresado reiteradamente. No se trata, por tanto, de un conflicto entre nacionalistas y no-nacionalistas, sino entre dos nacionalismos enfrentados». ¿Cómo, qué, de dónde ese «por tanto»? Admitiendo que Cataluña sea una nación desde hace 1.000 años, y no es poco admitir una inexactitud historiográfica de estas dimensiones, y no sé si alguna premisa más, ¿por qué no puede haber conflicto, afables, de familia, si se quiere, entre ciudadanos catalanes, por ejemplo, que sean nacionalistas y otros que no lo somos? ¿No puede haber simultáneamente aquí varios nudos conflictivos? ¿De dónde el «por tanto»? ¿No puede haber relaciones de hermandad entre ciudadanos de Cataluña y de Euskadi, Aragón o Galicia, más allá de que haya nacionalidades milenarias o no las haya?

En segundo lugar, señala el ex de la UPC, «la izquierda debe denunciar que en este enfrentamiento, el nacionalismo español es el expansionista, mientras que el catalán sólo intenta defenderse». Por no remontarnos más atrás, prosigue, en los últimos 300 años -¡300 años!, ¿más atrás aún?- ha habido una voluntad manifiesta y hasta «decretada» de asimilación», con momentos esporádicos de pactos «como en la 2ª República o en la Constitución actual». Que el nacionalismo español sea expansionista es una cosa más o menos admisible, pero que el nacionalismo catalán, el realmente existente, sólo intente defenderse actualmente es uno de los mejores chistes políticos que se han escrito en esta última década. ¿CiU, ERC y sus afines sólo intentan defenderse del pérfido, rancio y fascistoide nacionalismo español? Vivimos seguramente en planetas distintos. Mas, el que se mofó en sede parlamentaria de la forma de hablar castellano de lo niños gallegos y andaluces, deberá estar muriéndose de risa. ¿No hay aquí y en estos momentos una descomunal lucha por el poder entre sectores oligárquicos del, digámoslo de forma clásica, bloque en el poder?

Los momentos de pactos (JFL incluye la Constitución de 1978 y se olvida o parece olvidarse de las condiciones de presión militar en que se realizó ese pacto, momentos en los que la izquierda transformadora, el MCC por poner un ejemplo por mi conocido, abogaba en minoría de dos o de tres por el derecho de autodeterminación y la unión fraternal de todos los pueblos de Sefarad), momentos, decía, que, en su opinión, en vez de ser el punto de partida de una solución definitiva han venido seguidos de regresiones en aspectos como el lingüístico o el cultural. ¿Regresión del catalán en estos momentos cuando centenares de miles de personas que desconocían el idioma o apenas lo hablaban lo hacen ahora con frecuencia e intercambio uno y otro de los idiomas más extendidos en el país de Federica Montseny y Durruti? ¿Regresión de la cultura catalana? ¿Dónde se ubica esa regresión? ¿En qué localidades, en qué sectores? ¿En el Camp del Barça dominado hasta la náusea por el reino y las finanzas de Qatar?

En tal situación, la izquierda no puede sino dar su apoyo al agredido. ¿A los trabajadores en paro, a las trabajadoras de la educación, a los ciudadanos empobrecidos o en condición de extrema pobreza? Me da que JFL no habla de esto. Los llamamientos al diálogo y al acuerdo, comenta, «las apelaciones al internacionalismo y a la solidaridad» (a la solidaridad, remarco), «deben siempre supeditarse al cese de la agresión y al respeto mutuo, para que no den pie a prolongar el statu quo». Es tramposo, tiene razón, el «pactas o te quedas como estás», pero… ¿alguien en la izquierda transformadora (no de la transformada), a la que parece referirse, defiende o postula una disyunción de estas características? ¿Contra quien se lanza esa piedra?

«No es creíble la alternativa federal mediante la reforma de la Constitución» es el titulo del segundo apartado. Una oferta de reforma federal partiendo de la situación actual, señala JFL, condicionada al beneplácito de la parte dominante y renunciando a que el minoritario tenga derecho a romper la baraja es una oferta injusta y totalmente inviable. Dejo de lado el primer nudo aunque es fácil aceptar que la parte dominante puede dar su beneplácito al pacto presionada fuertemente por las circusntancias y los deseos de cambios de las gentes (de aquí y de allá), pero… ¿por qué es totalmente inviable? Pues porque «está fuera de duda que el PP no va a permitir ninguna reforma constitucional que dé cabida a una alternativa federal». Aún más: «ni siquiera ningún acuerdo político o legislativo en esa dirección, aunque no requiera modificar la Constitución.» ¿Y va a permitir, en cambio, el partido neofranquista un proceso independentista? ¿Federalismo no, independencia sí! No, claro que no, pero se lo vamos a imponer. ¡Vamos a protagonizar una revolución democrática contra el Estado centralista y a favor de la independencia de Cataluña! ¿Es esto? ¿Esta es la tarea de la izquierda en estos momentos? ¿Romper el demos común, romper en cuatro o cinco pedazos nacionales o afines, en absoluto homogéneos, nuestras escasas y solidarias fuerzas?

No entro en su crítica al PSOE y puede ser que su propuesta federalista sea pura retórica. Desearía que no fuera el caso aunque no es imposible visto lo mucho visto.

El punto comentado se acaba con una perla histórico-política: «las voces federalistas no se han oído hasta hace poco, cuando el movimiento soberanista ha desbordado todas las previsiones». De ahí, colige JFL, «que la vía federalista no sólo se perciba inviable, sino poco creíble y hasta sospechosa». Y no sólo eso: «el federalismo es una alternativa perfectamente legítima y loable, pero en las presentes circunstancias puede sonar a oportunismo, como un refugio para esquivar el auténtico problema». A ver, a ver. La vindicación de la República federal, una finalidad esencial a la izquierda hispánica desde hace cuanto menos 80 años, ¿se ha oído desde hace poco? ¡Pero si hasta JFL ha vindicado, quiero pensarlo así, ese objetivo una y mil veces! ¿De qué es sospechosa la vía federalista, aquella que defendía en la calle, mientras otros (no hablo del autor) estudiaban-se-preparaban y hacían negocios, la gran mayoría de luchadores antifranquistas? Giulia Adinolfi, Pilar Fibla, Maria Rosa Borràs, Teresa Pàmies, Gregorio López Raimundo, Miguel Núñez, Neus Porta, Alejo García,, Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey entre muchos otros. ¿No se han oído nunca sus voces federalistas?

«¿Apelar al sentimiento unionista», así con interrogantes y con terminología nacionalista nada inocente, es el título del tercer apartado.

Quizá conscientes de la debilidad argumental de esa tercera vía, señala JFL, «vemos proliferar apelaciones a los sentimientos unionistas». ¿Apelar a sentimientos de unión de pueblos con larga (y no siempre feliz ciertamente) vida en común, como diría Jaime Gil de Biedma, es un horror, una malvada jugada centralista, inadmisible unionismo british imperial al estilo de la opresión inglesa sobre Belfast? La izquierda, añade el ex rector, «no debe minimizar (como ha hecho en otros momentos) estos sentimientos identitarios, pero tampoco sobreponerlos a los socio-económicos generales». ¿El sentimiento identitario en el puesto de mando o muy cercano a él de la cosmovisión de la izquierda no resignada? ¿Este es el programa de la izquierda transformadora para los nuevos tiempos?

«Por la doble ruptura democrática» es el título del cuarto apartado. En cualquier caso, la izquierda debe prestar especial atención al análisis de clase recomienda JFL. ¡Perfecto, de lo mejor que hasta ahora hemos leído! Obviamente, señala, y nosotros con él, la independencia no va acabar con la política de recortes de Mas (una política es que mucho más que una política de recortes, es una neta y despiadada opción neoliberal) ni con la falsa austeridad, nada austera para los ricachones germánicos, del gobierno Merkel. Pero, en su opinión, «parece claro que sitúa a las clases populares catalanas en mejores condiciones para combatirlas». ¿Y por qué es claro? No sólo por proximidad, sostiene JFL, «sino porque el nuevo escenario político será probablemente más propicio a la izquierda.» ¿Proximidad al gobierno Merkel, proximidad al gobierno de la Generalitat? ¿150 km en el caso de los ciudadanos de Lleida de este último? ¿Y? Más allá de eso: «el nuevo escenario más propio, probablemente, a la izquierda» ¿Y este conejo esperanzador de qué chistera sale? ¿No será más bien lo contrario, no será más bien que lo que se otea en el horizonte serán décadas y décadas de nacionalismo triunfador nacionalista donde se machacaría día tras día sobre la herencia imposible dejada por la España centralista y reaccionaria?

En particular, redondea JFL, «la derecha verá minimizados sus argumentos victimistas e identitarios, quedando más al descubierto su voluntad neoliberal.» ¿Minimizados? ¿Y eso por qué? ¿Por voluntad de autor? Por si hubiera dudas: «De hecho ya en los últimos tiempos el centro de gravedad se está desplazando hacia la izquierda moderada, y podría ir más allá si la izquierda transformadora abandonara sus vacilaciones». ¿Izquierda moderada? ¿ERC representa hoy una izquierda, por moderada y demediada que esta puede considerarse? ¿El partido que da apoyo total al gobierno Mas en políticas antiobreras a cambio del cromo del independentismo y más alla es una organización de izqueirda moderada? Ni el senyor Oriol Junqueras se lo creería.

El movimiento soberanista popular, en opinión de JFL, «busca liderazgos que de momento sólo encuentra en Mas (abanderando un independentismo en el que no creía pocos años atrás), Junqueras, Forcadell…, pero que probablemente desearía más a la izquierda». No lo parece, no hay indicios de ello por el momento según todos los analistas y estudios. «La mejor prueba de que el actual secesionismo no es derechas es la ya descarada (por ejemplo, en La Vanguardia) oposición de la oligarquía, que defendía un nacionalismo autonomista, pero se alarma con la independencia». ¿No hay otro sector de esa oligarquía que está por la labor independentista? ¿Y entonces? Sea como fuere, ¿que la oligarquía catalana estuviera en contra de la independencia de Cataluña hace buena a ésta? ¿Y eso por qué?

Algo parecido, cree JFL, puede decirse del resto del Estado (es obvio que no es del resto del Estado sino del resto de Sefarad) «donde la derecha tanto ha rentabilizado electoralmente el anticatalanismo». Ciertamente, admite, «la clase obrera vería reducidos sus efectivos combativos, pero ganaría un valioso ariete contra el régimen actual… La secesión de Cataluña supondría un poderoso revulsivo para poner en cuestión el sistema y en particular el bipartidismo que lo ha sustentado». La pérdida de efectivos no cosa marginal y por él reconocida pero aunque, imaginando lo inimaginable, la clase obrera del resto de España ganase un ariete, ¿ganaría un aliado en su lucha por una sociedad más justa, libre y solidaria? ¿No se vislumran conflictos alentados durante décadas?

Para JFL lo que necesita la izquierda española y no catalana (creo entender bien) es una alternativa que rehabilite internamente el estado y recomponga exteriormente las alianzas con la nueva república catalana. Es decir, la izquierda española no catalana debe apoyar el independentimo del señor Mas y sus afines y de paso se suicida para nueve siglos y medios, casi los mil años de nación española y catalana de los que hablaba el ex rector, y defiende, también de paso, lo que nunca ha defendido, la ruptura del pueblo de Sefarad, su unión fraterna.

No sería la primera vez que ante una movilización popular imprevista, concluye finalmente JFL, «a la izquierda le entra el vértigo del manual y se refugia en la duda y la pureza. Así, esperando «su» revolución, se queda sin ninguna». No sé a qué movilización popular está haciendo referiendo el ex rector pero tiene razón en un punto: no hay que esperar, nada de esperar en vano. Entre todos y todas hay que construir y abonar una razonable y realista revolución democrática y solidaria de todos los pueblos de España. Desde ya mismo.

Salvador López Arnal es nieto del obrero cenetista asesinado en el Camp de Bota de Barcelona en mayo de 1939 -delito: «rebelión»- José Arnal Cerezuela.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.