Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Wisam es un joven activista palestino de Yafra, una organización comunitaria dedicada a ayudar a las personas que permanecen en el campo de refugiados palestinos de Yarmuk en Siria. Accedió amablemente a realizar esta entrevista de audio, en lengua árabe, que fue traducida al italiano por Fouad Rouieha y al inglés por Mary Rizzo.
-Empecemos describiendo cómo es Yarmuk…
-El campo de refugiados de Yarmuk se encuentra al sur de Damasco, se extiende a lo largo y ancho de siete kilómetros cuadrados y está próximo a distritos del centro de la ciudad como Midan Zahir. Es decir, que forma parte del tejido urbano de la capital. Antes de que comenzara la revuelta tenía casi 700.000 habitantes, 220.000 de origen palestino y el resto sirios. El campo se construyó en 1957, la mayoría de los palestinos que viven allí son descendientes de los refugiados de 1948, especialmente de los del norte de Palestina, a los que se añadieron los procedentes de Jordania en 1967 y 1970. Antes de la revolución siria, Yarmuk era un área muy dinámica a nivel económico y se la consideraba como la capital de la diáspora palestina. Teníamos aquí un inmenso mercado, había gran fervor comercial pero también pasión social y política y una energía cultural que lo convirtió en uno de los principales centros culturales de Damasco. Una barriada como las otras, especialmente activa en lo económico y con calles llenas de tiendas y restaurantes que todos los damasquinos frecuentaban. Durante los fines de semana y los días de fiesta, las calles estaban tan atestadas que era difícil caminar. En resumen, una populosa barriada considerada asimismo muy segura.
-Vd. ha dicho que había también bastante activismo político, pero ser políticamente activo en Siria era tabú, había un extendido control y represión. ¿Qué es lo que era diferente para los palestinos?
-Me refería al activismo político respecto a la causa palestina, que no tenía nada que ver con la situación en Siria. En Yarmuk se hallaba una de las principales sedes de facciones palestinas como el Frente Popular, Hamas, el Frente Popular-Mando General, la Yihad Islámica, Fatah… La actividad política permitida se refería al campo, a nivel interno, y a Palestina, nunca a nada que tuviera que ver con Siria de forma directa. Algunas veces los sirios asistían también a las reuniones, especialmente los que vivían en Yarmuk. Mientras nos limitáramos a hablar sobre Palestina, no había problemas, siempre y cuando uno no se aproximara en forma alguna a la política siria.
-¿Cómo era la coexistencia entre los sirios y los palestinos sirios? ¿Había integración o se tendía a formar divisiones tipo gueto?
-Entre nosotros no notábamos diferencias. Llevábamos 50-60 años viviendo juntos. Los matrimonios mixtos eran normales, estábamos y estamos muy mezclados. Debe mencionarse también que a menudo la misma familia se componía de personas de las dos naciones, el norte de Palestina y el sur de Siria no estaban divididos y antes del exilio palestino había ya familias y clanes que vivían a ambos lados de la frontera. No hay divisiones perceptibles entre los sirios, los palestinos, los libaneses y los jordanos, hay siempre relaciones de amistad y parentesco.
-Dicen que al principio de la revolución, los palestinos sirios de los campos intentaron quedarse al margen…
-No es que tratáramos de quedarnos al margen, hubo un inmenso debate sobre si permitir o no que el campo de Yarmuk entrara en el corazón de la disputa. Algunos pensaban que los activistas de Yarmuk que quisieran unirse a la revolución deberían hacerlo fuera del campo, para no implicarlo. Sabíamos que si atacaban Yarmuk, iban a golpearnos con mucha fuerza y eso es, lamentablemente, lo que ha sucedido. Después circuló la idea de que Yarmuk podría ser un lugar seguro para los sirios que huían de sus hogares, para los heridos, para que pudieran acceder a las medicinas y a la comida. Este es el papel que el campo trató de jugar en los primeros dos años. Cuando había enfrentamientos en las zonas de Al Hayar, Aswuad o Tadamon, Yarmuk era el punto de distribución de medicinas y ayuda; recibíamos bien a los refugiados. Antes de ellos, habíamos acogido a la gente de Homs, a tantas familias que llegaron de allí. Abrimos los refugios para ellos, aprovechamos los colegios de la UNRWA [la agencia de la ONU dedicada a los refugiados palestinos] y los públicos. Era un puerto seguro para toda esa gente, donde eran bien recibidos, alimentados y albergados. Cuando el Frente Popular-Mando General nos presionó a algunos de nosotros para que tomáramos las armas contra el Ejército Libre, Yarmuk se vio directamente implicado en los combates, el Ejército Libre entró en el campo y el régimen atacó, del mismo modo que había hecho en otros distritos de la ciudad.
-He oído que el Ejército Libre estaba detrás de algunos abusos.
-No fue sólo una de las partes la que entró en Yarmuk sino toda una variedad de actores, entre los que también había delincuentes comunes que se hacían pasar por revolucionarios. Un ejemplo es la «Brigada de los Hijos del Golán», que no es más que una banda culpable de llevar a cabo secuestros y amenazas. Incendiaron los hogares de algunas familias y saquearon los de otras. Esto duró alrededor de seis meses, después las brigadas del Ejército Libre, algunas compuestas por palestinos y otras por sirios, les obligaron a salir del campo.
-¿Cuáles eran las posiciones de las facciones palestinas en el campo respecto a la revolución siria?
-Estaban divididas. Por una parte, los grupos conectados con el Frente Popular-Mando General y Fatah al Intifada combatían del lado de los leales al régimen. Los grupos cercanos a Hamas y los grupos independientes luchaban en cambio contra el régimen. La división que ves en la sociedad siria-palestina refleja lo que puede verse en la población siria.
-¿Cuánta gente hay viviendo en el campo en estos momentos?
-Nuestros datos son un poco diferentes de los de UNRWA. Pensamos que quedan entre 25.000 y 30.000 personas, de las cuales alrededor de 5.000 son sirias, el resto palestinas. Quienes allí permanecen son las personas que no tienen adónde ir, no hay sitio en los refugios. Son los más pobres de los pobres, tanto palestinos como sirios, gente que no tiene dinero para alquilar una casa y no encuentra sitio en centros o en campos. Alguna gente estuvo viviendo durante un tiempo en varios parques públicos de Damasco y después regresaron; permanecen también los que no han huido por miedo a que sus hijos se vean forzados a incorporarse al servicio militar. Algunos están aquí porque no tienen papeles, ningún documento de identidad y así no pueden ir a ninguna parte. En Yarmuk hay 30.000 civiles, si hubiera 30.000 combatientes, con sólo utilizar la lógica, Damasco habría caído en dos días. Entre los hombres armados dentro del campo hay más o menos 1.000 palestinos y 500 sirios, estos son los combatientes del campo. Son palestinos originarios de Yarmuk y han formado comités de defensa, no sólo y no tanto contra el régimen, sino también por motivos de seguridad interna porque no hay instituciones, sólo anarquía. Tiene que haber alguien que defienda a la gente de los ladrones, de los secuestros, etc. En resumen, que también realizan una función de policía, en ocasiones interviniendo incluso para mediar en las disputas familiares.
-¿Cómo describiría la situación humanitaria actual?
-Yarmuk empezó a vivir un asedio parcial en diciembre de 2012. Esto significa que los civiles podían salir y regresar con lo que puedan cargar, pero desde luego no se permitía que entraran camiones con alimentos. Desde el principio del asedio hemos podido conseguir tan sólo que entren cuatro camiones, lo que causó el arresto de algunos voluntarios y la muerte de Jaled Bakrawi. En junio de 2013 empezó el asedio total, nadie podía ya entrar ni salir, ni se permite que entren en el campo de Yarmuk alimentos ni medicinas ni ningún otro bien. Después de cuatro meses, se empezó a padecer desnutrición y la gente comenzó a morir. Hasta ahora se han registrado 154 casos de muerte por inanición, sin considerar los casos en los que el hambre es sólo uno de los factores. Sigue habiendo gran carencia de alimentos, en los últimos dos meses se han producido algunos intentos diplomáticos para aliviar la situación, pero todo lo que realmente ha entrado son 12.000 cestas de comida, cada una de las cuales puede alimentar a una familia entre cuatro y diez días. Por tanto, quien recibiera una de ellas, ya no tiene más comida. Después entraron 5.000 bolsas de comida conteniendo mermelada, dátiles y algo de pan. Las cestas se podían conseguir en la UNRWA, fueron las 4.000/5.000 bolsas que nosotros mismos trajimos.
Con respecto a las medicinas y a la situación sanitaria: al principio había sólo un hospital en funcionamiento en el campo, el Hospital Palestina, que tuvo que cerrarse por falta de carburante [de mazots, un tipo de diesel que se utiliza en los generadores y calderas]. Hace ya casi trece meses que el campo no dispone de electricidad, por esta razón el hospital ha pasado a depender sólo de generadores. Tampoco hay medicinas, y al único doctor que había en Yarmuk le mataron hace seis meses durante un bombardeo cuando salía del hospital. Ahora la gente que trabaja en la atención sanitaria son enfermeras, su trabajo se basa en su experiencia pero no son doctores, no son especialistas. El pasado mes pudimos sacar del campo 400 casos urgentes. Durante la evacuación, algunos fueron arrestados por las fuerzas de seguridad del régimen pero no se permite ya que salgan más civiles.
-¿Cómo es la vida de una persona normal en Yarmuk? Imagino que es improbable que se pueda trabajar.
-No hay ya ningún trabajo en el campo, las carreteras de acceso están cerradas y no hay ningún tipo de movimiento comercial. El problema principal es el alto precio de los alimentos, porque algo se consigue que entre de contrabando. Hace mes y medio, un kilo de arroz costaba alrededor de 12.000 libras sirias, más o menos el equivalente a 51€, y el mes pasado el precio bajó ligeramente, pero si consideramos que hace tres años costaba 0,73€ y que en las zonas que rodean el campo sigue costando esa cantidad, el precio ha aumentado unas setenta veces. Un litro de combustible para los generadores cuesta entre 600 y 700 libras sirias, en el resto de Damasco cuesta 100 libras y además es que en todo el campo no se puede encontrar combustible alguno. Algunas ONG, incluida nuestra Fundación Yafra, tienen proyectos de autoproducción agrícola en el campo. En el invierno no progresaron mucho porque el clima no ayudó, pero ahora están yendo algo mejor. En la actualidad, los habitantes de Yarmuk se pasan el día buscando comida. Hay quienes recogen hierba de los prados, y hasta ahora hemos registrado cinco muertes a causa de los francotiradores del régimen que acechan esos campos. El resto sobrevive buscando dentro de Yarmuk, explorando las casas abandonadas en búsqueda de algún resto de alimento, un puñado de arroz o harina, algo de especias o cualquier cosa que sea comestible. Así es como pasan ahora sus vidas.
-Durante los últimos meses, cuando hubo algún intento de llevar comida al campo, se produjeron algunos ataques contra el convoy y el régimen acusó a los combatientes de la oposición.
-No fueron ataques directos, sino que en ocasiones se producían algunos disparos cuya procedencia no hemos podido precisar aún. Ambos bandos se acusan el uno al otro: la milicia acusa al Frente Popular-Mando General y éste acusa a los islamistas armados. En realidad, ha habido ocasiones en que los disparos de las milicias han impedido la distribución pero, honestamente, no creo que fuera su objetivo: están bajo asedio al igual que el resto, nadie está bajo asedio por gusto, lo más probable es que en algún intento de combatir a las fuerzas leales al régimen o de responder a los ataques, el convoy humanitario se viera afectado por el fuego cruzado.
-¿Le gustaría hacer algún llamamiento al público en general?
-En Yarmuk hay casi 30.000 personas, entre ellos 1.200 niños, muchos de éstos han nacido bajo el asedio. Yo estaba en Yarmuk hace tres meses, los niños ya no recordaban el sabor de la comida, no paran de soñar con saborear una patata o con poder chupar algo dulce. También tenemos la problemática situación de las personas mayores que necesitan medicación para la tensión arterial, para los problemas cardíacos o diabetes, medicinas muy normales, pero cuya carencia está causando su muerte. Los heridos acaban a menudo con amputaciones porque no hay instrumental ni para el tratamiento más básico, se carece totalmente de medicinas y doctores. Necesitamos vacunas para nuestros niños. Los problemas son inmensos, los niños desconocen ya lo que significa una vida normal, no pueden imaginar cómo es la vida fuera del campo, sueñan con la electricidad, la televisión, las cosas que son sencillas y normales para quienes viven justo a pocos kilómetros de ellos. Estos niños, estos civiles, ¿qué falta han cometido para que tengan que sufrir de esa forma? Lo que está sucediendo en Yarmuk es contrario a todos los principios humanitarios, contrario a todos los principios patrióticos o principios panárabes de los que el régimen tanto se enorgullece de estar a la vanguardia.
Fuente original: http://radiofreesyria1.wordpress.com/2014/05/06/extreme-suffering-in-yarmouk-camp-interview-with-wesam-sabaaneh/