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Ser un judio mizrají, israelí y conmovido por el Holocausto

Fuentes: 972mag

Traducido para Rebelión por J. M.

El discurso israelí del Holocausto ilustra la -todavía- posición conflictiva de los judíos mizrajíes (1) en la sociedad israelí. Tal vez podríamos diseñar una identidad mizrahi que se nutre de las raíces de su propia historia y no de lo que se le impuso en el exterior.

Hace un año el Día del Holocausto que estaba conduciendo en mi coche hasta Beer Sheva y escuchando, como de costumbre, a Galei Tzahal, la estación de radio del ejército. De repente me di cuenta de lo mucho que esa estación había cambiado en comparación con años anteriores. Todas las historias familiares de ese día – los testimonios de las atrocidades del Holocausto – se decían desde nuevos ángulos. La variedad de programas era casi equilibrada, la agenda diaria es presentar una variedad de grupos dentro de la sociedad israelí: la historia de las mujeres en el Gueto de Varsovia, la historia de los niños, la historia de los judíos de Libia y de Túnez y hasta una discusión de cómo es visto el Holocausto por el sector árabe. Sin lugar a dudas, esta tendencia es el resultado de el fogoso discurso de identidad que se ha estado escuchando en los ámbitos sociales y culturales de Israel en los últimos años, que ha sido particularmente intenso en cuanto al papel que juega el Holocausto en la formación de la identidad israelí en general, y en la de los judíos mizrajíes en particular.

La cuestión de la conexión de los judios mizrajíes con el Holocausto es algo complejo y profundo que exige una investigación exhaustiva. En su estudio sobre el tema, Hanna Yablonka trató de describir la narrativa histórica que excluía a los judíos mizrajíes del discurso del Holocausto, así como el intento que se ha hecho, desde los años 1980, para acercarlos a la corriente principal de Israel uniéndolos a la memoria del Holocausto. En el capítulo final, titulado «Branding the Memory,» -El sacrificio de la memoria, traducción libre del traductor-, marca las celebraciones del 60 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial como un pico que indica la integración social de los judíos mizrajíes en la experiencia israelí. Yablonka sostiene que los representantes mizrajíes enviados por el Estado de Israel a diversas ceremonias en todo el mundo (los políticos Silvan Shalom y Moshe Katsav) y lo que dijeron en estas ceremonias, sirven como prueba de que la memoria de marca en el ADN israelí había tenido éxito en la creación de un identidad unificada, según lo previsto por el sionismo. Sin embargo, el cuadro que surge del discurso literario y cultural es muy diferente de la interpretación histórica, que se centra principalmente en reafirmar la noción de «crisol de razas».

Israelis stand at attention during siren for Holocaust Memorial Day (Photo: Yossi Gurvitz)

Israelíes parados en atención durante la sirena para el Día del Holocausto (Foto: Yossi Gurvitz)

El proceso de unificación descrito por Yablonka ocurrió en paralelo con un proceso diametralmente opuesto de diferenciación que implica definiciones alternativas de las identidades comunitarias y que desmantelan el discurso sionista unificador y alteran el mapa de identidad dentro de la sociedad israelí. Este proceso se expresa bien en la literatura israelí. Desde la década de 1990 han ido apareciendo libros, escritos por la segunda generación de escritores de segunda generación de mizrajíes que demandan a la memoria del Holocausto e incorporándolo en su trabajo. Manipulándolo y moldeándolo con instrumentos grotescos como si fuera propio, mostraron la equivocación de esta memoria y la facilitaron para que todos vean.

El diálogo que los escritores mizrajíes tienen con el Holocausto es variado. Algunos escritores están muy agobiados por la «envidia del Holocausto», queriendo desesperadamente participar, deseando para ellos también sobrevivientes en su familia. Uno de estos es escritor Yossi Avni-Levy, cuyo trabajo está obsesionado con el Holocausto. Sin embargo, esta obsesión aparentemente ingenua descubre sus garras agresivas en las descripciones que revelan una doble postura. Así, por ejemplo, el protagonista de A Man Without Shadow (2007) – Un Hombre Sin Sombra (N.del T.) -recuerda como su maestro había pedido a todos los niños de la clase compartir la historia de su familia en el Holocausto. Para su gran horror, el niño se da cuenta de que «… de su enjambre de tíos y tías, ni uno de ellos… había estado en el Holocausto» (88), pero por una tía lejana que de alguna manera terminó en Crimea, donde fue brutalmente asesinada por los nazis junto con toda su familia. Aquí estaba la tía redentora, y el chico cuenta la historia a sus compañeros de clase con tanta emoción, que hace que su maestra de escuela con los ojos llorosos lo vea «con una luz completamente nueva» (90).

Pero después de contar la historia larga de su tía en gran detalle, el narrador confiesa que nunca hubo una tía Batsheva y que había inventado toda la historia horripilante en su mente febril, después de haber escuchado las historias del Holocausto en boca de sus compañeros de clase y le invadió la envidia:

«¡… [Y] tanto quería ser uno de ellos! Así que quería tener abuelos y abuelas que habían muerto, según la costumbre judía, en Treblinka! »

Este breve relato ilustra el intenso conflicto emocional que los judíos mizrajíes experimentan en relación con el papel que juega el Holocausto en la experiencia israelí. Vivir en Israel como mizrají significa crecer en una sociedad que santifica la memoria del Holocausto y la convierte en capital simbólico que se transmite de padres a hijos. Al mismo tiempo, significa que pertenece a un grupo excluido que es carente de personalidad, cuya historia y crónicas no son de interés, salvo en la medida en que se refieren a un folklore colorido y confirman la narrativa sionista de rescate.

Holocaust survivors arrive in Israel (GPO/CC BY NC SA 2.0)

Sobrevivientes del Holocausto llegan a Israel (OPG / CC BY NC SA 2.0)

Su sensación de no ser visto lleva el protagonista de Avni a adoptar la historia del Holocausto y hacerla suya. El estilo narrativo es infantil e ingenuo, pero no todo allí es inocente (como el autor que era un hombre adulto y recordando su infancia). Arroja luz sobre la distorsión de los valores que intervienen en la adopción de este relato, como el protagonista que desea poder cambiar su «enjambre de tíos y tías» por algún sobreviviente que experimentó mucho sufrimiento, sólo para ganar la aprobación de su antiguo maestro ashkenazí (2.-). Él prefiere la «costumbre judía» de la muerte (ashkenazi), sobre la glotona costumbre mizrají de comer y beber (según la tradición orientalista en que se basa el discurso de la identidad israelí).

En oposición a esta postura conflictiva de la identificación, en los últimos años se ha hecho posible identificar un despertar único entre los escritores mizrajíes que tienen una conexión biográfica con el Holocausto. Lea Aini en Rose of Lebanon (2009) y Yossi Sucary en Bengasi-Bergen-Belsen (2013) reclaman a su propia familia y su parte en la comunidad de la memoria histórica establecida del Holocausto. En ambos casos la experiencia de los sobrevivientes del Holocausto no había sido reconocida por la clase dirigente, y, a pesar de haber sufrido tan terrible sufrimiento, no recibió reconocimiento alguno de parte de las instituciones públicas de la memoria ni del público israelíes.

Aini describe a su padre, un sobreviviente de Auschwitz: «[E]l se sienta allí en la víspera del Día del Holocausto, replegado bajo su manto, y encaramado frente a la TV que transmite repetidamente los programas y películas alusivas en los que no se menciona los judíos de Grecia – por lo tanto, el padre se continuó sacrificando a sí mismo, y a nosotros, en el altar de la supervivencia, como si nada de esto hubiera terminado nunca «(228). La rabia terrible que construyó en su interior fue dirigida violentamente a miembros de su familia.

La novela de Sucary comienza relatando un arrebato de cólera, contando la historia de un grupo de judíos libios que fueron enviados al campo de concentración de Bergen-Belsen. Los numerosos comentarios escritos sobre la novela pone de relieve la importancia histórica de la cuestión de que, finalmente, había sido traído a la conciencia pública. Sin embargo, Sucary no sólo trató de presentar el destino común compartido por judíos libios y europeos. Su objetivo principal era mostrar el odio de los judíos dirigido a sus propios hermanos, y cómo los mismos judíos europeos abusaron de los judíos libios. La última parte de la novela describe los horrores del campo de concentración a través de los ojos de Silvana, la protagonista central.

Prisoners standing during a roll call. Each wears a striped hat and uniform bearing colored, triangular badges and identification numbers. *''Buchenwald, [Thuringia] Germany, 1938-1941. [http://www.ushmm.org/ United States Holocaust Memorial Museum]

Prisioneros de pie durante una pasada de lista. Cada uno lleva un sombrero de rayas y uniforme, insignias triangulares de colores y números de identificación. * «Buchenwald, [Turingia] Alemania, 1938-1941. [Http://www.ushmm.org/ United States Holocaust Memorial Museum]

Desde su primer encuentro con los prisioneros ashkenazíesi en el campamento, la señalan como una «negrita», como alguien que «no es uno de los nuestros». Su estado de «inferior», debido a su origen étnico, permite a uno de los presos acosarla verbalmente, abusar de ella y asaltarla sexualmente. Por último, le tienden una trampa, seduciéndola para que llegue a un determinado lugar donde es degradada y violada por tres kapos holandeses.

Las descripciones de la brutalidad mostrada hacia Silvana por los judíos europeos parecen mucho más extremas que las de los alemanes. Cuando se trata de los alemanes, Silvana es ingeniosa y se las arregla para encontrar soluciones, mientras que en sus encuentros con los judíos ashkenazíes ella es humillada de la manera más extrema y vulgar. Cuando ella está siendo violada, un pensamiento cruza su mente: «¿quién podría salvarla? ¿Sus propios hermanos blancos judíos, que la trataban como si fuera un animal humano infiltrada en su grupo? «(299).

 

Estas descripciones ilustran la agenda subyacente de la novela, que no es meramente para contar la experiencia de los judíos de Libia en el Holocausto, sino también, y quizá sobre todo, para protestar contra la actitud condescendiente y dañina que los judíos ashkenazíes tenían hacia ellos. Esta misma fue la misma actitud que los judíos libios mostraron más tarde, a su llegada a Israel.

***

Como dije al comienzo de este artículo, pareciera que en los últimos años se ha hecho un esfuerzo especial para que todos puedan expresarse en el Día del Holocausto. Este proceso de corrección política todavía cubre las grietas y heridas de la identidad mizrají. El aspecto más preocupante de ésto es que todavía se siente como cuando se trata del Holocausto y los judíos mizrajíes. Esta es la puerta de entrada por donde los mizrajíes tienen que pasar con el fin de salir «más blancos» en el otro lado. El proceso se ha vuelto cada vez más industrializado, en cuanto uno de sus pilares están siendo los viajes organizados de los estudiantes de secundaria israelíes a Polonia. En este contexto, Itamar Toby Taharlev comparte cómo él y sus amigos mizrajíes consideran que es su deber en su viaje a Polonia conectarse totalmente a la experiencia de la diáspora y el Holocausto, mientras que sus amigos ashkenazíes hicieron el viaje nada más que como una oportunidad para dejarse llevar y disfrutar de la libertad de estar lejos de sus padres. Sus conclusiones finales son alarmantes: «[E]se viaje a Polonia, de hecho, podría haber sido un viaje para la fabricación de una identidad ashkenazí».

Israeli high school students visit the Birkenau concentration camp in Poland. (Photo by Borzywoj / Shutterstock.com)

Estudiantes de secundaria israelíes visitan el campo de concentración de Birkenau en Polonia. (Foto por Borzywoj / Shutterstock.com)

En el otro extremo del espectro, Roy Lachmanovich (hebreo), un descendiente de sobreviviente del Holocausto de tercera generación, nos implora incluir a los judíos mizrajíes en la memoria del Holocausto, al tiempo que la generación que tenía experiencia directa con el Holocausto se está muriendo poco a poco. Advierte que «si la sociedad israelí no se despierta a tiempo nos encontraremos luchando contra la realidad del retroceso de este día de conmemoración». Ambas columnas fueron escritas en 2012 y expresan la misma posición: los judíos mizrajíes siguen ocupando los márgenes sociales de la sociedad israelí y el Holocausto sigue siendo el objetivo al que la sociedad apunta. Sin embargo, mientras que la posición de Taharlev es crítica, Lachmanovich de es pragmático: necesitamos a los judíos mizrajíes para recordar el Holocausto, al igual que se necesitaban en los primeros días del Estado para habitar los territorios vacíos y que no sean reclamadas por los árabes.

Estos puntos de vista contradictorios estaban pasando por mi mente mientras estaba viendo la película documental «El verdugo» (2011), que narra la historia de Shalom Nagar, el judío yemenita que fue verdugo de Adolf Eichmann. La película fue aclamada e incluso se dice que es un hito en los documentales del Holocausto, después de la cual los documentales sobre el Holocausto ya no serían los mismos. La película me mantuvo en suspenso, pero no pude ir más allá de la edición, que tiene por objeto presentar la tensión paradójica entre la brutalidad y la compasión, las cuales los realizadores creen que es representativa de la sociedad israelí. Lo hicieron bien, con una secuencia de contradicciones en las imágenes visuales que crean una sensación de ansiedad e inquietud. Primeros planos de brutales disparos, y luego el carácter ingenuo de Nagar afilando su cuchillo en la preparación de la masacre, con la banda sonora de música dramática. En un momento se ve una inocente cabra a punto de ser sacrificada, balando en voz baja, y en el siguiente se ve su cadáver colgado de un gancho cuando se está desollando. La tensión llega a su punto máximo cuando Nagar describe a Eichmann colgando y bajando su cuerpo de la cuerda. En palabras del propio Nagar «vomitó» sobre él el aire atrapado y sangre, y él se sinióa como si hubiera sido maldecido. Pero algo en la película me hizo sentir incómodo.

Hay algo manipuladora y esquivo sobre la película. En realidad no es sobre el Holocausto o que cuelga de Eichmann, ni está realmente interesado en el personaje de Nagar. Todos estos son reclutados en apoyo de una narrativa todo israelí que presenta las fuerzas oscuras que burbujean bajo la fachada aparentemente inocente. La película hace un buen uso de una estructura similar a Forrest Gump, que sirve bien su orden del día. «Forrest Gump», como todos recordarán, sigue la vida de una persona con discapacidad mental que fue testigo – y en algunos casos realmente estaba involucrado en – algunos de los acontecimientos decisivos en la historia de América. Sin embargo, debido a su discapacidad le transmite estos eventos sin comprender realmente su significado. Este tipo de descripción desfamiliariza los acontecimientos, por un lado, pero al mismo tiempo que permite una reflexión sobre el lugar del «otro» dentro de la sociedad, un lugar que es a la vez en el interior y el exterior de la sociedad.

Adolf Eichmann paces in the yard of his cell in Ramle Prison, Israel, April 21, 1961(Photo: John Milli/GPO)

Adolf Eichmann se pasea en el patio de su celda en la prisión de Ramle, Israel, 21 de abril 1961 (Foto: John Milli / GPO)

Del mismo modo, Nagar se ve implicado en los acontecimientos fatídicos, casi por casualidad, e informa de ellos con ingenuidad informal, casi como si no fuera consciente de su importancia. Así, por ejemplo, nos enteramos de que él fue uno de los que contribuyeron a la creación de Kiryat Arba, el barrio judío de Hebrón, en la década de 1970, y que incluso fue invitado, con gran honor, a vivir allí. También fue testigo directo de la masacre de fieles musulmanes cometidos por Baruch Goldstein en la Cueva de los Patriarcas. A pesar de las difíciles experiencias a las que que ha estado expuesto a, Nagar mantiene una visión del mundo humana, llena de inocencia y gracia.

Lo inquietante es el uso instrumental del carácter de Nagar, o si se quiere del personaje mizrají, en principio en el sentido histórico. Nagar, como se ve, se había negado a asumir el papel de verdugo, entonces se sorteó fue elegido para el puesto. Esto plantea una cuestión interesante: durante el tiempo que se celebraba el juicio, el Servicio de Prisiones de Israel se aseguró de que Eichmann se mantuviera con vida. Tenían a judíos mizrajíes custodiándolo para que no sea asesinado. Nagar incluso revisaba los alimentos de Eichmann para asegurarse de que no estaban envenenados. Cuando Nagar preguntó a su oficial al mando sobre ésto, el funcionario respondió: «Escucha, un yemenita no es un problema … muchos yemenitas han estirado la pata … pero Eichmann, eso es un problema, porque este juicio va a salir a todo el mundo». Sin embargo, después de que Eichmann fue condenado a muerte, ¿por qué era tan importante dar el honor de la guardia a un yemení que había sido el más cercano a Eichmann durante los últimos seis meses, la persona que lo acompañó al baño y lo vio defecar? La negativa de Nagar debería haber sido suficiente, sobre todo cuando había muchos otros que estaban dispuestos a ser voluntarios para el trabajo. Pero ellos hicieron un sorteo. ¿Se llevó a cabo un sorteeo en realidad? Nagar no estuvo presente para presenciar y recibió la orden de su comandante. La experiencia lo dejó traumatizado, y sólo podía encontrar alivio parcial volcándose a la religión.

La película también utiliza Nagar como instrumento. Los realizadores eligieron para presentarlo una manera unidimensional, resucitando así la imagen estereotipada del yemenita. Blau escribe: «Shalom Nagar es un personaje entrañable. Un viejo hombre yemenita, optimista y temeroso de Dios, con un gran sentido del humor, que parece estar en contraste con el estereotipo perfecto para cualquier película del Holocausto»(hebreo). Es fascinante ver cómo con un plumazo Blau desmantela un estereotipo sólo para preservar y reafirmar otra.

Pero el estereotipo de las grietas yemenitas estalla tan pronto como una delgada capa de cobertura de azúcar estalla y descubre a la persona real. En una entrevista que concedió a Chen Kotas-Bar, Nagar ofrece una visión mucho más nítida de la que se presenta en la película: «Yo sé que si un ashkenazí hubiera colgado Eichmann, le habrían mostrado mucho más respeto», dice. «Soy yemenita. Ni siquiera me invitan al museo del Holocausto, a Yad Vashem, a explicar, a hablar de ello. Nadie. Nada. ¿Para qué un yemenita vendría al museo del Holocausto? Lo veo en la televisión. La gente viene, ve y lo muestran todo el tiempo. Cada uno cuenta su historia del Holocausto. Yo estaba allí. Lo hice. De todas las personas, el que realmente cometió el hecho, ¡el que lo colgó! Nadie viene a invitarlo, ¡nada! ¿Qué, tengo que ir a pedir? Si ellos no me quieren, me parece bien. Déjenme en paz. No necesito ese tipo de basura. Si alguien no me quiere, yo no los quiero. Así que no voy a ir, y no voy a decir nada de eso «(en hebreo).

***

La ira y la protesta son etapas importantes en los procesos de reconocimiento de la propia identidad. Esto también se puede ver en la crítica feminista, en la escritura de las mujeres. Al comienzo del nuevo milenio este arrebato de furia se expresó en forma de varios textos literarios escritos por la segunda generación de escritores mizrajíes. Su tratamiento singular del Holocausto y la identidad mizrají fue la primera expresión de protesta contra su supresión y la exclusión del ámbito social y cultural de Israel.

Los realizadores silenciaron la rabia de Nagar, esa misma rabia que debería haber dado lugar a un despertar de la conciencia. Nagar juega con sus manos como un yemenita ingenuo, sobre sus espaldas Israel reescribió su historia y ahora lo empuja a la marginalidad.

El discurso israelí del Holocausto ilustra la (todavía) la posición conflictiva de los judios mizrajíes en la sociedad israelí. La literatura presenta el intento grotesco de infiltrarse en el núcleo de la esencia de Israel mediante el uso de la memoria del Holocausto, y el reclamo de los que estuvieron allí y que tuvieron que luchar para que su memoria sea reconocida. Una vez que limpiamos los establos literarios, tal vez deberíamos volver atrás y examinar los procesos que intervienen en la definición de la historia y la conciencia mizrají, y tal vez podríamos hacer lo siguiente: diseñar la identidad étnica mizrají, que se nutre de las raíces de su propia historia única y no de aquella que es impuesta externamente.

Batya Shimony es profesora en el departamento de literatura hebrea en la Universidad Ben-Gurion del Negev y Achva Academic College. Su interés de investigación es la literatura mizrají en sus diversos aspectos: la identidad, el Holocausto, el género y la inmigración.

Este artículo fue publicado originalmente en hebreo en Haokets.

Notas:

(1) http://es.wikipedia.org/wiki/Jud%C3%ADos_Mizrahi

(2) http://es.wikipedia.org/wiki/Ashkenaz%C3%AD

Fuente: http://972mag.com/being-a-mizrahi-jew-an-israeli-and-touching-the-holocaust/90722/