Aparecerá hoy en muchos periódicos a lo largo y ancho del mundo, se dirá en muchos telediarios en infinidad de lenguas: Bashar al Asad ha ganado las elecciones en Siria con un 88,6%, con una participación del 73,4%. Bastantes notas de prensa incluso dirán eso de que fueron las «primeras elecciones presidenciales en Siria con […]
Aparecerá hoy en muchos periódicos a lo largo y ancho del mundo, se dirá en muchos telediarios en infinidad de lenguas: Bashar al Asad ha ganado las elecciones en Siria con un 88,6%, con una participación del 73,4%. Bastantes notas de prensa incluso dirán eso de que fueron las «primeras elecciones presidenciales en Siria con más de un candidato desde hace más de medio siglo». Existe el pseudo-argumento que dice que estos son hechos. Datos objetivos. ¿Y qué pasa con el contexto en el que se encuadran estos «datos»?
Del proceso electoral en sí mismo se podría decir mucho, desde que no fue más que un teatro barato, con candidatos de paja. Un proceso hecho a medida de Bashar al Asad, basado en la constitución que se inventó en 2012, y que aprobó con un referéndum casi tan patético como estas elecciones. Al igual que todos plebiscitos del régimen de los Asad, hemos visto cómo se coaccionaba a los sirios para ir a votar, tanto dentro de Siria como en el Líbano, la TV siria mostró, con desparpajo, como varios leales aseguraron que habían votado 2 y 3 veces, y que votarían las veces que hiciera falta. Incluso hemos visto a responsables de mesas electorales colgar en Facebook números de móvil a los que enviar una foto del DNI por Whatsapp para que votaran por ti si no podías acercarte al colegio electoral. Hemos visto como las instituciones del Estado eran utilizadas como catalizadores de la histeria colectiva a favor de Asad Hijo. De todo esto nada es nuevo. La única novedad es que en casi media Siria no se celebraron las elecciones, ya sea porque son zonas libres del control del régimen, o porque llevan meses cercadas por el ejército del régimen y las fuerzas paramilitares leales, como es el caso de la periferia sur de Damasco.
Estos datos son más que suficientes para considerar que las elecciones fueron un tremendo fraude, aunque no estén de acuerdo los observadores internacionales invitados por el régimen, que llegaron procedentes de grandes ejemplos democráticos como Rusia, Irán, Corea del Norte, Bielorrusia y Mozambique. Aun así, esto no es más que la superficie de una cuestión mucho más profunda: Aunque hubiesen sido unas elecciones limpias, sin coacciones ni matonismos, sin fraude ni mentira, con libertad de voto, seguirían siendo una pantomima. Este régimen carece de cualquier legitimidad política tras casi medio siglo de tiranía empobrecedora, y más de tres años de guerra absoluta contra los sirios tras el levantamiento popular de marzo de 2011.
En Siria no existe el Estado. Las instituciones existentes no sirven ni tan siquiera para hacer el paripé. La constitución y las leyes, hechas a medida de Bashar al Asad, no son respetadas ni tomadas en serio. Al hablar del régimen sirio, estamos hablando de un complejo político-económico-militar que ni siquiera reúne las características necesarias para poder decir que es -realmente- dictadura. Decimos que es una dictadura para darle un nombre, pero, en realidad, es algo mucho más primitivo, arbitrario, irracional y sanguinario. Estos criminales presentan un ejemplo difícil de encuadrar en la teoría política, por mucho que busquemos en las páginas más oscuras e inhumanas.
El tirano sirio monta la patética escena de las elecciones presidenciales porque necesita dar una imagen de normalidad, aparte de encuadrar los baños de histeria colectiva, tan necesarios para la moral de los leales como para el régimen mismo. Aparte de la utilización interna, el régimen le muestra al mundo cual es el proceso político en el que está dispuesto a trabajar: Bashar al Asad es intocable.
El régimen de los Asad lleva 44 años aplastando a los sirios sin piedad ni límites, y en los últimos 3 años ha declarado la guerra absoluta contra la sociedad siria, convirtiendo en un solar posapocalíptico cualquier ciudad, barrio, o aldea que haya participado en el levantamiento popular en su contra. El número de víctimas mortales superó los 150 mil fallecidos hace ya tiempo, y hay decenas de miles de detenidos en las cárceles del régimen. En los países vecinos de Siria hay millones de refugiados que han huido de las mareas de fuego y acero que el régimen les ha echado encima. Los muertos, detenidos, o refugiados nadie le ha preguntado si quieren votar a su asesino o carcelero, o, en cambio a alguna de las tristes marionetas presentadas como candidatos en su contra. En serio, ¿de qué elecciones estamos hablando?
Fuente original: http://www.syriangavroche.com/2014/06/elecciones-de-sangre-resultados-de-plomo.html?m=1