Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Probablemente nos llevará algún tiempo conocer los detalles de las negociaciones de El Cairo sobre Gaza para alcanzar un alto el fuego que se vinieron abajo el 19 de agosto. Israel afirma que los grupos armados palestinos lanzaron posteriormente los primeros proyectiles. Los palestinos acusan a Israel de sabotear las conversaciones al creer que tenía una insólita posibilidad de asesinar al comandante militar de Hamas, Mohammed Deif, lanzando siete misiles guiados contra un hogar situado en el complejo de viviendas Sheij Radwan en Ciudad de Gaza, ataque en el que sí mataron a la mujer de Deif y a su pequeño.
Pero incluso aunque la contención palestina respecto al ataque contra Deif sea correcta, no explica por qué, a lo largo de varias semanas de negociaciones en El Cairo entre las dos partes, no se consiguió alcanzar un acuerdo. Tampoco la parcialidad de Egipto como mediador, debido a su animosidad hacia Hamas, ofrece mucha explicación. Una vez que las negociaciones comenzaron, el interés primordial de Egipto era asegurar su éxito y reafirmar su posición como mediador único. De hecho, para ayudar a que las negociaciones culminaran de forma positiva, Egipto introdujo modificaciones sustanciales a la propuesta inicial que había coordinado con el ex Primer Ministro británico Tony Blair y el Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu y que Hamas había rechazado.
Una explicación más convincente de la reanudación de las hostilidades podría estar en el escaso desempeño del ejército israelí. A pesar de unas condiciones por las que la mayoría de los planificadores militares estarían salivando -un enemigo pobremente equipado, encerrado en un territorio minúsculo en el que Israel lleva medio siglo ejercitando un espionaje total-, Israel no consiguió ningún objetivo importante en varias semanas de bombardeo casi continuo y de limitada invasión terrestre. Y eso sin que mediara restricción alguna por presiones políticas internas, regionales o internacionales. Incapaz de asestar un duro golpe a los grupos armados palestinos, ni siquiera de desmoralizarles, los dirigentes israelíes se limitaron a presentar como logros militares la cifra de bajas, de las que las Naciones Unidas dicen ser en su mayoría civiles, y la destrucción de barriadas residenciales. El intento de Netanyahu de negociar la victoria en El Cairo que le ha sido elusiva en Gaza estaba, por tanto, condenado desde el principio.
Los informes de que se dispone de las negociaciones de El Cairo indican que la delegación palestina mostró flexibilidad en la puesta en marcha de cualquier acuerdo, siempre y cuando supusiera la eliminación, y no la simple relajación, del asedio a Gaza, lo implicaba un riesgo político interno importante para el dirigente israelí.
El analista palestino Khalil Shaheen, del think tank palestino Masarat, dijo: «Sería muy difícil que Netanyahu firmara un acuerdo cuyo principal elemento fuera el fin del bloqueo y no hiciera mención al desarme palestino y continuara declarando la victoria».
No sólo la opinión pública israelí se pondría en contra suya -sobre todo si Deif ha sobrevivido como parece al intento de asesinato-, también los socios díscolos de la coalición de Netanyahu. Eso quedó muy claro durante las negociaciones, cuando el Ministro de Exteriores Avigdor Liebeman, quien todavía aboga públicamente por un tanque israelí en cada calle de Gaza y ha criticado la forma en la que el primer ministro ha llevado la operación de Gaza, filtró una copia de las propuestas egipcias de alto el fuego que Netanyahu y su ministro de defensa habían tratado de ocultar a sus colegas del gabinete.
Shaheen cuestiona que Israel hubiera estado dispuesto a aceptar un acuerdo en El Cairo. «Incluso si se hubieran satisfecho todas las condiciones de Israel, dicho acuerdo se habría concluido con una delegación palestina unificada, reconociendo por tanto al gobierno de la Autoridad Palestina que Netanyahu ha estado instando al mundo que rechazara y cuya eliminación ha sido uno de sus principales objetivos», dijo.
Un acuerdo de reconciliación al que se llegó en el mes de abril entre Hamas y el Presidente de Fatah Mahmud Abbas acabó con el nombramiento de un gobierno bajo Abbas pero integrado por tecnócratas no partidistas, un hecho al que Israel se opuso ferozmente. Ese acuerdo significaba que Hamas aceptaba el principio de que fueran las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina quienes estuvieran a cargo de los cruces hacia Gaza.
Hamas y otros grupos armados palestinos prometieron lanzar una guerra de desgaste si Israel se negaba a levantar el bloqueo, cumpliendo esta semana esa amenaza al disparar nuevas salvas de cohetes. Un portavoz militar de Hamas afirmó que la mediación egipcia ha seguido su curso. Con la desesperada situación de la Franja incluso antes de las últimas masacres, las facciones palestinas allí valoran que la población de Gaza -que anhela profundamente el fin del bloqueo- tenga más resiliencia que una sociedad y economía israelíes menos acostumbradas a habituales interrupciones de la vida normal.
De forma similar, creen que Israel encontrará dificultades para intensificar sus golpes militares contra la Franja de Gaza debido al riesgo de desencadenar extendidos disturbios en Cisjordania y entre los palestinos en Israel, a la amenaza de ser atacado desde el Líbano y a las crecientes reticencias de Occidente a verse asociado con una campaña israelí que ha provocado ya llamamientos internacionales a investigar sus crímenes de guerra. Israel se arriesga también a complicar sus relaciones con El Cairo si da la espalda a la mediación egipcia a favor de un alto el fuego en la que el gobierno de Abdel Fattah Al-Sisis ha invertido su prestigio diplomático.
A Israel le quedan ahora tres opciones, según Hani al-Masri, director de Masarat: Podrían volver a la mesa en El Cairo, buscar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU similar a la que puso fin al conflicto de 2006 en el Líbano (exigiendo el desarme de Hizbollah, que nunca se materializó) o declarar unilateralmente el cese de hostilidades mientras suavizan el asedio de forma significativa a través de los esfuerzos de reconstrucción dirigidos por la Autoridad palestina y la comunidad internacional. Indica asimismo que dentro del gobierno israelí, la aversión a un acuerdo con Hamas abarca a todo el espectro político, desde Lieberman por la derecha a la negociadora más centrista Tzipi Livni. Si un cada vez más seguro Hamas aceptaría esos acuerdos o si se vería presionado para hacerlo así por quienes pueden ofrecerle el fin a su aislamiento regional, es algo más difícil de predecir.
Masri no se toma en serio la posibilidad de una invasión a escala total de Gaza porque el gobierno israelí no tiene una estrategia creíble de salida si optara por esa decisión.
Aunque Netanyahu cerró el último intento estadounidense de resucitar un horizonte político a través de las negociaciones con Abbas, su ofensiva contra Gaza ha puesto inadvertidamente de nuevo la necesidad de una solución política en las agendas internacionales.
En su conferencia de prensa del 20 de agosto, en la que al parecer esperaba anunciar el asesinato de Deif, Netanyahu afirmó: «Confío en que Abbas tenga un papel importante en el nuevo horizonte diplomático. Espero iniciar conversaciones con un gobierno palestino que pueda abandonar la senda del terror y que forme parte del gran paquete del que estoy hablando»; un intento más de alejar a Abbas del acuerdo de reconciliación con Hamas que tanta pesadumbre le está dando, y también un vago gesto que, a causa de su propia agenda y de la de su coalición, no quiere ni puede cumplir. Ese mismo día, las fuerzas israelíes entraron en el hogar de la parlamentaria de la AP, Jalida Yarrar, en El Bireh, situado a sólo unos pocos cientos de metros del recinto presidencial de Abbas -en una zona en la que se supone que la AP tiene que ejercer una jurisdicción total- y le entregó una orden de destierro a Jericó.
Mouin Rabbani es editor colaborador de Middle East Report y ha abordado ampliamente la problemática palestina y el conflicto israelí-palestino. Fue analista superior de Oriente Medio en el International Crisis Group. Con anterioridad, trabajó como Director de la sección de Palestina del Palestinian American Research Centre. Es también coeditor de Jadaliyya Ezine.
El presente artículo se publicó inicialmente en Al Jazeera America.
Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/18976/why-the-gaza-truce-failed