Hace unos días leí la Respuesta a la manipulación mediática en «actualidades.es», «elEconomista.es» y «El Siglo» realizada por Vicenç Navarro. Sucede que, junto a Juan Torres y a petición de la dirección de Podemos, el profesor Navarro ha elaborado un documento que analiza la realidad económica y social de España y la manera de salir […]
Hace unos días leí la Respuesta a la manipulación mediática en «actualidades.es», «elEconomista.es» y «El Siglo» realizada por Vicenç Navarro. Sucede que, junto a Juan Torres y a petición de la dirección de Podemos, el profesor Navarro ha elaborado un documento que analiza la realidad económica y social de España y la manera de salir de la crisis actual. Como cabía esperar, los medios reaccionarios se han cebado con los autores del documento.
En la citada respuesta , Navarro hace alusión a una entrevista que le realizaron estudiantes de Ciencias Políticas y de Ciencias Económicas de la Universidad Pompeu Fabra, el 3 de noviembre de 2014. Entre otras interesantes cosas, en ella dice que asesoró a numerosos gobiernos y personas de América Latina y de Europa con diferentes ideologías. Pero la manipulación por parte de los citados medios de comunicación fue tal que el propio Navarro denunció en su respuesta que, a pesar de lo dicho, «se me ha presentado, casi única y exclusivamente, como asesor de Fidel Castro y de su gobierno, reduciendo todo mi currículum vitae a este dato, indicando además que he presentado el Estado de Bienestar cubano como el mejor del mundo. Un caso representativo es el de actualidades.es y elEconomista.es. Ambos ponen en titulares que «Vicenç Navarro, gurú económico de Podemos, asesoró a Fidel Castro en la Revolución». El objetivo de esta manera de describirme es indicar que Podemos está copiando el modelo revolucionario cubano, y como prueba de ello me presentan a mí como asesor de ellos y de Fidel Castro, ¡todo un récord en la manipulación!».
En su respuesta, Navarro dice de Cuba lo que ya había dicho en la entrevista y pasaron por alto los manipuladores. Me sorprendió gratamente que se alegrara de haber ayudado a la Revolución en sus primeros años y que, a día de hoy, le reconociera méritos como la tenencia del Estado del Bienestar más desarrollado «entre los países pobres de igual nivel de desarrollo» y la enorme solidaridad ejercida en prácticamente todo el mundo. Pero, defendiéndose de los manipuladores, sobre Cuba también dijo algo con lo que estoy en total desacuerdo. Y este es, precisamente, el motivo de mi apunte crítico.
En su respuesta, Navarro dice: «Y en la misma entrevista también indico que yo sería el primero en oponerme a la aplicación del sistema político cubano a España por su carencia de democracia representativa, criticando además tanto al gobierno federal de los EEUU como al gobierno de la derecha española por su hostilidad hacia el gobierno cubano, que dificulta la apertura de aquel Estado». Un poco más amplio y claro lo dice en la entrevista manipulada por los citados medios: «Yo sería el primero en oponerme a un régimen político en España semejante al cubano, que carece de democracia representativa, aun cuando hay formas de democracia participativa mucho más extendidas en Cuba que en España. Pero las formas de democracia representativa no existen en Cuba y ello empobrece a aquel país. Pero, repito, muchos de los que critican a Cuba han mantenido un nivel de agresividad tal hacia el régimen que ha imposibilitado su apertura, como le dije antes».
Personalmente, entiendo que el profesor se oponga a aplicar el sistema político cubano a España, entre otras cosas porque las copias -sobre todo si estas son «milimétricas»- no son recomendables. Y es que el socialismo nunca debe entenderse como un dogma. En cualquier caso, rechazarlo de manera tajante, como si le produjera alergia, tampoco me parece muy acertado; seguro que siempre hay algo «aprovechable». Aunque por interés, prejuicios o ignorancia -según los casos- a menudo se rechacen sus cuantiosas virtudes, del sistema político cubano, sin duda, hay muchísimo que aprender.
Aunque respetable, me parece inaceptable la afirmación de que al no existir en Cuba las formas de «democracia representativa» «ello empobrece a aquel país» -en términos democráticos, supongo que se refiere-. El pueblo cubano goza de «democracia participativa», como reconoce Navarro, y, cómo no, tiene sus representantes, solo que estos no son canalizados a través de podridos partidos políticos como en las llamadas «democracias representativas», donde, en realidad, al decir de Ricardo Alarcón, «la autoridad la ejercerán los ricos y para el pueblo reservarán el engaño de imaginarse «representados». En Cuba ya hubo «democracia representativa» y partidos políticos, antes de 1959. Si mal no recuerdo, en tiempos de Batista catorce y de democracia nada de nada.
Me sorprende muy negativamente cómo individuos de la talla de Vicenç Navarro afirman cosas semejantes. Si se refiere a la «democracia representativa» al uso, es evidente que en Cuba ésta no existe -ni falta que le hace-; lo que no significa que en la Isla no existan representantes del pueblo. ¿O es que a las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular asisten físicamente los once millones y pico de habitantes? ¿Acaso los más de 600 delegados que la conforman se han autoelegido y no se representan más que a sí mismos? ¿Y los delegados a las Asambleas Municipales y Provinciales?
La población cubana no solo cuenta con representantes sino que, además, es ella misma quien los postula, primero, y después los elige de manera infinitamente más democrática que en los países con «democracias representativas». En estos últimos «delegan» su «representación» a los partidos políticos, que no son otra cosa que empresas privadas subvencionadas en mayor o menor medida con el dinero del Estado y, en no pocas ocasiones, con capital privado. Reconvertidos en gerentes, sus dirigentes lo único que buscan es la rentabilidad económica de sus empresas. Y para ello no tienen ningún escrúpulo en practicar la prostitución ideológica -la cerebral es sin duda la más carente de ética y recurrida-. Supeditado el Estado al gran capital, los partidos que se alternan en el poder trabajan para las élites, no para el para el grueso de la ciudadanía, que siempre permanece ninguneada. Algo muy diferente a lo que sucede en la tierra de Martí.
Como ya ha quedado dicho, en Cuba postula y elige a sus representantes los propios representados. Además, éstos participan de manera efectiva en las propuestas y decisiones más importantes de sus elegidos, controlándoles mediante mecanismos de «rendición de cuenta» y «revocación». Por cierto, aspiraciones todas ellas de Podemos que en Cuba se materializaron hace ya muchos años.
Rafael Hernández lo explica de esta ilustrativa manera: «La cuestión de la democracia en Cuba -no en abstracto, según las definiciones puestas de moda en el debate actual, en países donde la gente apenas vota- consiste en la capacidad real de la población para autogobernarse con minúscula y ejercer control sobre el Gobierno con mayúscula. Y desde luego, se trata no solo de autogobierno y control en el «acto» de elegir, sino especialmente en el «proceso» de gobernar. Concebida como parte de un proceso social en movimiento, y no meramente como una fórmula para que los partidos se turnen en el poder, la sociedad cubana -con todas sus insuficiencias- habría avanzado más por el largo y difícil camino de la democracia que ninguna otra de este hemisferio».
No es mi intención extenderme demasiado con este apunte, de modo que no trataré de explicar cómo funciona el sistema electoral y la democracia en Cuba. Sobre esto ya he escrito en otras ocasiones, así que hoy me limitaré a facilitar unos enlaces que conducen a los citados escritos, por si a alguien le interesa y quiere profundizar en el tema.