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En un campo de desplazados del desgarrado Idlib, los sueños de las mujeres sirias se hacen añicos

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Forzadas a abandonar sus hogares por los bombardeos del gobierno sirio, las mujeres y los niños se encuentran atrapados ahora en la frontera turca sin tener adónde ir.

La ofensiva del gobierno sirio ha resultado devastadora para quienes viven junto a las líneas del frente (Foto: Muhammad al-Hose/MEE). Sarmada (Siria).-

La existencia diaria de Nadia está cercada por los confines de una tienda de campaña improvisada que comparte con otros siete miembros de su familia.

Ella, su esposo, sus hijos, su hermana y cuatro sobrinas y sobrinos huyeron hace un mes de su ciudad natal de Saraqib, en la provincia sureña de Idlib, en busca de seguridad ante el aumento de los bombardeos sirios y rusos.

La familia terminó en Sarmada, una ciudad en el norte de Idlib, a poca distancia de la frontera turca, que alberga varios campamentos informales de desplazados.

Sin dinero para alquilar una casa, dieron con sus huesos en uno de los campamentos cercanos. El esposo de Nadia se fue pronto a Turquía en busca de trabajo, dejando a su esposa y cuñada para cuidar de los seis niños pequeños. Nadia, de 25 años, que no dispone de ingresos propios, se siente atrapada.

Era un día amargo de finales de enero, los miembros de la familia se acurrucaban dentro de su tienda en un campamento ya abarrotado.

Poco hay para ellos en Sarmada.

«Es imposible sentirte cómoda aquí», le dijo Nadia a MEE tratando de protegerse del frío. Sus hijos gritaban mientras hablaba.

«Hay mucho ruido, no hay aseos ni ningún tipo de instalación».

Nadia y su hermana, Jadiya, cuyo marido fue asesinado en un bombardeo en el pasado diciembre, dicen que sueñan con poder vivir de nuevo en una casa de verdad.

Nadia solo pudo vivir ese sueño un mes antes de verse obligada a huir hacia el norte: la casa por la que ella y su esposo habían estado ahorrando durante años pudo acabar de construirse a finales del año pasado. Pero un mes después se vieron forzados a desplazarse.

«Esta tienda es ahora toda mi existencia», dijo Nadia.

Sin un lugar adónde ir

Idlib está inmersa en la crisis de desplazamiento más devastadora hasta el momento. Una creciente ofensiva de las fuerzas progubernamentales está haciendo huir por cientos de miles a los residentes que aún permanecían en sus hogares, que dejan atrás pueblos fantasmas diezmados por las bombas.

Según las Naciones Unidas y los gestores locales de los campos, quienes subsisten a duras penas en pueblos y campamentos improvisados ​​ sin los más mínimos servicios básicos a lo largo de la frontera noroeste de Siria con Turquía, son abrumadoramente mujeres y niños.

En una conferencia de prensa celebrada el lunes, Stephane Dujarric, portavoz del secretario general de la ONU, dijo que las mujeres y los niños representan alrededor del 80% de los desplazados desde que se iniciaron los últimos bombardeos en diciembre.

Según la ONG Save the Children, que tiene su sede principal en el Reino Unido, hay alrededor de 37.000 niños entre las personas que tuvieron que salir huyendo en enero.

En Sarmada, donde Nadia y su familia sobreviven en su tienda de campaña improvisada, el administrador local del campamento de desplazados, Mohammed al-Sheij, declaró a MEE que de las 170 familias que viven allí, 40 están encabezadas por viudas o madres solteras. Casi la mitad de ellas han llegado al campo desde principios de febrero.

Según el último recuento de la ONU, las personas que han huido de sus hogares en los últimos dos meses buscando seguridad ante los ataques son más de medio millón.

Es probable que ese número aumente a medida que las fuerzas progubernamentales continúen avanzando en la zona rural del sur de Idlib, machacando sus ciudades y pueblos con ataques aéreos y fuego de artillería. Cerca de 200 personas murieron asesinadas en enero, según el grupo de medios local Macro Media Center.

Entre quienes huyeron en enero hay alrededor de 37.000 niños (Foto: Muhammad al-Hose/MEE)

La provincia de Idlib, en el noroeste de Siria, así como las zonas rurales de las vecinas Lataquia y Alepo constituyen el último enclave importante del territorio controlado por los rebeldes en el país tras años de victorias militares de las fuerzas leales a Damasco. La zona está controlada en gran medida por el grupo islamista de línea dura Hay’at Tahrir al-Sham.

Desde hace años, Idlib se ha convertido en el punto final para cientos de miles de sirios desplazados coercitivamente desde Alepo, la zona rural de Damasco y otros lugares a medida que las fuerzas gubernamentales, respaldadas por Rusia, se van apoderando de las zonas con bolsas de rebeldes en una sucesión letal.

El patrón seguido: asedio y bombardeos; después, convoyes de autobuses para enviar a los civiles y combatientes que queden al noroeste controlado por los rebeldes del país.

Pero como solo queda Idlib, no hay otro lugar adonde ir. Alrededor de tres millones de personas viven ahora en esa zona, aproximadamente la mitad de ellas desplazadas de otras partes de Siria, con cientos de miles amontonadas a lo largo de la frontera de la provincia con Turquía, buscando refugio en casas alquiladas y campamentos informales.

El bombardeo se ha intensificado en las últimas semanas, ya que las fuerzas progubernamentales, respaldadas por el poder aéreo ruso, se esfuerzan en apoderarse de las ciudades a lo largo de un par de carreteras estratégicas que cruzan Idlib.

La semana pasada, las fuerzas gubernamentales retomaron Maret al-Numan, una ciudad estratégica por la que pasa la carretera M5 que conecta Alepo con Damasco.

El resultado ha sido devastador para los residentes que viven en la primera línea del frente. Las filas de automóviles, camiones y tractores agrícolas con todos los objetos personales que puedan caber han estado saliendo durante semanas de la provincia sureña de Idlib en medio de la escalada.

En un video publicado en Twitter el martes por la noche, una calle en la provincia de Idlib aparecía atascada por el tráfico de los vehículos que huían de la ciudad.

Matriarcas

Entre los huidos recientemente hay mujeres que han abandonado por su cuenta sus hogares e intentan ahora subsistir a lo largo de la frontera turca.

Las oportunidades de trabajo son bien escasas para ellas; una mujer le dice a MEE que vende hierbas desecadas para conseguir algún estipendio.

Um Fuad hace todo lo posible para criar a su hija de 13 años y su hijo de 10 años en el campamento improvisado a las afueras de Sarmada, cerca de la tienda de Nadia.

Un montón de mantas de lana se apiñaban en un rincón; no disponen de ninguna fuente de calor. Contó que llevaba sola desde que su esposo la dejó para casarse con otra mujer. Un año después, un ataque aéreo en su ciudad natal de Jan Sheijun le arrancaba una pierna.

Una vecina la ayudó a ella y a sus hijos a llegar al norte; ahora vive en Sarmada, con una pierna protésica que le proporcionó una enfermera de forma gratuita.

Um Fuad no puede caminar con facilidad y aún no ha encontrado una fuente de ingresos. Depende de las donaciones para alimentarse a sí misma y a sus hijos. Su sueño, dijo, es simplemente regresar a Jan Sheijun, «donde están todos mis recuerdos».

El campamento de Harbanush, al norte de la provincia de Idlib, 14 de enero de 2020 (Foto: Muhammad al-Hose/MEE)

Pero, por ahora, el regreso es una perspectiva poco probable: la ciudad está bajo el control del gobierno desde que las fuerzas de Asad la retomaron el verano pasado. Quedó tan solo un pueblo fantasma, con muchos de sus edificios arrasados.

Cerca de la tienda de Um Fuad en Sarmada, Sana, de 43 años, también sueña con volver a casa. Su hogar se halla en Hass, un pueblo de la provincia rural del sur de Idlib que ha sido objeto de fuertes bombardeos.

Un bombardeo reciente mató a su hija menor e hirió gravemente a su esposo, que ahora usa una silla de ruedas debido a las heridas causadas por la metralla.

Con escasas opciones de trabajo que no sean manuales, Sana y su esposo envían a su hijo de 15 años a trabajar en un taller de reparación de automóviles, donde gana 1$ al día.

«El desplazamiento es difícil para cualquiera», dijo Sana a MEE en su tienda de campaña dentro del campamento. «Pero las mujeres que tienen que salir adelante sin un esposo tienen que hacer frente a una carga muy dura, una carga social y una responsabilidad al tener que sacar adelante a los niños en solitario».

«No deseo más que volver a casa y ver a mis hijos jugar en el jardín como solían hacer siempre».

Sonia al-Ali es una escritora siria que colabora con numerosos medios locales e internacionales.

Madeline Edwards es una periodista independiente que vive actualmente en Amán y dedica sus trabajos a las comunidades sirias desplazadas y a la literatura árabe. Anteriormente trabajó como editora asistente de Syria Direct y como reportera para el periódico libanés The Daily Star, en Beirut.

Fuente: https://www.middleeasteye.net/news/threadbare-idlib-displacement-camp-womens-dreams-shattered

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a las autoras, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.