Hace pocos días la portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, acusaba al padre del vicepresidente del gobierno de ser un terrorista. El motivo de esa afirmación: el padre de Pablo Iglesias había sido militante del FRAP. Dentro y fuera de la sede parlamentaria, esa diputada ha repetido la acusación desde una altanería e ignorancia que resultarían increíbles y ridículas si no mostraran una tendencia muy preocupante y no fueran el resultado de las políticas mayoritarias desempeñadas en este país, fundamentalmente por la derecha, sobre la consideración y falta de condena de la dictadura franquista y, cómo no, sobre el tratamiento de su memoria.
La dictadura franquista logró imponerse, tras el golpe de Estado perpetrado contra la II República, por el apoyo de los regímenes nazi y fascista de la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini. La mayoría de los bombardeos sufridos en las ciudades y pueblos de nuestro país los llevaron a cabo aviones de las fuerzas aéreas italianas y alemanas (estación de Xàtiva, mercado de Alacant, pueblos del Maestrat, Valencia, Guernica…). Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial el régimen franquista, que en 1939 había acabado de conquistar todo el país e iniciado una tremenda y extensísima represión, estuvo apoyando a los nazis, sólo dejaron de hacerlo cuando triunfaron los aliados.
Durante los casi cuarenta años de existencia, la dictadura franquista no dejó de utilizar la violencia política contra las personas que se le oponían, que opinaban de forma distinta, que intentaban expresar sus desacuerdos, que pugnaban por que se reconocieran sus derechos. Detenciones, encarcelamientos, asesinatos, expropiaciones, exilio, despidos, multas, torturas, estados de excepción… esas fueron las respuestas sistemáticas del régimen hasta sus últimos días. El Estado utilizaba todo su aparato represivo y todos sus recursos para evitar el más mínimo atisbo de oposición.
La dictadura utilizó el terrorismo desde sus origines, desde el instante mismo del golpe militar.
También propició la restauración monárquica, permitió que la nobleza y las clases tradicionalmente privilegiadas ocuparan relevantes puestos de poder: entre los primeros alcaldes franquistas de la ciudad de Valencia encontramos al barón de Càrcer i Llaurí, a Joaquín Manglano, o al conde de Trénor. El franquismo también nutrió a la nobleza con nuevos títulos. Permitió que empresas se enriquecieran con el trabajo esclavo. Dio prebendas a amigos fieles. Permitió que algunos de ellos amasaran importantes fortunas, como la propia familia del dictador.
Todo esto parece no tenerse en cuenta cuando se habla del pasado reciente de nuestro país y de su presencia en la actualidad, no se ha juzgado a ningún responsable de la dictadura, no se depuró a nadie de los aparatos de Estado, no se devolvió ningún bien expropiado.
Tampoco se tiene en cuenta que defender la libertad y los derechos democráticos en tiempos de la dictadura suponía afrontar enormes riesgos, la propia vida en muchos casos.
Luchar contra los regímenes dictatoriales ha sido un imperativo para el avance de las condiciones de vida y de los derechos de las clases populares. Y eso es lo que hacían las organizaciones antifranquistas. Utilizando los medios a su alcance. Y según sus posibilidades.
Los últimos años del franquismo se dispararon las huelgas en prácticamente todos los sectores productivos y de servicios, las universidades estuvieron cerradas durante muchísimos meses como castigo y para evitar disturbios, murieron manifestantes a causa de los disparos de la policía, fue asesinado “legalmente” a garrote vil, el 2 de marzo de 1974, un joven militante libertario: Salvador Puig Antich. El 27 de septiembre de 1975 se ejecutaron cinco de las once penas de muerte dictadas semanas antes en unos juicios sumarísimos, sin pruebas ni garantía alguna, denunciados como farsa por los observadores internacionales que pudieron asistir. Fue un combate totalmente desigual: un Estado con todos sus recursos defendiendo los privilegios de unos pocos y negando los derechos de las mayorías, frente a una oposición que luchó con todos los recursos y las capacidades que tuvo a su alcance para que en este país hubiera democracia. El FRAP fue una de las organizaciones que se enfrentó a la dictadura. Y tres de sus militantes, junto a otros dos de ETA, fueron los asesinados aquel 27 de septiembre de 1975, apenas dos meses antes de la muerte de Franco.
Volviendo al motivo que propicia estas reflexiones, pensamos que no se puede admitir –ni política, ni moralmente- que en sede parlamentaria, ni en ningún otro espacio público, se califique de terroristas a luchadores antifranquistas.
Colectivo Al Alba
Y las siguientes personas y colectivos:
Alfons Cervera
Miguel Morata
Fernando Sierra
Miquel Mezquida
Lucila Aragó
Pascual Moreno Torregrosa
Manuela Mora Parra
Carmen Pérez Navarro
Sergi González Zarzo
José Luis Piquer Pérez
Amelia Espasa Sanchis
José Montón
Carlos Marquinez
Amparo Garrigos
Lola Calatayud
Ángel Yebenes
Teresa Valls Tomas
Nuria Duran
Pere Castell
Adela PeredaJuanjo Solana
Pilar Venancio
Ernesto Rodrigo Guillen
Asociación Recuperación Memoria
Democrática de Zucaina: Montañas de
Libertad, Recuperando Memoria
Miquel Alcocer
Xaro Alcaide
Luis Aguilar Morant
Pep Pacheco
Valeriá Martín
El Colectivo Al Alba nace en la ciudad de València en 2010. Se cumplían ese año los treinta y cinco de las últimas sentencias a muerte del franquismo, llevadas a cabo el 27 de septiembre de 1975. Varias personas, algunas militantes del FRAP (al que pertenecían tres de los ejecutados, junto a otros dos de ETA) y otras que no formaron parte del mismo, decidieron organizarse como colectivo. La finalidad era muy clara: reivindicar la memoria de la lucha antifranquista, el papel que desempeñaron, individual y colectivamente, personas, partidos y diversos tipos de asociaciones en un tiempo en que enfrentarse a la dictadura era arriesgarlo todo, incluso la vida en muchos de los casos. A partir de ese año 2010, el colectivo (cuyo nombre es, evidentemente, un homenaje a Luis Eduardo Aute y su canción Al Alba) ha organizado muchas actividades acerca de la reivindicación que antes apuntábamos. La Universitat de València y otros espacios ciudadanos han sido lugares donde frecuentemente se han desarrollado algunas de aquellas actividades.