El pasado 7 de agosto falleció nuestro compañero de Rebelión, el traductor y editor Carlos Riba García.
Carlos nació en 1938, en una familia de clase media baja que residía en la periferia norte de la ciudad de Buenos Aires. Estudió en la Escuela Industrial de San Fernando, ribereña del estuario del Plata, donde obtuvo el título de Técnico Constructor Naval y se aficionó a navegar a vela, afición que inspiró su amor por la libertad.
En los siguientes años se relacionó con militantes anarquistas de Buenos Aires y Montevideo, ciudad en la que formó parte de la Comunidad del Sur, una cooperativa autogestionada de vida integral fundada en 1955 en una zona rural del área metropolitana y que sobrevivió a la dictadura y se reconvirtió en un proyecto ecologista. Allí fue detenido en 1971 junto a otros compañeros y estuvo unos dos años en la cárcel hasta que logró ser expulsado a Argentina, donde estuvo militando y trabajando hasta que las amenazas de muerte le llevaron al exilio, a Barcelona, ciudad en la que permaneció casi 20 años también en el ambiente anarquista y dedicado a la actividad gráfica.
Durante la democracia volvió a Argentina. Traía consigo la semilla de la inquietud por la cuestión ambiental en la que concentró sus preocupaciones y su militancia. Se instaló en la periferia de Carlos Keen, un pueblo rural situado a 90 km de Buenos Aires, en un campito llamado La Providencia, un nombre extraño para un ateo confeso como él, aunque afirmaba que así lo había bautizado la anterior propietaria y que, como a los barcos, daba mala suerte cambiar el nombre al campito.
En estos años se entregó a la lucha por la restricción del uso de agrotóxicos en las cercanías de las zonas pobladas (fue uno de los redactores de la ordenanza de restricciones del distrito de Luján, hoy vigente) y a otras luchas populares en defensa de un medioambiente sano y contra la persecución a los pequeños agricultores sin tierra propia.
Al no poder conseguir trabajo en Argentina en 2003 volvió a Barcelona, donde se dedicó a la corrección de pruebas de imprenta y a la traducción. Una vez retirado del ámbito laboral regresó a Argentina, a La Providencia. Y con todo este bagaje fue con el que en la primavera de 2014 se embarcó en la nave de Rebelión. Empezó haciendo innumerables traducciones de catalán, francés e inglés. Más tarde se encargó durante un tiempo de la sección de Ecología Social y siempre veló incansable por la corrección de todos los textos de nuestra pagina: además de que “le gustaba el trabajo bien hecho”, era deformación profesional, afirmaba siempre como excusándose cada vez que nos señalaba alguna incorrección…
En sus últimos años en La Providencia además de colaborar con Rebelión también lo hacía con la Biblioteca Popular de Carlos Keen, a la que donó su amplia biblioteca, y con todos sus vecinos ya que ponía sus tierras a disposición de apicultores y pequeños criadores de vacas de la vecindad para que aprovecharan la múltiple floración del lugar y el forraje.
En este último año su salud fue empeorando y la larga cuarentena no facilitó el control médico que requería su problema respiratorio. Estuvo ingresado brevemente en un centro médico, pero su organismo no respondió al tratamiento y nos dejó el pasado 7 de agosto de este año de la pandemia.
¡Qué la tierra te sea leve, compañero!