A principios del presente año, múltiples sucesos dejaron la cuestión siria en un plano secundario en los ámbitos mediático y político en Europa occidental y Estados Unidos. Las crisis sanitaria, económica y social derivadas de la propagación del coronavirus y el intenso y continuo seguimiento diario de la pandemia, por una parte y, por otra, la sucesión de acontecimientos en Oriente Medio y África –en Iraq y Libia, después en Líbano, y antes de ello en Argelia y Sudán–, junto con las noticias de la normalización de las relaciones de Emiratos Árabes Unidos y Bahréin con Israel, han alejado a Siria de los “radares” de la cobertura y de los observatorios de aquellos asuntos que afectan a la región. Así, el conflicto en Siria y por Siria es hoy una “lucha” alejada ya del interés que suscitaba en muchos ámbitos periodísticos y políticos anteriormente. Si no fuera por algunas conversaciones dispersas y los escasos artículos que abordan el fenómeno de los mercenarios sirios que luchan en Libia y la nueva guerra que ha estallado entre los azeríes y los armenios en Nagorno Karabaj, podría decirse que recordar la cuestión siria ha pasado a ser algo que compete exclusivamente a algunos activistas que siguen la cuestión en las redes sociales y unos cuantos investigadores cuyo campo de especialización sigue siendo ese país.
Es muy probable que la situación siga siendo así durante un período nada desdeñable, dado que la atención hoy se centra en las elecciones estadounidenses, su posible resultado y los escenarios que puedan derivarse de ello, y, por otra parte, en los acontecimientos en la frontera de Europa oriental con Rusia.
No obstante, existen otras causas que explican la alienación “occidental” (y la árabe e internacional) respecto de la cuestión siria, que no siempre obedecen a prioridades: determinadas noticias y crisis apartan de la observación y el análisis las cuestiones relativas a Idleb, los y las detenidas y desaparecidas desde hace varios años y los escenarios en el sur, el este y el nordeste del país.
Que el conflicto sirio haya salido de su marco nacional, que las ocupaciones extranjeras se enfrenten por sacar provecho de la geografía siria y que se haya reducido el ritmo de los bombardeos y las operaciones militares suponen que hablar hoy de la revolución y el régimen, de la oposición y los partidarios de Asad y de las matanzas y violaciones sea como volver a poner un disco demasiadas veces reproducido entre 2011 y 2018 y que ya no interesa al público, independientemente de la calidad del contenido y lo actual que sea.
Del mismo modo, la intervención rusa, que modificó radicalmente los equilibrios de fuerzas a favor del régimen, después de que Irán (y la inacción árabe y occidental) hubiera logrado salvarlo y garantizar sus rutas aéreas y terrestres de suministro, creó una situación que llevó a los líderes y políticos de los distintos Estados, así como la mayoría de medios de comunicación de esos mismos países a considerar dicha situación como el hecho más firme, claro e inextricable al mismo tiempo. Para aquellos de entre ellos que son partidarios de Moscú, ¿qué puede hacerse contra este país al margen de las sanciones que evitan que pueda imponer una solución definitiva que refleje su superioridad militar? ¿Qué puede añadirse a lo que ya se ha dicho, repetido y fotografiado en la cobertura de esta tragedia humana desde hace años salvo señalar, de vez en cuando, que el coronavirus ha avanzado aquí o allá o poner de manifiesto un nuevo crimen cometido por la artillería o la aviación en tal o cual municipio? ¿Cómo se puede investigar alguna novedad que afecte a las políticas estadounidenses, turcas e iraníes (e israelíes) en relación con Siria cuando ya se ha dicho todo miles de veces y los hechos y su contexto se han repetido tanto que aburren a la mayoría de quienes están al tanto? ¿Se puede, a través de la denominada Comisión Constituyente, ofrecer algo nuevo sobre la trayectoria política y sus negociaciones olvidadas incluso por quienes debatieron sobre la conformación de las delegaciones y los preparativos para ello?
Todas estas consideraciones y dudas nos llevan, de ser así, a buscar vías para recuperar la presencia de la cuestión siria en los ámbitos político y mediático y evitar que las causas que representa desaparezcan del debate público, pero esto no será nada fácil. El desinterés por la cuestión siria, tras años planteándola, centrándose en ella y expresando opiniones contrarias en relación con la misma, el factor tiempo y el cambio de los rostros del conflicto, así como la división de las lealtades y las alianzas y el hecho de que la violencia sobrepasara desde el inicio los límites de la atrocidad que puede imaginar una mente, sin dar tregua a los traumas y la estupefacción, añade a las prioridades que hemos indicado crisis y “coberturas” mediáticas que no dejan mucho margen para influir en una opinión pública que se siente impotente y piensa que toda movilización es inútil, sobre todo, tras la caída de Alepo a finales de 2016, como consecuencia de los ataques de la maquinaria de guerra rusa. El hablar de negociaciones, trayectorias políticas y nombramientos de enviados de Naciones Unidas ha conducido a iniciativas poco claras y que han desvirtuado las responsabilidades internacionales, descargando a las comisiones y organismos occidentales del peso de un “expediente” espinoso en el que es difícil meterse de lleno o en cuyos acontecimientos es difícil influir directamente sin tener en cuenta que pueden darse los “peores” escenarios posibles, como se suele repetir.
No hay duda de que el repliegue de las organizaciones sirias, la reducción de los actos en los que han participado algunas de ellas en las capitales europeas durante un tiempo, la desaparición de las organizaciones opositoras oficiales y su discurso político y mediático y la transformación de la mayoría de ellas en portavoces de actores regionales enfrentados entre sí han empeorado esta ausencia siria. A pesar de que han comenzado algunos juicios en Alemania y Francia y que se han emitido órdenes de detención contra responsables del régimen sirio gracias al trabajo de asociaciones e individuos sirios, y a pesar de los esfuerzos judiciales en otros países para juzgar a los criminales de guerra, el desinterés se ha mantenido prácticamente en los mismos niveles.
Todo ello supone que hoy es necesario proponer iniciativas y reanudar las campañas que vuelvan a situar la cuestión siria en el foco, y aprovechar las experiencias anteriores para recordar que abandonar Siria como escenario de muerte y de inmunidad de los asesinos durante años provocará, además de una profunda injusticia y una serie de violaciones ya conocidas, cambios en Oriente Medio y en todo el mundo: desde el hecho de que Al-Qaeda y Daesh explotan de la tragedia de los sirios y se afanan en utilizar las injusticias para atraer a jóvenes y convertirlos en yihadistas, hasta las crisis y sufrimiento de los refugiados, y las decisiones, disputas y explotación racistas que se han producido en relación con ese tema en todas partes. Además está el avance de Rusia frente al retroceso occidental en Siria y cómo lo ha aprovechado para avanzar en muchos otros frentes, o el fracaso político en el comportamiento internacional con Irán, que se expande por Iraq, Siria y Líbano, o las tensiones europeas con Turquía y el aumento de la injerencia de esta última en guerras de las que también sacan beneficio Estados (como Emiratos y Arabia Saudí) que buscan desempeñar “papeles relevantes” mientras los conflictos se mantengan abiertos y la impotencia occidental y de Naciones Unidas siga siendo patente a la hora de abordarlos. Por todo ello, se han producido múltiples mutaciones en los últimos años y no cabe duda de que Siria sigue siendo una de las causas más destacadas de ello.
Nada impide que se produzcan nuevas y peligrosas mutaciones a raíz de las anteriores, ni puede descartarse que se reanuden los episodios de asesinatos que devuelvan la cuestión de los refugiados al contexto de las tensiones y los chantajes, y que quienes habían olvidado a Siria recuerden que sigue produciéndose una matanza intermitente en ella.
Por todo lo que se ha dicho, por otras muchas cuestiones, por el recuerdo de las decenas de miles de detenidos y desaparecidos y por el hecho de que debe insistirse en que mantener a los criminales en el gobierno no pondrá fin al conflicto ni devolverá la estabilidad, incluso aunque el mundo olvidara las fosas comunes y la destrucción de casas, debe reanudarse la actividad y ampliar sus horizontes para impedir que el olvido, en un mundo en que los medios desempeñan una función determinante a la hora de provocar reacciones y generar causas que defender, se trague a Siria definitivamente.