Desde 1966 la ONU declaró el 21 de marzo como Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Es un día donde saldrá a lucir la falsa “interseccionalidad”, un concepto tan sacudido y manipulado por los movimientos blancos o que se dicen ser “interseccionales”. Vamos a redefinir este concepto, además de ofrecer algunos consejos para ser activamente antirracista y interseccional.
Para Kimberlé Williams Crenshaw, la interseccionalidad es una situación en la que una persona combina “características raciales, sociales, sexuales y espirituales que le hacen acumular varias desventajas sociales y ser víctima de diferentes formas de discriminación”.
Los movimientos interseccionales deben abordar todas estas discriminaciones a la vez, pero muy importante, no debe haber jerarquía entre estos sistemas de opresión.
Por ello la interseccionalidad en el feminismo por ejemplo, permite tener en cuenta no solamente nuestra condición de mujer sino también todo el contexto socio político que limita nuestro acceso al resto de nuestros derechos.
Excluir el la lucha anti racista anti islamófoba etc del feminismo es limitarlo únicamente a mujeres blancxs y eso es supremacía blanca.
De acuerdo a Sirin Adelbi, plantea la idea del poder heterárquico y hace referencia a un esquema del poder que es multivariado, multinivel y multidireccional y que también está muy relacionada con los esquemas de poder de los que hablan las feministas negras cuando plantean el tan vapuleado y manipulado concepto de la interseccionalidad por parte del feminismo hegemónico.
Esto quiere decir que tenemos varias estructuras de poder y que ninguna de ellas es en última instancia determinante sobre otras. Es decir, que cuando hablamos de sexo y cuando hablamos de género no es lo mismo que cuando hablamos de género y de raza , tampoco es lo mismo que cuando hablamos de género, raza, etnia y cualquier otra estructura de poder.
Lo que significa es que estamos hablando de cosas diferentes que cuando se interseccionan, nos dan lugar a situaciones diferentes que hay que analizar de modos diferentes. Por lo tanto, también tenemos que plantear resoluciones diferentes para las diferentes situaciones de desigualdad o de opresión que se viven sobre el terreno en diferentes localizaciones.
No soy racista, así que no necesito hacer nada
Si no experimentas el racismo sistémico, es probable que te beneficies de él, ya sea porque tus instituciones te ofrecen un apoyo más generoso, porque se supone que perteneces a ellas o, lo que es más importante, porque no soportas la importante carga mental y emocional que supone ser objeto de racismo. Las políticas racistas sólo existen porque los que están en el poder se benefician de la opresión del grupo minoritario. Si te beneficias de la opresión de otros y eliges no reconocerla ni desmantelarla, tu conformidad perpetúa el sistema. No se puede pretender “no ser racista” y no hacer nada al respecto; más bien, debemos ser activamente antirracistas y tomar medidas para combatir el racismo en nuestras vidas.
Lxs activistxs que no forman parte de los grupos racializdxs y/o marginados, pueden aprovechar sus privilegios para ir más allá del aliadismo pasivo y convertirse en “coconspiradores” activos contra el racismo. Hay multitud de formas de trabajar contra el racismo en todos los niveles del modelo socioecológico; todas ellas comienzan con la autoeducación sobre las experiencias de lxs personas racializadas y la autorreflexión sobre dónde se puede crear el cambio. La autoeducación es crucial, ya que el trabajo no remunerado de las iniciativas antirracistas recae desproporcionadamente en él las personas racializadas.
Incluso si te consideras activamente antirracista, es importante tener en cuenta que todos tenemos algún grado de prejuicio racial (incluso si es subconsciente), que puede manifestarse como microagresiones no intencionadas en lugar de racismo manifiesto.
Es importante que las personas blancas que pretenden ser antirracistas aprendan a alzar voces no blancas, incluso las que no están de acuerdo con ellas. Parte de ser un aliado y parte de dejar de lado los privilegios es, ponerse en situaciones en las que uno puede sentirse incómodo, Puedes tener una idea diferente, pero estás trabajando activamente para apoyar a los organizadores y activistas que han estado pensando en estos problemas sistémicos durante generaciones.
Además, para ser un antirracista eficaz, debes evaluar tu propio poder: ¿dónde están las esferas en las que puedes tener más influencia?
Más allá de la estrategia obvia de enfrentarse a familiares y amigos que puedan ser racistas, cuando te sientas en una reunión de la Asociación de Padres y Madres de Alumnos del colegio de tu hijo, ¿con qué padres hablas y conoces?
En el trabajo, ¿estás pensando en cómo los métodos o las estrategias pueden favorecer a lxs blancxs, y estás contribuyendo a desafiarlos?
¿Está consumiendo en negocios cuyos propietarios no son blancxs?
Si tú o un pariente tenéis una propiedad de alquiler, ¿estáis considerando seriamente las solicitudes de personas no blancas?
Estas son las formas en que puedes marcar la diferencia en tu propio entorno, donde tienes poder. Recuerda que el antirracismo consiste en dejar de lado el saber que es mejor y, en su lugar, hacerlo activamente.
Una cosa está clara: llevar a cabo todo esto requiere mucha energía y puede resultar excesivo. Tampoco ayuda el hecho de que una de las formas de perpetuar el racismo sistémico sea animar a los demás a aceptar el statu quo y rechazar muchas ideas antirracistas por considerarlas demasiado extremas.
Pero no hay mejor sensación que la de avanzar realmente en la construcción de un mundo mejor. Y estos consejos ofrecen grandes ideas para iniciar un camino largo y gratificante. Ser verdaderamente antirracistas es ceder el espacio a personas racializadas y sistemáticamente excluidas para ocupar espacios, espacios que durante siglos han sido únicamente hechos por y para blancxs.