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El capitalismo fósil no es un tigre de papel

Fuentes: Viento sur

«Entre 1850 y 2007 la producción medida en PIB mundial por habitante se multiplicó por 9,5 mientras las emisiones de CO2 lo hicieron por 155» (Michel Husson)

«El cambio climático nos despierta a la realidad de nuestro tiempo, es un poderoso mensaje que nos indica que es necesario un modelo económico absolutamente nuevo” (Naomi Klein)

La crisis ecológica y social es multidimensional y no se ciñe exclusivamente al tema más candente del cambio climático. De hecho, es una crisis de civilización pues supone restablecer la relación sociedad/naturaleza y por tanto afecta al modo de producir y satisfacer las necesidades humanas teniendo en cuenta los límites que impone la naturaleza. Ello no implica que no podamos abordar la cuestión del modelo de crecimiento en el marco del actual modo de producción en relación con un eje central: la necesidad de una transición energética, clave para una transición ecológica más amplia y profunda. La mala noticia es que el tiempo para detener el desastre se acorta y comienza a jugar como un factor político determinante. Por ello urge comprender y actuar.

Recordemos algunos datos imprescindibles:

La temperatura media del planeta del planeta se ha incrementado en 1,1º C desde la era preindustrial, y el ritmo de su aumento es cuasi exponencial pues vamos camino de un aumento de 2º  y algunos científicos pronostican que -de seguir así las cosas y dada la inercia de los impactos ya causados- el aumento podrá alcanzar a finales del presente siglo los 6º.

Ello está totalmente vinculado al aumento de las concentraciones de gases como el CO2, que ha superado las 420 ppm, el CH4 y el N2O, que alcanzan los 1908,5 y 335,3 ppb respectivamente.

El nivel del mar ya ha subido más de 20 cm desde inicios del siglo pasado y la extensión media del hielo baja año a año.

Si las cifras aportadas por Michel Husson (ver arriba) son significativas del matrimonio indisoluble entre el capitalismo industrial y la energía fósil, aún lo son más -si cabe- el comprobar que en los últimos 30 años de neoliberalismo triunfante se han emitido el 50% de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) del total de la era industrial. Ya en 2013 el Global Carbon Atlas indicó que las emisiones de anhidrido carbónico habían alcanzado el récord de 36.131 millones de toneladas, el seguimiento de estas nos indica que lejos de decrecer no han parado de aumentar anualmente.

La encrucijada climática

Durante años, tras los informes del panel de expertos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático conocido por sus siglas en inglés IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) auspiciado por Naciones Unidas, fue creándose un aparente consenso internacional sobre la necesidad de hacer frente a los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y se han celebrado diversas cumbres intergubernamentales en las últimas décadas (denominadas Conferencias de las Partes y conocidas como COP por las siglas en inglés de Conference of the Parties) sin resultados palpables. Bien al contrario, la realidad ha desmentido las buenas palabras. Las resoluciones adoptadas en la conferencia sobre el clima de Copenhague en 2009 y la de Paris de 2015 apuntaban una política de persuasión dirigida a las grandes empresas energéticas para impulsar una transición a las energías renovables. Sin embargo, los hechos y datos que abajo expongo desmienten la existencia de avances.

Pero en las instituciones, y también en los partidos de izquierda, comenzando por los verdes de toda la gama, los sindicatos y en amplios sectores del movimiento ecologista y del activismo por la justicia climática, caló una idea: mediante la presión política se puede conducir al capitalismo mundial y en cada país a aceptar la transición energética en clave de sustitución de los combustibles fósiles (hidrocarburos, carbón, gas, etc.) por fuentes de energía limpia y renovable. Este planteamiento olvida que el capital fósil tiene importantes activos que debería dejar bajo tierra y que las energías alternativas ofrecen todavía una rentabilidad sensiblemente menor que las fósiles. De nuevo se olvida, parafraseando el “es la economía, estúpido” de Bill Clinton, que es el capitalismo, colega.

Mientras tanto, los fenómenos climáticos discordantes ligados a la subida de la temperatura media derivada de las emisiones de GEI no han parado de sucederse, a la vez que la comunidad científica señala la posibilidad y riesgo de exceder los puntos inflexión y con ello desencadenar dinámicas irreversibles. Pero mientras podamos actuar, no hay excusa.

Fulgor y ocaso del New Green Deal

El denominado Nuevo Pacto Verde se convirtió en punto de consenso de amplios sectores de la izquierda de los países industrializados occidentales a partir de la defensa que hizo del mismo la congresista norteamericana Alexandra Ocasio-Cortez. Y su huella la podemos rastrear en programas políticos como el de Sumar en las pasadas elecciones generales españolas del del 23 de julio. En torno a esa idea se han desplegado interesantes ideas y propuestas sobre la transición energética hacia la descarbonización como clave de una transición ecológica cuyo talón de Aquiles es siempre el mismo: cómo lograrlas, qué hacer, cuál es el camino.

Por su parte, en las diversas potencias imperialistas, desde Washington a Beijing, sus gobernantes han lanzado propuestas y proclamas sobre la descarbonización que, realmente, se centran en la inclusión de las fuentes de energía renovables en los planes sobre los componentes de la matriz energética de cada país para la producción de electricidad y su relación con el relanzamiento financiero y económico. Asimismo, se plantean ciertos cambios tecnológicos en la industria de la automoción, particularmente del vehículo privado, que permitan su electrificación. A eso le llaman capitalismo verde cuya perspectiva se basa en que habrá una transición energética integral

En el caso de la Unión Europea (UE) se sustanció en el European Green Deal (Pacto Verde Europeo) cuya presentación en sociedad correspondió en diciembre de 2019 a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. La UE se marcó como objetivo el convertirse en el primer espacio político-geográfico imperialista que utilice el 100% de energía renovable para lograr el denominado net-zero (cero emisiones de GEI) en 2050 gracias a la introducción de nuevas tecnologías y la digitalización de la economía. Tras esta propuesta se encuentra el deseo de que la UE -que por cierto en sus textos sobre el tema se apropia de la denominación Europa sin mayor rigor geográfico- sea competitiva ante los dos gigantes económicos, Estados Unidos y China, en un contexto de crisis de la globalización armoniosa (en la que supuestamente todos ganarían) y su sustitución real por un recrudecimiento de la competencia interimperialista. La propuesta europea se basa en una idea fuerte: si bien acepta formalmente la existencia de una crisis climática, esta se podrá conjurar sin tocar un ápice el modelo de crecimiento económico expansivo asociado indisolublemente al modo de producción capitalista e incluso, es más, la transición energética abre excelentes oportunidades de negocio.

Este optimismo sobre la posibilidad de cambio de modelo energético sin cambio de modelo social, económico y político de fondo es el nexo que une las propuestas reformistas de la izquierda que abrazan como panacea el New Green Deal con las políticas del gran capital europeo, auténtico tutor de la Comisión Europea, al igual que ocurre con los gobiernos del resto de potencias imperialistas y países industrializados. En el caso español el mejor exponente de esta falsa ilusión política se concentra en la orientación del MITECO (Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico) y de la retórica en torno al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que sustancia la aplicación de los Fondos Next Generation de la UE cuyo reparto en el caso español ya nos muestra que sus beneficiarios serán grandes empresas, incluyendo las que componen el oligopolio energético fósil del país con REPSOL a la cabeza que intenta liderar la alternativa del hidrógeno que, de momento, sólo ha tenido como resultado palpable ser receptora de grandes ayudas públicas.

Evidentemente la transición energética requiere de cambios de fuentes energéticas y tecnologías, pero ello por sí solo no basta ni se va a lograr sin plantearse tres cuestiones:

– El régimen de propiedad sobre las fuentes de energía,

– La democracia real en la adopción de las decisiones que afectan al conjunto de la sociedad y

– Asumir que el cambio de fuentes de energía es una panacea necesaria pero limitada.

Dos ejemplos pueden ilustrar por qué la transición ecológica bajo el capitalismo es un oxímoron ya que conlleva un uso intensivo de las viejas fuentes de energía fósiles -lo que incrementa las emisiones de GEI- y refuerza los aspectos neocoloniales y militaristas de las potencias imperialistas. Por un lado, las células fotovoltaicas requieren producir silicio policristalino en un proceso industrial con altos requerimientos eléctricos, lo que implica, como es el caso chino (pionero en la implantación de energías alternativas) que en 2022 autorizó la construcción de dos centrales nuevas a la semana para ese año. Afirmación que podemos extender al conjunto de los aparatos de tecnologías renovables más eficientes, para cuya fabricación pueden requerirse temperaturas de hasta los 1.980º C en el caso de la fotovoltaica y hasta 1.700º C para el cemento y el acero de los autogeneradores, lo que sólo se puede obtener con fuentes de alta densidad como son los que suministra la alternativa fósil.  Por otra parte, una importante cantidad de materiales necesarios para el cambio de paradigma tecnológico -como es el caso del cobalto, litio y níquel para las baterías- se encuentran en países dependientes empobrecidos de Asia (Indonesia), América (Bolivia, Chile y Argentina) o África (República Democrática del Congo) por poner algunos ejemplos, a lo que podemos añadir ingentes cantidades de madera de balsa [la más ligera del mundo] para las turbinas eólicas, por no hablar de los megalómanos y de momento no verificados proyectos en torno al hidrógeno, lo que va a incrementar la vorágine extractivista y duras formas neocoloniales, sea por parte de Estados Unidos, sea por parte la UE, de China o de cualquier aspirante a potencia.

La guerra de Ucrania tras la invasión de Putin ha sido el detonante del fracaso del discurso edulcorado del New Green Deal. Ha agudizado la crisis energética que apuntó el año 2021 antes del conflicto bélico y mostrado el grado de dependencia europeo del gas ruso. Paradójicamente tras la guerra y pese los embargos y restricciones comerciales, la UE aumentó las importaciones de gas ruso que pasó de suponer el 40% de las mismas al 43%, a la vez que aumentó la dependencia respecto a Estados Unidos (exportador de gas licuado). Se ha puesto en evidencia la militarización del supuesto capitalismo verde que incrementa los gastos militares y el cinismo de la UE que ha modificado la calificación del gas y de la energía nuclear, que ahora se presentan como energías limpias en aras de planes, ayudas e inversiones que pueden llegar a suponer una parte muy significativa de Next Generation, que pasarán de dedicarse a la supuesta transición a invertirse en la estrategia REPowerEU con el objetivo de lograr la seguridad energética (más de lo mismo de siempre). Nuevos proyectos gasistas recorren Europa y los barcos metaneros surcan sus mares buscando una mayor rentabilidad que la que pueden ofrecer los mercados asiáticos, lo que está suponiendo un serio problema de desabastecimiento en varios países. Finalmente, cabe destacar que la propia guerra y el funcionamiento de ejércitos y armas requieren grandes recursos energéticos fósiles. Se acabó el greenwashing; fin de la falacia.

Adición sin sustitución. La fría realidad de los datos calientes

En el ámbito mundial, en 2022 la dependencia del sistema energético de los combustibles fósiles era del 83%, lo que aparentemente suponía una buena noticia respecto al año 2020, ya que bajó un 7%, si no fuera porque las emisiones de GEI no van de porcentajes del mix energético, sino de valores absolutos, de cantidades materiales, y en ese mismo periodo el consumo de hidrocarburos no descendió, sino que aumentó en un 40% y las emisiones supusieron 37.500 millones de toneladas, un 48% mayores que veinte años antes. El consumo de energía primaria aumentó un 1,1%, llegando a los 604,04 exajulios (EJ) en 2022, o sea aumentó un 2,8% respecto a 2019, anterior a la pandemia del Covid.

La producción mundial del petróleo en el mismo periodo aumentó 3,8 millones de barriles diarios y el consumo alcanzó los 97,3 millones de barriles diarios, lo que supone un aumento de 2,9 millones de barriles diarios, de los cuales 1,4 millones corresponden al selecto club de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que refleja el incremento de consumo de queroseno por parte de la aviación comercial. Un dato futurible que se presenta como positivo y esperanzador es que se calcula que en 2030 los autos con motor de combustión representarán únicamente el 50% de los vendidos, pero… a la vez hay que señalar que se estima que en 2040 el número de vehículos habrá aumentado un 50% respecto al actual, por lo que se requerirán más de 90 millones de barriles diarios de petróleo para los vehículos no eléctricos y en 2050 seguirán quemándose cantidades del orden de las actuales. Por su parte, y pese a los vaivenes en la demanda mundial y en los precios, la producción de gas se mantuvo en 2022 a niveles de 2021, y en el caso del gas licuado experimentó una subida del 5% llegando a los 542 millones de metros cúbicos, cuyo principal beneficiario son las empresas gasista de los Estados Unidos. En el caso del carbón -que visto desde el Estado español pareciera desaparecido- el consumo aumentó en 2021 un 0,6% alcanzando los 161 EJ, pese a los altos precios, y en 2022 la producción aumentó un 7% respecto al año anterior lo que supone llegar a los 175 EJ. Si bien China, India e Indonesia son los países en los que el consumo de carbón experimentó un incremento mayor, cabe destacar que la UE en 2022 aumentó su consumo un 0,9% llegando a los 448 millones de toneladas. Y atención, en los próximos años podemos conocer un aumento del consumo de carbón en la industria mundial, particularmente ligado a la producción de acero y a la industria química. Y, de no detenerse, la contaminación continuará como si nada sucediera.

 ¿Qué ocurre con la evolución de las energías renovables? La electricidad generada por renovables en 2022 , sin contar las presas hidráulicas, se incrementó en un 14% alcanzado los 40,9 EJ, aumento especialmente relevante en China. Si la generación mundial total de la electricidad creció en un 2,3%, la generada por la energía solar y eólica supuso un 12%. Ello podría inducirnos a la creencia que estamos ante un proceso de sustitución de la fósil por el avance de las renovables. Dicho en otros términos se estaría produciendo la desfosilización mediante la implantación de las fuentes de energía renovables y limpias. Desgraciadamente no es esa la realidad, ya que no estamos ante una sustitución sino una adición. Las renovables no desalojan a las fósiles, sino que las complementan. Ello explica que las emisiones de CO2 derivadas del consumo de energía hayan aumentado un 0,9% en todo el mundo, alcanzando la cifra récord de 34,4 Gt de CO2 en 2022 en un marco en el que el total de emisiones de gases de GEI sumando las relacionadas con actividades y procesos industriales e incluyendo el metano, han aumentado el pasado año a la cifra récord de 39,3 GT equivalentes que supone un aumento respecto al año 2021 del 0,8%.

El sistema fósil indexado al capitalismo desde mediados del siglo XIX con la revolución industrial, reforzado por el incremento geométrico del transporte mundial de mercancías y personas en el XX y consolidado por la globalización capitalista en el  XXI, goza de gran vitalidad, sigue produciendo pingües beneficios empresariales y generando un horizonte catastrófico para la humanidad.

La economía del desastre climático

Los ingresos netos mundiales del conjunto de empresas, Estados y corporaciones vinculadas a la cadena de producción y distribución del gas y el petróleo el año 2022 supusieron la cifra de 4 billones de dólares y de nuevo podemos hablar de récord en la historia. Parte de esas superganancias fueron originadas por el aumento de los precios y la reducción de los costos por efecto combinado de la implantación de nuevas tecnologías, la austeridad salarial, el escaso vigor de la legislación ambiental y la situación oligopólica. Valga como ejemplo que firmas como BP, Total Energies, Shell, Chevron o ExxonMobil duplicaron en sus ganancias en los balances de 2022, que en el caso de la última alcanzó la cifra de 59.200 millones de dólares. Hasta tal punto les va bien que las grandes corporaciones fósiles no están recurriendo a la financiación bancaria.

Ello explica que las inversiones en la industria fósil en su conjunto hayan aumentado significativamente, en torno al 15% en los dos últimos años, y habrá que prestar atención a las inversiones en Oriente Medio, zona altamente conflictiva tras la invasión de Gaza por el Estado sionista. En este momento estamos conociendo los proyectos más ambiciosos relacionados con la expansión de la industria fósil en América del Norte, Europa, Golfo de México. Sin embargo, cabe constatar, pese a lo anterior, que una gran parte de los beneficios obtenidos y del flujo de caja alcanzado por las empresas fósiles se dedicaron a dividendos, rembolsos de deuda y recompra de acciones, lo que supone que el capital financiero se embolsó gran parte de las ganancias y que no hubo espacio para inversiones en las renovables. Cuestión relevante para destacar es que la industria fósil lejos de ampliar la red para permitir la entrada y desarrollo de las renovables deja esa cuestión al erario de cada país. Beneficios privados, costes públicos.

Conclusiones provisionales

La hipótesis de un régimen de acumulación capitalista verde ha fracasado, pues ni siquiera ha habido una regulación del capitalismo desde los gobiernos y aún menos una autorregulación. Ello es producto no sólo de las estrategias de las grandes empresas fósiles con capacidad de influir de forma determinante en medios de comunicación y despachos gubernamentales. También condiciona la débil relación de fuerzas entre el movimiento en defensa de la biosfera y los poderes, efecto en gran medida de la existencia de un pacto productivista no escrito entre los principales sindicatos y sus patronales, que en aras de la defensa de la competitividad nacional impide el avance de propuestas alternativas en el seno de la clase trabajadora.

Mientras esa conciencia ecosocial no avanza estamos contemplando el asentamiento del negacionismo climático de la mano de los partidos nacional-conservadores, bolsonaristas y fascistas, sin que la izquierda política de cada país dé paso hacia la formación de un frente amplio del bloque social popular que podría representar a los intereses de la mayoría social. Y sin que, ante un problema de ámbito mundial se den pasos internacionalistas. Uno de los primeros podría ser proponer la apropiación por parte de la sociedadde las empresas fósiles de cada país y en el ámbito europeo mediante expropiación. En algún lugar y momento hay que romper las cadenas.

Y falta, más allá de cada medida paliativa, un horizonte estratégico de naturaleza ecosocialista basado en la planificación democrática de la economía con una drástica reducción del uso de materiales y energía en los países desarrollados para que la transición sea social y mundialmente justa, asentada en la propiedad pública y social de los sectores estratégicos y la autorganización y actividad del pueblo trabajador. Eso significa plantear la cuestión del poder.

Referencias bibliográficas:

Climate Reanalyzer (2023): Temperatura del aire diaria a 2 metros. 4 de julio de 2023. https://climatereanalyzer.org/clim/t2_daily/

Energy Institute (2023): Statistical Review of World Energy , 26 de junio de 2023, Energy Institute en asociación con KPMG, Kearny, Herriot Watt University, apoyo de BP: Londres

Goldman Sachs (2023): Top Projects 2023: Back to growth, 27 de junio de 2023, Goldman Sachs https://www.goldmansachs.com/intelligence/pages/top-projects-2023-back-to-growth.html .

AIE (2022): World Energy Outlook 2022 , noviembre de 2022, Agencia Internacional de Energía: París. https://www.iea.org/reports/world-energy-outlook-2022 .

AIE (2023b): World Energy Investment 2023 , 25 de mayo de 2023, Agencia Internacional de la Energía: París. https://iea.blob.core.windows.net/assets/54a781e5-05ab-4d43-bb7f-752c27495680/ WorldEnergyInvestment2023.pdf .

* La primera versión de este artículo se publicó en Nuestra Bandera (núm. 262 de primer trimestre 2024)

Manuel Garí, economista, miembro del Consejo Asesor de viento sur y militante de Anticapitalistas

Fuente: https://vientosur.info/el-capitalismo-fosil-no-es-un-tigre-de-papel-reloaded/