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Una cápsula del tiempo de 2048

Fuentes: Voces del mundo [Imagen: foto aérea de la destrucción provocada por los incendios en Los Ángeles]

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Mi nombre no es importante, sólo lo que tengo que decir. Escribo con lápiz porque necesito conservar mis baterías esta noche. Es el año 24 de Nuestro Trump (aunque él mismo, por supuesto, ya no está con nosotros, sólo sus hijos, que dirigen las cosas). Creo que debería intentar explicar nuestra era a quien abra esta cápsula del tiempo dentro de un siglo, aunque puede que necesitéis equipo de submarinismo para acceder a ella. Para entonces se habrán perdido muchos registros. El engaño climático chino era menos engañoso de lo que pensábamos entonces. Perdóneme, Donald, pero a pesar de lo que diga la Nueva Iglesia Evangélica, usted era cualquier cosa menos infalible, aunque todavía no pueda decirlo muy públicamente.

Me gustaría alejarme de la costa, tal vez incluso ir al norte. Pero los inmuebles del interior son demasiado caros, sobre todo en las zonas más elevadas, lejos de las llanuras aluviales. Mirando el lado positivo, mi búnker ha resistido bien hasta ahora, incluso durante los habituales huracanes de categoría 7, y he almacenado muchas latas de sopa. Sin embargo, me preocupa quedar sumergido por una marejada ciclónica. Nadie quiere acabar como los pobres de Galveston.

Sólo espero que la policía estatal no encuentre mis paneles solares, que cargan mis baterías de contrabando para mantener el aire acondicionado aquí abajo. A todos nos persigue ese agosto negro en Palm Beach. Resulta que entonces había un 100% de humedad. Combina eso con temperaturas que alcanzan los 120º F (49º C)y te mata. El sudor no puede enfriarte más y acabas con un golpe de calor terminal. Por supuesto, la mayoría podría haberse salvado gracias al aire acondicionado si no hubiera sido por el apagón de la nueva central nuclear. Mal momento. Resulta que esas centrales utilizan agua para refrigerarse y, ese día, el agua local estaba tan caliente que tuvieron que cerrar la central.

Punto de inflexión

Nos metimos de lleno en un punto de inflexión climático imprevisto. Echando la vista atrás, ahora me doy cuenta de que Estados Unidos emitió 4.700 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono el año anterior -¡sí, anterior!- al Segundo Advenimiento de Nuestro Trump. Por horrible que haya sido, solo representó el 11% de las emisiones mundiales totales, que alcanzaron los 41.600 millones de toneladas métricas ese año antes del Segundo Advenimiento (frente a los 40.600 millones de toneladas en 2023). En resumen, agotamos nuestro presupuesto de carbono dos veces más rápido de lo que nadie había previsto, aunque yo no estaba prestando atención en ese momento. Si lo hubiera hecho, mis amigos me habrían tomado por loco.

Incluso hace unos años, esos datos y cifras me habrían parecido insoportablemente disparatados. No me daba cuenta de que mi mujer se divorciaría de mí por ellos y yo acabaría solo en mi búnker, recorriendo la web oscura en busca de las catástrofes de las que ya no informan los principales medios de comunicación. No se preocupen, uso una red privada virtual y no creo que la NSA pueda rastrearme. En resumidas cuentas, el mundo iba en la dirección equivocada incluso antes de que Nuestro Trump regresara por segunda vez y acelerara esa trayectoria tan desafortunada.

Hay quien piensa que debemos huir del Big One. Para mí, es demasiado tarde. Las autopistas son un aparcamiento y el precio de la gasolina es demasiado alto por culpa de los campos de fracking que se están secando. Quizá Nuestro Trump no debería haber prohibido los vehículos eléctricos. Y ya no puedo volar fuera de aquí (aunque pudiera permitírmelo). Hace demasiado calor para que despeguen los aviones. No lo sabía, pero volar depende de que el aire tenga cierto espesor, y el aire caliente tiene menos volumen porque las moléculas se aceleran y se dispersan. Eso es lo que me dijo Alfred, mi PAIC (Personal AI Chatbot), cuando le pregunté. No estoy seguro de entenderlo, pero no importa. Los aviones están en tierra, y yo también.

La resurrección y el triunfo del carbón

Cuando Nuestro Trump y el secretario de Energía Joe Manchin invirtieron miles de millones en resucitar el Gran Carbón, eso disparó las emisiones estadounidenses hasta los 6.000 millones de toneladas métricas de CO2 en solo un par de años, luego 7.000 millones, y así sucesivamente, lanzando una tendencia internacional a medida que los partidos de corte trumpista se hacían con el control de cada vez más gobiernos en todo el mundo.

Como era de esperar, una vez que Elon Musk financió el partido Alternativa para Alemania y ayudó a ponerlo al mando, su Cuarto Reich celebró enormes mítines en estadios de fútbol donde amontonaron paneles solares y aspas de turbinas eólicas prohibidas y los quemaron. Luego reunieron a inmigrantes para utilizarlos como mano de obra esclava en las minas de carbón reactivadas de Alemania. Cuando el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas falló en su contra, el gobierno fascista de Berlín se anexionó Bélgica. Y eso marcó esencialmente el final de la Unión Europea.

Rusia también apostó por el carbón. Incluso a principios de la década de 2020, su cuenca de Kuznetsk en Siberia era uno de los mayores productores de carbón del mundo. Cuando Nuestro Trump devolvió Europa del Este a Moscú, la Federación Rusa prohibió los coches eléctricos y las bombas de calor para poder vender su petróleo y su gas. Como era de esperar, Polonia volvió a ser todo carbón todo el tiempo y el cártel de Le Pen en Francia, siguiendo las órdenes de Rusia, pronto legisló las mismas prohibiciones a la tecnología verde. La producción europea de dióxido de carbono no tardó en dispararse.

Pero los peores problemas se encontraban en Asia, una zona sobre la que sólo recientemente he empezado a ponerme al día. Los dirigentes de China y la India insistieron en que les costaría mucho hacer sacrificios y arriesgarse a que el malestar laboral cerrara sus industrias del carbón, cuando Estados Unidos y Europa planeaban ir a por todas promocionando las suyas. Imagínense que los comunistas chinos tuvieran miedo de sus propios trabajadores y, lo que es peor -algo de lo que entonces no me había dado cuenta ni remotamente-, pero en aquella época la mitad del carbón que se extraía en el mundo procedía de China e incluso antes de que Nuestro Gran Líder llegara al poder por segunda vez, el Partido Comunista ya tenía planes para extraer mil millones de toneladas más al año.

Con el permiso implícito de Estados Unidos, Pekín no tardó en aumentar la producción. Averigüé que a principios de los años veinte emitían ya el 70% de las emisiones mundiales de metano de las minas de carbón. Incluso entonces, había 1,5 millones de mineros del carbón chinos, mientras que más del 6% de ese país seguía dependiendo de las centrales de carbón para obtener electricidad. Todas esas cifras sólo aumentaron cuando el Partido Comunista, citando a Nuestro Trump, incrementó la producción de carbón, enviando miles de millones de toneladas más de CO2 y metano a la atmósfera. Alfred afirma que el metano es hasta 80 veces más potente como gas de efecto invernadero que el dióxido de carbono, aunque durante un periodo de tiempo más corto.

A principios de este siglo, India ya estaba aumentando sus centrales eléctricas de carbón. Sin embargo, cuando los nacionalistas hindúes se enamoraron de Nuestro Trump, apostaron aún más por el carbón. Sus emisiones de CO2 se dispararon. Dicen que, dada la niebla tóxica de Nueva Delhi, la capital, hoy en día no se puede ver ni medio metro delante de uno en un día normal, y el 10% de los indios tienen bronquitis crónica.

Los indios han rechazado las críticas a todas esas emisiones de dióxido de carbono de las zonas bajas de Bangladesh como «propaganda antihindú». Nuestro Trump solía decir que con el aumento del nivel del mar sólo conseguiríamos más propiedades de primera línea de playa, pero ahora me doy cuenta de que era una broma de mal gusto. Si sigues calentando este planeta, se derrite el hielo de la superficie, que va a parar al océano y, efectivamente, hace que suba su nivel. El agua más caliente también ocupa más espacio, lo que contribuye al aumento del nivel del mar. Así, el golfo de Bengala se elevó y se llevó la capital, Dhaka, junto con el 20% del resto del país. La hambruna dejó a decenas de millones de personas demacradas o esqueléticas. Cuando millones de refugiados climáticos bangladesíes intentaron entrar en India, su ejército cometió lo que hoy se conoce como el Gran Genocidio Bangla. Los historiadores afirman que nunca antes se habían llevado a cabo matanzas de tal magnitud.

Adiós a la Torre Trump

En un viejo y prohibido sitio de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica en la web oscura encontré un documento que decía: «El dióxido de carbono se está acumulando en la atmósfera más rápido que nunca, acelerándose en una subida abrupta a niveles muy por encima de cualquier cota experimentada durante la existencia humana». Eso fue en 2024, y quien lo escribió puede estar ahora en uno de esos campos de reeducación para espías del Ministerio de Seguridad del Estado de Pekín acusados de promover lo que la Agencia de Protección Medioambiental de Trump tachó de «engaño climático.» Yo también podría encontrarme allí si alguien descubre cómo me siento estos días.

Ahora me doy cuenta de que los científicos saben desde hace más de un siglo que el dióxido de carbono absorbe la luz ultravioleta que se refleja en la superficie de la Tierra, manteniendo más calor del sol en nuestra atmósfera. Supongo que esos rayos UV solían golpear este planeta y luego irradiaban de vuelta al espacio exterior a una velocidad significativamente mayor, dejándonos mucho más fríos de lo que estamos ahora. Nunca presté atención a nada de esto en los años veinte de este siglo. Sin embargo, desde entonces he tenido tiempo de ponerme al día. Después de todo, ¿qué otra cosa se puede hacer en este búnker?

Créanme, fue algo embarazoso en 2034, incluso para mí, cuando la Torre de Nuestro Trump se derrumbó en Manhattan. Por supuesto, como dijo entonces, no fue en absoluto culpa suya. En su lugar, culpó a los obreros inmigrantes que la construyeron, pero ellos tampoco tuvieron la culpa. Hoy en día, al menos el tres o cuatro por ciento de los edificios de Nueva York corren peligro por la subida del nivel freático. Y no es sólo eso. Cada vez que cae una gran tormenta, las inundaciones dañan decenas de miles de edificios y convierten el metro en una piscina.

Peor aún, más de un tercio de los edificios de Nueva York corren el riesgo de sufrir mareas de tempestad en el año 24 de Nuestro Trump. He leído en alguna parte que el extremo sur de Manhattan, el East Village, el Upper East Side y las zonas de Tribeca y Canal Street se inundan ahora durante algunos meses del año. Del mismo modo, los barrios de Queens cercanos a la bahía de Jamaica están completamente anegados. ¿No era Nuestro Trump originario de Queens?

Y para saltar por un momento a través de lo que queda de este país, hoy he pillado a alguien en la web oscura informando desde Phoenix, Arizona. Parece que la población allí es sólo una cuarta parte de lo que era hace 25 años. Ahora, la mitad del año hace un calor peligroso y no hay suficiente agua. Y los cortes de electricidad que te dejan sin aire acondicionado son evidentemente una pesadilla y media. Mismo problema: el agua caliente del río no puede enfriar el equipo de la planta.

Ese tipo que informaba desde Phoenix dijo que los incondicionales locales que se niegan a marcharse se llaman a sí mismos Fremen, como en el remake de la película Dune, y dicen que necesitan trajes de protección. Cuando los Proud Boys ganaron las elecciones al ayuntamiento de esa ciudad, Nuestro Trump les dijo que eliminaran en profundidad el plan local de acción por el clima, que juró que era para «maricas». Pintar todo de blanco, insistía, hacía que la ciudad pareciera una tumba y quería que se talara la cubierta arbórea urbana para hacer leña.

Hágase la voluntad de Trump, como suele decirse.

Al menos Phoenix sigue ahí. Los Ángeles no tuvo tanta suerte. A medida que se secaba más y más cada otoño, los vientos de Santa Ana azotaban regularmente incendios forestales, y un barrio tras otro se convertía en cenizas. Cuando Beverly Hills ardió como lo había hecho Pacific Palisades 20 años antes, fue como claver el último clavo en el ataúd.

¿El Big One?

Ahora me paso el día pensando en el Big One, en cómo podría acabar todo. Cuando las fuerzas chinas dispararon contra ese destructor estadounidense frente a Taiwán, la dinastía Trump se puso furiosa. Dijeron que llevarían un dolor a Pekín como el mundo nunca había visto antes. Sin embargo, no querían enviar barcos ni tropas, alegando que su padre se había opuesto a malgastar dinero en guerras en el extranjero.

Fue entonces cuando alguien en Fox & Friends (el único programa de «noticias» que todavía se permite) sugirió una respuesta simbólica, un ataque a esa gran nueva base militar china en la capa de hielo de la Antártida Occidental (WAIS, por sus siglas en inglés). La familia Trump ordenó inmediatamente un ataque nuclear allí. Dicen que Tiffany fue la única a la que no le pareció una buena idea. Pero derritió gran parte del glaciar Thwaites, uno de los más grandes del mundo, y el resto se deslizó hacia el océano. Dicen que el nivel del mar subirá medio metro en todo el mundo, y muy rápidamente, porque la bomba nuclear ha derretido muchísimo hielo superficial. Cuenten con una cosa: será realmente un Trumpocalipsis.

Eso pondría mi búnker bajo tierra, por supuesto. Sólo confío en que sea hermético.

Juan Cole, colaborador habitual de TomDispatch, es catedrático Richard P. Mitchell de Historia en la Universidad de Michigan. Es autor de The Rubaiyat of Omar Khayyam: A New Translation From the Persian y Muhammad: Prophet of Peace Amid the Clash of Empires. Su último libro es Peace Movements in Islam. Su galardonado blog es Informed Comment. También es miembro no residente del Center for Conflict and Humanitarian Studies de Doha y de Democracy for the Arab World Now (DAWN).

Texto original: Juan Cole, TomDispatch.com, 21 enero 2025

Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2025/01/21/una-capsula-del-tiempo-de-2048/