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«Barbarroja» en el vórtice del internacionalismo cubano

Fuentes: Rebelión

El internacionalismo y la solidaridad con otros pueblos en lucha son una tradición gloriosa y un principio que enarbolamos con la cabeza bien alta.  Fidel Castro y la Revolución Cubana marcan un hito en la práctica consecuente en la acción comprometida de la solidaridad internacional.

Al Comandante Manuel Piñeiro Losada, estrecho colaborador de Fidel, también conocido como “Barbarroja”, de quien por estos días se cumplen 27 años de su desaparición física y 92 de su natalicio, le correspondió el honor y el reto de establecer parte de las estructuras encargadas de implementar esos principios y la ejecución de las orientaciones del Comandante en Jefe.

Piñeiro, Comandante de la Sierra, combatiente del Segundo Frente Oriental y fundador de los órganos de seguridad del Ministerio del Interior, fue uno de los principales impulsores durante más de tres décadas de la acción solidaria internacionalista de Cuba con las fuerzas populares de nuestra región, de África y más allá, acorde con las necesidades y el desarrollo del movimiento revolucionario de su época.

En el concepto de “Revolución” de Fidel, de profundos contenidos políticos y éticos, junto a aquello de que Revolución es sentido del momento histórico, concluye diciendo enfáticamente: “Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base –dice– de nuestro patriotismo, de nuestro socialismo y nuestro INTERNACIONALISMO”.

Solidaridad, cooperación, fraternidad no son para Fidel ni para Cuba solo principios éticos, son también parte de nuestros principios políticos, y conceptos estratégicos que tienen que ver con una visión de futuro de la hermandad y la soberanía de los pueblos.

Cooperación no ha sido solo con la maravillosa y ejemplar presencia y la sostenida ayuda de técnicos, médicos y educadores de nuestro país quienes, desde hace décadas, ejercen su labor y salvan vidas en los lugares más recónditos. Como dijera Frei Betto, ese internacionalismo logra su consistencia gracias al capital simbólico acumulado por la heroica historia de este país y enriquecido, de modo ejemplar, por la Revolución.

Momentos cruciales de esa historia fueron aquellos en los cuales el imperio y las dictaduras en América Latina reprimían, usaban la tortura, el asesinato y producían desapariciones masivas.  La grandeza de nuestra revolución, y el concepto mismo de solidaridad, alcanzaron entonces nuevos hitos cuando nuestra cooperación también se manifestó en decidida ayuda para la lucha a los revolucionarios en nuestros países hermanos. Fue en momentos en que debían enfrentar gobiernos represivos que recibían del imperialismo abundante ayuda militar y de todo tipo.

Las acciones de solidaridad del joven Fidel Castro con Puerto Rico desde sus días universitarios, su papel durante el Bogotazo, sus empeños contra la dictadura de Trujillo en República Dominicana, devinieron parte de un creciente sentido en Fidel, y en sus colaboradores, del carácter continental de la lucha para la verdadera y segunda independencia de la América Nuestra.

Buena porción, sino una parte fundamental de la compenetración entre Fidel y el Che en su primera y larga conversación el día en que se conocieron en México, fue esa visión compartida sobre la necesidad de la unidad y solidaridad entre los revolucionarios latinoamericanos, en pro de la integración y para enfrentar unidos al gigante norteño de las Siete Leguas.

Ante ello, desde fechas tempranas, la dirección de la Revolución y en particular su líder indiscutible, de manera natural, denunciaron el carácter antipopular y represivo de varias de esas dictaduras, así como la injerencia yanqui contra los pueblos.

Cuando un pueblo, o varios, se encuentran en situaciones sociales y políticas insoportables y extremas, bajo la opresión de regímenes represivos y entreguistas, cuando se le cierran todos los caminos, cuando se les está masacrando, esos pueblos, sus fuerzas más preclaras y decididas, las más de las veces y con todo derecho, se rebelan, luchan por la libertad y la justicia social.

El propio Fidel Castro en su alegato durante el juicio del Moncada conocido como “La Historia me Absolverá” decía “el derecho a la insurrección contra el despotismo, señores magistrados, ha sido reconocido desde la más lejana antigüedad hasta el presente por hombres de todas las doctrinas”. Luego de citar a varios de esos pensadores, Fidel cita de la Declaración de Independencia de Estados Unidos de 1776 y de la Declaración francesa de Derechos del Hombre el principio de que “cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para éste el más sagrado de los derechos y el más imperioso de los deberes”.

Y en su discurso en la Plaza de la Revolución, días después del golpe militar en Chile, Fidel expresa: “Los problemas de la lucha antiimperialista, los problemas que afectan al movimiento revolucionario, los problemas que afectan a la humanidad, nos incumben, nos interesan y nos corresponden a todos los hombres revolucionarios y progresistas del mundo”

Esa noción del derecho a la lucha contra la opresión, así como nuestras tradiciones combativas informan nuestros principios internacionalistas y nuestra entrega a la práctica solidaria. Con esos conceptos y bajo la guía de Fidel se estableció todo un sistema de política exterior y solidaridad.

PIÑEIRO, ESTRECHO Y FIEL COLABORADOR DE FIDEL CASTRO

Manuel Piñeiro Losada, era un hombre como pintado para esas misiones, que le venían como anillo al dedo: creativo, flexible dentro de los principios y completamente anti dogmático, con gran olfato político y capacidades de dirección, además de culto, carismático y fidelista ciento por ciento.

Siguiendo las directivas de la máxima dirección política de nuestro país, se logró mantener y desarrollar un amplio marco de estrechas relaciones e intercambios con muchos revolucionarios, personas honestas, personalidades religiosas y otros muchos. En función de la solidaridad se trabajó táctica y estratégicamente, y de manera diferenciada, con todo el espectro político, es decir, con muy diversos movimientos sociales, y con los partidos y organizaciones de la derecha, del centro y de la izquierda, siempre desde una posición clasista y de principios.

Asimismo, entidades ejecutoras especializadas como, entre otras, el Dpto. Técnico y la Dirección de Liberación Nacional del Ministerio del Interior y el Departamento América, algunas dirigidas por Piñeiro y éste bajo estrechas orientaciones de Fidel, siempre trataron, como una prioridad, de ayudar a la unidad política de esos movimientos, pero en un marco de respeto a su identidad y conceptos. A la par con las luchas de los pueblos por la justicia y contra la represión, en la región bullían las simpatías con la Cuba asediada e inhiesta. De manera natural se desarrolló una dinámica de mutua solidaridad.

Cabría subrayar que la política internacionalista de Cuba no conoció de sectarismos, de ideologismos pequeños o visiones cortoplacistas….

La línea trazada por la dirección de la Revolución Cubana fue tratar de limar las asperezas, no meternos en sus problemas internos y, cuando se nos requería, dar consejos o transmitir experiencias que favorecieran su unidad. Nunca se imponía ningún criterio ni se condicionaba nada. Era una labor muy delicada y compleja, que se desarrolló con un altísimo grado de profesionalidad.

La Revolución no quedó, ni podía quedar, de brazos cruzados ante la situación de opresión en varios países de Nuestra América y la lucha desigual que libraban nuestros pueblos hermanos. Desde que se ubicara al frente de las tropas asentadas en la Fortaleza de la Cabaña, el Che, quien también mantuvo siempre estrechas relaciones con Barbarroja, fue parte de un temprano diálogo con revolucionarios latinoamericanos que nos visitaban. 

Al propio tiempo, la dirección de la Revolución siempre partió del concepto claro de que, como afirmara Fidel “… la revolución no se puede importar ni exportar; un Estado socialista no se puede fundar por inseminación artificial o simple trasplante de embriones.  La revolución necesita las condiciones propicias para ello en el seno de la propia sociedad, y solo cada pueblo puede ser su propio creador.”

Decía Fidel en 1962: «En muchos países de América Latina la revolución es hoy inevitable.  Ese hecho no lo determina la voluntad de nadie; está determinado por las espantosas condiciones de explotación en que vive el hombre americano, el desarrollo de la conciencia revolucionaria de las masas, la crisis mundial del imperialismo y el movimiento universal de lucha de los pueblos subyugados”.

Para Piñeiro como para Fidel, estaba muy claro el camino que se debía emprender para cambiar el rostro de miseria y despojo que lucía y aún luce la región. Lograr la unidad y la integración era fundamental en su visión estratégica y daban continuidad a los planteamientos de los próceres de la independencia latinoamericana. Esa unidad e integración son hoy la gran tarea pendiente.

EL IMPERIALISMO NO HA NECESITADO NUNCA DE PRETEXTOS PARA PERPETRAR SUS FECHORÍAS

Después de las guerras de independencia y, hasta ahora, se ha impuesto el neocolonialismo que se mantiene, principalmente, a través de varios gobiernos tutelados que responden a los intereses del imperialismo.

En ese contexto y en las primeras décadas después del triunfo de 1959, la máxima dirección de la Revolución en algunos casos respondió positivamente y de forma excepcional a las solicitudes de ayuda de probadas agrupaciones de revolucionarios latinoamericanos y de otras regiones.

Sobre esas bases, de conjunto con nuestras organizaciones sociales, el ICAP, con nuestros diplomáticos, se concretaron acciones que iban desde apoyo moral, interlocución y traspaso de experiencias, utilización de las tribunas internacionales, diálogo con personalices religiosas y del ámbito cultural, foros y otros medios para concitar apoyo y solidaridad y denunciar injusticias y acciones represivas.

Varias vertientes de internacionalismo político se llevaron a cabo por muy distintas organizaciones sociales cubanas, y algunas acciones de carácter operativo requirieron del trabajo discreto y sacrificado de compañeros de diversos cuerpos e instituciones especializados, como los dirigidos por el Comandante Piñeiro.

Hoy la situación es otra; aunque es realmente preocupante el desparpajo con que muchas oligarquías están violentando los pocos mecanismos de la democracia formal que las clases opresoras antes propugnaban y manipulaban. Esa seudo democracia hace rato ha dejado de ser representativa. Distorsiones judiciales y con los medios de desinformación toman la palestra. El gobierno yanqui sigue entrenando las fuerzas represivas latinoamericanas; suministrando recursos materiales y de inteligencia, e imponiendo su presencia a través de numerosas bases y puestos militares.

Las oligarquías y el imperialismo recurren a los golpes parlamentarios, al contubernio de la OEA, o a los más burdos engaños contra los pueblos, al asesinato físico o mediático de los líderes populares o a su inhabilitación, a la instrumentación de los aparatos judiciales, el llamado lawfare, a las fakenews: el uso masivo y sistemático de noticias falsas y las manipulaciones de todo tipo. Cierran por todas las vías los caminos al cambio y a la soberanía de nuestros países.

Patria es Humanidad. Para Fidel el patriotismo y el internacionalismo están estrechamente integrados. Para nuestro líder histórico, en sus palabras, ser internacionalistas «es saldar nuestra propia deuda con la humanidad. Quien no sea capaz de luchar por otros, no será nunca suficientemente capaz de luchar por sí mismo».

Era y es una concepción estratégica, política, no oportunista ni táctica ni defensiva; está basada en principios, y en una noción estratégica y clasista de la lucha contra el imperialismo y por un mundo mejor, independiente de las circunstancias de acoso en que se encontrara Cuba.

El 5 de agosto de 1972 al pronunciar un discurso en el acto de jerarquización de combatientes de la Dirección General de Liberación Nacional del MININT, Piñeiro expresó:

“Nuestro problema y ustedes lo saben muy bien – no se reduce a luchar con un criterio egoísta por la seguridad de Cuba. Somos comunistas, somos internacionalistas. Nuestra bandera es la bandera de la solidaridad entre los pueblos. Nuestra causa sólo concluirá con la derrota definitiva del imperialismo y con la plena liberación de los pueblos oprimidos, muy especialmente de aquellos que están unidos a nosotros, por los lazos de la geografía, la cultura, la historia y la sangre”

Fidel, en “Una Introducción Necesaria” a la primera publicación del Diario del Che en Bolivia, decía: “… el imperialismo no ha necesitado nunca de pretextos para perpetrar sus fechorías… La solidaridad con el movimiento revolucionario puede ser tomada como pretexto, pero nunca será la causa de las agresiones yanquis”.

Para la Cuba revolucionaria la lucha de cualquier pueblo del planeta que enfrenta al imperialismo, es parte de la lucha de Cuba. Hay todo un legado vivo de Barbarroja, del comandante Manuel Piñeiro, como un ejecutor hábil y certero de esa política y esos conceptos fidelistas y guevarianos que él enriqueció y compartió plenamente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.