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Isabel Moreno, la física que lucha contra la «Atmósfera de bulos»

Fuentes: Climática [Foto: MARKUS SPISKE]

La meteoróloga y divulgadora publica un nuevo libro, ‘Atmósfera de bulos’ (Ediciones B), en el que afronta las principales dudas y mitos sobre el cambio climático. A continuación publicamos un pequeño avance.

El siguiente fragmento de ‘Atmósfera de bulos’ corresponde al prólogo del libro. A la venta a partir del 22 de mayo.

Hola, persona que estás leyendo estas páginas. Mira todas las hojas que quedan por delante. Vamos a compartir muchas palabras, así que, para romper el hielo, te voy a contar algunas cosas que vas a encontrar en este libro, más allá de lo que puedes leer en el índice.

Sí, este es un libro que explica algunos bulos, mitos o verdades a medias relacionados con el cambio climático, pero de una forma especial en algunos casos. Vas a tener la sensación de que no solo te doy datos, sino que estoy contándote cosas como si estuviéramos compartiendo un café (a veces me dirijo a ti con comentarios personales y los escribo de esta manera).

Cuando me lancé a escribir todo esto, creía que iba a ser algo relativamente sencillo de hacer. Me equivoqué estrepitosamente… Tardé alrededor de un año en completarlo y, sin darme cuenta, terminó convirtiéndose en un libro muy personal en el que está implícito no solo mi carácter, sino también mi estado de ánimo en cada momento (¿Que por qué? No pretenderás que te lo cuente en la primera página, que acabamos de conocernos. Si eso lo vemos más adelante).

Empecé este libro en enero y lo terminé en diciembre de 2024. A comienzos de ese año esbocé este prólogo con algunos datos de 2023. Escribí con muchas palabras que había sido el año más cálido registrado con una temperatura de 1,48 °C sobre la era preindustrial, que en España hubo más de once mil muertes atribuibles al calor, ocho fallecidos en el interior peninsular por una dana (y que se criticó bastante que sonasen en Madrid las alarmas en los móviles alertando de una situación peligrosa. Creo que nadie debería volver a criticar algo así después de 2024), entre otros aspectos.

También decía que, fuera de nuestras fronteras, habíamos visto algunos desastres colosales. El que más me llamó la atención ocurrió en septiembre de 2023 al otro lado del Mediterráneo, de la mano de la borrasca Daniel. A su paso por Grecia, Bulgaria y Turquía, había dejado más de veinte fallecidos, miles de desplazados y daños millonarios por inundaciones. Pero lo peor estaba por llegar. Daniel atravesó un Mediterráneo ardiente, convirtiéndose en un auténtico monstruo que descargó toda su furia sobre Libia. Se acumularon más de 410 l/m² en la ciudad de Al Bayda y más de 100 en la ciudad portuaria de Derna, que en el mes de septiembre recibe de media apenas 1,5. Dos presas no soportaron tal cantidad de agua y colapsaron, lo que causó inundaciones sin precedentes en la región. El agua se llevó por delante todo lo que encontró a su paso, como la vida de casi seis mil personas según cifras oficiales (aunque las estimaciones superan las veinte mil), miles de desaparecidos y más de cuarenta mil desplazados.

Esos datos se quedaron aparcados durante muchos meses mientras avanzaba con el libro. A finales de 2024 retomé este prólogo y me puse muy triste al leer, desde la perspectiva de aquel año que acababa, lo que había escrito tiempo atrás. En enero no me podía imaginar que 2024 superaría a su antecesor como el más cálido registrado hasta la fecha, con una temperatura de más de 1,5 °C sobre la era preindustrial. Pero, sobre todo, no hubiera imaginado ni en mis peores pesadillas que íbamos a vivir en España la peor catástrofe meteorológica de la historia reciente (y una situación política que no voy a comentar aquí). No olvidaremos jamás la DANA de octubre de 2024 que causó incalculables daños materiales y la muerte de más de doscientas veinte personas, casi todas en Valencia.

En ese momento me bloqueé. No podía tirar del hilo con el que había comenzado a trazar este texto en enero de 2024, así que llamé a mi amiga Valentina Raffio para intentar ordenar las ideas en mi cabeza. Ella es periodista especializada en ciencia y crisis climática, pero sobre todo es un auténtico ser de luz que, sin darse cuenta, iluminó mi camino en este prólogo. Hacía poco que había llegado de Bakú, donde había cubierto la COP29, y me dijo: «Una cosa que comenté con alguien allí es que lo que estamos escribiendo sobre el cambio climático se está quedando antiguo demasiado rápido. Apuntas un fenómeno extremo bestial que está relacionado con la crisis climática y enseguida aparece otro que lo supera. Y luego llega el siguiente. Y el siguiente…». Entre las dos, llegamos a la conclusión de que el prólogo tenía que construirse de nuevo casi desde cero y lo que decidí finalmente fue contar por qué creo que este libro era más necesario que nunca.

Como en muchas historias de amistad, Valentina y yo habíamos empezado siendo simplemente compañeras de profesión y fuimos cogiendo mucha confianza la una con la otra según transcurrieron las semanas. Las conversaciones sobre cambio climático pasaron a ser más personales, nos escribíamos para ver cómo estábamos, nos enviábamos imágenes de gatitos por redes sociales… Estoy segura de que el paso natural del tiempo nos hubiera terminado de unir hasta el punto actual, pero hubo algo que aceleró ese proceso: el odio desmedido al que nos tuvimos que enfrentar en redes sociales.

Valentina y yo participamos junto con otras profesionales de la comunicación climática en una campaña para luchar contra el negacionismo en una famosa red social. Nuestra misión era explicar aspectos relacionados con el cambio climático en vídeos cortos que se promocionaban para llegar a muchísima gente. Quienes solemos hacer este tipo de contenidos para redes sociales sabíamos que esa visibilidad masiva nos haría recibir algunos mensajes negacionistas típicos, pero no imaginábamos la magnitud de lo que iba a venir.

Esa campaña nos puso en el foco para usuarios, tanto reales como bots, que comenzaron a cargar contra nosotras. Los mensajes negacionistas pasaron incluso a un segundo plano para dar protagonismo a insultos y amenazas, algunas incluso de muerte. Aquella tarea se volvió insoportable.

La situación empeoró más cuando un famoso creador de contenido en internet propuso realizar un «debate sobre cambio climático». Ciertas personas del mundo de la divulgación climática mostramos nuestro rechazo a la celebración de aquel espectáculo esperpéntico que solamente beneficia al negacionismo (te cuento por qué dentro de unas páginas). Aquello nos volvió a poner en el centro de una diana de ataques en la que nos sentimos completamente indefensas. No había nada ni nadie capaz de frenar aquello, bien porque no podía o porque no tenía ni un ápice de voluntad para hacerlo (por cierto, en el momento en el que escribo estas líneas, sigo esperando una reunión con el equipo de España de una red social para tratar este tema).

En ese campo de batalla tuvimos la enorme suerte de coincidir con Verónica Pavés. Vero es periodista especializada en ciencia y otro ser de luz que, por desgracia, también estaba recibiendo un odio desmedido simplemente por hacer su trabajo: informar sobre cambio climático. Lo nuestro fue amistad a primera vista. Entre las tres, decidimos impulsar un manifiesto contra el auge del negacionismo y la polarización en redes sociales. En ese texto no solo denunciamos la situación a la que nos estábamos enfrentando, sino que pedíamos medidas para frenarla al sector político y judicial, a las redes sociales y a los medios de comunicación, incluidos influencers que manejan audiencias enormes. Nos sentimos arropadas por mucha gente. Más de cuarenta entidades se adhirieron a ese manifiesto.

A pesar de todo, aquello nos puso aún más en el foco. No te voy a negar que fue una temporada muy dura en la que incluso me planteé si valía la pena seguir divulgando. En aquel momento defendía que sí porque, si quienes lo hacemos nos apartamos de algunos foros masivos, el único discurso que queda es el del sinsentido, el odio, la mentira y la pseudociencia.

La realidad fue que no me sentí capaz de seguir exponiéndome de esa manera y finalmente di un paso a un lado. Dejé de ser tan activa en algunas redes sociales porque no me sentía capaz de gestionar esos ataques. Sin embargo, no dejé de divulgar en otras ni de estar convencida de que se debe luchar contra quienes niegan uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos como humanidad.

Que los bulos o la desinformación circulen a sus anchas es muy peligroso. Lo considera así hasta el Foro Económico Mundial (poco sospechoso de ser un entorno hippie-ecologista como puedo parecerlo yo) que, en sus informes de riesgos de 2024 y 2025 a los que cree que se enfrenta su sector, señala a la información falsa y la desinformación como los principales peligros a los que se enfrenta la economía para los próximos dos años y el quinto a diez años vista. Para el caso concreto del cambio climático, o los problemas ambientales en general, negar la evidencia o difundir bulos que justifiquen vivir de espaldas a la naturaleza se paga hasta con vidas humanas.

Luchar contra eso es muy difícil, no nos vamos a engañar. Los bulos se inventan y difunden más rápido que las explicaciones que hay que dar para desmentirlos. Es más, en algunos casos, la información que se difunde no es un bulo realmente. No se está diciendo una mentira, sino una verdad a medias que necesita explicarse con tiempo y espacio, como el que he dedicado en este libro. Por eso decidí escribirlo, para contar con más calma todo lo que no me cabe en los vídeos cortos que comparto en mis redes sociales.

Y justamente en el contexto en el que estamos y del que venimos, era muy necesario tanto este trabajo como todo el que está haciendo la gente de mi sector. Son más que bienvenidas todas las herramientas que nos ayuden a luchar contra la desinformación y los bulos que después se usan para atacar a quienes hablamos de ciencia o retrasar acciones frente a la crisis planetaria.

Ya para terminar (me queda poco, te lo prometo), debo contarte algunos aspectos formales de cómo he organizado los cinco capítulos de este libro.

En el capítulo «La ciencia», aparecen algunas de las afirmaciones que circulan para cuestionar la labor de los profesionales de este sector o los procedimientos que se siguen para estudiar el cambio climático. El siguiente es «El clima del pasado», donde se responde a quienes intentan desmentir o restar importancia al cambio climático actual basándose en lo que ocurrió hace cientos, miles o millones de años. El tercer capítulo se titula «Las causas», y contesta a los bulos sobre los motivos que están provocando la crisis climática actual. Como podrás imaginar, en el cuarto capítulo, «Las consecuencias», echaremos un vistazo sobre los impactos que está teniendo y tendrá el cambio climático. Y en el último capítulo, te hablaré de aquellos relacionados con las «soluciones» (así, entrecomillado, porque no me parece la palabra más adecuada para hablar de las medidas frente a la crisis climática).

(…)

Por último (ya sí que sí), tengo que darte las gracias por tener este libro entre tus manos y querer saber dónde están las trampas de los principales mensajes que se lanzan contra el cambio climático. Lo que hay en él es el resultado de muchas horas de trabajo y de aprendizaje en todos los sentidos. Que hayas decidido leerlo es la mejor forma de valorar todo mi esfuerzo y de ayudarnos a seguir defendiendo lo que dice la ciencia frente a lo que no

Fuente: https://climatica.coop/avance-editorial-atmosfera-de-bulos/