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El riesgo de vivir a los pies de un glaciar que desaparece

Fuentes: El diario [Imagen: El pueblo de El Chaltén, en la Patagonia argentina, y detrás, el monte Fitz Roy. Adobe Istock]

Las hordas de visitantes que celebran cada vez que se desprende un enorme trozo del imponente glaciar Perito Moreno ignoran el peligro que representa para los habitantes de El Chaltén que la imponente masa helada retroceda a toda velocidad por el impacto del cambio climático

 “Los turistas celebran el desprendimiento de hielo del Perito Moreno como si fuera una fiesta, pero en realidad es el funeral del glaciar, que se derrite cada vez más rápido. Me llama mucho la atención que no lo vean así: con más información, quizá habría más concienciación”. Sergio Goitía es guarda forestal en el Parque Nacional Los Glaciares –declarado patrimonio mundial por la Unesco en 1981–; observa las cosas con claridad y las expresa sin vueltas: el cambio climático amenaza como nunca antes este ecosistema glaciar de la Patagonia argentina, situado dentro de la tercera mayor masa de hielo continental del planeta.

Goitía nació en la provincia más cálida del país, Formosa, en el límite con Paraguay. Desde los verdes furiosos del norte caliente llegó en 2018 hasta El Chaltén, una pequeña localidad incrustada en los bordes más australes de la cordillera de los Andes, muy cerca de la frontera con Chile y a 2.600 kilómetros al sur de Buenos Aires. Aquí los paisajes están dominados por los azules de los ríos Fitz Roy y Las Vueltas, lagos de aguas gélidas y los hielos eternos de esa zona protegida. “Pensaba quedarme en el norte del país, pero me asignaron acá, todo un desafío para mí y para mi compañera, que es enfermera en el puesto sanitario. Con el tiempo empezó a gustarme la montaña”.

La montaña que Sergio Goitía cuida alberga un imponente sistema de glaciares hoy en riesgo por el calentamiento global, como alertan estudios científicos conocidos por las autoridades locales, algunas organizaciones socioambientales, como Boana, y muchos residentes de El Chaltén. No está tan claro, sin embargo, que los miles de turistas que llegan cada día hasta la autodenominada “capital nacional del trekking” conozcan esta realidad ni el riesgo de inundación si se desborda el lago glaciar.

El derretimiento acelerado de los glaciares no es algo ajeno a la vida en El Chaltén. O al menos, no debería. En 2018, una investigación publicada por un equipo de científicos argentinos liderado por el doctor en Ciencias Geológicas y profesor de universidad de Buenos Aires (UBA) Diego Winecur, mostró que el retroceso glaciar generalizado en la Patagonia tiene una incidencia directa en las laderas de estas enormes masas de hielo.

Un retroceso multiplicado por cuatro

Según los cálculos realizados por Daniela Schmidt, coautora del trabajo, el glaciar Torre –situado a unos 10 kilómetros del pueblo– cuadruplicó su tasa de retroceso entre 2022 y 2024 en comparación con el periodo 2019-2022, lo que significa que desde 1968 hasta inicios de 2025 ha retrocedido unos 400 metros. “A medida que el retroceso ocurre, ese hielo glacial se convierte en agua y pasa a incrementar el volumen del lago Torre ubicado en el frente del glaciar. Esto genera que las laderas de los laterales del valle se vayan desmoronando, convirtiéndose en los denominados procesos de remoción en masa, donde las rocas, sedimentos y parte del bosque se van hundiendo en el lago”, explica Winecur.

Esta situación, que comenzó a principios de los años 2000, se va incrementando a medida que el glaciar retrocede. “Si bien el movimiento es lento y paulatino, algún evento extremo como lluvias intensas sumado a altas temperaturas o algún movimiento sísmico podría acelerarlo y precipitar la caída de ese material hacia el lago”. Esto, a su vez, podría generar una ola que aumentaría rápidamente el caudal del río Fitz Roy. Winecur asevera que las autoridades locales y de los parques nacionales y quienes viven allí de manera permanente conocen este riesgo: “Han recibido nuestros estudios”; pero no puede confirmar que los turistas lo sepan. “Quizá falte un poco de difusión al respecto”, agrega el científico.

Un pueblo muy joven

Antes de los turistas, de las disputas fronterizas con Chile, antes siquiera de que existiera Argentina como país, esta región de la Patagonia estuvo habitada por pueblos originarios americanos. Los aonikenk, la “gente del sur”, fue el último grupo importante en transitar la zona y de su lengua nativa proviene el término Chaltén, que significa “montaña humeante”. Se refiere al cerro de 3.400 metros de altura que caracteriza a ese paraje y que en 1877 fue renombrado por Perito Moreno –un científico y explorador pionero en la conservación de la naturaleza– como Fitz Roy, su otro nombre. El extremo sur andino patagónico argentino es, ante todo, un paisaje de montaña y hielo, en el cual los glaciares monopolizan la escena.

De acuerdo al Inventario Nacional de Glaciares (ING) en Argentina existen 16.968 cuerpos de hielo que ocupan una superficie total de 8.484 kilómetros cuadrados. Es el segundo país de América latina con más glaciares y está entre los 15 países con mayor superficie de hielo en el mundo.

El Chaltén es un pueblo muy nuevo y tiene un origen particular, ya que fue creado en 1985 por el gobierno de la provincia de Santa Cruz para marcar territorio y hacerse presente en una región que mantenía un largo conflicto de fronteras con Chile, que se resolvió de manera definitiva en 1994, después del fallo de un jurado internacional a favor de Argentina.

Los 1.821 habitantes permanentes conviven con la llegada masiva de miles de turistas que desbordan cada día las estrechas calles y los senderos de montaña. El turismo a gran escala está tensionando el equilibrio natural del lugar y la rudimentaria infraestructura urbana no da para absorber las necesidades de tantos visitantes, algo que se hace visible en la deficiente gestión de residuos y en la imposibilidad de tratar de manera correcta las aguas fecales de una población que, en pico de temporada turística, puede llegar a multiplicarse por cinco cada día.

«Hoy a los empresarios les gusta más meter turismo que conservar los glaciares. No perciben que eso es pan para hoy y hambre para mañana. (Sergio Goitía — Guarda forestal en el Parque Nacional Los Glaciares)

A esto se suma el cambio climático que golpea de manera peculiar al ecosistema de glaciares, el sello distintivo de esta región. “Hoy a los empresarios les gusta más meter turismo que conservar los glaciares. No perciben que eso es pan para hoy y hambre para mañana”, agrega el guarda Sergio Goitía.

Más turistas, menos debate socioambiental

No solo existen tensiones ambientales en El Chaltén. La dependencia del turismo como única fuente de ingresos y la fragmentación social que existe entre quienes viven de manera permanente, quienes van allí a trabajar en temporada alta y los turistas, dificulta el debate sobre el futuro de este lugar. ¿Se informa sobre el riesgo potencial de una inundación por el desborde del río Fitz Roy? ¿Hay estrategias preventivas para esta eventualidad? Marie Anieres Martínez se hace esta y muchas otras preguntas, cada día.

Nació en Francia, donde estudió Cooperación internacional y Desarrollo, y ya en Argentina se especializó en políticas de conservación de la naturaleza. En 2020 cambió su lugar de nacimiento por este pueblo rodeado de una naturaleza inconmensurable: “Yo no elegí vivir en El Chaltén. Puedo decir que fue El Chaltén el que me atrapó, de manera casi literal. Vine como turista poco antes de la pandemia, me tuve que quedar y después ya no me quise ir. Es un lugar mágico”.

En 2021 creó, junto a Eva Bezit, la asociación Boana, dedicada a concienciar sobre la conservación de la naturaleza en la Patagonia a través de proyectos ciudadanos colaborativos, con la gestión del agua y la adaptación al cambio climático como ejes prioritarios. Para Marie, persisten “muchas incertidumbres” sobre el alcance potencial de una inundación en las cercanías de El Chaltén. “Existen varios mapas de inundación elaborados por diferentes instituciones científicas del país. Según la metodología empleada cada mapa arroja resultados diferentes, con zonas inundadas que a menudo se repiten, pero otras veces no”. Desde su visión, faltan elementos clave para mejorar la capacidad de respuesta ante fenómenos extremos: más datos y más inversiones en proyectos científicos que tengan aplicaciones concretas para la toma de decisión y el manejo de inundaciones.

Este es el Año Internacional para la Conservación de los Glaciares declarado por la ONU y su derretimiento es uno de los mayores problemas ambientales del planeta: según un estudio publicado en febrero de 2025 en la revista Nature, la velocidad de derretimiento aumentó un 36% entre 2012 y 2023, en comparación con la década anterior (2000/2011). Entre 2000 y 2023, los glaciares perdieron de media 273.000 millones de toneladas de hielo al año. En un escenario global dominado por la crisis climática, la ciencia y la política aparecen como herramientas indispensables para lograr una mejor adaptación y afinar sistemas de alertas tempranas.

Justo lo contrario a lo que está ocurriendo en Argentina hoy, un país con reducidas capacidades estatales para generar conocimiento científico perdurable y menos voluntad política para financiar, acompañar y fortalecer esas capacidades. Desde la visión de Marie sería necesario trabajar en un plan de gestión de riesgos para hacer frente a las inundaciones provocadas por el derretimiento de los glaciares que incluya instalar un sistema de alerta previa y poner en marcha protocolos de evacuación y comunicación. Pero eso no es lo que está pasando en el territorio: “Por ahora lo único que se ha hecho ha sido instalar dos carteles en la senda que va hasta la laguna Torre, una de las más turísticas del parque, avisando sobre este riesgo, explicando qué es el fenómeno y recomendando a los visitantes subir al punto más alto que encuentren si llegara a pasar”.

Milei y los recortes

Diego Winecur alerta sobre algo más grave aún: la retirada de financiación de las investigaciones científicas en Argentina bajo el actual Gobierno de Javier Milei, quien repite una y otra vez que el cambio climático “es un invento marxista”. El científico cuenta que el monitoreo que hace es “básico, remoto y sin conexión simultánea con esos datos”, y reconoce que no pueden trabajar con información a tiempo real: “No conocemos la situación día a día de la actividad de la ladera, solo capturamos esa información y la analizamos posteriormente. No podemos predecir un evento porque lamentablemente no contamos con los recursos económicos necesarios para hacer esto como se debería, teniendo en cuenta que el lugar lo visitan unas 10.000 personas al día”.

A eso se suma algo todavía más grave: aun con proyectos de investigación ya aprobados por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT) desde 2022, los investigadores todavía no han recibido el dinero, lo que hace imposible que puedan seguir adelante con los estudios. “Esto genera una situación de incertidumbre en el conocimiento que impide mejorar el monitoreo y establecer medidas de mitigación y alerta temprana a la población, a turistas y a escaladores de algún evento que pudiera suceder”.

En este asfixiante escenario político, donde la retirada de fondos a la ciencia y el negacionismo climático se han convertido en una constante del actual Gobierno argentino, el trabajo sobre el terreno de organizaciones ambientales como Boana son oxígeno en estado puro. Una de las principales líneas de acción de esta asociación es la adaptación al cambio climático, explica Marie, que detalla que en 2024 organizó un taller con el apoyo de la Asociación Internacional de Ciencias Criosféricas para introducir y trabajar el concepto de adaptación con metodologías europeas como la llamada Life Natur Adapt. “Son metodologías que permiten dar un primer pantallazo bastante completo y requieren un gran esfuerzo de síntesis bibliográfica, lo que vendría muy bien para el territorio ya que no disponemos de ningún documento de divulgación que nos permita entender los impactos en el futuro cercano”.

Fuente: https://www.eldiario.es/ballenablanca/crisis_climatica/riesgo-vivir-pies-glaciar-desaparece_1_12324511.html