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En primera persona

Desde Gaza vimos pasar los misiles de Irán contra Israel, pero esa guerra ha terminado y parece que la nuestra nunca lo hará

Fuentes: El Diario

Durante más de 600 días hemos visto repetirse una y otra vez el mismo patrón: destrucción, muerte, negociaciones, alto el fuego, “avances” y más muertes.

El pasado martes por la noche Donald Trump anunció en redes sociales que Irán e Israel habían acordado un alto el fuego, que ponía fin a lo que denominó una “guerra de 12 días”. Se trata de la segunda guerra este año que comienza y termina bajo la presidencia de Trump, tras el conflicto de cuatro días entre India y Pakistán. Les sigue otro conflicto entre Líbano e Israel que empezó durante el mandato del presidente Joe Biden.

En Gaza todas las miradas estaban puestas en el conflicto entre Irán e Israel. Incluso sin conexión a Internet, la población encontró formas de seguir las noticias: por la radio, captando las débiles señales telefónicas subiendo a tejados altos o caminando cerca del mar, o simplemente quedándose despierta toda la noche observando el cielo, donde algunos de los misiles lanzados desde Irán podían verse desde Gaza. Muchos se preguntaban si Trump, el hombre que una vez prometió poner fin a las “guerras interminables”, aprovecharía el momento para detener no solo la guerra contra Irán, sino también el genocidio en Gaza.

Durante 12 días por fin hemos sido testigos de cómo una potencia real en el mundo entraba en guerra contra Israel, el mismo país que nos ha matado de hambre, que nos ha bombardeado y que nos ha asesinado. Pero, ¿supone eso alguna diferencia para los que vivimos en Gaza? Aunque Israel fuera bombardeado por Irán hasta el último día de nuestras vidas, nada nos devolvería a nuestros seres queridos, nuestros hogares, nuestra cálida ciudad.

Los dos últimos años de nuestras vidas han transcurrido como si fueran décadas. Sin embargo, en solo 12 días, la guerra entre Irán e Israel ha terminado. Trump declaró que los ataques habían sido un éxito total contra una “amenaza nuclear”, incluso cuando los inspectores internacionales (del Organismo Internacional de Energía Atómica) han expresado su desacuerdo. El asalto a Irán ha terminado. El asalto a Gaza, la diminuta franja costera sin ejército ni fuerza aérea, no.

Trump no ha cambiado nuestra situación. Ningún alivio. Sólo escalada. En sólo seis meses, ha fracasado —o mejor dicho, ni siquiera lo ha intentado— en su intento de poner fin a la guerra en Gaza. Al contrario, se ha convertido en uno de sus principales facilitadores, enviando a Israel todas las armas que necesita para mantenerla en marcha. Y aun así, ofrece declaraciones de optimismo, afirmando: “Creo que se están haciendo grandes progresos en Gaza”. El presidente señala que su enviado especial Steve Witkoff le había dicho que “(un progreso) Gaza está muy cerca”. Un optimismo similar expresó hace un mes, cuando Witkoff habló de tener “muy buenas sensaciones” sobre las posibilidades de alcanzar un alto el fuego temporal. Un alto el fuego que nunca se materializó.

Recuerdo los primeros meses de la guerra, cuando mi hermana pequeña preguntaba: “¿Por qué sus guerras terminan tan rápido? ¿Por qué Gaza es la excepción?”. Estas preguntas resuenan en todos los hogares de Gaza. Entonces creíamos que era cuestión de tiempo, que el derecho internacional intervendría. Pero durante más de 600 días hemos visto repetirse una y otra vez el mismo patrón: destrucción, muerte, luego negociaciones, alto el fuego, “avances” y más muertes.

Las delegaciones vuelan a Doha y vuelven con las manos vacías. Esto no se debe a que la paz sea imposible. Es porque el genocidio en Gaza no inflige costes políticos o económicos reales a quienes están en el poder. A diferencia de Irán, Gaza no representa una amenaza estratégica; no puede bloquear rutas comerciales como el estrecho de Ormuz, ni dispone de medios para infligir daños significativos a Israel. La presión internacional es débil, se limita sobre todo a declaraciones, pero no impone sanciones, por lo que es fácil ignorarla.

Para los dirigentes israelíes, la paz en Gaza sencillamente no es rentable. De hecho, el asalto continuado sirve a los intereses políticos, especialmente a los del primer ministro, Benjamin Netanyahu, que está haciendo todo lo posible para evitar elecciones anticipadas mientras se enfrenta a acusaciones de corrupción, que él niega.

Hemos llegado a comprender la amarga verdad: nuestras vidas están condicionadas. Nuestros sueños, nuestro futuro, todo ello carece de valor a menos que sirva a los intereses geopolíticos. Nuestro sufrimiento se tolera. Nuestro derecho a que se haga justicia se retrasa indefinidamente.

La hambruna y la desnutrición se han generalizado. La electricidad lleva cortada casi dos años. Generaciones de estudiantes han perdido el acceso a la educación. Los municipios están colapsados. El sistema sanitario está desbordado. La vida cotidiana se ha desintegrado. Las calles de Gaza, antaño tranquilas, están ahora atormentadas por el miedo. Los bombardeos ya no son la única amenaza: por la noche, la gente se enfrenta a robos, asaltos o incluso asesinatos. Crece la anarquía. Las bandas actúan abiertamente. Israel no muestra ningún interés en restablecer el orden. El caos le sirve mejor.

Foto: Desplazados palestinos en Rafah observan desde sus tiendas los misiles iraníes dirigidos contra Israel. AFP

Mira a los ojos de la gente. En todos, desde el niño más pequeño hasta el abuelo más anciano, verás miradas vacías, miradas huecas. Ojos desprovistos de luz. Esperando. No necesariamente la muerte, sino que algo termine.

Gaza anhela lo que todo el mundo anhela: respirar, vivir, la paz. Pero la verdadera paz no puede declararse desde podios mientras las bombas caen de los aviones. No puede prometerse en discursos mientras los pasos fronterizos permanecen cerrados. No puede existir sin un alto el fuego inmediato e ininterrumpido.

Un alto el fuego que permita que el cielo de Gaza al atardecer esté salpicado de cometas de niños flotando suavemente sobre los escombros. Por un momento, las verían volar y pensarían: quizá no todo lo que hay ahí arriba signifique muerte. Quizá, sólo quizá, también haya un ángel.

Todo lo que queremos es lo que cualquier persona quiere: que esta pesadilla termine. Que se vayan los aviones de guerra. Que las tiendas de los campamentos vuelvan a ser hogares seguros y cálidos. Que la suave brisa costera se lleve el olor a sangre.

Y puede que la justicia no esté en la agenda de hoy. Pero sigo creyendo que algún día la veremos.

Hassan Abo Qamar es un escritor y periodista palestino residente en Gaza.

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/gaza-vimos-pasar-misiles-iran-israel-guerra-terminado-parece-hara_129_12431270.html