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Año 77 desde el inicio del genocidio contra el pueblo palestino por arte del sionista de Israel.

Dos caras y una misma identidad

Fuentes: Rebelión
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¿Quiénes son estos dos personajes de la foto arriba? Es más que probable que la mayoría de las personas respondan sin titubear: B. Netanyahu, Primer Ministro de Israel y D. Trump, Presidente de Estados Unidos. Y es cierto, sus jetas son archiconocidas. Un día y otro también aparecen en todos los medios de comunicación.  Acaparan las principales imágenes de las cadenas de noticias del mundo. Las razones o sinrazones son bastante obvias: se trata de dos connotados carniceros y matones de esta hora de la historia de la humanidad. Son, por ello, los personajes más despreciables y repudiables del mundo mundial. 

Pero, mírenlos detenidamente: son cínicos y se miran mutuamente complacidos de compartir semejante primera plana.  

Esa sería una primera respuesta de la mayoría de lectores o espectadores. Pero, esa mirada es sin duda muy reveladora de la identidad del dúo criminal, resulta ser al mismo tiempo claramente insuficiente y muestra un imperdonable despiste.  

Una cantidad de observadores más avezados verán en esta foto, primero, o inmediatamente, a dos criminales y genocidas, en actitud prepotente, cínica y despiadada. Pero verían también a dos sicópatas en perfecta simbiosis y con un inmenso poder de destrucción y de muerte que expresan con un apretón de manos, pero principalmente desde ese intercambio de miradas de profunda y perversa complicidad, en las que se sintetiza esa voluntad compartida para continuar con eso que saben hacer y están dispuestos a continuar haciendo: amenazar y amedrentar, matar y destruir, llevar a cabo la limpieza étnica y cometer genocidio, siempre desafiantes y orgullosos de su ruin impunidad.

Asimismo, con un básico agrandamiento del zoom, se podrá identificar sin pestañear que el quiénes son se funde con el a quienes representan. Porque, es verdad que, además de representarse a sí mismos como tales asesinos y genocidas despiadados, representan, uno, Netanyahu, al sionismo de ocupación y colonización y, por lo mismo, siempre afanado en la limpieza étnica, en el exterminio y el genocidio del pueblo palestino, amén de agresor criminal, compulsivo e impenitente, sea hacia el Líbano, Siria, y, cuando toca, también a Irán, siempre con las manos, las fauces de carnívoro despiadado, dispuesto a matar y devorar.

El otro, Trump, que expresa una plena identificación con el ser y el quehacer sustantivo de lo que representa el genocida sionista, viene a representar a su vez, la cabeza de la hidra capitalista – imperialista – sionista, desde la que se organiza y administra el saqueo de los recursos y riquezas del mundo en general y, en consecuencia, el sometimiento, la destrucción y el asesinato de vocación genocida en contra de los pueblos todos, unos primero y otros, necesaria y desgraciadamente, después. 

Los dos saben que son la cabeza y la cara visible de un bloque de dominación global que se corresponde con la sociedad occidental, artilugio conceptual – ideológico desde el cual se han amparado y justificado ocupaciones, colonizaciones, asesinatos y limpiezas étnicas sin fin, desde los pueblos y sociedades de todos los continentes: América, África, Asia, Oceanía, más la depredación y destrucción de numerosos hábitats socio naturales, hasta los crímenes y el afán de exterminio de las denominadas (calificadas políticamente) como minorías en los territorios madre de la sociedad occidental.

 Los dos personajes, como una suerte de espécimen siamés monstruoso, actúan siempre en conjunto, al unísono, sin importar quien ocupa la imagen en cada momento, siempre será posible percibir ese dueto de insondable maldad. No es relevante si, en Gaza, el que bombardea, mata, asesina y comete genocidio es el terrorista sionista, la imagen del terrorista genocida imperialista será percibida y mimetizada sin ningún esfuerzo. Trump y Netanyahu, son una sola pieza, Netantrump o Trumyahu. O sea, imperialismo sionista o sionismo imperialista.

Desde esas entidades intrínsecamente vertebradas se determina que los otros, sean palestinos o iraníes, libaneses o sirios, emigrantes o empobrecidos, son salvajes, terroristas, objeto de sus ataques criminales y de expulsión, de destrucción y de muerte.  En cambio,  ellos, que son los auténticos terroristas y salvajes, se reclaman como los defensores de la sociedad occidental, los adalides del derecho a defenderse, aunque ello conlleve la comisión de exterminios y genocidios.  

Y, ¿dónde están los otros actores de la sociedad occidental? ¿Dónde se sitúan u ocultan esos que a lo largo de los siglos precedentes han instituido la ocupación, la colonización, el sometimiento, los crímenes y el genocidio en todos los continentes, en contra de los pueblos y sociedades objeto de saqueo, esclavización y cualesquiera otras formas de vil explotación, sometimiento y genocidio? 

Pues muy simple: unos en abierta complicidad y apoyo a las tareas (estrategias) criminales y de destrucción que llevan a cabo en su nombre los dos criminales convictos de la foto y, otros, en la retaguardia política, mediática, centrados en el apoyo ideológico y en la manipulación social y política. Centrados en eso, sin olvidar su necesidad apremiante y compulsiva para atender la nueva consigna que busca lanzar una nueva carrera armamentista. Que venga así a asegurar la producción y reproducción de un sistema económico, social, político y militar, que ha servido para edificar desde sus instintos y genética de muerte la mayor acumulación de crímenes y asesinatos masivos, en un holocausto interminable a lo largo del devenir de la historia de las sociedades humanas. 

Ellos son los herederos de la llamada civilización judeo – cristiana, núcleo arcano en el que se instituye la inercia de destrucción y de muerte, el asesinato del hijo por el padre o del padre por el hijo, o de ambos como hermanos, forjando así la matriz de un mundo basado en el principio del homo homini lupus (con perdón de los lupi). Un mundo, para el que ellos han sido especialmente diseñados y amamantados a lo largo de los siglos sobre la barbarie como escenario de referencia y, sobre todo, como motor de esa sociedad occidental, S.A.

Circulan noticias con preguntan estúpidas como: ¿entrará los Estados Unidos en la guerra contra Irán? Es lo mismo que si se preguntan, ¿está implicado el gobierno imperialista de Estados Unidos en el genocidio de Gaza? Porque Estados Unidos no sólo ha estado desde el principio en esas actividades canallas y criminales, sino que ha sido el principal vector y animador de tanta tropelía. Y lo hace porque está en su natural ser terrorista, criminal y genocida y porque, para ello, requiere encumbrar a los grupos más cínicos y sicópatas entre los suyos para que se encarguen de llevar a cabo planes y acciones de semejante brutalidad, de manera sistemática. Y sin escrúpulos, con toda la frialdad.  Al fin y al cabo, se trata de una estrategia vieja, anclada en la historia, esta que define la conducta histórica del bloque de dominación occidental.

En lo que a Estados Unidos se refiere, pero también el Estado sionista en tanto que apéndice del ese bloque de dominación y su matriz ideológica, de esa cosicosa que denominan “civilización occidental” – judeocristiana-, o sea, del proyecto histórico de crímenes y de muerte, tienen tan escaso recorrido histórico que están incapacitados para visualizar y comprender que más pronto que tarde harán mutis por el foro de la historia, que serán humillados como sus predecesores: imperio romano, Napoleón Bonaparte, el imperio británico, Hitler y demás regímenes y formas sociales y políticas deleznables. Todos ellos y otros, crías de la misma camada, están navegando en la estrella del imperio de la muerte, del crimen y del genocidio, que la humanidad ha tenido que digerir y que ya, ahíta, está preparada para vomitarles en el inmundo vertedero de la historia. 

Daniel F García González. Sociólogo y Especialista en Cooperación Internacional para el Desarrollo

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.