Noventa años después de que el franquismo pretendiese borrar la existencia del pintor Francisco Miguel, se recuperan sus restos y la presencia de su obra.
En un mundo cada vez más inicuo, se producen sin embargo algunos destellos de justicia o de reparación. Uno de esos oasis fue el entierro digno de los restos de Francisco Miguel, un artista asesinado en 1936. La iniquidad, los genocidios o las guerras “civiles” (que en realidad son casi siempre las más inciviles) no buscan solo vencer, sino borrar toda la huella del enemigo, la pasada, la presente y sobre todo la futura. Y Francisco Miguel no solo fue primero desaparecido y después asesinado y enterrado de cualquier forma, durante 89 años, sino que su obra prácticamente quedó en el olvido, a pesar de haberse codeado con las vanguardias de entreguerras.
El pasado 29 de septiembre (el mismo mes en el que nació, el mismo en el que lo mataron, el mismo en el que localizaron y recuperaron sus restos), cientos de personas acompañaron su acogida en tierra amiga, en el cementerio coruñés de San Amaro, que linda con el mar (y con el Campo da Rata, donde fusilaban a los republicanos en el golpe militar, y con la cárcel en la que pasó sus últimos días) y dejaron junto a su tumba decenas de conchas y de molinillos de papel. Su viuda, Syra Alonso, había soñado ese momento en un poema que le había dedicado: “Oirás la lluvia en este otoño / rojo, ¿la oirás cantar? /En vez de lágrimas, esta / ofrenda traigo/ sobre tu tumba, una tierra/ parda y verde/ donde se oye la canción / del mar… /he puesto unas dalias/ blancas y las dos conchas / de nácar que en tu cuadro / pintabas con tanto afán”.

Francisco Miguel –hay varias versiones de sus apellidos: Fernández Moratinos; Moratinos Fernández-Díaz y Fernández Díaz– (A Coruña, 1897- Carballo, 1936) y Syra Alonso Brufau (A Coruña, 1899-México, 1970) eran una pareja con inquietudes artísticas y espíritu viajero. Ella era de una familia acomodada, y por ello, pudieron irse a vivir a París en 1924. Allí frecuentaron a los escritores y artistas de vanguardia: Dalí, Chagall, Braque, Picasso, que se compromete a exponer con él en A Coruña. Uno de aquellos amigos de Montparnasse, César Vallejo, escribió una de las primeras críticas de su obra (que calificó de “ultraísta”). Esa inquietud los llevó a trasladarse en 1927 a México, donde el matrimonio trabó amistad con, entre otros, los muralistas Diego Rivera y David Siqueiros. Francisco Miguel llegó a trasladarse a la localidad de Taxco, donde compartía taller con Siqueiros, y allí convivieron con escritores como el cubano Alejo Carpentier y el estadounidense Hart Crane, o con el cineasta soviético Sergei Eisenstein. También ilustró poemas de Jorge Luis Borges y Gabriela Mistral.
En 1933, ya con tres hijos, volvieron, primero a Madrid y luego a A Coruña, y se establecieron al otro lado de la ría, en Oleiros, en lo que llamaron “La casa de la Felicidad”. A Francisco Miguel lo detuvieron en agosto de 1936, por “actuar contra el régimen”. Se había unido a los marineros y obreros que cruzaron la ría el 18 de julio para intentar defender la legalidad republicana y que volvieron, vencidos, de madrugada. Lo liberaron unos días antes de detenerlo de nuevo, en esta ocasión bajo la acusación de dar cobijo a un grupo huido de la represión. De todas formas, no eran días para buscar razones para prender a nadie. Podía ser por tener ideas o militancia republicana, anarquista, socialista, galleguista, por masón, por demócrata contumaz o porque eras un obstáculo para los intereses de alguien que podía ponerte en una lista. A Francisco Miguel lo prendieron por ser pintor, por ilustrado, por vanguardista o por tener malas compañías. Era el 19 de septiembre. Diez días después, lo sacaron con otras tres personas de la cárcel y lo asesinaron en Bértoa, una parroquia de Carballo, a unos 30 kilómetros de A Coruña.
Si hoy sabemos lo que pasó entonces y cómo con aquel asesinato no murió la memoria y la obra de un hombre fue gracias a Syra Alonso. La viuda del pintor, primero en 1938, refugiada en una aldea de Tordoia, en el interior de A Coruña, y después, desde que logró viajar con sus hijos a México en 1942, detalló todo en unos diarios. Unos escritos guardados bajo el miedo, hasta el punto que, cuando falleció, ni siquiera se los entregó a sus hijos, sino a la coleccionista mexicana Dolores Olmedo, que después los hizo llegar a la familia. Estuvieron ocultos más de medio siglo, hasta que la periodista Carme Vidal, que entonces trabajaba en el semanario nacionalista A Nosa Terra, descubrió un fragmento en el año 2000, cuando el Círculo de Bellas Artes de Madrid programó una exposición de Francisco Miguel, que después se mostraría en A Coruña. A Nosa Terra los publicó entonces, traducidos al gallego y ahora la editorial Alvarellos ha lanzado una nueva edición, Diarios (1938-1945), también en gallego, completada y mejorada con inéditos como el cuento Tres homiños.
Unas memorias estremecedoras, en las que Alonso cuenta cómo frente a la cárcel de A Coruña se congregaba a diario un muro de mujeres que trataba de impedir que se llevaran a fusilar a los hombres. Y también cómo en aquellos días apareció la ría llena de colchones flotando: era la respuesta de las viudas de los marineros a las que la Falange había regalado colchones en compensación por la desaparición de sus maridos. Syra cuenta también la conversación que tuvo con su marido la víspera de la “saca”: “Tú vendrás un día como vienen aquí a preguntar por los suyos infinidad de mujeres y te van a engañar igual que a ellas. No te dirán a dónde me llevan. Si algún guardia te da junto con mis cosas este peine, pongo esto como marca de que corro la misma suerte que los que han desaparecido estos días”.
Porque borrar la vida no les bastaba. A la esposa de Francisco Miguel, como a tantas otras, los guardias le decían que había sido trasladado en tren a tal sitio, o que no había constancia de su paradero. Finalmente, para localizar su tumba no fue necesario recurrir a la memoria de los viejos del lugar, ni a las historias que se contaban en silencio y con miedo. Desoyendo las órdenes implícitas y explícitas de las autoridades de que los cadáveres de las cunetas deberían quedar allí como ejemplo, el entonces párroco de Bértoa organizó el entierro de los cuatro en una zona común del cementerio.
El párroco le enseñó a la viuda que todavía no tenía constancia de serlo un certificado (el número 29) que especifica: “Cadáver desconocido, aparecido en el punto llamado de Margade, lugar de Queo de Arriba de la parroquia de Bertoa. Un hombre de treinta a treinta y tres años, alto, viste traje gris, camisa blanca, jersey color beige, zapatos y calcetines; todo en buen uso. Tiene la cabeza deshecha y tres heridas, una en el hombro izquierdo y dos en el vientre, al parecer de bala”. Pero ella debe firmar, ante el juez de paz, otro documento en el que se identifica a Francisco Miguel Fernández Díaz, de treinta y seis años de edad, “que falleció de un colapso cardíaco”.
Syra Alonso intentó, pese a todo, mantener la memoria de su marido, y en 1941 organizó una exposición de sus obras. Las autoridades la clausuraron por las bravas, tanto que ella recibió un culatazo en la cara. Según contó en Luzes Carme Vidal, cuando su hijo Juan Ramón volvió a A Coruña para inaugurar una exposición conmemorativa de la obra de su padre, sesenta años después, recordaba que la cicatriz del culatazo se mantuvo mucho tiempo en su cara, y para siempre en su memoria. Syra Alonso mantuvo una actividad literaria en México y nunca regresó en vida a su ciudad natal.
Los cuerpos de Francisco Miguel y de sus tres compañeros de martirio fueron exhumados en septiembre de 2023 por la Asociación para la Reparación de la Memoria Histórica. El entierro de sus restos tuvo lugar el cementerio marino de San Amaro, en terreno cedido por la Diputación coruñesa, en un acto solemne con banda municipal, autoridades, artistas, y ciudadanía de a pie, entre los ecos broncos de caracolas que hacían sonar algunos de los asistentes y las ofrendas de conchas y molinillos como los llenaban los cuadros del pintor asesinado. Fue el punto de partida para todo un programa de actividades que no devolverán la vida a Francisco Miguel, pero sí borrarán el olvido al que también lo condenaron.
Fuente: https://ctxt.es/es/20251001/Firmas/50514/Xose-Manuel-Pereiro-franquismo-memoria-Francisco-Miguel.htm