Jordi Pujol es el primero en saber que en el juicio que hoy (24 de noviembre de 2025) comienza en la Audiencia Nacional está en juego la última oportunidad de salvar su lugar en la historia. Su legado. Su confesión (25 de julio de 2014) generó un profundo sentimiento de estafa moral e intelectual entre cientos de miles de catalanes. Mientras escribía el principal relato político de la Cataluña contemporánea, Jordi Pujol y su familia mantenían importantes fondos en paraísos fiscales. Mientras basaba su liderazgo en un discurso de principios y valores, mantuvo durante más de 30 años fondos ocultos y de origen ilícito.
Entonces, Jordi Pujol se dirigió “a quienes se han sentido defraudados en su confianza”, y habló de “dolor” mientras pedía perdón. Pero aquel día se rompió uno de los grandes espejos en los que una parte de Cataluña se había mirado durante décadas. Y el espejo sigue roto. En el fondo, lo que está en juego en el juicio es qué hay de cierto y qué hay de falso en aquella versión exculpatoria que abrazó el pujolismo: la de unos hijos díscolos y un padre entregado al país, a la patria. Un líder que confesaba, para defender a la familia, ser el único responsable de la fortuna escondida en el extranjero. Pero, al hacerlo, provocaba una inmensa crisis entre los cientos de miles de catalanes de diversas generaciones que habían otorgado a Jordi Pujol un liderazgo moral. Primero fue un sentimiento de vacío, de desconcierto. Y muchos intentaron superar aquella orfandad con la utopía de la independencia.
El entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, se apresuró a decir que era un tema familiar que nada tenía que ver con Convergència Democràtica de Catalunya, el partido-movimiento creado por Jordi Pujol en 1978. Pero Mas sabía perfectamente que no era así. Pujol era el gran referente del partido y, especialmente, de su base social. La confesión fue un golpe letal para Convergència, que se vio obligada a cambiar de nombre en dos ocasiones: del PDECat a Junts.
El primer “juicio político”
En esta historia hay un segundo momento clave: la comparecencia de Jordi Pujol en el Parlament, en febrero de 2015, ante la comisión de investigación creada por el caso que llevaba su nombre. Fue una nueva escenificación del hundimiento de la era en la que el expresidente de la Generalitat y su partido mantuvieron la hegemonía política en Cataluña. Jordi Pujol menospreció al Parlament —y al país que tanto había utilizado como bandera— con sus silencios y con sus expresiones (“Dicen, dicen, dicen…”). Pero la sucesión de preguntas y la falta de respuestas resultaron demoledoras. Configuraron un retrato del pujolismo, de un régimen clientelar en torno al clan familiar que lleva su nombre.
La estrategia de la familia en aquel momento era remitirse a los tribunales, pero lo que se dirimía en aquella comisión de investigación del fraude fiscal, conocida como Comisión Pujol, era la responsabilidad política. Y en el Parlament se celebró un juicio a una época, un juicio político. No jurídico y, por tanto, no pendiente de sentencias ni de recursos. Aquello que ahora sí, 10 años después, llega a la Audiencia Nacional.
Sobre las intervenciones en aquella comisión pesaban como una losa los intentos de refundación, de soltar lastre, del mundo convergente. La familia Pujol se sentía abandonada. Jordi Pujol lo verbalizó: “Suponiendo que mi partido me hubiera abandonado —que no le digo ni que sí ni que no—, no me siento nada abandonado por mucha, mucha gente”. Marta Ferrusola fue más lejos y proclamó que “Catalunya no se merece” una comisión de investigación como la del Parlament. Su hijo, Jordi Pujol Ferrusola, mantuvo un tono desafiante ante los parlamentarios. Los tres —padre, esposa e hijo— reflejaban la Cataluña que el clan Pujol consideró su patrimonio. Era el final de una época que ahora vuelve a juzgarse, esta vez en los tribunales.
Revivir el trauma
Con el juicio en la Audiencia Nacional, la Cataluña que creyó durante tantos años en el liderazgo político y moral de Jordi Pujol revivirá el trauma provocado por todo lo que, durante estos años, se ha ido conociendo sobre el caso.
“Reverend Mossèn. Soy la madre superiora de la congregación. Desearía que traspasara dos misales de mi biblioteca a la biblioteca del capellán de la parroquia. Él ya le dirá dónde deben colocarse. Muchas gracias”. Este es el texto de la nota manuscrita, firmada por Marta Ferrusola el 14 de diciembre de 1995. Palabras que contribuyeron al sentimiento de tristeza de los millones de catalanes que durante veintitrés años dieron el poder a su marido, Jordi Pujol.
Jordi Pujol construyó un relato basado en valores y principios compartidos por una amplia mayoría social en Cataluña. La decepción de sus votantes es infinita. Quienes creyeron en Pujol descubrieron el cinismo de la apariencia, de la moral que se aplica a los demás pero no a uno mismo; la que sirve como instrumento de control social. El clan por encima de todo, el sentido patrimonial de la política y del país. Y no es solo una cuestión personal o familiar. El pujolismo fue un régimen construido sobre múltiples complicidades y silencios: de políticos, de empresarios que pagaban, y de la prensa que calló.
Complicidades y silencios que solo se explicaban en un país aún sumergido en los viejos hábitos del franquismo; en una Cataluña y una España donde perduraban (¿y perduran?) los caciques. La fortuna descubierta a los Pujol en paraísos fiscales no revela solo un fraude fiscal, sino el saqueo del dinero público a través del pago de comisiones por parte de contratistas de la Administración. Dinero para los partidos y dinero para el clan. Corrupción sistémica.
El “factor humano”
Para entender el “factor humano” que explica por qué tantos catalanes, durante tanto tiempo, otorgaron su confianza y admiración a Jordi Pujol es muy recomendable recuperar ¡Esto es una mujer! Retrato no autorizado de Marta Ferrusola. El libro explica cómo el clan Pujol-Ferrusola logró tejer a su alrededor un verdadero régimen político que mantuvo la hegemonía en Cataluña. El libro, escrito por la periodista Cristina Palomar en 2014, fue prácticamente silenciado por la prensa, una prueba más del poder que todavía conservaba entonces la vieja Convergència.
La obra refleja muy bien una época de una cierta Cataluña: la que, tras la posguerra y el franquismo, abrazó el catalanismo y la democracia de la mano del movimiento político y social liderado por Jordi Pujol. Esa Cataluña sufrió, el día de la confesión del expresidente, un demoledor golpe emocional, seguido de una sensación de duelo colectivo.
Quienes habían convertido a Pujol en el padre de la patria, en su referente político e incluso moral, necesitaban encontrar un porqué. Sin una explicación, el fracaso de Pujol era también el fracaso vital de quienes lo habían votado y admirado durante “toda una vida”. Era imprescindible encontrar un culpable que, de algún modo, “salvara” al presidente. Y, de repente, todas las miradas se dirigieron a Marta Ferrusola (1935–2024). La esposa de Pujol era el “factor humano” que explicaba el desastre. Su nota manuscrita parecía reforzar esta tesis.
Pero no estábamos ante un “error humano”, de una persona o de una familia, sino ante un caso sistémico: un régimen de clientelismo que utilizó Cataluña como patrimonio para enriquecerse y acumular poder. Y que, incluso, no tuvo reparos en utilizar como tapadera el Palau de la Música, símbolo de la cultura catalana. La Cataluña que creyó en Jordi Pujol y en su obra política, CDC, necesitó primero hacer una catarsis, que en buena parte explica el Procés. Y aún tiene pendiente recomponer el espejo roto y abrir un profundo proceso de regeneración para evitar que aquel legado derive hacia planteamientos de extrema derecha, en los que, conviene insistir, Jordi Pujol nunca participó.
Los cargos que se juzgan
El juez instructor del caso, José de la Mata, concluyó que Jordi Pujol y su familia se aprovecharon de su poder para “acumular un patrimonio desmesurado”. El juez relaciona ese dinero con “percepciones económicas derivadas de actividades corruptas”. La Fiscalía Anticorrupción sitúa a la familia en el centro de una “red de clientelismo” en la que los Pujol y “empresarios afines” a Convergència “se repartían” los “excelentes beneficios” de concursos públicos dependientes de administraciones catalanas. La Fiscalía evalúa el impacto de esta trama: entre 2008 y 2012, las cuentas de la familia Pujol pasaron de 106.796 euros a 12,2 millones.
El juez considera que la familia diseñó un “plan preconcebido” para ocultar “grandes sumas de dinero de origen desconocido” mediante el blanqueo de capitales (sociedades mercantiles instrumentales, testaferros y grandes cantidades de dinero en efectivo).
Según el juez, Jordi Pujol era quien lideraba “la organización criminal”. Aunque quien se enfrenta a una pena mayor es Jordi Pujol Ferrusola, que, según el juez instructor, seguía las “instrucciones” de su padre y “dirigía” toda la estrategia.
En el banquillo de los acusados también se sentarán los otros seis hermanos porque “seguían las instrucciones” y se beneficiaron del dinero “directa y conscientemente”. Además, será juzgada Mercè Gironès, exesposa de Jordi Pujol Ferrusola, y diez empresarios, acusados de cooperación necesaria en el blanqueo de capitales. En total hay 19 acusados. Las principales penas que solicitan la Fiscalía y la Abogacía del Estado son: Jordi Pujol Ferrusola (29 años), Mercè Gironès (17 años), Josep Pujol Ferrusola (14 años) y Jordi Pujol (9 años). La Fiscalía pide, además, multas que suman 50 millones de euros.
Más allá de los 19 acusados, en el banquillo se sentará una época. Jordi Pujol representó la resistencia de cierta pequeña burguesía catalana al franquismo; fue una pieza clave en la construcción del ideario catalanista y creó el movimiento nacionalista que, con su hegemonía, lo mantuvo veintitrés años en la presidencia de la Generalitat. Fue, en definitiva, un líder político e ideológico decisivo en la configuración de la Cataluña contemporánea. Tanto es así que, sin su tránsito intelectual del autonomismo al independentismo, no se entiende en toda su dimensión el proceso que vivió Cataluña y que alcanzó su cenit en 2017.
Este artículo se publicó originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.
Fuente: https://www.lamarea.com/2025/11/24/pujol-juicio-a-una-epoca-de-cataluna/


