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Algunas innovadoras tácticas contrainsurgentes del heroico ejército israelí

A bocajarro

Fuentes: Haaretz

Traducido para Rebelión por LB

¿Qué pasó en el patio del impresionante antiguo edificio que el obrero Wahib al-Dik estaba ayudando a restaurar para que un paracaidista israelí le disparara una ráfaga y lo matara? ¿Por qué razón entraron los soldados israelíes en el patio del edificio? ¿Es cierto que Dik intentó arrojar una roca grande sobre los soldados israelíes? Y si fue así, ¿significa eso que tenían que matarlo? Después de que los soldados israelíes lo tirotearan, Dik se desplomó desde lo alto de la antigua escalera hasta el piso de arena ante los aterrorizado ojos de su padre, Maslah al-Dik. Ambos formaban parte de la cuadrilla de escayolistas que trabajaban en su aldea en las obras de reconstrucción de un edificio con fondos donados por el Gobierno sueco. Wahib, que tenía 27 años cuando los israelíes lo mataron, ha dejado cuatro niños de edades comprendidas entre los seis meses y los seis años y una viuda embarazada de tres meses.

Las obras de reforma están paralizadas. Semanas después del asesinato, las manchas de sangre todavía son visibles en el patio arenoso, como visible es la sangre en los dos cubos que Dik transportaba justo antes de que los israelíes lo mataran. El edificio es grande y bello, con un patio interior rodeado de arcos gigantescos y profusamente decorados y una escalinata que asciende hasta el segundo piso, al lugar donde el joven escayolista palestino estaba trabajando antes de precipitarse al vacío y a la muerte. El viejo y ruinoso edificio situado en el centro de la aldea de Al-Dik, al oeste de Ariel, cerca de la zona industrial de Barkan, estaba siendo reconstruido con fondos donados por la agencia sueca de desarrollo internacional SIDA. El proyecto tenía como objeto proporcionar empleo y preservar la edificación.

«El soldado israelí disparó a matar«, escribió Khaldun Bishara, el arquitecto del proyecto, que trabaja para la compañía REVACV. «Dik era un trabajador muy entregado que ayudó enormemente en los trabajos de restauración«, añadió, reclamando que los culpables fueran llevados ante la justicia.

La humilde sala de estar del hogar de Dik está sembrada de juguetes y adornada con fotografías, entre ellas algunas de Yasir Arafat. Puertas y ventanas están salpicadas de agujeros da bala, recuerdo de la visita de los soldados israelíes varios meses atrás en busca de Ayman al-Dik. El padre gritó entonces a los soldados israelíes desde el interior de la casa que Ayman no se encontraba allí y seguidamente los soldados comenzaron a disparar. Su hermano Wahib nunca había tenido roces con las fuerzas de seguridad israelíes. Todas las mañanas salía para el tajo con su padre y otro hermano, Mahayub, a trabajar como escayolista. Unos 25 vecinos de la aldea habían sido contratados como escayolistas para trabajar en el proyecto de restauración financiado por el organismo de cooperación sueco.

El martes, 14 de diciembre, Wahib y Maslah salieron a trabajar como siempre, recorrieron a pie la corta distancia que separa su casa del sitio de la obra y nada más llegar se pusieron a mezclar la masa. Mahayub no se presentó al tajo ese día. Un grupo de escayolistas trabajaba en las paredes internas mientras que otros, procedentes de la aldea vecina de Marda, se afanaban con las enormes piedras del exterior. Cuando concluyan los trabajos de restauración el edificio albergará el consistorio municipal y será probablemente una de las construcciones más hermosas del país. Tiene 14 habitaciones y ha permanecido abandonado durante décadas. La iniciativa sueca buscaba sobre todo dar empleo a los colectivos más desfavorecidos de la aldea. En la obra trabajan algunos ancianos y también un joven mentalmente retrasado.

A eso de las 10:30 de la mañana los obreros oyeron decir que los soldados israelíes habían entrado en la aldea. Era tiempo de recreo en la escuela y, según parece, los escolares habían lanzado piedras contra los jeeps del ejército israelí. Un grupo de soldados israelíes entró súbitamente en el patio cruzando el enorme portalón de madera en persecución de los lanzadores de piedras. Los trabajadores -que permanecen ociosos desde que se interrumpieron las obras- afirman que ningún escolar entró al patio escapaNDO de los soldados israelíes. Es imposible lanzar piedras a la calle desde el interior del edificio porque las ventanas y el tejado miran hacia el lado opuesto, y una vez dentro del edificio es imposible escapar porque el portalón de madera es la única salida.

Maslah dice que entre seis y ocho soldados israelíes entraron en el patio. Se pararon en la entrada, debajo de la techumbre de piedra. Uno de ellos avanzó en el patio hacia donde estaban los trabajadores hasta situarse bajo el hueco de la escalera sobre la que estaba Wahib. Uno de los trabajadores, un hombre de unos 45 años, preguntó a los soldados israelíes qué QUERÍAN. Uno respondió que buscaban a los lanzadores de piedras. Lo que pasó a continuación sucedió de forma fulminante.

Wahib estaba de pie en lo alto de la caja de la escalera. El soldado israelí estaba abajo, en el patio. Maslah dice que su hijo sostenía dos cubos de masa de enyesar, uno en cada mano. Al día siguiente el ejército israelí declaró que Wahib tenía en las manos una gran roca y amenazaba con lanzarla sobre el soldado. Maslah estaba a unos pocos metros de distancia del soldado israelí.

La llamada del almuédano flota sobre las casas, un burro rompe a rebuznar, los sonidos de la aldea saturan el ambiente. Maslah cuenta que el soldado israelí comenzó a disparar contra su hijo de repente, sin titubeos ni avisos, apuntando su rifle hacia arriba, en dirección a la parte alta de las escaleras, directamente contra Wahib. Los separaban apenas unos metros de distancia, exactamente la altura de la escalera. Un informe del hospital de Ramalla, a donde transportaron el cuerpo de Wahib, afirma que el soldado israelí le metió a Wahib tres balas en el cuerpo, dos en el pecho y una en el brazo derecho. Los demás obreros dicen que recogieron 13 casquillos de bala en el patio. Wahib se desplomó y cayó en picado desde lo alto de la escalera hasta el suelo arenoso. Tenía los ojos abiertos y del pecho le manaba sangre. Su padre se abalanzó sobre él.

«¿Por qué le habéis disparado?«, gritó uno de los obreros mientras que los soldados israelíes se escurrían a toda velocidad fuera del patio. Maslah transportó al exterior a su hijo agonizante. Imploró a los soldados que llamaran a una ambulancia, llegó incluso a agarrarle la mano a un soldado, pero según cuenta los soldados israelíes reptaron a toda prisa al jeep y salieron pitando, dejándole a él y a su hijo en la carretera. Recurrieron entonces a la furgoneta del tendero -en la aldea no hay médico, ni clínica, ni ambulancia- y en ella se fueron en dirección a Ramalla. Cerca de la universidad de Bir Zeit transfirieron al herido a una ambulancia, pero cuando llegaron al hospital público de Ramalla todo lo que el doctor Mohammed Wahdan pudo hacer fue certificar su muerte. «Cualquier perro es mejor que ese soldado«, dice amargamente el padre de Wahib.

«El día 14 de diciembre, el ejército israelí mató a uno de nuestros obreros del proyecto de reconstrucción en Al-Dik«, escribió Bishara unos días más tarde a la organización B’tselem. En su carta decía que los soldados israelíes ordenaron a los obreros que se encontraban en el lugar que permanecieran callados para que Wahib bajara del techo y que a continuación lo tirotearon sin mediar aviso. Subraya que los israelíes mataron a Wahib delante de su padre y califica el hecho como un asesinato a sangre fría. Bishara escribe que Wahib no trató de escapar y que murió antes de poder recibir tratamiento médico. Dice también que los demás obreros afirman que el soldado que asesinó a Wahib lo reconoció por haber estado unos días antes registrando su casa en busca de su hermano, y que los obreros estaban en condiciones de identificar al soldado. «Desde el REVAC«, escribió Bishara, «solicitamos a B’tselem que denuncie en nuestro nombre al soldado israelí autor del crimen, al oficial responsable y al ejército israelí. Estamos dispuestos a poner a su disposición toda la información relevante«.

El portavoz del ejército israelí declaró esta semana: «El día 14 de diciembre los palestinos arrojaron rocas y bloques de cemento contra una unidad del ejército israelí en Al-Dik, al sudeste de Kalkilyah. Una unidad del ejército israelí que se encontraba peinando la zona observó a un palestino que sostenía en sus manos un bloque de cemento que pretendía arrojar sobre la unidad desde un lugar elevado, poniendo así en peligro la vida de los soldados. La unidad disparó en su dirección y lo alcanzó. La unidad comenzó a proporcionar atención médica al palestino, mientras que otros palestinos seguían lanzando rocas contra la unidad. Cuando llegó la ambulancia de la Media Luna Creciente, la unidad entregó al herido al cuidado del equipo médico de la ambulancia. Una investigación realizada por el ejército israelí indica que los soldados actuaron siguiendo las órdenes y procedimientos reglamentarios establecidos para la protección de sus vidas«.

Munira, la viuda de Wahib, hornea pan en un horno taboun (1) en el patio de la casa familiar. Sus hijos corretean descalzos: Useid, de 6 años, Asil, de 5 años y Sali, de 3 años. Wais tiene seis meses. Ahora son huérfanos. Descendemos a pie por la calle en dirección al viejo edificio. Vemos el cartel que anuncia el proyecto de reconstrucción auspiciado por los suecos. Los soldados israelíes debieron de detenerse aquí antes irrumpir en el recinto.

El padre describe los últimos momentos de su hijo. Mezcló el yeso y cargó la mezcla en dos cubos. Estaba de pie en la cima de las escaleras y luego se derrumbó. «Incluso si Wahib hubiera tenido una roca en sus manos, podrían haberle disparado a las piernas«, dice su padre. «¿Pero matarlo así, como a un gato? ¿Cómo a un ratón? Que venga el jefe del Comando Central y vea lo que sus soldados están haciendo aquí. Ojalá Dios se lleve al soldado que mató a mi hijo. Los israelíes dicen que Israel es una democracia. Dicen que es un buen país. Pero ese soldado, ese perro, no es un ser humano. Alguien dijo que el nombre del soldado es Asaf, pero ése no es un ser humano, en absoluto, ni remotamente.»

NOTAS:

(1) http://www.palestine-family.net/index.php?nav=91-105&cid=146&did=2114&pageflip=1

Texto original: http://www.haaretz.com/hasen/objects/pages/PrintArticleEn.jhtml?itemNo=815230