Sin apelar a la vehemencia, debemos decir que el último secuestro de una nave militar cubana por cuatro ciudadanos de ese país, constituiría un hecho desautorizado por cualquier Estado. Sin embargo, hasta ahora parece que Estados Unidos no lo considera de esa manera. Aún no existen los datos de cómo ocurrió el suceso pero a […]
Sin apelar a la vehemencia, debemos decir que el último secuestro de una nave militar cubana por cuatro ciudadanos de ese país, constituiría un hecho desautorizado por cualquier Estado. Sin embargo, hasta ahora parece que Estados Unidos no lo considera de esa manera. Aún no existen los datos de cómo ocurrió el suceso pero a los efectos de nuestro comentario es irrelevante.
Lo cierto es que de ocurrir en cualquier país, los secuestradores ya hubiesen sido extraditados a su lugar de origen.
No estamos en la época de las insurrecciones populares de los sesenta, ni confrontamos dictaduras tiránicas como aquellas de entonces. Estados Unidos utiliza otros medios para lidiar con Suramérica, aunque utilice procedimientos semejantes al de aquellos años con Medio Oriente, donde violar la soberanía de otra nación para realizar eliminaciones físicas de dirigentes o personas enemigas, es algo común y pasmosamente justificado por las supuestas «naciones libre y desarrolladas».
Ningún país del Hemisferio donde vivimos admitiría que Estados Unidos acoja en su seno a personas que asalten una nave militar, desarmen a sus ocupantes y la emprendan hacia las costas estadounidenses a título de «huir hacia la libertad». El estereotipo de personas que «huyen hacia la libertad» ha sido creado por la gran prensa de Estados Unidos, al calor de la influencia de algunos cubanos de origen que aspiran a disponer de Cuba, en caso de ocurrir un cambio que borre de su superficie el sistema de político existente.
A nombre de esa libertad, que muchos definen como el derecho a poseer propiedades, disponer de los mercados, manipular las finanzas y producir lo que más ganancias produzca, sin importar las necesidades sociales y la manera en que se utilizan los recursos, se cometen horrendos crímenes. Hoy, como ayer, podemos repetir la frase de Madame Roland, cuando en épocas de la Revolución Francesa, dijo mientras la llevaban al cadalso, «!libertad, libertad, cuántos crímenes se comenten en tú nombre!».
Madame Rolando fue una víctima de los excesos del proceso revolucionarios francés ocurrido en el Siglo XVIII.
Todo proceso de cambio y toda acción histórica, con miras a reafirmar cierto tipo de estructura política, ha incurrido en excesos. Estados Unidos, durante el proceso de consolidación, durante la Guerra por su Independencia y después, está plagada de ellos.
Cuba no está exenta de problemas y de excesos. Tiene sus lados feos y nadie, en su sano juicio discute semejante asunto.
El capitalismo, esa manera de producir que no tiene en cuenta al ser humano, sino las ganancias sectoriales, es cada vez más cuestionado.
En todos los rincones del mundo los ciudadanos manifiestan con mayor ahínco y mejor conocimiento de causas cada día, sus disgustos e inconformidades con las formas políticas que lo defienden. Sin embargo, por esa razón, las ciudadanías de los países latinoamericanos, caribeños y de Estados Unidos, no pueden con impunidad arremeter con violencia contra sus instituciones y secuestrar naves civiles, sin que eso les ocasiones duras penas de prisión. Otros caminos han reemplazado a la violencia, las acciones beligerantes y las insurrecciones.
En Estados Unidos, delito semejante conlleva por lo general, la condena a muerte. Nuestro Hemisferio se encuentra en nuevo estadio político que busca caminos a través de la paz. Cuba es parte del mismo.
Nadie es culpable de las cosas malas que produce el capitalismo y tampoco nadie lo es por no haber encontrado aún, modos apropiados para darle solución a sus males.
Culpables serían aquellos dirigentes que no reconocen la existencia de errores y mucho más, si luego de reconocerlos no se disponen de inmediato a remediarlos.
En Cuba existe un porcentaje de personas que tienen la misma desesperación que las mayorías de quienes viven en Suramérica por resolver sus dificultades.
Pero esa desesperación no se puede medir en términos del deseo que las personas tengan de irse a vivir a Estados Unidos, porque entonces tendríamos que concluir que el 80% de los excluidos de esa región están desesperados y el otro 20% ya logró su sueño porque son los acomodados económicos, quienes desde hace mucho tiempo viven con un pie en el Norte y otro en el Sur.
Nada justifica el robo y el secuestro de naves, ya sean civiles o militares para ingresar a Estados Unidos. Los culpables deben ser castigados, aunque no debía ser la dura Ley estadounidense que condena a muerte con mucha ligereza, ni la cubana, que se excede en el manejo político de la misma.
Es bochornoso que un país de la talla de Estados Unidos esté debatiendo qué hacer con cuatro cubanos que han cometido un delito de secuestro con uso extraordinario de violencia.
Detrás de ese debate está otro secuestro. Es el secuestro de la política del sur de La Florida por un grupo de origen cubano, capaz de controlar los votos que le dan el triunfo o la derrota a los candidatos que se postulan.
Pensamos que es hora ya de poner a un lado la política electorera y considerar con seriedad las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
A Dios lo que es de Dios y a César lo que es del César.
A Cuba los cuatro secuestradores y a Estados Unidos, el apego a las Leyes Internacionales que viola de continuo.
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami
Fuente: http://auto-hermes.ning.com/profiles/blogs/a-cuba-lo-de-cuba-y-a-usa-lo
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.