A la violencia palestina le pasa como a la democracia estadounidense: todos los medios de comunicación hablan a menudo de ella, pero ninguno la ha visto tal y como es en realidad. Resulta llamativa la abundancia de noticias que se destinan a dar a conocer la maldad intrínseca de los palestinos. La semana pasada se […]
A la violencia palestina le pasa como a la democracia estadounidense: todos los medios de comunicación hablan a menudo de ella, pero ninguno la ha visto tal y como es en realidad. Resulta llamativa la abundancia de noticias que se destinan a dar a conocer la maldad intrínseca de los palestinos. La semana pasada se pudo ver por televisión en las horas de mayor audiencia que los maestros palestinos emplean en las guarderías un Mickey Mouse para enseñar a las criaturas de preescolar que tienen que aniquilar a los judíos, convertirse en mártires, luchar hasta conquistar el mundo, etc.
¡Qué notición! ¡Qué profundidad en el análisis del conflicto de Oriente Medio! Están esos niños desde que nacieron y sus padres antes que ellos sometidos a bombardeos israelíes constantes durante años -ataques que causan muertos y heridos por millares- y lo que les importa, mejor dicho, lo que les interesa transmitir a esas lumbreras del periodismo, es que los hijos de estas víctimas son educados desde su tierna infancia para convertirse en terroristas islámicos.
¿No sería noticia lo contrario según una regla de oro de la profesión?: Niños palestinos huérfanos por las bombas israelíes que han matado a sus padres, hambrientos a causa de un bloqueo criminal establecido por Israel y sus aliados y sin perspectiva de salir de su infierno debido a que la ONU no tiene la misma prisa en obligar a Israel a abandonar los Territorios Ocupados (van 40 años de ocupación ilegal según la propia ONU) que tuvo para obligar a Iraq a abandonar Kuwait (6 meses), escriben poemas de amor a sus verdugos.
En esa misma semana un soldado israelí, en una operación de castigo en Nablus, mató a un feto palestino, cuya madre aún yace herida en un hospital. Maha Katouni, una madre palestina de 30 años en el séptimo mes de embarazo, ha perdido a su hijo en su vientre por una bala que destrozó la cabeza de su hijo no nacido y le perforó a ella el abdomen.
No es noticia que el soldado israelí que disparó está ilegalmente en territorio palestino ocupado; no lo es que tiene órdenes de tirar a matar a los palestinos, mujeres y niños en sus casas incluidos, no porque Israel se enfrente a una inexistente agresión árabe, sino para contribuir, muerto a muerto, prisionero a prisionero, expulsado a expulsado, al genocidio de los palestinos. Es noticia el enésimo aniversario de la solución final del problema judío, la cual acabó con la derrota del régimen nazi por la comunidad internacional, pero no lo es la persistencia de la solución final del problema palestino, comenzada con el establecimiento de Israel y que todos los gobiernos israelíes mantienen desde 1948 con el beneplácito de esa misma comunidad.
No es apenas noticia que en esa misma semana ha muerto una docena de palestinos y muchos más han sido heridos a manos de Israel; no lo es que todos los demás sufren las consecuencias de un bloqueo económico internacional que se aplica a una población bajo la ocupación militar de un país miembro de la ONU; no lo es que cada bala ha sido pagada por Estados Unidos, que subvenciona al ejército de ocupación de Israel con 3.000 millones dólares al año, mientras que sí es noticia la mentira de que Condi Rice viaja a Jerusalén para impulsar la paz; no lo es que la Unión Europea aprueba la política genocida de Israel, pues no realiza acción alguna que le obligue a respetar las resoluciones de la ONU y la ley internacional humanitaria, pero sí lo es que la Unión Europea no habla con el gobierno de Hamas, que no ha ocupado Israel y no ha violado la ley internacional, supuestamente porque está formado por extremistas.
No es noticia que cientos de miles de niños palestinos reciben diariamente y durante toda su vida una educación del Mickey Mouse israelí mucho más eficaz que la que puede diseñar el más inteligente maestro palestino: la educación del ocupante. Éste le enseña que es mucho más fuerte que el ocupado y que por tanto se va de la tierra que él codicia o se expone a pagar las consecuencias, las que no son noticia o lo son de pasada: un muro que le condena a vivir en una prisión, la demolición de su casa para hacer sitio a las colonias exclusivas para judíos, la pérdida de su medio de vida para que emigre y sobre todo la cárcel (11.000 prisioneros palestinos en cárceles israelíes) y la muerte si se resiste a lo anterior (cinco mil desde el año 2000).
No es noticia que cientos de miles de niños palestinos crecen traumatizados por la violencia extrema a la que son sometidos por el cuarto ejército más poderoso del mundo, que incluye los cazabombarderos F-16, los tanques Merkava y los francotiradores que Israel envía a diario a los Territorios Ocupados contra la población civil indefensa, pero sí lo es que los niños israelíes de la ciudad de Sderot sufren estrés psicológico por los cohetes Kassam, de cuya mínima capacidad agresora da cuenta un hecho que sin embargo no es noticia: los 4.500 lanzados desde 2001, han producido en total siete muertos. Tampoco lo es que un solo misil israelí mata entre diez y veinte palestinos habitualmente.
No es razonable que esos periodistas y editorialistas informen del estrés de los niños de Sderot y no del de los niños palestinos. No resulta creíble que esos informadores y formadores de opinión no alcancen a comprender que el ambiente de violencia extrema en el que viven los niños palestinos no sólo explica que canten canciones que les ayuden a superar el terror bajo el que viven, sino que es un resultado inevitable de la política criminal israelí. No se puede comprender que los responsables de los medios de información no sepan que la noticia no está en el simpático Mickey Mouse con el que aprenden los niños palestinos, sino en el terrorífico soldado israelí que los dispara a bocajarro.
Entonces ¿por qué publican noticias como ésta? Porque son partidarios de Israel, racistas respecto de los palestinos y contrarios a los musulmanes, o todo a la vez. Esto es tan evidente, salvo para el que no quiera verlo, que para mostrarlo no ha hecho falta siquiera señalar en este artículo lo que algunos dirían que es lo fundamental: que la noticia es falsa. Sin embargo, es tan falsa como la que hace años justificó una agresión contra Iraq: que los iraquíes en Kuwait estaban sacando a los recién nacidos de las incubadoras para matarlos. La hija del embajador kuwaití en Estados Unidos disfrutó de audiencia universal para contar con lágrimas en los ojos esta escena que sólo existía en su imaginación. El desmentido fue mucho más discreto.
La historia del Mickey Mouse palestino es una más de las muchas mentiras distribuidas por Israel, aceptadas sin reparos por los periodistas occidentales. La traducción de las palabras de Mickey Mouse una vez más, como sucede con las palabras atribuidas a Ahmadineyad sobre Israel y en otras ocasiones, está tergiversada. ¿Qué medio de información va a pedir explicaciones a los que la distribuyeron? ¿Qué presentador de televisión va a decir públicamente que se dejó engañar? ¿Qué redactor jefe va a reconocer que no comprobaron la fuente -obviamente israelí?