Traducido para Rebelión por Loles Oliván
La reacción del presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbas, a las últimas provocaciones sionistas, incluida la campaña sin tregua de la expansión de asentamientos en Cisjordania, ha sido desastrosa y una calamidad.
Abbas ha emitido un sinnúmero de declaraciones contradictorias, algunas indicando su disposición a seguir participando en el denominado «proceso de paz» con Israel. Ello a pesar de que Israel sigue pisoteando el maldito y prostituido proceso, aunque sólo sea porque se ha embarcado en la construcción de más asentamientos y más robo de tierras a expensas de los palestinos.
No se trata de un asunto menor. Los territorios ocupados son el disputado pedazo de queso proverbial que Israel sigue devorando día y noche, hasta tal punto que la mayoría de los palestinos están justificadamente preocupados de que no queden territorios donde establecer un Estado viable y territorialmente contiguo que sea digno de tal nombre. Algunos, incluyendo quien esto escribe, creen que ya es demasiado tarde para un Estado palestino.
Cuando Abbas se dirige a una audiencia palestina expresa su insatisfacción con Israel y advierte de que puede retirarse de las conversaciones que mantiene a través de Estados Unidos con Israel.
No es muy difícil diagnosticar la duplicidad y la incoherencia de Abbas. El dirigente de la AP no puede disgustar a Washington por razones obvias.
El linaje financiero del que depende la deforme entidad de Ramala procede de Washington. Además, Abbas es consciente de que a un carraspeo de Obama o del Congreso de Estados Unidos, ambos bajo un eficaz control judío, se produciría instantáneamente un terremoto económico y financiero en Ramala, y que miles de funcionarios perderían sus empleos y sus salarios.
Así es como acaban los regímenes estúpidos y en bancarrota que toleran ser rehenes de países extranjeros porque el que paga la manda.
Abbas, afirma a menudo que no es ese el caso de su autoridad. Sin embargo, a este respecto, no se puede creer en sus palabras.
Entre tanto, Abbas, al igual que otros dictadores despóticos del mundo árabe, desearía conservar una apariencia de legitimidad popular. Y lo hace pretendiendo que sigue siendo fiel a las constantes nacionales palestinas, cuando en realidad está tratando de destruirlas, a sabiendas o sin saberlo, mintiendo a la opinión pública y desensibilizando a las masas palestinas.
En los últimos años, muchas personas concedieron a Abbas el beneficio de la duda alegando la enorme presión internacional a la que había sido sometido así como la extraordinaria debilidad que abruma al mundo árabe.
Sin embargo, hay cosas que no pueden justificarse bajo ninguna circunstancia, aunque parece que Abbas no vea la diferencia.
Abbas sigue reduciendo los límites nacionales palestinos al permitir a Israel ganar más tiempo para construir más asentamientos. Y cuando las medidas que se le exigen prueban ser demasiado vergonzosas o demasiado escandalosas, como la reanudación de las conversaciones de paz en ausencia de una congelación de la expansión de asentamientos por parte de Israel, Abbas corre a El Cairo, a Riad, o a Amman, rogando a los dirigentes árabes que le salven. Al día siguiente, aparece de nuevo en Ramala para decirle a las frustradas masas palestinas «no puedo negarme a aceptar los consejos de nuestros hermanos, los líderes árabes».
En un pasado no muy lejano, los líderes árabes sí que nos dieron consejos verdaderamente fraternales. Nos instaron a rechazar los planes sionistas y a resistir a su agresión. Sin embargo, desde hace muchos años, el único consejo árabe que hemos recibido de la mayoría de las capitales árabes es un mensaje desmoralizador que llama a que nos rindamos a Israel y cedamos la totalidad o la mayor parte de nuestros derechos legítimos, incluido el derecho a la libertad y a la independencia.
En resumen, los regímenes árabes quieren de nosotros un «don’t worry be happy». En otras palabras, esos regímenes son un pasivo y no un activo en la lucha por la liberación de nuestros países de los grilletes del sionismo.
No sé a ciencia cierta por qué Abbas se comporta como lo hace. ¿Está senil? ¿No es plenamente consciente de lo que está haciendo? ¿Tiene una fe ciega en Barack Obama, el hombre que se altera ante la mera noción de criticar la insolencia y la arrogancia del poder de Israel?
De acuerdo, la cobardía es un fenómeno natural al igual que el coraje, la sabiduría y otros atributos buenos o malos. Sin embargo, no es lógico confiar la imperecedera causa palestina a un hombre que no puede y que no está capacitado para pilotar el barco nacional a las costas de la seguridad.
Al igual que el fallecido líder palestino Yaser Arafat, Abbas se niega a enfrentar la realidad tal como es. También se está haciendo cada vez más itinerante, prefiriendo estar lejos de la escena de los acontecimientos. También le gusta mucho más escucharse a sí mismo, y cuando uno se enfrenta a él con noticias u opiniones que no le gusta oír, se pone nervioso y pide a quien habla que se calle.
Abbas, atacó en muchas ocasiones y con razón el estilo de gobierno de Yaser Arafat. Pensaba que la segunda Intifada era un desastre para los palestinos. Sin embargo, en vez de sugerir un enfoque más prudente, Abbas ha llegado a la conclusión de que rendirse a Israel es la mejor alternativa, sin saber que Israel es lo más parecido a un cocodrilo peligroso, cuanta más carne se le da, más exige.
De hecho, los últimos gestos que Abbas y sus asesores han hecho respecto a Israel no sólo han sido escandalosos desde el punto de vista de la dignidad nacional palestina. También han sido políticamente desastrosos.
En el análisis final, mostrar debilidad y poner en peligro la dignidad de nuestro pueblo no hará que Israel acepte nuestros derechos usurpados.
Hoy en día, la causa palestina se encuentra en una encrucijada mientras Estados Unidos parece que ni quiere ni puede presionar al régimen sionista para que ponga fin a la ocupación que comenzó en 1967.
No soy un profeta del pesimismo. Sin embargo, es difícil creer que Estados Unidos podría obligar a Israel a regresar a las fronteras de 1967 cuando no puede conseguir que el régimen sionista prolongue una congelación parcial e insignificante de los asentamientos durante unos cuantos meses más.
En cuanto a lo que deben hacer los dirigentes palestinos frente a la insolencia sionista y la complicidad estadounidense con ella, el asunto no debería ser demasiado complicado: que Abbas, cuyo mandato ya expiró hace mucho tiempo, dimita y se retire con dignidad.
Fuente: http://www.intifada-palestine.com/2010/09/abbas-is-unfit-to-lead-the-palestinian-people/