Se puede decir que en el mundo de finales del siglo XX y principios del XXI abunda y aumenta el antisionismo, mientras que disminuye el antisemitismo. No sólo es propio de la izquierda ser antisionista, es obligatorio para cualquier persona decente. Al mismo tiempo es propio de la izquierda y de cualquier persona normal desde […]
Se puede decir que en el mundo de finales del siglo XX y principios del XXI abunda y aumenta el antisionismo, mientras que disminuye el antisemitismo. No sólo es propio de la izquierda ser antisionista, es obligatorio para cualquier persona decente. Al mismo tiempo es propio de la izquierda y de cualquier persona normal desde el punto de vista moral e intelectual aborrecer el antisemitismo.
Confusión reinante
La discusión sobre el antisemitismo hace tiempo que ha hecho notar que ni siquiera está claro lo que se entiende con ese término. Debería incluir a los árabes y sin embargo se reserva para los judíos, se hace extensivo al mundo entero, cuando es una lacra europea, se equipara al antisionismo, a pesar de que son actitudes del todo diferentes. Por tanto se va a dejar de lado esta discusión ahora y se va a entrar en lo que hay detrás de la identificación de antisionismo con antisemitismo. Al margen de la confusión reinante, aquí se entiende por antisionismo la oposición al sionismo y por antisemitismo el odio a los judíos.
Veamos primero la parte más fácil, la referida al antisemitismo. El antisemitismo, como el racismo, la xenofobia, como cualquier otra conculcación de los derechos fundamentales de las personas es moralmente reprobable y de hecho está perseguido por las leyes de muchos países. Además, es algo tan absurdo que hace dudar del equilibrio mental del que lo propugna. No tiene sentido odiar a alguien por el mero hecho de ser judío, para ello es preciso ser necio o mala persona o las dos cosas a la vez. Ser judío, a fin de cuentas, es una decisión íntima de cada persona, algo que sólo concierne al que lo es (nacido de madre judía) y quiere seguir siéndolo, o al que no lo es pero quiere serlo (el que se convierte). Tampoco tiene ninguna importancia para el mundo, salvo para los interesados, si hay o no judíos e igual ocurre con los esquimales, los peripatéticos, los zoroástricos, los rockeros y los místicos. En todo caso, se puede decir que es estupendo que haya judíos desde el punto d e vista de la riqueza que supone las diferencias que existen entre las personas. También es fantástico que haya alpinistas, evangélicos, zurdos, chilenos y poetas. Lo lógico es que para los no judíos lo que significa ser judío sea asunto de los judíos exclusivamente y también lo es que aquellos celebren su existencia, se alegren de su contribución al bien común y esperen el mismo trato por parte de éstos.
Cultura y proyecto político
El antisionismo es la lucha que se lleva a cabo para contrarrestar al sionismo, por tanto no tiene nada que ver con los judíos como personas, ni con la religión judía. Esto se aprecia con claridad al observar que hay muchos judíos que son antisionistas.
No por ello dejan de ser judíos. La religión, la cultura, la pertenencia a una u otra o a ambas, no tiene que ver (salvo que se fuerce) con un proyecto político. Al mismo tiempo hay cristianos que son sionistas, en particular en Estados Unidos, en este caso porque unen religión (aunque la suya sea diferente de la judía) con política por sus propios intereses. También hay antisionistas entre los cristianos, los musulmanes y los seguidores de otras religiones que en absoluto se manifiestan como antisemitas. Sencillamente porque no lo son, simplemente son antisionistas. De la misma manera, ser antinazi no significa ser antigermánico o antievangélico.
Violencia y Estado
En resumidas cuentas, dejando ahora de lado el sionismo espiritual de Ahad Haam y otras variedades, el sionismo es el movimiento político destinado a conseguir el establecimiento de un Estado judío en Palestina. Esto, que no dice gran cosa a primera vista, es un programa nacido al abrigo del imperialismo y que únicamente mediante la violencia extrema, el robo planificado y el racismo institucional puede realizarse. Ese Estado no se estableció en una tierra vacía y sin dueño, sino en una tierra poblada desde siglos atrás por personas, en su gran mayoría musulmanas, pero también algunas judías y cristianas, que fueron desposeídas de aquélla y expulsadas y a las que se privó de sus derechos humanos. La violencia extrema, por tanto, está en el origen del Estado de Israel. Se les expulsó por la fuerza de las armas para que sus propiedades y el control político sobre la tierra pasaran a manos de los recién llegados, quienes debían ser exclusivamente judíos sionistas. Desde ese prim er acto, todos los demás realizados hasta hoy por los sionistas han sido igualmente violentos y contrarios a los derechos humanos, ya que se destinan a consolidar y a ampliar la primera injusticia, algo a lo que se resisten las víctimas.
Argucias políticas
Esos actos incluyen la represión salvaje de los palestinos, la limpieza étnica mediante diversas medidas económicas, sociales y políticas, la amenaza constante de nuevas agresiones y el uso intensivo de propaganda sionista. Ésta tiene dos frentes principales: el primero es presentar a las víctimas de su agresión, los palestinos, como agresores (hoy día como terroristas islámicos) y el segundo es presentar a los opuestos al proyecto sionista, los antisionistas, como antisemitas.
Los que equiparan antisemitismo y antisionismo emplean una argucia política cuyo valor real es igual que la de los que afirman que los musulmanes y los árabes odian a los países occidentales por sus libertades y su democracia: cero. A pesar de ello, como se comprueba con regularidad, la añagaza tiene éxito, igual que lo tienen otras prestidigitaciones políticas. Es claro que los sionistas tienen algún éxito con su propaganda porque aún hoy, cien años después del inicio del sionismo, todavía hay personas que están confundidas respecto del antisemitismo y el antisionismo.
Sin embargo, la gravedad de la agresión sionista en Palestina, conocida en todo el mundo, hace cada vez más insostenible la imagen propagandística de Israel como Estado democrático, cumplidor de la ley internacional y defensor de los derechos humanos. Por eso mismo quizás no tarde mucho en llegar el día en que el proyecto sionista fracase tan violentamente como empezó y con la desaparición de Israel el antisionismo deje de tener sentido. Cuando ese momento llegue nadie tendrá duda alguna de quiénes son realmente los antisemitas, si es que aún existen.
EL TEMA DE DEBATE: Según publicaba a mediados de mayo la agencia de noticias Reuters, una encuesta realizada por la Liga Anti-Difamación entre marzo y abril en Italia, Polonia, España, Francia y Alemania evidenciaba el incremento de los tópicos negativos contra los judíos. Los resultados han encendido las alarmas ante un posible incremento del antisemitismo. ¿Qué papel ha jugado está idea en Europa, y cómo se ha entendido desde las izquierdas? ¿Qué papel juega en el contexto del convulso Oriente Medio?