Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
«¿Por qué se me debería permitir a mí, un judío del norte de Londres, obtener la ciudadanía israelí mientras que este derecho se le niega a un palestino que languidece en un campo de refugiados de Líbano? Especialmente cuando reconozco que una amplia mayoría de quienes se marcharon en 1948 fue limpiada étnicamente por las fuerzas israelíes». Alex Stein, un académico judío británico.
En los últimos días el presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmoud Abbas, ha hecho dos declaraciones extremadamente preocupantes en relación a la fundamental cuestión del derecho al retorno.
La semana pasada declaró la cadena de televisión Al-Arabiya que no podía pedir que se permitiera a todos los palestinos refugiados volver a sus hogares y a sus ciudades de las que fueron desarraigados cuando se creó Israel en Palestina hace más de sesenta años.
Esta semana, el presidente de la AP expresó unas observaciones aún más temerarias en una entrevista para el diario israelí Ha’aretz, publicada el domingo 14 de septiembre.
Sugería que estaba justificado que Israel se negara a permitir la repatriación de los refugiados.
«Entendemos que si nosotros les pedimos a ustedes que permitan volver a Israel a los cinco millones de palestinos refugiados, el Estado de Israel sería destruido. Pero debemos hablar acerca de un compromiso y ver a cuántos pueden aceptar», declaró Abbas.
Y añadió: «Tenemos que hablar con Israel de la cantidad de refugiados que retornarán a Israel. Se me critica por no exigir la vuelta de los cinco millones de refugiados, pero yo afirmo que exigiremos la vuelta a Israel de un numero razonable de refugiados».
No hay ni que decirlo, el tono poco firme de las palabras de Abbas parece reflejar una cierta propensión por su parte a, en efecto, sacrificar y trivializar el derecho al retorno, que poco más o menos representa el corazón y el alma del problema palestino.
Pues bien, tengo unas pocas palabras de consejo para Abbas y sus asesores: Ni se les ocurra tocar el derecho al retorno. ¡No jueguen con fuego!
Es cierto que usted fue elegido presidente de la AP en 2005. Sin embargo, esto no le da derecho a transigir con el centro de la causa palestina, el inalienable derecho de los refugiados palestinos a retornar a sus hogares y a sus pueblos de los que fueron limpiados étnicamente y después dispersados por los cuatros rincones del planeta por el terrorismo judío.
Es más, usted mismo, señor presidente, durante su campaña electoral hace cuatro años insistió repetidamente en que la única solución aceptable para los palestinos en relación a la causa de los refugiados tenía que basarse en la resolución 194 de Naciones Unidas.
No le estoy pidiendo que emule a Saladino o a Omar ibnul al Khattab. Obviamente, eso está por encima de sus capacidades.
Pero los palestinos esperan de usted que haga honor a su tarea y que mantenga su palabra. Y sin duda eso no está por encima de sus capacidades.
Permítame recordarle, señor presidente, el párrafo 11 de la resolución 194 en caso de que la haya olvidado: «Esta resolución resuelve que se debe permitir que los refugiados que desee retornar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos lo hagan en la fecha más temprana posible y que sea factible, y que a aquellos que decidan no retornar se les deben pagar compensaciones por sus propiedades, y daños y prejuicios que, según el derecho internacional o por derecho deben ser compensados por los gobiernos o autoridades responsables».
Puede que algunos de sus amigos y asesores le hayan aconsejado «mostrar flexibilidad» respecto a esto y puede que usted albergue una cierta tendencia a considerar que el derecho al retorno es un tanto anacrónico dadas la dura realidad política existente.
Sin embargo, es igualmente válido argumentar que toda resolución sobre el conflicto palestino-israelí que excluya una genuina implementación del derecho al retorno sería falsa, frágil y efímera.
No me estoy permitiendo un pronóstico agorero o exagerado. Pregunte a los propios refugiados de Nahr al-Bared en Líbano, de al-Wihdat en Jordan, de Jabalya en Gaza y de al-Amaari cerca de Ramalah, no lejos de su despacho. Pregúnteles si quieren renunciar a su derecho a retornar a sus hogares y pueblos originales a cambio de un Estado o casi-Estado palestino y ellos le dirán sus verdaderos sentimientos. No escuche a los parásitos que tiene usted a su alrededor cuya única preocupación es hacer dinero y aparecer en la televisión cada noche.
Como palestino me sentí especialmente inquieto por su afirmación de que «el retorno de cinco millones de palestinos llevaría a la destrucción de Israel».
Pues bien, señor, Mr. Abbas, ¿acaso la supervivencia de Israel como un Estado exclusivamente para los judíos se ha convertido en una urgente preocupación palestina?
Como dirigente palestino su principal preocupación debería ser ante todo proteger y hacer realidad el derecho al retorno de estos atormentados palestinos que han estado padeciendo la agonía de estar sin hogar durante más de sesenta años.
Sí, sesenta años de vivir sin hogar, de dolor y de dispersión deberían ser suficientes para estas desdichadas personas que han heredado la miseria y el sufrimiento de generación en generación desde hace seis décadas.
Por consiguiente, acabar con este escándalo de lo más descarado y siniestro no debería ser un acto de caridad hacia los palestinos, sino que debería ser una aplicación tardía de importantes resoluciones de Naciones Unidas que llaman a la repatriación e indemnización de estos refugiados.
El desarraigo de estas víctimas inocentes del satánico sionismo, cinco millones de seres humanos en estos momentos, fue un acto colectivo de expoliación y de limpieza étnica con muy pocos paralelismos a lo largo de la historia. Mientras no se rectifique y corrijan las injusticias cometidas contra las víctimas seguirá siendo un imperecedero acto de expoliación.
Es más, la mayoría de la clase dirigente sionista ni siquiera ha reconocido que estos crímenes hayan sucedido y cada vez que un académico escrupuloso israelí habla de estas injusticias suele ser vilipendiado y amenazado por una sociedad dominada por el racismo y el odio.
Esta es la razón por la que el Derecho al Retorno, al menos en lo que concierne a los palestinos, no debería ser tema de discusión y de controversia exactamente igual que el derecho de un propietario a recuperar su propiedad robada no es tema de discusión y de controversia.
Por lo que se refiere al argumento sionista respecto a la necesidad de mantener Israel como un Estado judío es obvio que dicho argumento constituye un descarado insulto moral para cualquier ser humano que valore la justicia y la honestidad.
En primer lugar, es bien sabido que el término «carácter judío de Israel» es nada menos que un eufemismo para la continuación de las políticas racistas de Israel contra los no judíos. No se pueden legitimar el apartheid y el racismo aunque quienes lo practican sean judíos. El racismo judío no es menos virulento que el racismo alemán.
En segundo lugar, debería ser indiscutible para todos que la conciencia del mundo no tiene más obligación legal o moral de mantener el sionismo en Palestina de lo que tenía de mantener el apartheid en Sudáfrica.
Siendo más concreto, uno siempre se ve impulsado a preguntar lo siguiente en relación a este asunto: ¿acaso el supuesto derecho de Israel a la pureza étnica y religiosa invalida el derecho de los refugiados palestinos a retornar a sus hogares y a su país?
Por último, es evidente que negar a los refugiados palestinos su inalienable derecho a retornar a Palestina/Israel es intolerable para simple rectitud.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por Naciones Unidas en 1948 estipula en su Artículo 13 que «toda persona tiene derecho a dejar cualquier país, incluyendo y el propio, y a retornar a su país».
Lo repetimos, el derecho al retorno es el corazón y el alma del problema palestino. En realidad es más primordial que la cuestión de que Palestina adquiera la categoría de Estado palestino e incluso que la de Jerusalén, a pesar de la inmensa importancia nacional y religiosa que tiene esta última.
Por consiguiente, debería estar más que claro que el pueblo palestino considerará nulo cualquier acuerdo o arreglo entre Israel y la AP que ignore o pase por alto esta cuestión fundamental del derecho al retorno.
Esto no es sólo un mensaje para los dirigentes de la OLP, también es un mensaje para el insolente Estado de Israel que puede tener la tentación de pensar que la actual debilidad de la postura palestina en relación a Israel podría llevar a los palestinos a ceder en sus constantes nacionales.
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